sábado, 7 de noviembre de 2020

LA ERA DEL CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA (2019), DE SHOSHANA ZUBOFF. LA LUCHA POR UN FUTURO HUMANO FRENTE A LAS NUEVAS FRONTERAS DEL PODER.

Escribo desde un blog que pertenece a Google, utilizo gmail de Google, hago búsquedas con Google, utilizo mapas de Google para orientarme, me bajo alguna aplicación de Play Store y mi móvil posee el sistema Android de Google, y seguro que me dejo muchas más acciones cotidianas que no se me ocurren en este primer pensamiento. Todo esto me sale gratis, pero para la compañía estadounidense cada uno de estos actos que yo ejecuto más o menos voluntariamente constituye un pequeño paso más hacia el conocimiento de mi persona, mis rutinas, mis movimientos, mis aficiones e incluso mis deseos más íntimos. Todo esta información, junto con la de millones de personas de todo el mundo es estudiado minuciosamente a través de diversos algoritmos cuya misión principal es predecir la conducta de los individuos para poder ofrecerle el producto adecuado en el momento preciso, el sueño de cualquier empresario. Y esto lo hacemos de manera voluntaria porque pensamos que nos compensa el hecho de advertir que nuestra vida se vuelve más fácil en muchos aspectos, aunque en realidad estemos cediendo fragmentos cada vez más grandes de libertad e intimidad a poderes opacos cuyos fines últimos desconocemos casi por completo.

Es un tópico decir que si el servicio el gratis, uno mismo es el producto, pero esto no funciona exactamente así. En realidad las compañías del llamado capitalismo de la vigilancia extraen de nuestras acciones la materia prima necesaria para alimentar los análisis predictivos desarrollados por inteligencias artificiales diseñados para conocernos cada vez mejor y ser una compañía permanente en nuestras vidas, puesto que poco a poco van intuyendo que es lo mejor para nosotros y nosotros vamos cediéndole nuestro poder de decisión:

"La conexión digital es hoy un medio para satisfacer los fines comerciales de otros. En su fundamento mismo, el capitalismo de la vigilancia es parasítico y autorreferencial. Resucita aquella vieja metáfora de Karl Marx, que retrató el capitalismo como un vampiro que se alimenta del trabajador, pero le da un giro inesperado: en lugar de los trabajadores, la fuente de alimento del capitalismo de la vigilancia es cualquier aspecto de la experiencia de cualquier ser humano."

Lo que parecía un mundo mejor y más conectado se está transformando en un estado de vigilancia permanente al que es extremadamente difícil sustraerse. La Unión Europea, mucho más garantista en estos aspectos que Estados Unidos, intenta proteger el derecho fundamental a la intimidad de sus ciudadanos a través del reciente Reglamento 2016/679, de protección de datos personales, en el que se incluyen hitos como el reconocimiento del derecho al olvido, impulsado por la Agencia Española de Protección de datos. Sobre el papel se trata de legislación muy garantista, pero en realidad es muy difícil luchar contra unos gigantes tecnológicos que van muchos pasos por delante de unos Estados que intentan controlar a ciegas la actividad de estas empresas, a las que quieren regular (sin saber muy bien sus métodos y propósitos) a la vez que necesitan cada vez más de sus servicios, sobre todo en materias como lucha contra el terrorismo. Si bien los dirigentes de Google o Facebook a veces realizan actos públicos de contrición, cuando se descubren prácticas demasiado escandalosas, su discurso siempre es el mismo: no era nuestra intención violar la intimidad de nuestros usuarios, realizaremos una auditoría interna para saber qué ha fallado. Pero la realidad es que siguen trabajando con gran secretismo es sus algoritmos predictivos, haciéndose de oro al vender los resultados de la fórmula de la piedra filosofal a muchas otras empresas.

Todo esto puede sonar un poco a ciencia ficción, pero es la realidad que estamos viviendo es una nueva y revolucionaria forma de capitalismo que intenta conocernos para seducirnos cada vez con mayor eficacia con ofertas tan personalizadas como irresistibles. Pero esto no se acaba en el mundo mercantil. La política también hace uso de estos mecanismos de análisis predictivos para afinar cada vez más los mensajes que quiere escuchar un determinado tipo de electorado, algo que se vio por primera vez en la campaña de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos y que está influyendo siniestramente en resultados electorales tan sorprendentes como el del Brexit o la elección de Donald Trump como mandatario estadounidense. En 2008 los analistas políticos empezaban a comprender el poder de estos análisis para asegurar el éxito en las campañas:

"El equipo de campaña conocía «por su nombre, su dirección, su raza, su sexo y su nivel de ingresos a todos y cada uno de los votantes indecisos del país a quienes necesitaba convencer de que votaran a Obama», y había averiguado cómo hacer anuncios televisivos dirigidos a esos individuos como público diana. Una gran innovación en ese sentido fue la llamada puntuación en persuasión, que medía lo fácil o difícil que podía resultar convencer a cada votante indeciso para que se decantara por el candidato demócrata."

La advertencia de Zuboff al escribir este libro monumental es clara: nos encontramos ante un fenómeno totalmente nuevo, con un funcionamiento que desconocemos casi tan por completo que es difícil establecer definiciones para muchos de sus elementos, es casi como el sueño conductista del psicólogo Skinner hecho realidad: una herramienta que puede llegar a ser capaz de pastorear la conducta de los ciudadanos y castigar a quien se salga del sendero deseado. Una tiranía que no requiere del terror impuesto por un déspota, sino de la colaboración entusiasta de unos ciudadanos que obedecen, convencidos de que lo hacen en uso de su libertad, a una voz aterciopelada que le dice al oído qué es lo que más le conviene en cada momento. Al igual que los totalitarismos de la primera mitad del siglo XX surgieron como un fenómeno tan novedoso que hubo que esperar a su derrota para entenderlos y estudiarlos con rigor, este nuevo capitalismo de la vigilancia se va adueñando poco a poco de nuestras existencias sin que sepamos muy cómo lo hace ni cuál será el fin último de sus acciones y así lo expresa la autora en numerosas ocasiones:

"Mi propósito con este libro es ralentizar el ritmo de esa acción para ampliar el espacio para el debate y destapar las tendencias de estas nuevas creaciones a amplificar la desigualdad, intensificar la jerarquización social, exacerbar la exclusión, usurpar derechos y despojar la vida personal de todo aquello que la hace justamente personal para ustedes o para mí. Si queremos que el futuro digital sea nuestro hogar, vamos a ser nosotros quienes tengamos que conseguirlo. Necesitaremos saber. Necesitaremos decidir. Necesitaremos decidir quién decide. He ahí nuestra lucha por un futuro humano."

1 comentario:

  1. Una reflexión excelente. Eso de que es gratis nos impide entender que el servicio que ofrece somos nosotros.

    Un abrazo

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