viernes, 15 de mayo de 2020

LA CUARTA MANO (2001), DE JOHN IRVING. EL HOMBRE DEL LEÓN.

Patrick Wallingford es un periodista y presentador televisivo de éxito. Trabaja para una de esas cadenas estadounidenses que basan su programación en presentar historias humanas cuyo componente principal sea la tragedia, noticias que contengan el suficiente morbo como para movilizar una amplia audiencia durante sus veinticuatro horas de emisión. Lo que no podía imaginar Patrick es que él mismo iba a protagonizar la noticia más espectacular jamás emitida por la cadena: su propio accidente, un evento horrible que se produce cuando imprudentemente, durante la grabación de un reportaje en un circo indio, acerca su mano izquierda a la jaula de unos leones hambrientos. La grabación del incidente es repetida por la cadena hasta la saciedad y la popularidad de Patrick, después de una lenta recuperación, aumenta enormemente, hasta el punto de que en todo el país se le conoce como el hombre del león.

Olvidaba otra de las características principales de Patrick: se trata de un hombre muy atractivo, hasta el punto de que atrae a prácticamente todas las mujeres con las que se relaciona profesionalmente. Este punto hace de él una especie de don Juan caricaturesco: la redacción donde trabaja es como una especie de harem donde Patrick puede elegir la fémina que más le guste para esa noche, mientras las demás se quedan comentando la jugada. Pero he aquí que el destino tiene reservada una sorpresa al protagonista: el doctor Zajac, un médico tan prestigioso como excéntrico se ofrece para encontrar un donante para que Wallingford pueda volver a tener una mano izquierda. Lo encontrará en Otto, un joven que muere en un estúpido accidente y cuya viuda utilizará literalmente en su primer encuentro a Patrick (en el despacho de Zajac) para tener el hijo que nunca pudo con su difunto esposo. El protagonista empezará a tener una atracción inmediata por esa mujer, basada en los instintos de su nueva mano. Y he aquí al eterno ligón obsesionado por un tipo de mujer a la que no está acostumbrado, alguien cuya mayor ilusión es ser una madre sin más ambición que una vida tranquila, familiar y provinciana:

"Patrick Wallingford nunca había querido a una mujer de una manera tan abnegada. Le bastaba que la señora Clausen amara a su mano izquierda. A ella le encantaba ponérsela sobre el abdomen hinchado y dejar que la mano notara el movimiento del feto."

A pesar de no haber leído otras obras de este famoso escritor, intuyo que La cuarta mano no debe ser de sus mejores novelas. Aunque está magníficamente bien escrita, se trata de una historia afectada por una notable falta de credibilidad, que no se compensa con el leve elemento sobrenatural que produce la mano trasplantada: la facilidad de Patrick para utilizar a las mujeres para su placer y la facilidad con la que él se deja utilizar por ellas cuando quieren tener descendencia, la extensa presentación de un personaje como Zajac, que después desaparece prácticamente del resto del relato... Es una novela que hay que leer voluntariosamente, esperando que los acontecimientos deriven en algo sugestivo, pero Patrick es un personaje demasiado pasivo, con una personalidad demasiado vaga como para que su destino suscite excesivo interés. Además su pretendido tono tragicómico no acaba de funcionar. Quizá la idea de Irving, que no es mala, se hubiera adaptado mejor a una narración bastante más breve. 

1 comentario:

  1. Pues me parece que puedo animarme con él.

    Gracias por compartir. Un abrazo

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