domingo, 15 de enero de 2017

LOS VIAJES DE SULLIVAN (1941), DE PRESTON STURGES. HOMBRE RICO, HOMBRE POBRE.

A principios de los años cuarenta los Estados Unidos vivían una época de transición. Aunque la Gran Depresión estaba quedando atrás, todavía quedaban muchos nidos de pobreza extrema en un país que poco a poco iba asumiendo su futuro papel como superpotencia mundial. Mientras tanto, en Europa, Hitler llegaba al cenit de su poder sin que las reiteradas peticiones de intervención por parte de Gran Bretaña hubieran tenido eco en el gobierno estadounidense. Tuvo que ser el ataque de Pearl Harbour lo que despertara al gigante estadounidense y pusiera a trabajar a su industria al máximo rendimiento para hacer frente al inmenso esfuerzo bélico. Paradójicamente fue la guerra lo que hizo desaparecer definitivamente el fantasma de la crisis económica, aunque desató otros fantasmas muchos más terribles.

Los viajes de Sullivan se inscribe en esa franja temporal tan peculiar, en la que los ciudadanos estadounidense se encontraban como a la expectativa de futuros acontecimientos. Aunque no hay apenas referencias a la guerra europea, sí que las hay, y constantes, a la depresión que había empezado más de una década antes. El protagonista, John Sullivan, es un privilegiado, aunque no sea muy consciente de su posición. Dedicado por entero a su profesión de cineasta, el hecho de que se le conozca principalmente como director de comedias, le hace estar alejado de la realidad cotidiana del resto del país. Jamás ha pasado hambre o necesidad. La pobreza para él es algo exótico y casi desconocido. No obstante, un buen día se le ocurre que quizá el pueblo necesite que él realice una obra que se acerque a sus problemas, una especie de documento que refleje la realidad del momento - aunque él no tenga mucha idea de en qué consiste dicha realidad - y sirva como testimonio y denuncia. El problema es que la situación es la misma que si Belén Esteban decidiera escribir un tratado sobre astrofísica: no sabe por dónde empezar. Y toma una decisión que le parece genial: vestirse como un vagabundo (dándose los oportunos retoques ante el espejo en su lujosa mansión para que todos los detalles de su disfraz sean perfectos) y lanzarse a la carretera, a la deriva, sin apenas dinero en el bolsillo para sufrir en sus propias carnes el destino de los marginados y adquirir así el necesario conocimiento que le permita inspirarse para crear su obra maestra.

Con este argumento, la película de Sturges podía haberse orientado a los terrenos del drama o la denuncia social, al estilo de Las uvas de la ira, de John Ford, pero en realidad lo que le interesa al director estadounidense es hilvanar un estupendo argumento de comedia: los malentendidos que produce en Sullivan sus encuentros con la pobreza y cómo el entorno hollywoodiense que le rodea aprovecha la ocasión para hacer publicidad de la proeza del afamado director. El experimento está a punto de convertirse en un curioso precedente de los reality shows que tanto proliferan hoy en día en nuestros televisores. A pesar de sus múltiples intentos, el protagonista, jamás va a conseguir al cien por cien su propósito. La presencia de Verónica Lake como improbable guía en el mundo de los marginados no hace sino sumar un factor más al espíritu desenfadado de la película, debido a la excelente química que existe entre ambos. Puede que no se trate de una de las mejores comedias de la historia - aunque muchos la sitúan en el podio -, pero Los viajes de Sullivan es un filme absolutamente recomendable, de esos que pueden visionarse más de una vez, porque es una de esas obras que puede interpretarse a múltiples niveles.

2 comentarios:

  1. Pocos días faltan para que Donald Trump sea entronizado como emperador norteamericano, pero no perdamos la esperanza, porque películas como ésta,las de Frank Capra, "Las uvas de la ira" o "Tiempos modernos"de Chaplin explican por qué Estados Unidos no es solo el coto privado de los plutócratas, los energúmenos y los superficiales: ya en aquella Gran Depresión demostraron tener conciencia, solidaridad y compromiso. Éstas películas de contenido social se hacían porque respondían a la necesidad de un público que no quería mirar para otro lado.

    ResponderEliminar
  2. Seguro que Trump las ha visto todas... :)

    ResponderEliminar