jueves, 27 de julio de 2017

PEDRO Y EL CAPITÁN (1979), DE MARIO BENEDETTI. CONVERSACIÓN AL BORDE DEL ABISMO.

Aunque se ha convertido en uno de los conceptos más tópicos que definen la violencia del siglo XX - siglo que no solo fue violento, sino también alumbrador de grandes descubrimientos científicos y de la semilla de la unión cada vez más estrecha de algunos países - la definición de banalidad del mal, sigue siendo uno de los grandes hallazgos de la pensadora Hannah Arendt, y el el que más fortuna ha cosechado. La idea del torturador, del colaborador de un régimen autoritario y represor que se comporta prácticamente como un funcionario, con una idea difusa de su deber y que no se plantea la moralidad de sus actos, puesto que piensa que es una pieza muy pequeña de una maquinaria mucho más compleja y que le sobrepasa es una de las que está presente en Pedro y el capitán, que se presenta ante el lector-espectador como un auténtico duelo de palabras entre el torturador y su víctima.

En palabras de Benedetti:

"La obra no es el enfrentamiento de un monstruo y un santo, sino de dos hombres, dos seres de carne y hueso, ambos con zonas de vulnerabilidad y de resistencia. La distancia entre uno y otro es, sobre todo, ideológica, y es quizá ahí donde está la clave para otras diferencias que abarcan la moral, el ánimo, la sensibilidad ante el dolor humano, el complejo trayecto que media entre el coraje y la cobardía, la poca o mucha capacidad de sacrificio, la brecha entre traición y lealtad."

Lo que más estremece de Pedro y el capitán es que el torturador se presenta a sí mismo como un ser civilizado, que no ha tenido más remedio, para defender su manera de ver el mundo, que ensuciarse las manos y practicar una actividad desagradable, pero necesaria. El capitán se presenta ante Pedro en sus breves instantes de descanso, entre tortura y tortura, como un diablo tentador que ofrece poner fin a sus sufrimientos a cambio de alguna que otra delación, algo que estima muy lógico y justo. A veces casi se comporta como un comercial que tiene que colocar su producto a toda costa - el producto más deseado, seguir viviendo - bajando su precio cada vez más con tal de realizar la venta. Pero para Pedro, el coste es demasiado elevado. Su cuerpo lacerado, en contraste con la impecable vestimenta de su interlocutor, es testimonio de su integridad, de la fidelidad a sus compañeros, un bien inestimable al que no está dispuesto a renunciar.

Aunque no existen escenas de violencia explícita, la idea de dolor, de bárbara tortura, se encuentra presente en toda la obra. Una reflexión acerca de la inhumanidad de las ideas radicales, aquellas que ponen una determinada visión del mundo por encima de la dignidad de las personas que lo habitan, una tendencia que tristemente imperaba en Hispanoamerica en la época en la que Benedetti escribió esta obra.

3 comentarios:

  1. Magnífica reseña.
    Creo que era Rafael Chirbes quien decía en una entrevista que una de las tragedias de los revolucionarios era el acabar convirtiéndose en aquello mismo contra lo que habían luchado.
    La verdad es que me gustaría ver representada esta obra de Benedetti.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. A mí no me parece una gran obra teatral. Me parece propaganda política el pretender enfrentar al torturador que fácilmente se avergüenza de sus métodos al idealista que en sus ideales encuentra la fuerza moral. Son precisamente los idealistas políticos los que sostienen que "el fin justifica los medios" y eso los convierte en los opresores más letales. Y nunca se avergüenzan de nada.

    Por lo demás, una construcción dramática en mi opinión mucho mejor que ésta es el episodio de tortura que aparece en "Abaddon el exterminador" de Ernesto Sábato.

    Me gustó mucho "La tregua", y no sé mucho de otras obras de Benedetti, pero en cualquier caso ésta me parece una obra menor.

    Una triste anécdota sobre la tortura hoy: cuando expertos psicólogos (ya no solo médicos, como en "La muerte y la doncella", de Ariel Dorfman) participan en tales procesos.

    http://www.voltairenet.org/article188160.html

    ResponderEliminar
  3. Tengo que leer pronto "Abaddon el exterminador", aunque esta de Benedetti me ha gustado bastante. Quizá no sea redonda, pero fue una obra muy oportuna de denuncia en el momento en el que fue escrita.

    ResponderEliminar