lunes, 1 de junio de 2015

LA TABLA RASA (2002), DE STEVEN PINKER. LA NEGACIÓN MODERNA DE LA NATURALEZA HUMANA.

El título de este extenso y valioso ensayo del psicólogo y lingüista Steven Pinker hace referencia a una postura sobre la naturaleza humana que ha sido muy popular entre los científicos hasta hace poco. Se trata, en oposición de quienes estimaban que el ser humano viene programado desde su nacimiento (determinismo), de defender que en realidad nuestra mente es una especie de tabla rasa que se moldea con la educación y el ambiente en el que vivimos. En realidad Pinker se aleja de posturas tan extremas y asegura que la verdad acerca de nuestra condición "se encuentra en un lugar intermedio". A la búsqueda lo más precisa posible de ese lugar va a dedicar - entre otras muchas cosas - La tabla rasa.

El primer factor que hay que tener en cuenta a la hora de rebatir la teoría de la tabla rasa es que hablar de la auténtica esencia del ser humano siempre resulta peligroso, incluso a un nivel social y político, puesto que tocamos asuntos de gran sensibilidad, como la igualdad entre razas y sexos. Resulta mucho más cómodo creer que, como decía Rosseau, las personas nacen en un estado natural bondadoso y son los usos sociales los que acaban corrompiéndolas. El fundador del conductismo, John B. Watson aseguraba que la infancia era una especie de materia prima que podía moldearse para crear individuos con una serie de habilidades sociales o técnicas. Si todo esto fuera cierto, la naturaleza sería democrática, nos otorgaría a todos de salida las mismas oportunidades y solo tendríamos que realizar algunos cambios sociales para llegar a la meta de la plena igualdad, aunque esto también supondría que el ser humano es altamente manipulable. Pinker nos dice que nuestra realidad cognitiva es bastante más compleja:

"Hoy es sencillamente un error preguntar si los seres humanos son flexibles o están programados, si la conducta es universal o varía entre las diversas culturas, si los actos se aprenden o son innatos, si somos esencialmente buenos o esencialmente perversos. Los seres humanos se comportan flexiblemente porque están programados: sus mentes están equipadas con el software combinatorio que puede generar un conjunto ilimitado de pensamientos y de conductas. La conducta puede variar bastante entre las culturas, pero el diseño de los programas mentales que la generan no tiene por qué variar. La conducta inteligente se aprende con éxito porque poseemos unos sistemas innatos que realizan el aprendizaje. Y todas las personas pueden tener móviles buenos y malos, pero no todas pueden traducirlos a una conducta de la misma forma."

Así pues la famosa característica del cerebro, su plasticidad, está condicionada por las características personales innatas de cada individuo. Esto no quiere decir que los rasgos genéticos determinen de manera absoluta los asuntos humanos. La libertad humana en ningún momento se pone en cuestión, pero sí se amolda a nuestros intereses y a nuestros miedos. Decir otra cosa sería negar la teoría de la evolución. El hecho de que nuestros ancestros hayan tenido que ir acondicionándose a la naturaleza para sobrevivir durante milenios y convertirse en la especie exitosa que somos hoy nos afecta como a cualquier otro animal. En realidad nuestra especie es tan joven y ha progresado tan deprisa y de manera tan espectacular, que a nuestro cerebro no le ha dado tiempo a evolucionar al mismo ritmo. Por eso nos cuesta mucho más aprender matemáticas que aprender a hablar: las matemáticas son mucho más recientes que el lenguaje oral. Además, seguimos recurriendo a una agresividad irracional para resolver conflictos, entre otras características innatas que chocan con la sociedad que pretendemos construir.

Pinker dedica varios capítulos a probar que el hecho de que la dotación genética de los seres humanos varíe de unas personas a otras (aunque en el caso del homo sapiens esas variaciones sean mínimas), no justifica ninguna clase de discriminación o racismo. Que algunos grupos étnicos posean algunas características físicas distintas (por ejemplo, el color de la piel) se debe solo a la adaptación a distintos ambientes o climas, pero no esto no afecta a la inteligencia ni a las características básicas que compartimos todos los seres humanos. Otras diferencias vendrían de distintas tradiciones culturales, pero esto nada tiene que ver con la biología. De hecho, el autor canadiense se refiere a la idea del círculo expansivo, que se refiere a que el individuo, conforme ha ido evolucionando, ha ido aumentando la consideración de otros grupos como sus iguales, quizá basándose en su propio interés egoísta, ya que merece la pena compartir tecnología e información para fomentar el comercio, base fundamental del progreso humano:

"Nuestro círculo moral de personas dignas de respeto se amplió a la vez que lo hacía nuestro círculo físico de aliados y socios comerciales. A medida que la tecnología se acumula y personas de más partes del planeta se hacen interdependientes, el odio entre ellas tiende a disminuir, por la sencilla razón de que no se puede matar a alguien y al mismo tiempo comerciar con él."

En otro orden de cosas, la doctrina de la tabla rasa, si bien puede ser usada como justificación de la plena igualdad humana, tiene su reverso en las doctrinas totalitarias que han impregnado el siglo XX. Si la mente humana era un papel en blanco en el que podía escribirse cualquier cosa, no sería difícil crear a un hombre nuevo, representante de una raza o ideología superior. Los procesos revolucionarios que intentan instalar un nuevo tipo de sociedad suelen fracasar porque no tienen en cuenta las características innatas del ser humano: la voluntad de dominio, la codicia y otras realidades oscuras de nuestra psique no van a refrenarse por la construcción de un nuevo mundo utópico. Es mucho mejor ir despacio y profundizar en nuestras imperfectas democracias, basadas en el control de unos poderes por otros, mucho mejor amoldadas a nuestra tendencia a corrompernos. Por eso es tan importante la idea del castigo frente a las malas conductas, que sería irrelevante si el hombre fuera un ser bueno por naturaleza.

Así pues, ni la tabla rasa ni determinismo (aquella teoría que postula que estamos absolutamente determinados por nuestra genética), ni fantasma de la máquina (la teoría cartesina en torno al dualismo alma-cuerpo), son definiciones válidas para la naturaleza humana. El verdadero progreso humano llegará cuando entendamos esto y podamos enfrentarnos de modo eficiente a esos instintos innatos que todavía nos hacen ser codiciosos a la vez que cooperativos, agresivos a la vez que capaces de amar, asesinos en nombre de la propia tribu y mártires en nombre de los derechos humanos. Con estas contradicciones se ha ido construyendo la humanidad, pero como decía Carl Sagan, somos una especie muy prometedora y lo que hagamos de nuestro futuro solo depende de nosotros mismos. Steven Pinker lo expresa así:

"La existencia de la naturaleza humana no es una doctrina reaccionaria que nos condene a la opresión, la violencia y la codicia eternas. Evidentemente debemos intentar reducir la conducta perniciosa, del mismo modo que tratamos de reducir calamidades como el hambre, la enfermedad y las catástrofes. Pero para luchar contra estas desgracias no negamos los hechos molestos de la naturaleza, sino que enfrentamos a algunos de ellos contra otros. Para que los esfuerzos por conseguir el cambio social sean efectivos, deben identificar los recursos morales y cognitivos que hacen que determinados tipos de cambio sean posibles. Y para que los esfuerzos sean humanos, han de reconocer los placeres y las penurias universales que hacen que algunos tipos de cambio sean deseables."

2 comentarios:

  1. "el fantasma de la máquina (aquella teoría que postula que estamos absolutamente determinados por nuestra genética)"

    Error: el mito de "ghost in the machine" (fantasma en la máquina)se refiere al dualismo de Descartes http://es.wikipedia.org/wiki/Dualismo y http://en.wikipedia.org/wiki/Ghost_in_the_machine y se trata de que ya desde los viejos tiempos del alma inmortal se consideraba que había una separación entre el cuerpo físico y la esencia intelectual, que seríamos un espíritu dentro de una "máquina" biológica. La sabiduría actual rechaza esto: cuerpo y mente interactúan y en realidad son indistinguibles.

    Pinker en su libro desarrolla su contestación a tres mitos bien populares: el de la "tabla rasa" (el entorno puede cambiarnos por completo), el del "fantasma en la máquina" (somos una mente atrapada dentro de un cuerpo) y el del "buen salvaje" (somos seres bondadosos y felices pervertidos por una sociedad malvada). Los tres están bastante emparentados a partir de Platón y tienen que ver también con la idea del "libre albedrío".

    Pero como Pinker se equivoca en muy pocas cosas (que yo sepa), cualquiera que tenga dudas tiene que hacer lo que ha hecho Miguel Ángel: lleerse este estupendo libro.

    y aquí, mi pequeña aportación http://unpocodesabiduria21.blogspot.com.es/2013/04/la-tabla-rasa-2002-steven-pinker.html

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  2. Ya está rectificado el error, se me mezcló fantasma de la máquina con determinismo (muchos conceptos, cada uno con sus matices). Muchas gracias por tu atenta lectura, como siempre y por haberme recomendado tan estupenda lectura.

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