domingo, 10 de enero de 2016

PLATOON (1986), DE OLIVER STONE. LA PRIMERA VÍCTIMA DE LA GUERRA ES LA INOCENCIA.

Todavía recuerdo cuando acudí al cine a ver esta película. Era la primera sesión adulta a la que entraba y esperaba algo muy distinto a lo que estaba acostumbrado, pero nada me había preparado para una historia tan cruda y realista como la que se narra en Platoon, basada en las vivencias personales en el infierno de Vietnam de Oliver Stone.

La tensión se palpa desde los primeros fotogramas de la película. La llegada a la base en Saigón del protagonista ya vaticina lo que está a punto de vivir en aquella tierra exótica: las bolsas de cadáveres que vuelven a Estados Unidos, con las que se cruza, nada más bajar del avión, son un testimonio elocuente de ello. Lo que provoca más asombro es que Chris Taylor ha solicitado acudir al frente de manera voluntaria. Chris pertenece a una familia adinerada y podía haber conseguido un puesto mucho menos expuesto, incluso sin salir de su país. Pero Chris es un idealista, un auténtico patriota de izquierdas que quiere experimentar en sus propias carnes lo que significa defender a su país contra sus enemigos en primera línea de batalla. Pronto se va a dar cuenta de que sus compañeros son la escoria de la sociedad, aquellos que ocupan los puestos de trabajo de peor cualificación y que, cuando vuelvan a casa, nadie va a reconocer su sacrificio.

La guerra en la jungla de Vietnam tenía características especiales. El protagonista pertenece a un pelotón cuya misión es infiltrarse en la selva para localizar al enemigo. Como es lógico, existen demasiadas ocasiones en las que los presuntos cazadores pasan a convertirse en la presa. Los soldados del Vietcong saben como mimetizarse con el entorno y ser invisibles. Sus acciones bélicas se basan sobre todo en pequeñas emboscadas y trampas, que van minando la moral de las fuerzas estadounidenses, cuyos miembros pronto van a percibir a cada vietnamita como a un potencial enemigo, lo cual tendrá consecuencias fatales.

Porque Chris pronto se va a dar cuenta de que la lucha contra el Vietcong es solo una de las batallas en las que se va a ver inmerso. También tendrá que tomar partido en el conflicto interno que se desatará en el pelotón entre los dos hombres-alfa que lo lideran: los sargentos Elías y Barnes (el teniente Wolfe, su superior, es ninguneado por éstos). Los dos llevan ya años peleando en la jungla y son los únicos que pueden decirles a sus hombres lo que deben hacer para sobrevivir, pero mientras Elías es, a su manera, un humanista y no carece de empatía para acercarse a los novatos, Barnes es un auténtico psicópata, que estima que la guerra solo puede ser ganada por gente como él y que los reemplazos recién llegados no son más que carne de cañón, que deben ganarse su estimación sobreviviendo unas pocas semanas, probando así que son dignos de luchar.

La política de Barnes, de venganza total contra el enemigo es la que provoca una de las escenas más estremecedoras de la película, la de la llegada del pelotón a una aldea en medio de la jungla. Sus pobres habitantes, asustados, atrapados entre dos fuegos son las mayores víctimas de una guerra absurda y cruel, un paraíso para los sádicos y psicópatas, que pueden dedicarse a aterrorizar a ancianos, mujeres y niños, seguramente para desquitarse del propio terror que experimentan día a día cuando buscan al Vietcong en la espesura de la selva. 

Si bien Apocalypse Now sigue siendo la mirada cinematográfica más sublime a la Guerra de Vietnam, Platoon ofrece una perspectiva mucho más íntima, la de un jovencísimo soldado que debe trocar rápidamente su patriótica inocencia en una despiadada agresividad si quiere sobrevivir. El soldado, que es presentado a la opinión pública como un héroe (véase, Los boinas verdes, de John Wayne) ofrece aquí su verdadero rostro representado en la perplejidad del protagonista, un buen chico que es obligado a presenciar, cuando no a protagonizar, acciones más propias de criminales que de defensores del estilo de vida americano. En su momento, la hiperrealista Platoon fue una contundente contestación a la tendencia de Hollywood (patrocinada por la Administración de Reagan) a presentar la derrota de Vietnam como un episodio heroíco de la historia americana (películas como Rambo o Desaparecido en combate son de la misma época). 

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