domingo, 4 de octubre de 2015

EL MUELLE DE OUISTREHAM (2010), DE FLORENCE AUBENAS. EL AMANECER DE LA PRECARIEDAD.

La crisis que comenzó en 2008, no afectó solo a nuestro país, sino que la economía de Europa y buena parte del resto del mundo entraron en barrena. A pesar de las famosas declaraciones del presidente Sarkozy, en el sentido de que había que suspender el capitalismo hasta que se arreglara el estropicio, el único gesto importante de intervención de los Estados en la vida económica se despachó a través de una obscena ayuda a los bancos (la piedra de toque de esta crisis y sobre la que no se habla nunca en el debate político) y se dejó a millones de trabajadores a la intemperie, recortando ayudas y permitiendo a esos mismos bancos a los que se había mimado sin exigirles responsabilidad alguna, seguir desahuciando a la gente de sus casas.

Tomando conciencia de esta situación, la periodista francesa Florence Aubenas quiso vivir en sus propias carnes la cotidianidad de los trabajadores más humildes, de aquellos desheredados de la fortuna que deben buscarse la vida, no para prosperar, sino meramente para sobrevivir. Para ello se inventó la identidad de una mujer recién separada, de unos cuarenta y cinco años, que no había trabajado nunca. Se desplazó a Caen y comenzó su peregrinación por el submundo de la búsqueda de empleo precario. La única posibilidad de su personaje radicaba en el sector de la limpieza. Pronto se va a dar cuenta de que debe hacer auténticos malabarismos para compatibilizar unos contratos con otros: ni siquiera alternando horas en cuatro empresas diferentes está garantizado un salario digno que permita vivir con tranquilidad. A la falta de estabilidad de los empleos se une su penosidad: en algunos casos, como la limpieza de los transbordadores del muelle de Ouistreham o en un camping, la faena ha de realizarse a toda velocidad, sin poder permitirse respirar y, en muchas ocasiones, dando más horas de las previstas, que nunca se pagarán.

La primera sensación que tiene el parado que emprende la búsqueda de empleo es la de un total desamparo por parte de un Estado que ha hecho dejación de sus funciones y las ha transferido a empresas privadas que se mueven por ánimo de lucro y cuyos empleados ya no son denominados trabajadores sociales, sino comerciales, más preocupados por mantener sus propios puestos que por resolver las situaciones que se les presentan todos los días. Francia está desbordada por la crisis y lo importante es maquillar las estadísticas (un arte que conocemos bien en España), fomentándose los contratos basura e incentivando la contratación a tiempo parcial, con tal de que dos personas trabajen la mitad y bajen las cifras del paro. Mientras tanto, los protagonistas del drama viven su situación entre la resignación y la desesperanza. Muchos de los trabajos que les ofrecen ni siquiera son rentables, ya que el gasto en gasolina para llegar a ellos y limpiar solo un par de horas no compensa. Pero deben aceptarlos, si no quieren ser incluidos en una especie de lista negra y no ser llamados más veces. Como resume una de las compañeras de trabajo de Florence: 

"Cuanto más nos hacen trabajar, más nos sentimos como una mierda (...). Cuanto más nos sentimos como una mierda, más nos dejamos aplastar."

Mientras tanto los sindicatos tradicionales tampoco saben cómo afrontar la nueva situación. Son perdedores por partida doble, puesto que ya no cuentan como agentes de cambio social y a la vez son despreciados por los trabajadores precarios, que no pueden esperar nada de ellos. Aunque todavía son capaces de movilizar a algunos obreros, su influencia cada vez es más reducida:

"Por lo demás los sindicatos se consideran, en el mejor de los casos, clubs cerrados que sirven básicamente para proteger a sus propios miembros.  En el peor, se les trata de "cabezas rojas" y de agitadores imprevisibles de los que no se puede esperar más que sangre y lágrimas. En cualquier caso conviene mantenerse alejado de ellos."

El muelle de Ouistreham no necesita hacer juicios de valor acerca de las consecuencias de la crisis en los más desfavorecidos, le basta con describir el infierno cotidiano al que se enfrentan, la humillación constante de quienes dependen en gran parte del azar para seguir pagando el alquiler y comiendo todos los días. En cierto modo, el libro de Aubenas sustituye a las grandes narraciones decimonónicas de Zola, Galdós o Dickens, como instrumento de denuncia de los sufrimientos de una clase obrera dividida, asustada, derrotada e indefensa frente a los poderes combinados del Estado, la Banca y las grandes empresas. Lo que nos espera en el futuro inmediato es lo que se ha ido cultivando en los últimos años, lo que se describe en este libro. No va a haber demasiadas resistencias a la generalización de la precaridad. El miedo provocado ha sido demasiado intenso como para ser olvidado de la noche a la mañana.

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho este libro, aunque, como no francés, algunas cosas no me quedaron claras (¿por qué aceptan estos trabajos desquiciantes quienes tienen acceso al RMI, que el personaje de "Florence" dice que no quiere cobrar?) (ahora es el RSA https://fr.wikipedia.org/wiki/Revenu_de_solidarit%C3%A9_active ).

    El retrato del trabajo en precariedad (la vida en precariedad) está perfectamente retratado. No se trata solo de tener poco dinero y trabajar a disgusto, sino una evidente degradación de la convivencia en todos los sentidos ("ser chusma") que es sin duda consecuencia del sentimiento de indignidad por parte de quienes tienen que sufrirlo.

    El otro día comentábamos en este blog el estoicismo... Pues, bueno, resulta difícil exigir a los económicamente precarios que se conviertan en filósofos...

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  2. Lo que es extraño que nadie, aquí en Andalucía, se dedique a realizar reportajes de esta índole. Al menos yo no he visto por aquí nada parecido.

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