miércoles, 28 de octubre de 2015

NO ESPERAMOS VOLVER VIVOS (2015), DE DIEGO BLASCO CRUCES (ED). TESTIMONIOS DE KAMIKAZES Y OTROS SOLDADOS JAPONESES.

Todos hemos pensado alguna vez en cómo nos sentiríamos si de repente fuéramos reclutados para ir a la guerra, sobre todo si llevamos una existencia relativamente cómoda y sin sobresaltos. En el Japón de los años treinta y cuarenta, una sociedad militarista que pretendía crear un imperio en Asia, los estudiantes universitarios estaban exentos de ir al ejército. Se les consideraba la flor y nata de la nación, por lo que su trabajo sería más útil dentro de las fronteras de la patria. Para muchos japoneses, tal privilegio era objeto de desprecio, pero esta situación cambió cuando los estudiantes fueron siendo llamados a filas, debido a las desastrosas derrotas que comenzó a acumular Japón a partir de 1942. Para finales del año siguiente, tales llamamientos eran ya masivos y sus protagonistas eran agasajados como los jóvenes que iban a darle la vuelta a la situación bélica.

Mientras todo esto sucedía, en el interior de estos recién graduados los sentimientos eran contradictorios. Por un lado sentían que no debían decepcionar sus deberes frente a la nación y al emperador, pero por otro experimentaban el miedo lógico frente a un destino incierto. Muchos de ellos se lamentaban íntimamente de su mala suerte y renegaban del concepto de patria de los que le obligaban a tomar las armas. Son gente sensible y culta, que han leído incluso a autores europeos y no se dejan engañar por la burda propaganda: saben que su vida va a estar sometida a partir de ese momento al capricho de oficiales crueles y que después de eso su muerte es prácticamente segura en el frente de combate y que será una experiencia horrible. Genta Uemura, fallecido en combate en Okinawa a los veinticuatro años habla de esto en una carta:

"La única cosa agradable acerca de la muerte es que, una vez experimentada, todo este sufrimiento llega a su fin. Sin embargo, el miedo a afrontar la muerte, para mí que tan desesperadamente deseo vivir, es tan terrorífico que sólo de pensar en ello pierdo el sentido."

Si bien la muerte de los soldados de infantería o de marina era altamente probable, en el caso de los kamikazes se trataba de su misión sagrada de combate. Casi todos estos aviadores suicidas fueron voluntarios, pero hubo algunos soldados que fueron obligados a tomar parte de esta locura. Aunque en muchos sentidos las cartas de los kamikazes a sus familiares se parezcan a las del resto de los jóvenes en el frente, resultan una lectura más estremecedora, porque sus autores saben con certeza que se están despidiendo del mundo y aun así muestran una rara serenidad en la descripción de sus últimas acciones pocas horas antes de despegar sus aviones, como si la existencia de pronto se hubiera tornado irreal y la muerte próxima no fuera más que un sueño.

No esperamos volver vivos es un libro de testimonios impactante, porque con su lectura descubrimos que los fieros y suicidas soldados japoneses eran jóvenes profundamente humanos y que una buena parte de ellos, aun deseando sacrificarse por su emperador, hubieran preferido una existencia más convencional y rutinaria. Es en los últimos instantes cuando se aprecia con mayor intensidad todos los matices que hacen de la vida una experiencia única y maravillosa, como prueban estas cartas, unos documentos sobrecogedores.

5 comentarios:

  1. Todo lo que dices...hiela la sangre.
    Por cierto. Te dejo aquí una nota en tigrero acerca de un soldado japonés
    http://tigrero-literario.blogspot.com/2009/01/hiroo-onada-el-rambo-de-carne-y-hueso.html

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  2. Desde luego la historia de Onada es impresionante... Un fuerte abrazo.

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  3. De la lectura de estos textos lo que se evidencia es que el peso de la responsabilidad patriótica se imponía a cualquier otra consideración. Estando en guerra, habiendo muerto tantos, hubiera sido muy raro que alguno hubiera pretendido anteponer su interés personal. No quedaba más remedio que hacer lo que otros. No existía alternativa. Lo que se lee es sobre todo resignación. Hubieran querido vivir más, pero parece que la cultura japonesa tiene muy asumida la inevitabilidad de la muerte a la que se ha de llegar con una gran serenidad. En algunos se aprecia idealismo, en otros escepticismo, pero morir, tenemos que morir todos...

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  4. Sí, desde luego son testimonios tremendos, aunque sí que es cierto que algunos son un poco "antisistema" o todo lo antisistema que se podía ser en el ejército japonés de la època.

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  5. Un claro ejemplo de cómo el fanatismo, puede distorsionar la visión que tenemos, sobre la libertad y la felicidad. Todos los testimonios reflejan el verdadero deseo de los protagonistas. Regresar a sus tranquilas y pacíficas vidas. Y que su sacrificio fuera suficiente para construir una gran nación. Pero en ningún relato observamos rastros de arrepentimiento, por los crímenes de guerra cometidos. Al contrario, los justifican. Realmente excelente libro.

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