sábado, 28 de diciembre de 2019

LECTURA FÁCIL (2018), DE CRISTINA MORALES. NI AMO, NI DIOS, NI MARIDO, NI PARTIDO, NI DE FÚTBOL.

Cuando uno se enfrenta a una novela que ha recibido los parabienes casi unánimes de la crítica (sobre todo de la que está más cercana a la izquierda del espectro político), se acerca a ella con ciertas prevenciones, intentando realizar una lectura lo más objetiva posible, lo más alejada posible de los focos mediáticos a los que ha sido abundantemente expuesta esta novela y su autora, sobre todo después de haber ganado el Premio Nacional de Narrativa. Desde luego, lo primero que cabe decir de Lectura fácil es que es un libro muy idóneo para ser debatido en el seno de un club de lectura, porque, guste más o menos, es indudable que contiene un poderoso mensaje político y social de carácter radical que merece ser analizado desde múltiples puntos de vista.

El escenario de la novela es la Barcelona más radical, la de los anarquistas y okupas que luchan a su manera contra la especulación inmobiliaria que asola ésta y otras ciudades españolas. Allí viven, en un piso tutelado, las cuatro protagonistas de la novela, cuatro mujeres con diversos grados de discapacidad que se apoyan entre ellas para vivir lo mejor posible en sus difíciles condiciones. Una de ellas, Marga, pide ayuda a los anarquistas, porque quiere lograr su libertad, el fin de su institucionalización, a través de la okupación de una vivienda. Porque uno de los ejes de la narración es el conflicto de las protagonistas entre la necesidad de ayuda por parte de las instituciones y el deseo emancipatorio que poseen como personas adultas y dueñas de sus cuerpos. El piso tutelado parece una solución equilibrada, pero no parece suficiente, por el asedio normativo que padecen sus ocupantes. Ellas se rebelan contra "la amabilidad extrema, innecesaria e infantilizadora propia del poder". Se trata de la lógica de la administración contra la lógica de los sentimientos, que conlleva, entre otras cosas, la búsqueda de una sexualidad libre de tutelas, que ni siquiera puede encontrarse entre el grupo de los que se llaman a sí mismos libertarios:

"Estos okupas criminalizan la pulsión sexual del mismo modo que el código penal los criminaliza a ellos por vivir sin pagar el alquiler. Criminalizan la pulsión sexual desde el punto y hora en que entienden que cualquiera que te mire, que se te acerque o que te toque, quiere abusar de ti. Nos animan a nosotras, mujeres, a decir que no. Quieren enseñarnos a nosotras, mujeres, a emborracharnos y a hacer pogos y a fumar porros y a encapucharnos, como siempre han hecho los varones. Sin embargo, no quieren enseñarnos otra cosa que también han hecho siempre los varones: expresar el deseo sexual y culminarlo."

Lectura fácil funciona a varios niveles narrativos. Como su título indica, muchas partes de la novela están escritas por otra de las protagonistas, Àngels, que escribe la historia de las cuatro a través de la técnica de lectura fácil, una herramienta de comprensión lectora para los discapacitados, otras son transcripciones de las actas de las reuniones de un grupo anarquista e incluso encontramos actas judiciales del procedimiento de esterilización de Marga y también hay descripciones detalladas de sesiones de danza. Pero lo que más destaca es la intesa ideologilización siempre presente en la narración, algo que no puede ser separado de las declaraciones de una Cristina Morales, siempre de actualidad, que, entre otras cosas, declaró que prefería una Barcelona ardiendo (en referencia a los graves disturbios consecuencia de la Sentencia del Procés), a una ciudad con las tiendas abiertas. Las protagonistas no solo se rebelan contra su vida institucionalizada, sino frente a la entera organización social que a la vez las acoge y las oprime, encontrando su más alto grado de disconformidad en Nati, quizá el personaje más trágico, puesto que su discapacidad le sobrevino cuando estaba a punto de doctorarse. El síndrome de las compuertas le hace comportarse siempre radicalmente a la defensiva frente a cualquier interacción social e insultar a su interlocutor, preferentemente calificando de fascista a todo lo que se mueve, una especie de caricatura de aquellos que no son capaces de enfrentarse a ideas diferentes a las suyas.

Como lector, la novela de Morales me ha resultado narrativamente estimulante, pero he estado lejos de sentir el deslumbramiento generalizado que está provocando en los críticos, sobre todo porque en demasiados pasajes de la misma la autora parece que intenta provocar por provocar, lanzar dardos frente a todo y frente a todos. La abundancia de descripciones sexuales de carácter más o menos sórdido no ayudan a aislar esa sensación de que quiere ser más atrevida y más provocadora que nadie. Hay ideas muy interesantes, como ese discurso autocrítico y de confesión permanente, al que están sometidos los miembros masculinos del Ateneo anarquista frente a los restos de machismo o presunto machismo que permanecen en sus exposiciones públicas. A veces uno no sabe si ciertos pasajes están escritos pretendiendo ser irónicos o con tono de denuncia social, lo que puede llegar a ser un poco desconcertante. Pero lo peor de todo es el ataque desmesurado a gente como Juan Soto Ivars, autor del interesantísimo ensayo Arden las redes o, peor todavía, a Pablo Pineda, por mucho que dicho ataque se produzca a través de la reproducción de un fanzine de ficción. En cualquier caso, a Lectura fácil nadie puede negarle ser una propuesta original que retrata con cierta minuciosidad ciertos puntos de vista que cada vez tienen más eco en nuestra sociedad.

martes, 24 de diciembre de 2019

MARVEL COMICS, LA HISTORIA JAMÁS CONTADA (2012), DE SEAN HOWE. LA CASA DE LAS IDEAS.

Fui de los que creció leyendo tebeos de Marvel, los primeros de Ediciones Forum, que empezaban a editar en unas condiciones dignas el material de Los 4 fantásticos, Los Vengadores, Thor o Daredevil que llegaba de Estados Unidos. En aquellos tiempos ya sabía que las historias que leía formaban parte de un universo más grande, pero no llegaba a plantearme el trabajo y organización requeridos para sacar al mercado todos los meses decenas de títulos que formar parte de una realidad imaginada más o menos coherente. Pero lo verdaderamente importante era que estas lecturas me hacían visitar otros mundos, me desconectaban brevemente de mi realidad y me hacían soñar.

Lo que hace este fascinante ensayo de Sean Howe es bucear en la génesis e historia de Marvel, en cómo una empresa dedicada a estimular los sueños de los más jóvenes (que posteriormente nos hemos convertido en adultos), ha podido sobrevivir durante tantas décadas usando los mismos personajes y creando otros muchos nuevos que conviven con éstos y cómo al final se ha conseguido el gran sueño de Stan Lee: la creación de un universo cinematográfico que confirma que las historias protagonizadas por estos superhéroes se pueden adaptar a cualquier época o público. Pero lo que le interesa a Howe es asomarse a las interioridades de la redacción, a los choques de egos que periodicamente se producían en la misma y en cómo se tomaban las decisiones que llevaban a la creación de historias memorables o de narraciones faltas de imaginación. El primer conflicto es el que se produjo entre los dos padres de la Marvel moderna: Stan Lee y Jack Kirby, conflicto nunca aclarado del todo, que se alimentó durante años de declaraciones contradictorias de ambas partes. En cualquier caso quedan las obras que crearon ambos y que cimentaron el universo que iba a ir construyéndose por decenas, si no cientos, de autores.

La competencia directa con DC (un universo que a lo largo de su historia resultó ser menos imaginativo, pero que a partir de los ochenta fue partícipe en importantes innovaciones en el séptimo arte), hacía que fuera difícil retener el talento en un medio tan exigente, tan dependiente de fechas de entrega y del capricho de los editores a la hora de exigir rehacer un determinado guión o dibujo. Se dio algún caso de muerte por problemas coronarios a edad temprana. Porque lo más importante eran los lectores: despertar siempre su interés en el seguimiento de sus series favoritas, así como la creación de nuevas emociones y estímulos que hicieran imposible un desenganche del espíritu Marvel. Para eso la editorial tuvo que reinventarse muchas veces, hacer que todo cambiara para que todo siguiera igual, conseguir que el caótico bullpen diera sus frutos mes tras mes. Grandes crisis como la de mitad de los noventa (con la fuga de talentos para la creación de la editorial Image) fueron superadas y hoy día Marvel, gracias a su expansión cinematográfica, es más conocida que nunca.

En España (a lo que se dedica un último capítulo escrito por Alejandro Viturtia y Julián Clemente), gracias a la labor de la extinta Ediciones Forum, heredada por Panini, la salud de los cómics Marvel no puede ser mejor: se publica casi todo lo que llega de Estados Unidos y se realiza una ingente labor de recuperación de clásicos en lujosos volúmenes. De ser un producto de kiosko, el cómic ha pasado a ser casi una exclusiva de las librerías especializadas, lugares donde pueden encontrarse todo tipo de tesoros salidos de este hito de la cultura popular. Como dejó dicho Stan Lee:

"En el principio, Marvel creó el Bullpen y el Estilo.
Y el Bullpen carecía de forma, y estaba vacío; y la oscuridad caía sobre la cara de los Artistas. Y el Espíritu de Marvel se movió sobre la cara de los Guionistas.
Y Marvel dijo: hágase Los 4 Fantásticos. Y se hicieron Los Cuatro Fantásticos. Y Marvel vio Los 4 Fantásticos. Y vio que eran buenos."

sábado, 14 de diciembre de 2019

DOCE REGLAS PARA VIVIR (2018), DE JORDAN PETERSON Y EL AUGE DE JORDAN PETERSON (2019), DE PATRICIA MARCOCCIA. UN ANTÍDOTO AL CAOS.

Se podrá estar o no de acuerdo con su pensamiento y con su forma de expresarlo, pero es indudable que Jordan Peterson se ha erigido en los últimos años como uno de los intelectuales más influyentes del mundo. Calificado como conservador y, para algunos, uno de los pilares del auge de las teorías reaccionarios que han llevado a gente como Donald Trump a las cotas más altas del poder político. Ante todo Peterson es un comunicador nato, alguien que es capaz de expresar pensamiento complejo de una manera sencilla y accesible y además de forma práctica: las reglas del psicólogo canadiense pretenden ser aplicables a cualquier habitante de occidente.

Uno de los fundamentos de la notoriedad de Peterson es la polémica que ha suscitado desde que se rebeló, a través de una serie de vídeos de Youtube, contra lo que él consideraba excesos de la corrección política. Desde entonces cada una de sus intervenciones en lugares públicos suele ir acompañada por ruidosas protestas. Que Jordan Peterson vaya a ofrecer una conferencia o una charla quiere decir que la seguridad del lugar de la misma ha de ser reforzada. Es el precio que tiene que pagar quien ha sido calificado como gurú de la masculinidad o líder intelectual de la nueva derecha. El protagonista acepta el desafío y sabe como aprovechar esta notoriedad que le ofrece ser considerado el gran enemigo del progresismo. Sus vídeos obtienen millones de visitas y Doce reglas para vivir se ha convertido en un contundente best seller.

En realidad Doce reglas para vivir es una especie de tratado de autoayuda, pero fundamentado en años de experiencia en la práctica de la psicología clínica y dejando de lado las consabidas frases de motivación propias de este tipo de literatura. Más bien podría calificarse como un escrito un tanto sorprendente, ante todo porque Peterson no tiene que andarse con pies de plomo para respetar el orden no escrito de lo políticamente correcto. La necesidad de este libro la explica en las primeras páginas del mismo:

"Necesitamos reglas, patrones y valores, tanto en soledad como en compañía. Somos animales de carga y tenemos que aguantar lo que nos ponen encima para justificar nuestra miserable existencia. Necesitamos rutina y tradición. Eso es orden. El orden puede acabar resultando excesivo, y eso no es bueno, pero el caos puede anegarlo todo y ahogarnos, lo que tampoco es bueno. Tenemos que mantenernos en el buen camino. Así pues, cada una de las doce reglas de este libro con sus correspondientes comentarios proporciona una guía para estar ahí. «Ahí» es la línea divisoria entre el orden y el caos. Ese es el lugar en el que se da el equilibrio exacto entre estabilidad, exploración, transformación, reparación y cooperación. Es donde encontramos el significado que justifica la vida y su inevitable sufrimiento. Quizá, si viviéramos como habría que vivir, podríamos tolerar el peso que supone ser conscientes de nuestra propia existencia. Quizá, si viviéramos como habría que vivir, no tendríamos problemas en reconocer nuestro carácter frágil y mortal, sin caer en el victimismo ofuscado que genera primero resentimiento, luego envidia y, finalmente, deseo de venganza y destrucción. Quizá, si viviéramos como habría que vivir, no tendríamos que buscar refugio en la certidumbre totalitaria para protegernos de la consciencia de nuestra propia mediocridad e ignorancia. Quizá podríamos evitar todos esos caminos que dirigen al infierno (y en el terrible siglo XX ya hemos podido comprobar lo real que puede ser el infierno)."

Peterson nos recuerda frecuentemente que después de todo no somos más que animales y que vivimos sometidos a las implacables reglas de la naturaleza y ahí es donde entran, según el autor, las inevitables diferencias biológicas entre hombre y mujer y la tendencia humana a organizar la sociedad en jerarquías, fruto de la competitividad en la que los más fuertes e inteligentes acaban quedándose con los puestos más prestigiosos. Por supuesto, lo sano son las jerarquías fruto de la libre competencia, no las de dominación. De ahí la obsesión del autor de no volver a repetir los dramáticos errores del siglo XX, que vieron nacer las pesadillas totalitarias más terribles de la historia. Y uno de los pilares del totalitarismo es el lenguaje, como bien nos enseñó Orwell. Si el Estado se apropia de las palabras y empieza a categorizar cuál es el lenguaje bueno y cuál es el malo, la situación puede tornarse muy peligrosa. Otra de las luchas de Peterson es la idea de identidad grupal, que deriva en discriminar positivamente a los que se supone que pertenecen a grupos no privilegiados, unas políticas que para el autor atacan directamente a la igualdad de oportunidades o, lo que es lo mismo, a la igualdad de todos ante la ley. Además, Peterson da una importancia fundamental a este postulado: "la identidad de grupo puede fragmentarse hasta el nivel del individuo".

Un factor fundamental para entrar en la competición con perspectivas de éxito es que la gente se conozca mejor y, a raíz de ese autoconocimiento, sea capaz de hacer las paces consigo mismo y dejar de lado el autodesprecio que inevitablemente todos llevamos dentro. Este ejercicio puede incluso hacernos más tolerantes a las opiniones ajenas, analizarlas y refutarlas, pero no intentar callar a quien piensa de manera diferente:

"Prácticamente todas las discusiones sobre política o economía se desarrollan de esta forma: cada uno de los participantes intenta justificar una posición establecida a priori, en vez de intentar aprender algo o adoptar una perspectiva distinta, aunque solo sea por cambiar. Por este motivo, tanto los conservadores como los progresistas consideran que sus postulados son obvios, cada vez más a medida que se radicalizan. Y a partir de determinadas conjeturas basadas en el temperamento, emerge una conclusión previsible, eso sí, solo una vez que se obvia el hecho de que las propias conjeturas pueden cambiar."

El antídoto al caos que propone el autor tiene que ver con la responsabilidad de enfrentarnos a lo inesperado, a abordar los problemas en cuanto se producen, para no dejar que esos monstruos ocultos que todos alimentamos acaben devorándonos. Es duro decirlo, pero el ser humano solo puede progresar a base de estar alerta todo el tiempo, de no relajarse demasiado, puesto que en el mundo en el que habitamos los problemas inesperados son frecuentes y las soluciones a los mismos son, con frecuencia, complicadas. Doce reglas para vivir, se esté de acuerdo o no con las polémicas ideas de su autor, constituye un ejercicio intelectual muy estimulante del que se pueden extraer valiosas lecciones aplicables a la práctica vital de cualquier individuo.