martes, 11 de abril de 2017

SOBRE LA TIRANÍA (2017), DE TIMOTHY SNYDER. VEINTE LECCIONES QUE APRENDER DEL SIGLO XX.

A principios de los años noventa tomó fuerza la hipótesis, defendida en muchos círculos intelectuales, de que la victoria del capitalismo liberal sobre el comunismo había traído una especie de fin de la historia, tesis que plasmó el politólogo estadounidense Francis Fukuyama en un influyente ensayo. Podría haber pequeñas convulsiones, crisis económicas más o menos graves, pero la senda ideológica del mundo estaba ya trazada. Bastó un solo día para que todas esas especulaciones se hicieran trizas. El optimismo de los noventa se vio repentinamente truncado - hablo de optimismo occidental - con el zarpazo del 11 de septiembre de 2001. Un nuevo actor, absolutamente imprevisible, hacía su espectacular entrada en el escenario internacional. El terrorismo islamista, que ya había dado algunas muestras de sus aterradoras posibilidades, conseguía lo que parecía imposible, que el telediario emitiera en directo lo que parecía una mala película de catástrofes made in Hollywood. Unos años después llegó una crisis económica devastadora, que a punto estuvo de quebrar los cimientos del capitalismo, cuyo resultado ha sido ahondar más en la desigualdad entre países y clases sociales. El año pasado no faltaron sorpresas, acontecimentos que apenas ningún analista había conseguido prever: la próxima salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y la llegada de un personaje tan heterodoxo e impredecible como Donald Trump a la Casa Blanca, un asunto que todavía trae de cabeza a intelectuales de todo el mundo.

Ante este panorama tan incierto, lo mejor es reforzar la idea de ciudadanía, de sociedad civil. El historiador Timothy Snyder, especialista en la Segunda Guerra Mundial y en la tiranías nazi y comunista que jalonaron el siglo XX, establece algunos paralelismos entre esa época y la nuestra, pero no porque las estime similares, sino con el fin de que el lector-ciudadano pueda aprender de los errores del pasado y estar advertido de las señales que pueden conllevar el inicio de tiempos muy oscuros. Snyder ha escrito un libro urgente, llevado por la alarma provocada por los más recientes acontecimientos. En su tono se nota que se dirige especialmente a los más jóvenes, a los que van a tener responsabilidades en un futuro inmediato, para que al menos conozcan que las señales que nos están alertando hoy, pueden desencadenar una enorme catástrofe mañana. Porque la democracia, tan consolidada como nos parece hoy en nuestros países, es un sistema frágil, que puede ser violentado. Perderla es mucho más fácil que volverla a recuperar, por lo que Sobre la tiranía puede leerse como una guía para no perder las libertades en unos tiempos tan convulsos.

Lo normal es creer que las aguas volverán a su cauce, que los peores augurios siempre podrán ser neutralizados. Los judíos alemanes que contemplaron la llegada de Hitler al poder quizá se inquietaron, pero jamás pudieron llegar a imaginar cual sería su destino final. En este sentido, Snyder recupera el editorial de un importante periódico alemán destinado a lectores judíos, publicado el 2 de febrero de 1933:

"No suscribimos el punto de vista de que el señor Hitler y sus amigos, que por fin están en posesión del poder que tanto tiempo llevaban a deseando, vayan a poner en circulación las propuestas que circulan (en los periódicos nazis): no van a privar a los judíos de sus derechos constitucionales, ni van a encerrarlos en guetos, ni someterlos a los impulsos envidiosos y homicidas del populacho de la noche a la mañana. No pueden hacerlo porque hay numerosos factores cruciales que ponen freno a los poderes (...) y claramente ellos no quieren ir por ese camino.  Cuando uno actúa como una potencia europea, todo el entorno tiende a la reflexión ética sobre su mejor yo, y a no insistir en sus antiguas posturas de oposición."

Lo que sucedió después no hubiera sido posible sin la complicidad, activa o pasiva, de muchos alemanes a los que no les importó colaborar con un régimen criminal si sus vidas seguían siendo prósperas. La propaganda continuada y machacante hizo el resto: el país entró en un estado de excepción en el que había que estar siempre alerta de enemigos internos y externos, reales e imaginarios. Muchos médicos aceptaron la eutanasia para los enfermos mentales, muchos abogados las ejecuciones sin juicio previo y un gran número de empresarios no le hizo ascos a explotar mano de obra en régimen de esclavitud. Tal degeneración se produjo en pocos meses y con una naturalidad asombrosa. Mientras tanto, el sistema comunista bajo Stalin obraba de un modo parecido, fomentando el terror contra los enemigos del régimen y estimulando el sacrificio personal de sus ciudadanos en pos de un futuro utópico que jamás llegaría.

Una de las advertencias que realiza con mayor énfasis el autor de Tierra negra es acerca del auge de la comunicación y la información a través de internet y las redes sociales. Noticias no contrastadas pululan a sus anchas por la red, manipulando las emociones de la gente, mientras la prensa tradicional, la que dedica tiempo y dinero a investigar profesionalmente las noticias antes de ser publicadas, se ve cada vez más arrinconada, sin medios de vida. Comprar un periódico es hoy casi un acto de rebeldía. Leer un reportaje íntegro, bien elaborado, casi una actividad del pasado. Hoy solo importan los titulares impactantes y los comentarios en ciento cuarenta caracteres. No se profundiza en nada y las novedades se quedan enseguida obsoletas en un mundo en el que la sobreabundancia de información hace cada vez más difícil separar el trigo de la paja. Con este panorama realizar un llamamiento a la lectura reflexiva, a volver a los clásicos, a profundizar en los temas y reflexionar sobre ellos es casi un llamamiento al vacío. Ya George Orwell nos advirtió sobre lo que conllevaría la hegemonía de las pantallas sobre la letra impresa y sus profecías, así como las de Aldous Huxley se cumplen con siniestra exactitud. 

Uno de los escándalos de nuestro tiempo ha hecho su aparición hace tan solo unas semanas. Se trata del término posverdad, la facultad que se atribuyen ciertos dirigentes políticos y ciertos medios de establecer realidades alternativas a los hechos que son noticia. Snyder pone el énfasis en el peligro de acabemos aceptando versiones diferentes de la verdad y no nos preocupemos por conocerla, por muy amarga que ésta sea:

"Te sometes a la tiranía cuando renuncias a la diferencia entre lo que quieres oír y lo que oyes realmente. Esta renuncia a la realidad puede resultar natural y agradable, pero la consecuencia es tu desaparición como individuo, y por consiguiente el derrumbe de cualquier sistema político que dependa del individualismo."

Termina Snyder advirtiéndonos de los peligros del patriotismo mal entendido, como el discurso interesado de una minoría que impone su cosmovisión a la mayoría en beneficio del interés de unos pocos, una deriva que estamos contemplando en la actualidad con el auge del nacionalismo más rancio frente al retroceso de una idea cosmopolita y universal de las relaciones entre pueblos:

"Un nacionalista nos anima a ser la peor versión de nosotros mismos, y después nos dice que somos los mejores. Un nacionalista, "aunque esté permanentemente rumiando sobre el poder, la victoria, la derrota, la venganza", como dijo Orwell, tiende a "no sentir el mínimo interés por lo que ocurre en el mundo real". El nacionalismo es relativista, dado que la única verdad es el resentimiento que sentimos cuando contemplamos a los demás."

La cruda realidad es que nos encontramos ante un mundo mucho más temeroso que el de hace un par de décadas y eso nunca es una buena noticia. Un ciudadano temeroso, al que le han inculcado el miedo al extranjero, como si todos fueran potenciales terroristas, aceptará de buen grado, incluso con alegría, el recorte de sus libertades en pos de una seguridad que siempre es ilusoria. Los dirigentes políticos sin escrúpulos lo saben y conocen también que la mejor manera de aglutinar al pueblo en torno a su persona es exagerar los peligros de un enemigo poderoso y oculto, al que hay que plantear una guerra perpetua, repleta de sacrificios. Muchos ciudadanos empiezan a pensar ingenuamente que la seguridad absoluta solo se conseguirá con el aislamiento total de sus países detrás de altos muros y de controles de inmigración cada vez más estrictos. Un retroceso alimentado por un terror que se alimenta y se acrecienta cada día gracias a los medios de comunicación de masas y a las teorías de la conspiración alentadas a través de las redes sociales. De que surjan o no ciudadanos comprometidos que paren los pies a políticos sin escrúpulos depende el color de nuestro futuro.

2 comentarios:

  1. Todavía no he leído el libro, de modo que no puedo dar mi opinión en particular. No sé si se justifica en el momento presente lo que algunos juzgarian como alarmismo.

    Lo que me despierta cierto interés y algo de irritación es eso del término "posverdad", ¿significa algo en particular o se trata de una nueva pedantería de los sociólogos mediáticos?

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  2. Evidentemente es un término, el de posverdad, que ha adquirido fortuna con la llegada de Donald Trump al poder. También podría aplicarse al discurso de ciertos dirigentes políticos de nuestro país...

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