martes, 25 de agosto de 2020

LAGUNAS (2015), DE SARAH HEPOLA. DÍAS SIN HUELLA.

 


Escribir acerca de los aspectos más oscuros de la propia vida debe ser uno de los ejercicios literarios más complicados. No solo porque el autor se expone como protagonista al escrutinio de los demás, confesando sus pecados en forma de vicios, sino porque también se ven afectadas colateralmente sus seres queridos, amigos y familiares. En cualquier caso, cuando el resultado es excelente, como sucede con Lagunas, todo adquiere pleno sentido y puede servir para que el autor conjure sus demonios y que su escritura sea un instrumento de liberación. Porque Sarah Hepola no culpa a la sociedad, ni a su familia ni a sus amigos de sus males, se culpa a sí misma. Se siente plenamente responsable de sus actos y necesita analizarlos para empezar a comprenderlos. 

La puerta de entrada de Hepola al hábito de la bebida fue una timidez patológica, la cual se disipaba con un par de cervezas, un descubrimiento muy temprano por parte de la autora. La muchacha lacónica e invisible se transformaba en un torbellino de simpatía y atrevimiento. Los chicos se volvían accesibles y las palabras, que antes eran imposibles de pronunciar, salían de su boca de manera torrencial:

"El alcohol es una droga contra la soledad. Tiene muchos poderes, pero para una adolescente como yo, ninguno era más atractivo. Nadie era un intruso. Cuando bebíamos, todos nos llevábamos bien, como si la sensación de pertenencia, ese polvo mágico, se hubiese rociado sobre aquel aparcamiento."

Pero esta bendición inmediata, esta salida fácil a la risa y a la socialización, pronto empezó a tener un lado oscuro: las lagunas, esas horas que son borradas de los recuerdos y que al día siguiente son imposibles de recuperar. ¿Qué hago acostada en la habitación de un hotel con un desconocido? ¿Cómo he llegado aquí? ¿Por qué me duele tanto la rodilla? Aunque al principio le restara importancia, esta sensación de descontrol de la propia existencia llegó a tener efectos aterradores en la existencia de Hepola. Sospechas de abusos sexuales, caídas por escaleras que no se recuerdan, pérdidas de amistades a las que se ha insultado sin ser consciente de ello, momentos de vergüenza ajena que al borracho le parecen divertidísimos en ese momento... Todo un mundo de experiencias que desaparecen como gotas en la lluvia, pero que dejan a su protagonista con una sensación de desasosiego difícil de explicar. Ahora se es consciente de que se está cayendo en una espiral letal, pero es difícil reaccionar cuando el único refugio es volver a las sensaciones que produce el sabor del alcohol en el paladar. Hacerse plenamente consciente de la propia situación es ya de por sí un acto de heroísmo:

"Los verdaderos borrachos esperan, atentos al momento en el que tocan fondo. Tu cara choca continuamente contra un muro de ladrillos, pero esperas poder destrozártela y seguir tu camino. Quedar herido, pero no destruido. Es una apuesta. ¿Cuántos riesgos quieres correr? ¿Cuántos percances necesitas?"

Lagunas demuestra que la responsabilidad de salir del pozo depende casi por completo del alcohólico, que primero debe comprender su condición y después someterse a una terapia personal que le permita cambiar las prioridades vitales. Hepola no describe este proceso como una liberación, sino como una entrada a una vida vacía que poco a poco deberá ir adquiriendo un nuevo sentido, marcado por la constante posibilidad de una recaída. Un libro sincero, bien escrito y muy digno de ser leído, que es capaz de hablar al lector de tú a tú.

sábado, 22 de agosto de 2020

TRÁNSITO (2001), DE CONNIE WILLIS. BAJO LA LÍNEA DE FLOTACIÓN.



El fenómeno de las ECM (Experiencias cercanas a la muerte) es uno de los que más ha desconcertado a los científicos, por lo que ha sido aprovechado por los amantes de lo sobrenatural para utilizarlo como prueba de la existencia de un más allá, de que la muerte es en realidad un tránsito hacia otra realidad mucho mejor que la presente. Aunque no soy ni mucho menos un especialista en el fenómeno, creo que existe bastante consenso entre los investigadores serios en que se trata de un mecanismo cerebral que prepara al sujeto para afrontar de la mejor manera posible el trauma del fallecimiento, aunque se desconozcan muchos detalles fundamentales de su funcionamiento y propósito. La novela de Connie Willis parte de una premisa fascinante: la de dos médicos investigadores que pretenden recrear el fenómeno a través de drogas, para una vez despertado al sujeto, recoger su testimonio de la forma más rigurosa posible.

Como los voluntarios del proyecto de los doctores Richard Wright y Joanna Lander no son los más adecuados para llegar a conclusión alguna, la protagonista decide someterse ella misma al experimento. Una vez que comienza, se da cuenta de dos cosas: que la experiencia no se parece en nada a un sueño, sino que se siente como enteramente real y que aparece siempre en el mismo lugar: en el buque Titanic cuando acaba de chocar con el iceberg que acabará hundiéndolo. Esto último, que a Joanna le parece un sinsentido, se convierte en una obsesión para ella y no tiene más remedio que iniciar una investigación acerca de ella misma para intentar averiguar a qué se debe el escenario dónde transcurren sus ecms. 

En el transcurso de la narración, Willis va dosificando la información que recibe el lector acerca de la respuesta final a las desconcertantes experiencias de Joanna, que esperaba ver un recibimiento en un jardín con familiares muertos y ángeles, como mucha gente reporta. Poco a poco todo va adquiriendo sentido y la solución estará a nuestro alcance bastante antes de que termine la novela, una respuesta con bastante lógica y que se aleja bastante de las optimistas teorías de gente como Maurice Mandrake, un escritor que también investiga en el Hospital y que está convencido (sus best sellers así lo atestiguan), que las ecms son experiencias de tránsito hacia el paraíso eterno. El método científico frente a la necesidad de creer en milagros. 

Tránsito es una novela inteligentemente construida. Presenta a personajes muy humanos (aunque la protagonista posea rasgos demasiado perfectos) y los pone nada menos que frente al enigma de la muerte, de una manera mucho más realista a lo que lo hacía Joel Schumacher en su célebre película Línea mortal. Sí que es cierto que la narración se extiende por demasiados capítulos y que los últimos son un tanto anticlimáticos, una vez que el lector ya conoce los resultados de la investigación de Joanna y Richard. En cualquier caso, a mí me sirve de puerta de entrada al universo de una de las escritoras de ciencia ficción más interesantes de los últimos años.

lunes, 10 de agosto de 2020

PABLO ARANDA.

Poseía una de las cualidades más valiosas para un escritor: la humildad. Era un hombre sencillo de conversación fácil, con un gran bagaje de lecturas, pero que siempre estaba atento a nuevos descubrimientos literarios. Gran observador de lo que le rodeaba, sus narraciones solían tener como protagonista a gente normal, casi vulgar, personajes de barrio con los que uno podía llegar a identificarse plenamente. Sus artículos, dotados siempre de una buena dosis de sentido del humor, se decantaban frecuentemente hacia sus preocupaciones sociales. Más de una vez me llamó para bajarme algún nutrido lote de volúmenes para llevarlo a la librería de Más Libros Libres. Todos los que le conocieron lo recordarán siempre con una sonrisa amable en la boca. Sus libros y su sonrisa serán su legado. Dejo aquí los artículos que le dediqué en el blog:


https://elhogardelaspalabras.blogspot.com/2015/10/el-protegido-2015-de-pablo-aranda-la.html

https://elhogardelaspalabras.blogspot.com/2013/07/los-soldados-2013-de-pablo-aranda-tras.html

https://elhogardelaspalabras.blogspot.com/2011/11/la-otra-ciudad-2003-de-pablo-aranda.html

https://elhogardelaspalabras.blogspot.com/2011/03/ucrania-2006-de-pablo-aranda-malaga.html