sábado, 31 de enero de 2015

EL FILO DE LA NAVAJA (1944), DE WILLIAM SOMERSET MAUGHAM Y DE EDMUND GOULDING (1946). EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO.

Buena parte de la producción de William Somerset Maugham, uno de los escritores más exitosos del siglo XX, proviene de experiencias autobiográficas. Por eso no es extraño que que muchos de los ambientes que describe en El filo de la navaja estén relacionados con la vida sofisticada y a la vez frívola, de la gente más rica del periodo de entreguerras. En este mundo se mueve el protagonista, Larry Darrell, aunque, para escándalo y sorpresa de los que le rodean, ganar dinero sea la última de sus prioridades. Darrell ha combatido como piloto en la Primera Guerra Mundial y ha vuelto aparentemente entero, pero con el alma rota. La vida de lujo y riquezas a la que parece estar destinado no le satisface en absoluto y llega a romper con su novia con tal de ganar la libertad que necesita para encontrar respuesta a las muchas preguntas que le atormentan:

"-Verás. Larry es, me parece, la única persona que he conocido completamente desinteresada. Esto hace que su conducta parezca estrambótica. Y es que no estamos acostumbrados a ver personas que hacen cosas sencillamente por amor a un Dios en que no creen."

Poco a poco Larry se va descubriendo ante el lector como un ser excepcional, portador de una bondad poco común, una especie de superhombre, no en el sentido nietzscheano del término, sino como la mejor descripción de un ser cuyo único anhelo es la búsqueda de la sabiduría. Renunciando a cualquier idea de comodidad, llegará a codearse con los más pobres de la India, en un intento de alcanzar lo absoluto. Pero la novela de Maugham no solo es una narración de los esfuerzos del protagonista, sino que también se ocupa de los seres que le rodean en algunos momentos de su existencia, así que en cierto modo también puede leerse como una especie de catálogo de estilos de vida.

Elliott Templeton, por ejemplo, es un secundario de lujo, nexo de unión entre los distintos personajes. Su carácter e intereses no pueden ser más opuestos a los de Larry. Se trata de un ser que dedica todos sus esfuerzos a moverse por lo que el denomina la sociedad, es decir, los círculos en los que se mueven los ricos más frívolos: una vida de apariencia y fiestas tan brillante como vacía. En los años que lleva moviéndose en estos ambientes, Elliott ha devenido en una especie de árbitro del buen gusto de modales exquistitos, aunque los que él llama sus amigos no se lo tomen demasiado en serio. En resumen, es la perfecta definición de una palabra que estaba de moda aquellos años: es un snob. Isabel, la que fue novia de Larry, es una muchacha que no está dispuesta a sacrificar su nivel de vida, ni siquiera por amor y no es capaz de comprender la actitud de éste. El que será su esposo, Gray, representa el ideal del hombre americano: un tipo práctico que estima que su deber es ganar cuanto más dinero mejor, aunque eso no es incompatible con ser buena persona. 

Somerset Maugham, narrador y a la vez personaje de la historia, quizá sea el más equilibrado de todos: se mueve en círculos culturales, frívolos e incluso por los bajos fondos, como pez en el agua, quizá porque un novelista debe conocer todos los aspectos de la existencia. Hombre profundamente cosmopolita, él es el único que comprende en toda su grandeza la aventura espiritual en la que se ha embarcado Larry, un ser que provoca toda su admiración. Además de todo eso, el escritor sabe retratarse con cierta ironía en ocasiones:

"-Tío Elliott dice que algunas veces le sorprenden tus poderes de observación. Y añade que son pocas las cosas que se te escapan, pero que tu mayor mérito como escritor es tu gran sentido común. 

-Otras dotes me parecerían más útiles —contesté algo amargamente—, como, por ejemplo, el talento."

El filo de la navaja, que ha sido comparado a Siddhartha, de Herman Hesse, por su descripción, desde el punto de vista occidental, de una religión oriental, es una lectura imprescindible para cualquier aficionado a la narrativa del siglo XX. No es una novela perfecta, porque a veces se recrea en detalles que no tienen demasiado que ver con la trama principal, pero al final la voz de Maugham siempre resulta interesante, cuente lo que cuente, por su profundo conocimiento del ser humano que, como bien sabe Larry Darrell, suceda lo que suceda, al final está destinado a convertirse en un cadáver:

"Había yo visto muertos en mis tiempos de estudiante de Medicina, y muchos más durante la guerra. Lo que me había sorprendido desagradablemente acerca de todos fue siempre su aspecto de cosa insignificante. Eran fantoches que el titiritero había arrojado al montón de la basura."

La versión cinematográfica, rodada solo dos años después de publicada la novela por Edmund Goulding, es modélica, adaptándose casi literalmente al texto original, aunque se obvie algún que otro personaje secundario. En ella se logró captar la esencia de la novela y transmitir en qué consiste la búsqueda del protagonista, interpretado con solvencia por Tyrone Power. Pero si tuviera que destacar algo en esta película que me produce un singular placer es la presencia de un actor tan competente como Clifton Webb, que hace suyo el personaje de Elliot Templeton hasta el punto de que es difícil imaginárselo con otro rostro. Pocas veces la idea que yo tenía de un personaje literario se ha plasmado con tanta fidelidad en la gran pantalla. Creo que existe otra versión protagonizada por Bill Murray en los ochenta. No creo que supere a ésta, pero será curioso echarle un vistazo.

miércoles, 28 de enero de 2015

BIRDMAN O LA INESPERADA VIRTUD DE LA IGNORANCIA (2014), DE ALEJANDRO GONZÁLEZ IÑÁRRITU. DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE FRACASO.

Los que tenemos cierta edad recordamos perfectamente el impacto que tuvo la primera película de Batman dirigida por Tim Burton y protagonizada por Michael Keaton en el papel del hombre-murciélago. Aunque al principio la elección de este actor para dar vida a Bruce Wayne fue muy polémica, sobre todo porque su físico no se correspondía con el del personaje del cómic, su interpretación acalló pronto las críticas. La de Burton era una película que podía ser visionada a un nivel mucho más adulto que el que mostraba su publicidad, ya que el presunto héroe se retrataba como un ser casi tan psicópata como sus enemigos. El éxito desmesurado dio lugar a una segunda entrega, mucho más floja e infantil desde mi punto de vista. Después el manto del murciélago pasó a otros dos actores: Val Kilmer y George Clooney, que destrozaron la franquicia hasta que Christopher Nolan la reinició con los espectaculares resultados que todos conocemos.

No es casualidad que González Iñárritu haya elegido a Keaton para ser el protagonista absoluto de Birdman, ya que actor y personaje comparten muchos elementos biográficos. Ambos fueron muy populares en el pasado y su nombre parece yacer en el panteón de las viejas glorias. Riggan Thompson interpretó en su día a Birdman, el superhéroe que revitalizó un género que sigue dando cuantiosos dividendos en nuestros días. Ahora, ya en una edad madura, intenta olvidar pasadas glorias superheroícas para centrarse en sacar adelante un proyecto mucho más prestigioso intelectualmente: una obra de teatro basada en una narración de Raymond Carver. 

Pero las cosas no son nada fáciles para Riggan, que parece estar viviendo en un tormento permanente en cuanto a las relaciones con su ex-mujer, con su hija y con su novia. Este material daría pie a pensar que González Iñárritu ha aprovechado para rodar otro drama terrible, pero la sorpresa es que el tono general de Birdman, sin abandonar jamás su profundidad, es festivo, de comedia. Quizá sea una especie de terapia para quitarse el sabor amargo que le dejó su anterior trabajo, Biutiful. Como dice el director en una entrevista publicada por la revista Dirigido:

"Desde mi punto de vista, para sobrevivir a sucesos similares a los que vive este personaje, particularmente los que tienen que ver con el sentido de la vida, decidí que después de haber comido demasiado en mi vida, quería algo que me permitiera disfrutar del sabor. Tenía que tener una mirada más ligera sobre las cosas. No hacía falta ironía ni cinismo, porque de eso la cultura ya tiene demasiado. En cierta manera, este es el mismo suceso con el que todos en esta vida nos vamos a topar, en donde vamos a tener que decidir si es más importante ganar dinero o hacer arte. No importa cuán valiosos nos sintamos, en algún momento la vida nos va a demostrar que estamos equivocados. Eso me pareció increíblemente trágico, pero a la vez, verdaderamente divertido. Por eso decidí encarar estas situaciones trágicas de una manera diferente, en donde todo está un poco al revés. Por eso esta película parece un poco retorcida, porque ¿quién a los cincuenta años se toma todo esto con humor? Sin embargo, gracias a eso, este hombre puede sobrevivir y convertirse en una persona mejor. Yo creo que la mejor manera de sobrevivir es reírnos de nosotros mismos, y así seguro que lo vamos a pasar mejor."

Aunque antes he hablado de tono general bufo, de comedia, tampoco me gustaría que el espectador que lea esta crítica acuda al cine con una idea equivocada. En buena parte Birdman no carece de un tono siniestro. Su protagonista padece una especie de esquizofrenia por la que sufre los ataques verbales del personaje que interpretó hace décadas, el cual lo llama fracasado y le insta a recuperar su antiguo trono superheroíco y con ello su verdadero lugar en el gran teatro del mundo, que no está en Broadway, sino en Hollywood. A pesar de todos los obstáculos, de los conatos de locura, Riggan se resiste a abandonar su sueño de montar una obra de éxito. Para él, ser un actor con mayúsculas consiste sobre todo en ser aplaudido por los críticos más prestigosos y exigentes, no por el gran público. Cualquier otra opción convertiría su existencia, ahora que su retiro está cerca, en un fracaso.

Aparte del indudable carisma y la gran interpretación de Michael Keaton, la obra de González Iñárritu es mucho más. Es una gran proeza técnica, filmada en una sola toma, tan estruendosa y vertiginosa como el sonido ambiente de la batería (y esta es fundamentalmente la banda sonora del film) del mejicano Antonio Sánchez, que imprime a la película un ritmo de jazz verdaderamente fascinante. Tampoco podemos dejar de hablar del resto del elenco interpretativo, destacando los papeles autoparódicos de Edward Norton y Emma Stone. Birdman no es una película perfecta, porque está descompensada en algunos elementos, pero incluso esto puede constituir un acierto, si nos la tomamos como una de esas grandes improvisaciones (aunque en el fondo sepamos que todo está absolutamente planificado en el largo plano secuencia) con las que de vez en cuando obsequiaban a su público los grandes maestros del jazz.

domingo, 25 de enero de 2015

LA MADRE (1907), DE MAKSIM GORKI Y DE VSÉVOLOD PUDOVKIN (1926). LO VIEJO Y LO NUEVO.

Para la historia el nombre de Maksim Gorki ha quedado como uno de los máximos representantes del realismo socialista. De procedencia muy humilde, conocía de primera mano los padecimientos a los que debían enfrentarse los miembros de las clases populares y trabajadoras en la Rusia zarista, algo que constituyó la materia prima de su literatura. Ya a finales del siglo XIX era un escritor muy popular en toda Europa. Su apoyo decidido a los movimientos comunistas que se estaban organizando en el interior del país le trajo serios problemas con las autoridades, por lo que vivió los años de consolidación del proceso revolucionario desde el exilio, pero para 1917 ya se encontraba de nuevo en Rusia. Aunque al principio apoyó sin fisuras al nuevo poder constituido, poco a poco fue llegando el desencanto, sobre todo porque fue testigo de primera mano de la política represiva hacia los intelectuales ejercida por Lenin y posteriormente por Stalin.

La Madre es quizá la obra más representativa de Gorki, donde se condensa su visión de un pueblo ruso humillado por una clase dirigente explotadora, que está a punto de levantarse para alcanzar lo que se supone será su libertad definitiva. Los hechos que relata la novela están basados en los sucesos de la fábrica de Sornovo durante 1905, fecha que constituyó una especie de ensayo general antes de que los soviéticos tomaran el poder doce años después. El movimiento revolucionario es presentado a conciencia por el autor como algo místico, una organización casi de carácter religioso destinada inevitablemente a redimir al país y liquidar de un plumazo todos sus males. Personajes como Pável, el hijo de la protagonista, no hacen sino corroborar esa impresión. Pável es un ser puro, un obrero que ha ido formándose clandestinamente con gran esfuerzo en los principios del marxismo y que ahora es capaz de ofrecer cualquier sacrificio, incluida su vida, para el triunfo de la causa, en lo que llega a definirse como espasmos de felicidad luchadora. En uno de los diálogos que mantiene con su progenitora, pronuncia estas palabras reveladoras, como un fundamento de la misión para la que se está preparando:

"- Estudiar y, después, enseñar a otros. Nosotros, los trabajadores debemos estudiar. Debemos conocer, debemos entender por qué la vida nos resulta tan dura."

Pero el personaje más interesante de La Madre es la propia protagonista, una sencilla mujer rusa que se ha casado del modo tradicional (es decir, sin mediación de su propia voluntad) con un hombre brutal y borracho, que la maltrata, aunque ella acepte esa realidad como algo natural. Su muerte va a ser para ella una liberación, aunque al principio no la sienta como tal. Poco a poco las cosas irán cambiando de un modo sorprendente e insospechado. Ser testigo de las reuniones de su hijo con sus camaradas serán como una escuela para ella que impulsará una especie de renacer espiritual, consagrado también a la lucha por la causa que cree justa, tomando conciencia de que la vida que ha llevado hasta el momento ha sido casi la de un animal asustado y sumiso. Hasta le tomará gusto a las situaciones arriesgadas y colaborará activamente en el reparto de panfletos en el entorno de la fábrica, auténtico centro neurálgico de la población, el organismo simbólico que esclaviza al obrero y contra el que hay que dirigir la ira colectiva. Al final comprenderá que su maternidad no se limita a su hijo biológico, sino que se extiende a todos los proletarios. 

Porque en el mundo de lucha constante que describe Gorki, se busca sobre todo la creación de una especie de paraíso en la Tierra, una tábula rasa que acabe con lo antiguo y deje paso a lo nuevo. Todos los sacrificios de hoy son necesarios para cimentar la felicidad de mañana:

"- ¡La vida familiar le resta energías al revolucionario, siempre se las resta! Los hijos, la falta de medios, la necesidad de trabajar mucho para ganarse el pan. Y el revolucionario debe desarrollar su energía ininterrumpidamente, cada vez más profunda y ampliamente. Y ello exige tiempo; siempre debemos ir por delante de todos, porque nosotros, los trabajadores, estamos predestinados por la fuerza de la historia a destruir el viejo mundo y crear una vida nueva. Y si nos quedámos rezagados, vencidos por el cansancio, o atraídos por la cercana posibilidad de las cercanas conquistas, eso estaría mal; ¡ello casi viene a ser la traición de la causa! No habría nadie con quien pudiéramos caminar sin deformar nuestra fe, y jamás debemos olvidar que nuestro deber no son las pequeñas conquistas, sino la victoria total."

La adaptación de Pudovkin, rodada bajo los auspicios del régimen comunista, es una película que aúna vanguardismo con expresionismo, consiguiendo una obra redonda y soprendente para el espectador de hoy. Sus mayores logros están en el tramo final, en las secuencias de masas en paralelo con la fuga de prisión de Pável. Se nota en su director la vocación propagandística, pero ante todo la ambición de conseguir una obra de arte perdurable, como sucedía con el otro gran representante del cine soviético primitivo: Seguéi Eisenstein. 

Es evidente que desde la privilegiada posición que otorga el conocer qué sucedió después uno no puede evitar pensar que el niño que aparece casi al final de la película, quizá como símbolo de esperanza en el futuro, tendrá que vivir la Primera Guerra Mundial, la Revolución, la Guerra Civil, la hambruna de Ucrania, el terror de Stalin y la Segunda Guerra Mundial. Quizá incluso sobreviva para ser testigo del desmoronamiento del régimen comunista, que se cimentó con sangre e ilusiones y al final resultó ser uno de los grandes espejismos del siglo XX.

miércoles, 21 de enero de 2015

GARAGE OLIMPO (1999), DE MARCO BECHIS. EN LAS ENTRAÑAS DE LA BESTIA.

Es la segunda vez que veo esta película estremecedora en pocos meses y me doy cuenta de algunos detalles en los que no había reparado: unos instantes antes de que los militares irrumpan en su casa, la muchacha se pone el vestido de una muerta, como si anticipara su cruel destino. Quizá esta sea la mejor realización acerca de los mecanismos de represión de la dictadura argentina. El sufrimiento de una sola persona, de una sola familia, sirve como símbolo y homenaje a las víctimas de unos crímenes que jamás deberían quedar impunes. Aquí el artículo:

http://asociacioncristobalcuevas.blogspot.com.es/2015/01/garage-olimpo.html

martes, 20 de enero de 2015

LA TEORÍA DEL TODO (2014), DE JAMES MARSH. HAWKING ENAMORADO.

Stephen Hawking es una especie de santo laico que arrastra grandes simpatías allá por donde va. Es el científico más conocido del mundo, autor del best seller Breve historia del tiempo, un volumen que dista mucho de ser apto para todos los públicos en algunos aspectos, sobre todo cuando habla de ondas o partículas. No obstante, constituye un esfuerzo admirable para explicar el concepto de tiempo no como algo absoluto, sino como un fenómeno que depende de la posición del observador, por mucho que nos cueste entenderlo. Pero lo más sorprendente de todo es que este trabajo intelectual ha sido realizado por un hombre que desde hace años es prisionero de su propio cuerpo, víctima de una de las más crueles enfermedades: una esclerosis lateral amiotrófica que fue dejando sus músculos sin movilidad de manera paulatina. Por suerte su cerebro quedó intacto y su espíritu científico se avivó ante las dificultades, centrándose en desarrollar una obra intelectual reconocida como una de las más brillantes de nuestro tiempo. 

Pero el interés de Marsh a la hora de abordar La teoría del todo no es tanto aproximarse al aspecto intelectual de Stephen Hawking, sino a cómo afectó su enfermedad a la relación amorosa que mantuvo durante veinte años con Jane, su primera mujer. No he tenido ocasión de leer el libro en el que se basa, pero supongo que ofrecerá más información que una adaptación cinematográfica con algunas lagunas que dejan varios interrogantes al espectador. 

El punto fuerte de la película es, sin duda, la extraordinaria interpretación de Eddie Redmayne, absolutamente brillante y conmovedora. El Hawking de Redmayne tiene un poco del típico científico despistado, que vive más en las estrellas que en la Tierra, pero que tiene que adaptar sus sueños intelectuales a la cruel realidad de un diagnóstico médico devastador. Para nuestra suerte, la esperanza de vida de dos años que se le otorgaba se fue alargando hasta los más de setenta que tiene hoy día. Además, Hawking parece un tipo feliz, a pesar de todo, apasionado por la divulgación científica, bromista y entusiasta. Una persona realizada que inspira a muchos desde su silla de ruedas. Por eso, por el interés que despierta un personaje tan popular, me hubiera gustado que se profundizara en su relación amorosa, más allá de las creencias religiosas de cada uno de los miembros de la pareja. Me hubiera gustado ver la auténtica lucha que supone convivir día a día con la enfermedad y cómo eso acaba destruyendo la relación más sólida.

Al salir del cine yo iba pensando si no hubiera sido mejor que Marsh rodara un documental (un género que domina a la perfección, como demostró en la magnífica Man on wire). Y me encuentro su respuesta en una entrevista publicada por El cultural de El Mundo: 

"Creo que un documental no hubiera logrado extraer el aspecto emocional de la historia en caso de la vida privada de Hawking. Pero hay un deber en el cineasta a la hora de lograr que los sentimientos de la historia sean los correctos, y el gran reto de Eddie fue precisamente incorporar a la persona desde el absoluto respeto, sobre todo cuando tienes que mantener vivo a un personaje, con todas sus emociones, en una situación de degradación física tan extrema como la que padece. Hemos sido muy cuidadosos para que la representación sea lo más fidedigna posible."

Así pues, La teoría del todo contiene mucho romance y unas pocas gotas de ciencia que más bien sirven para adornar una historia de amor singular, de muchos matices, que consigue conmover, pues conocemos el destino del personaje, pero a la que podría haberse sacado mucho más jugo. Da la impresión de que Marsh ha puesto el piloto automático academicista a su película y no es capaz de arriesgarse, volcando el peso de su propuesta a la interpretación de Redmayne. Sigo pensando que un documental hubiera sido mucho más interesante para los seguidores de Hakwing. 

viernes, 16 de enero de 2015

UNA MISMA NOCHE (2012), DE LEOPOLDO BRIZUELA. UN HOMBRE EN LA OSCURIDAD.

Los que hemos nacido y vivido en democracia - con todas sus imperfecciones - no podemos siquiera imaginar lo que debe ser la convivencia diaria con el miedo y la incertidumbre. En Argentina fue así durante años. La gente desaparecía de un día para otro y los familiares los buscaban en vano. En muchas ocasiones los secuestrados por el poder estaban cautivos en edificios tan a la vista como el Garage Olimpo o la infame Escuela Mecánica de la Marina, el Auswitch argentino. Día y noche se torturaba, en el afán de que los detenidos, muchos de ellos destinados a la muerte desde el principio, delataran a sus presuntos compañeros.

A raíz de un asalto aparentemente criminal, debido a la inseguridad del Buenos Aires actual, en la mente del protagonista de Una misma noche saltan como en un resorte, los recuerdos de una noche similar casi cuarenta años atrás, cuando fueron los militares los que buscaban a una subversiva en esa casa y visitaron la suya en busca de información. Los fragmentos de memoria van poco a poco recomponiéndose hasta lograr una reconstrucción más o menos nítida de lo que sucedió entonces y del destino de la muchacha. Como la propia Argentina, que trató de olvidar (menos los más ardientes defensores de la memoria contra la infamia), en el microcosmos espaciotemporal de la narración de Brizuela la verdad de los hechos está cubierta como de una especie de neblina que, al disiparse, deja ver todo el horror legado por la dictadura:

"¿Por qué era tan difícil recordar esa época? ¿Simplemente porque en ella sucedían cosas monstruosas? ¿O porque yo había sido testigo de que cualquiera puede convertirse en un monstruo y eso es intolerable?"

Una mera anécdota, una mera vida trastocada puede ser suficiente para entender los mecanismos de poder de una época. Para muchos la dictadura no acabó, sino que se sigue repitiendo todas las noches en la ausencia e incertidumbre acerca del destino de los seres queridos. El de Brizuela es un libro de evocaciones de un tiempo cuya barbarie es aún hoy negada por algunos de sus responsables. Como explica el autor en una entrevista publicada en la página Culturamas:

" (...) hace poco y por primera vez, después de más de treinta años, Videla admitió que existían los desaparecidos, que era verdad. Durante todo ese tiempo, ha estado negando la evidencia. Responde por su parte a una necesidad de enmascarar las muertes, pero quien responde por esos treinta y cuatro años de tormento e incertidumbre de los familiares. Está claro que todavía queda mucho, más incluso que rabia o rencor. La negación de las desapariciones produjo un daño que se ha ido prolongando hasta nuestros días. No es que esté el pasado, la nada y el presente… No, es todo una misma noche. De ahí el título. Y luego está también la culpa y el pudor por sobrevivir ante aquellos que han perdido a algún familiar. De esa culpa nace el personaje de Diana, con un pudor terrible por haber desaparecido y luego poder volver, de no haber muerto, quizás de no haber sido tan combatiente. La culpa se hace entonces tan terrible como el miedo, la culpa de haber tenido miedo. Todo el mundo tiene vergüenza a la hora de reconocer el miedo."

Una misma noche es una novela corta y muy intensa, que va a dejar un recuerdo perdurable en un lector que quizá no llegue a comprender del todo los mecanismos del terrorismo de Estado, pero sí que va a ser testigo de sus terribles consecuencias."Quizá solo la literatura podía perdonar. La literatura, ese lector futuro."

martes, 13 de enero de 2015

CORAZONES DE ACERO (2014), DE DAVID AYER. MÁQUINAS DE GUERRA.

Para muchos el conocimiento de la intervención de Estados Unidos contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial se reduce prácticamente al episodio del Desembarco de Normandía, que tan magistralmente supo retratar Steven Spielberg en Salvar al soldado Ryan. Pero, por supuesto, hubo mucho más. Un comienzo titubeante en África, allá por el año 1942, con alguna derrota sonrojante, una campaña muy complicada en Italia y una invasión de Alemania, ya a finales del 44 y principios del 45, que a punto estuvo de convertirse en un desastre si hubiera triunfado la contraofensiva alemana en las Ardenas. Corazones de acero nos remite a abril de 1945, cuando faltaba solo un mes para que Hitler se suicidara y pusiera fin a la guerra en Europa. Pero no nos llevemos a engaño: a pesar de lo desesperado de su situación, las tropas alemanas - en parte formadas por ancianos y niños - constituían todavía un enemigo formidable que no se rendía fácilmente. Los soldados aliados se debatían entre su deseo de acabar cuanto antes con sus enemigos y la lógica necesidad de volver a casa de una pieza, sobre todo cuando faltaba tan poco para acabar.

En esta situación encontramos al sargento Collier (Brad Pitt) y a sus hombres, tripulantes de un carro Sherman, que llevan ya demasiados años de guerra a sus espaldas. Cada uno se las compone como puede para resistir a la experiencia del combate prolongado. Algunos de ellos han caído en un estado semisalvaje que apenas pueden ocultar. Otros, como el mismo sargento, tratan de mostrar un atisbo de humanidad y civilización que se desmorona cuando piensan en el enemigo, con quien no pueden tener piedad. El mejor alemán es el alemán muerto, sobre todo si pertenece a las SS. No hay que arriesgarse y ante la menor duda, la mejor política es disparar primero y preguntar después. Este es el ambiente al que llega el bisoño soldado Ellison, que estaba destinado a ejercer labores administrativas, pero que acaba formando parte de la primera línea de combate en la tripulación del Sherman. Con su llegada se va a destapar una especie de conflicto moral, puesto que todavía no conoce la crudeza de la guerra. Collier va a ejercer la labor de padre severo para el muchacho: cuanto antes aprenda a matar sin piedad, más posibilidades de supervivencia tendrán él y el resto de la tripulación. Las hermandades bélicas lo son simplemente para matar o no morir. Así de simple y así de complicado.

Aunque los americanos se encontraban en situación de privilegio respecto a su enemigo, que carecía casi de todo en esta fase agonizante de la guerra, para entender bien la situación de los protagonistas de Corazones de acero, hay que explicar que los carros de combate americanos eran muy superiores en número a los alemanes, pero muy inferiores técnicamente, así que eran necesarios muchos Sherman para vencer a un Tiger y en ocasiones no bastaban. Si bien en la película aparece una escena en la que los soldados contemplan a cientos de bombarderos aliados dirigiéndose a martirizar alguna ciudad alemana, la situación en tierra no parece ser de una superioridad tan apabullante. No sé si esta escasez de recursos que parece atenazar a los americanos describe una situación puntual o generalizada en esta época, pero más bien me parece lo primero, aunque los protagonistas padezcan de primera mano la misión de enfrentarse a los alemanes con demasiado poco apoyo de otros blindados.

Para la tripulación de Collier el carro Sherman que manejan, Fury, es casi un hogar, aunque un hogar claustrofóbico, en el que en cualquier momento puede sobrevenir la más espantosa de las muertes: ser abrasado vivo por un proyectil enemigo. Por eso llama tanto la atención, por contraste, la magnífica escena que transcurre en una casa alemana en la que Collier y su pupilo Ellison pueden vivir unas horas de engañosa paz hogareña junto a dos jóvenes germanas. La llegada del resto de compañeros parece traer consigo toda la barbarie del conflicto que había quedado más allá del umbral: aquellos instantes no han sido más que un espejismo, bien pronto va a volver a reinar la crueldad.

Así pues Corazones de acero puede ser interpretada como una recreación de la eterna lucha entre civilización y barbarie, entre la luz y la oscuridad. El personaje más puro, el joven Ellison pronto va a tener que empantanarse en acciones que considera totalmente incompatibles con su conciencia limpia y sus creencias religiosas. Lástima que una película que había funcionado razonablemente bien hasta el momento, naufrague en su tercio final, una mala imitación de Salvar al soldado Ryan, que sirve para glorificar lo que hasta ese instante había sido mostrado como sucio y deplorable. Quizá sea una especie de rito de paso para Ellison, pero a mí como espectador me deja frío y decepcionado respecto a lo que podría haber sido la obra de Ayer.

sábado, 10 de enero de 2015

CHARLIE HEBDO.

En El nombre de la rosa la trama aludía a un libro perdido de Aristóteles sobre la comedia e incluso se llegaba a discutir si Jesucristo y los santos habían reído alguna vez. Las religiones rara vez se han llevado bien con la risa, porque la falta de respeto a lo sagrado disipa el miedo y la sumisión, que son sus atributos fundamentales. Y sin temor de Dios, la religión pierde su esencia. Por eso, al atentar contra un medio como Charlie Hebdo los terroristas sabían muy bien lo que estaban haciendo: estaban clavando una estaca en el corazón de las libertades democráticas.

Personalmente, nunca he confiado en nadie que no es capaz de reirse de sí mismo. El fundamentalismo es odioso no solo porque atrapa las mentes de jóvenes y los convierte en asesinos en nombre de dios, sino porque es imposible discutir con él: quien posee la verdad sagrada será impermeable a todo argumento racional. Son como niños que se obstinan en una sola idea y se enrabietan contra quienes les contradicen. El problema es que estos niños cuentan con armas sofisticadas y la firme voluntad de morir por su doctrina, vengando a Alá. Hay quien dice que habría que hacerles alguna concesión, ser más respetuoso con el islam y evitar en este caso cualquier tratamiento burlesco, porque hay gente muy susceptible por ahí, que matará para vengar estas afrentas. Pero eso sería un error. Cualquier concesión a esta gente generaría nuevas exigencias y pronto reclamarían, por ejemplo (es realmente lo que les gustaría ver alguna vez) que todas las europeas vistan con el burka y los demás recemos todos los días mirando a La Meca. Por muy terroríficas que sean sus acciones, debemos pensar que rendirnos a sus exigencias sería mil veces peor. Lo mejor que podemos hacer ahora es rendir homenaje a estos valientes defensores de la libertad de expresión, que han muerto realizando la más noble de las funciones sociales: hacernos reir, aun cuando llevaban años trabajando bajo una amenaza cierta que, desgraciadamente, se ha consumado.

Copio aqui unas líneas de un lúcido artículo que publica hoy en El País el periodista David Brooks: 

"Los humoristas y los caricaturistas exponen nuestras debilidades y vanidad cuando nos sentimos orgullosos. Minan el autobombo de los triunfadores. Reducen la desigualdad social al bajar a los poderosos de su pedestal. Cuando son eficaces, nos ayudan a enfrentarnos a nuestras flaquezas en grupo, ya que la risa es una de las experiencias cohesivas por antonomasia.
  
Es más, los expertos en provocación y ridiculización ponen de relieve la estupidez de los fundamentalistas. Los fundamentalistas son gente que se lo toma todo al pie de la letra. Son incapaces de adoptar puntos de vista diversos. Son incapaces de ver que, aunque su religión pueda ser digna de la más profunda veneración, también es cierto que la mayoría de las religiones son un tanto extrañas. Los humoristas señalan a quienes son incapaces de reírse de sí mismos y nos enseñan a los demás que probablemente deberíamos hacerlo también. En resumen, al pensar en quienes provocan y ofenden, deseamos mantener unas normas de civismo y respeto y, al mismo tiempo, dejar espacio a esos tipos creativos y desafiantes que no tienen las inhibiciones de los buenos modales y el buen gusto."

LA CONQUISTA DE LA FELICIDAD (1930), DE BERTRAND RUSSELL. MÁS ALLÁ DE LA AUTOAYUDA.

Durante muchos siglos la doctrina oficial religiosa, que todo el mundo debía acatar, predicaba que el concepto de felicidad no era algo que debía ganarse en este mundo, sino que había que esperar a la otra vida, en la que seríamos recompensados con una dicha eterna en compensación por el sufrimiento terrenal. Llegar a la conclusión de que la creencia en el cielo y el infierno ha sido utilizada por unos pocos como un instrumento de poder ha costado mucho tiempo, mucha infelicidad y muchos muertos. En nuestros días al fin se fomenta la búsqueda de la felicidad. En cualquier librería, los libros que nos proponen una vida mejor en pocos y sencillos pasos, tienen una sección propia, que suele denominarse autoayuda. El libro de Russell podría inscribirse en este género, sin lugar a dudas, pero con muchos matices. No se trata de un volumen que ofrece recetas mágicas, sino que apela más a los amplios conocimientos filosóficos y psicológicos de su autor y a su experiencia como agudo observador de la especie humana.

La conquista de la felicidad está dedicada a la gente normal de occidente. Gente con sus trabajos, con sus preocupaciones cotidianas y con un nivel razonable de salud y que no ha aprendido a gestionar de manera razonable su posición en el mundo. Hace ya muchas generaciones que la lucha por la vida no es, como antaño, la lucha por la mera supervivencia día a día. Mucho de lo que damos por sentado (tener un techo, comida todos los días, asistencia médica...) eran bienes impensables para nuestros antepasados. Nuestros combates cotidianos son muy distintos y se centran más en el prestigio social, en dar una buena imagen de nosotros mismos, así como adquirir cada vez más bienes, aunque no nos sean útiles:

"El animal humano, igual que los demás, está adaptado a cierto grado de lucha por la vida, y cuando su gran riqueza permite a un homo sapiens satisfacer sin esfuerzo todos sus caprichos, la mera ausencia de esfuerzo le quita a su vida un ingrediente imprescindible de la felicidad. El hombre que adquiere con facilidad cosas por las que solo siente un deseo moderado llega a la conclusión de que la satisfacción de los deseos no da la felicidad. Si tiene inclinaciones filosóficas, llega a la conclusión de que la vida humana es intrínsecamente miserable, ya que el que tiene todo lo que desea sigue siendo infeliz. Se olvida de que una parte indispensable de la felicidad es carecer de algunas de las cosas que se desean."

Uno de los males que detectó Russell en la sociedad del tiempo en el que fue escrito el libro, hace ochenta años, es el culto al dinero, que en nuestra época se ha multiplicado. La mayoría de la gente dedica sus mejores esfuerzos (hablo de quienes no trabajan meramente para subsistir) y casi todo su tiempo en ganar cuanto más dinero mejor. Nadie parece darse cuenta de que el tiempo libre, libre de angustias y de obligaciones, es un capital tan valioso como cualquier otra riqueza. El autor, en este tema como en otros muchos, tiende a la moderación: es mucho más feliz quien vive una vida desahogada, con un salario modesto y es capaz de pasar su tiempo de ocio de manera despreocupada que quien está absorbido por la preocupación constante de ganar más dinero (o perder el que ya tiene). La obsesión por el estatus economico es como una droga: produce grandes satisfacciones, que duran muy poco, a costa de una infelicidad duradera.

Hay en La conquista de la felicidad un pequeño párrafo que me ha llamado la atención, puesto que se refiere a la moda (esencialmente femenina) de asistir a clubes de lectura en Estados Unidos, pero no como fuente de placer o de ampliación de conocimientos:

"El hábito mental competitivo invade fácilmente regiones que no le corresponden. Consideremos, por ejemplo, la cuestión de la lectura. Existen dos motivos para leer un libro: una, disfrutar con él; la otra, poder presumir de ello. En Estados Unidos se ha puesto de moda entre las señoras leer (o aparentar leer) ciertos libros cada mes; algunas los leen, otras leen el primer capítulo, otras leen las reseñas de prensa, pero todas tienen esos libros encima de sus mesas (...) En consecuencia, se leen exclusivamente libros modernos mediocres, y nunca obras maestras. Esto también es un efecto de la competencia, puede que no del todo malo, ya que la mayoría de las señoras en cuestión, si se las dejara a su aire, lejos de leer obras maestras, leería libros aún peores que los que seleccionan para ellas sus pastores y maestros literarios."

Nada debe ser más penoso que leer algo porque es lo que toca en este momento, o porque todo el mundo lo hace. Lo mismo sucede con otros muchos aspectos de nuestra vida. Nosotros mismos nos esclavizamos: a la irracionalidad de ciertos preceptos religiosos o de ciertos usos sociales, a costumbres sociales ancestrales que resultan absurdas, pero que acatamos sin cuestionarlas jamás. Creemos vivir más hacia fuera, de cara al mundo, pero en el fondo nuestro gran mal es estar obsesionados con nosostros mismos, con la imagen que ofrecemos al exterior y toda nuestra vida interna se reduce a eso. Solo existe la realidad que gira alredor nuestra y no queremos ir más allá. 

En cierto modo La conquista de la felicidad es también un libro contra el mal del egocentrismo, tratando de que nos quitemos de encima la sensación de ser el centro del universo y relativicemos nuestra posición en el mundo. Esto tiene también mucho que ver con el concepto de pecado que nos han inculcado desde la infancia, como si el universo se conmoviera cada vez que obramos mal (según los preceptos de nuestra religión o moral), cuando la mayoría de las veces estos errores apenas tienen importancia, pero nos angustian de forma desmesurada, como si estuviéramos siendo juzgados en cada instante. Cada uno de nosotros es importante, pero nadie es imprescindible. Una vez interiorizado esto, quizá podamos ver la realidad con ojos mucho más serenos, restando importancia a esos contratiempos triviales que suelen amargarnos la existencia, ya sean evitables o no:

"La felicidad auténticamente satisfactoria va acompañada del pleno ejercicio de nuestras facultades y de la plena comprensión del mundo en que vivimos."

"El secreto de la felicidad es éste: que tus intereses sean lo más amplios posible y que tus reacciones a las cosas y personas que te interesan sean, en la medida de lo posible, amistosas y no hostiles."

Esta tarea de conquista, heroíca en ocasiones, se enfrenta a cinco retos fundamentales: el miedo, la envidia, el sentimiento de pecado, la autocompasión y la autoadmiración. Nuestra felicidad depende de que sepamos dominarlos, de que afrontemos los malos momentos relativizando nuestra fortuna y administremos la buena suerte con mesura. Bien es cierto que ciertos aspectos - muy pocos en realidad - La conquista de la felicidad es un libro hijo de su época (su elogio del tabaco, la excesiva diferenciación entre hombres y mujeres, sus esperanzas en el comunismo soviético...), pero sigue estando plenamente vigente para nuestra forma de vida. Apliquémonos los sabios consejos del señor Russell y gozaremos un poco más de la existencia.

jueves, 8 de enero de 2015

FRANCISCO, JUGLAR DE DIOS (1950), DE ROBERTO ROSSELLINI. LA RELIGIÓN DE LA MANSEDUMBRE.

Rossellini es el cineasta de la sencillez, de los escenarios desnudos de todo elemento superfluo, un artista cuyo mayor anhelo era hablar al pueblo a través de sus obras, por lo que era habitual que trabajara con actores no profesionales, para que sus personajes ganaran en autenticidad. Este es el caso del protagonista, Nazario Gerardi, y buena parte del resto del elenco, monjes franciscanos que aceptaron interpretar al fundador de su orden y a sus primeros discipulos. 

Como es lógico, el autor de Roma, ciudad abierta, puso especial énfasis en las principales reglas de la revolución franciscana: la humildad y la pobreza. Los monjes son presentados como gente alegre, como juglares que van escandalizando (en el mejor sentido de la palabra) allá por donde van con su ejemplo de vida austera y en realidad revolucionaria: una hermandad radical entre los hombres, conjurados para ayudar a los pobres allá donde se encuentren. Para el crítico Alan Bergala, en esta película confluyen las grandes obsesiones de Rossellini:

"Los guiones de Rossellini giran fundamentalmente en torno a tres temas que no han dejado de atormentarle - la confesión, el escándalo, el milagro - y que representan tres figuras singulares de la forma en que la verdad puede emerger de la superficie lisa a la realidad, de la corteza de las ideologías y de los hábitos morales, de lo no dicho que asegura la posibilidad misma del vínculo social."

Hay dos asuntos que me llaman especialmente la atención en esta película. El primero es que el guión fuera firmado por Federico Fellini, cineasta que se distinguiría posteriormente por su tratamiento bufo de la religión católica. Y por otro la figura del discípulo de Francisco, Fray Junípero, que lleva hasta el extremo las enseñanzas de su maestro. Si Francisco enseña a ser desprendido y humilde, Junípero se desprende hasta de sus vestiduras por socorrer a los pobres y al final toma casi tanto protagonismo como aquel, cuando acude en solitario a predicar a los soldados que asedian un castillo. 

La narrativa de Francisco, juglar de Dios no sigue un planteamiento lineal, sino que está conformada por pequeños episodios de la vida del santo y sus discípulos, algunos incluso improvisados durante el rodaje. Lo que más le interesa a Rossellini es indagar en el verdadero sentido de lo que debería ser la religión, en ese bien radical sin rastro de orgullo en sus practicantes, que aun así se sienten los mayores pecadores del mundo, aunque lo expresen con toda la alegría de quien consagra su existencia al servicio de la causa que cree justa. Francisco, juglar de Dios no es más que la expresión de una suerte de religiosidad laica, que a la postre no satisfizo ni a los sectores de izquierda ni a los próximos al Vaticano: la película fue un fracaso de taquilla en su momento, pero poco a poco se fue recuperando para quedar inscrita como uno de los grandes clásicos del séptimo arte.

martes, 6 de enero de 2015

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN ENERO. LOS LIBROS REVOLUCIONAN LAS IDEAS.

Algunos dicen que la televisión es manipuladora. Yo creo que no necesita serlo. Le basta con adormecer a los espectadores a base de entretenimientos insulsos condimentados con una enorme cantidad de publicidad. Casi toda la programación estimula la pasividad del espectador, que no espera otra cosa de la misma: solo desconectar de los problemas del trabajo o del desempleo y que no se apele a su inteligencia, sino a su naturaleza más básica. Coger un libro entre las manos y forzar un poco la vista en su lectura es algo impensable. Y menos si es un ensayo. La lectura de textos de no ficción a veces resulta especialmente dificultosa, puesto que requieren más atención en el lector. Pero tienen la ventaja de estimular las ideas y crear un debate interno que puede ser compartido con otros lectores gracias al club de lectura de ensayo que organizamos en Más Libros Libres. Gracias a él hemos podido aprender más sobre el hombre, con Desmond Morris, sobre el cerebro, con Eduardo Punset o sobre la religión y el ateísmo, con Christopher Hitchens. Este mes nos acercaremos a uno de los mejores ensayistas de todos los tiempos, Bertrand Russell, con un libro de tema especialmente estimulante: La conquista de la felicidad. Paso a comentar el resto de clubes:

En el club de lectura de Más Libros Libres, la primera obra de Luis Landero, que lo consagró como uno de los mejores escritores españoles de la actualidad: Juegos de la edad tardía.

En el club de lectura de la Biblioteca Cristóbal Cuevas, contaremos con la presencia del escritor Miguel Ángel Oeste para conversar sobre su obra Far Leys.

En el club de lectura de la Biblioteca Provincial de Málaga, se vuelve el libro que inauguró el club hace ya siete u ocho años: Quebdani, el cerco de la estirpe, de Antonio Abad.

En el club de lectura de la Librería Luces, la recuperación de todo un clásico, al que estoy deseando acercarme desde hace tiempo: William Somerset Maugham con El filo de la navaja.

En el club de lectura del Ateneo de Málaga, una de las primeras y más grandes novelas del premio Nobel Mario Vargas Llosa: La ciudad y los perros.

En el club de lectura de Fnac Málaga, un homenaje al premio Nobel de este año: Patrick Modiano con La hierba de las noches.

En el club de lectura de Casa del Libro Málaga, una novela inglesa que ha cosechado numerosos premios: Del color de la leche, de Nell Leyshon.

En el club de visionado obligatorio de Más Libros Libres debatiremos acerca de una película de culto de Jim Jarmush, formada por diferentes episodios: Noche en la Tierra.

En el ciclo de Literatura y cine de la Biblioteca Cristóbal Cuevas, el debate será acerca de una obra terrible en torno a la dictadura argentina: Garage Olimpo, de Marco Bechis.

En el cine forum del Ateneo de Málaga, una de las grandes obras maestras de John Ford, quizá mi película favorita del maestro: El hombre que mató a Liberty Valance.

Solo me queda desearles un feliz año nuevo, repleto de trabajo, amor, salud y buenas lecturas. Toda la información, puntualmente modificada cuando sea menester, en la columna de la derecha. 

sábado, 3 de enero de 2015

VALS CON BASHIR (2008), DE ARI FOLMAN. LA NIEBLA DE LA GUERRA.

La del Líbano en los años ochenta es una historia terrible. Afectado su precario equilibrio político por la llegada de miles de refugiados palestinos, procedentes de las guerras de Israel con sus vecinos, en la Suiza de Oriente Próximo comenzó una guerra civil que a su vez implicó a sus vecinos. Israel comenzó a intervenir en el país a finales de los años setenta, con la excusa de destruir las bases desde donde lanzaban sus ataques los palestinos de la OLP. La campaña fue exitosa para los hebreos, aunque tuvieron que pagar el precio de una ocupación en la que se veían constantemente acosados por una guerra de guerrillas que a la postre les haría retirarse hacia zonas más seguras. En este contexto, en 1982, sucedió la masacre de Chabra y Chatila. Se trató de una desmesurada venganza, ejecutada por los aliados de Israel en el conflicto, las fuerzas cristianas de la llamada Falange Libanesa, en respuesta a la masacre de Damour, sucedida seis años antes y al reciente asesinato de Bashir Gemayel, el presidente electo de Líbano, llevado a cabo por fuerzas sirias y palestinas. Ante la pasividad del ejército israelí, los falangistas arrasaron los campos de refugiados, repletos de mujeres, ancianos y niños, mientras las bengalas lanzadas por el ejército israelí iluminaban el espectáculo. Aunque las cifras finales de fallecidos nunca estuvieron claras, se estima que superaron las dos mil personas.

Esto es lo que cuenta la historia. Para quien estuvo allí y fue testigo de unos acontecimientos tan terribles, los recuerdos pueden ser otros. Incluso pueden no existir recuerdos. La mente tiene mecanismos de autodefensa tan complejos que pueden dejar zonas de sombra en nuestras vivencias más dolorosas, las que nos hacen sufrir o sentirnos culpables. El mismo Ari Folman, que es a su vez el protagonista de la película, nos habla, desde la página oficial de Vals con Bashir, de como surgió el proyecto:

"Es mi historia personal. La película empieza el día que descubrí que algunas partes de mi vida se habían borrado de mi memoria. Los cuatro años que trabajé en Vals con Bashir me provocaron un violento trastorno psicológico. Descubrí cosas muy duras de mi pasado y, sin embargo, durante esos cuatro años, nacieron mis tres hijos. Puede que lo haya hecho para mis hijos. Para que, cuando crezcan y vean la película, les ayude a saber escoger, a no participar en ninguna guerra."

Quien está inmerso en un campo de operaciones bélico vive la experiencia como una constante confusión. No sabe situarse geográficamente, no está seguro de por qué está peleando, no sabe desde donde dispara el enemigo, ni siquiera si es realmente el enemigo el que está disparando. La guerra no es más que crueldad y caos y quien se ve inmerso en ella, solo quiere olvidar lo que ha vivido. Algo así le sucede a Ari Folman. Vive con zonas de sombra respecto a lo que sucedió en el Líbano en 1982 y le gustaría saber el porqué. Con ese objetivo emprenderá una búsqueda de sus antiguos compañeros del ejército, conversando con ellos para poder reconstruir, fragmento a fragmento, el papel que tuvo en aquella historia.  Quizá el conocimiento de la verdad no sea agradable, pero es el precio que hay que pagar por asumirla.

Vals con Bashir está realizada con una técnica de animación a la vez sobria y expresionista, perfecta para mostrar con toda su crudeza las pesadillas de los ex-soldados, que llegan a confundirse con el conflicto real. ¿Es inocente quien cumple órdenes? ¿Es inocente el soldado que asiste pasivamente a una masacre sin que sus superiores hagan nada para impedirla? Lo más terrible para el espectador es el final, cuando Folman le hace despertarse de lo que hasta el momento no era más que una narración realista, en dibujos animados, para mostrar imágenes reales de las consecuencias de la masacre. Como el protagonista, nosotros también tomamos conciencia de lo que es auténtico y lo que es soñado.

viernes, 2 de enero de 2015

COMO LA SOMBRA QUE SE VA (2014), DE ANTONIO MUÑOZ MOLINA. LISBOA DE LOS PASOS PERDIDOS.

1968 fue un año muy turbulento para Estados Unidos. Mientras comenzaba a comprender que jamás ganaría la guerra de Vietnam y recibía cada vez más ataudes desde aquellas tierras, el clima del interior del país se caldeaba peligrosamente, con el apogeo del Movimiento por los Derechos Civiles para los Afroamericanos, liderado por el pastor Martín Luther King, movimiento basado en el pacifismo, que tenía su reverso violento en la represión violenta del mismo por parte de los blancos del Sur y en la contestación, también violenta, de grupos afroamericanos de tendencia más radical, que darían lugar a los famosos Panteras Negras. 1968 también engendró en París la revuelta estudiantil de mayo, que contagió rápidamente a campus universitarios de todo Estados Unidos. Además se sublevaron barrios enteros, territorios azotados por el crimen, la pobreza y la dejadez del gobierno, como en Detroit. Como colofón, en junio era asesinado el senador Robert F. Kennedy, que iba a ser nominado candidato demócrata a la presidencia.

Pero hay un hecho que conmocionó especialmente la sensibilidad de aquellos que estaban luchando por la igualdad plena - no solo sobre el papel - de derechos raciales en Estados Unidos. El asesinato de Martin Luther King no solo acabó con un apostol de la no-violencia, sino que dio temporalmente alas a los argumentos de aquellos que consideraban que no bastaba con la desobediencia civil, sino que había que responder con contundencia a los actos violentos.

Aunque no era el tema principal de su comparecencia, en su reciente visita a Málaga, Antonio Muñoz Molina dedicó unas palabras a presentar su nueva novela. Dijo que lo que le había dado el primer impulso para empezar a recopilar material sobre James Earl Ray, el asesino de King, fue enterarse de que, en su huida, había pasado algo más de una semana en Lisboa, intentando conseguir un visado para viajar a algún país africano. Como la novela iba a centrarse en estos pocos días, el escritor se trasladó a la capital portuguesa. Lo que no esperaba es que esta visita desatara sus propios demonios, obligándole a rememorar su primer viaje a la ciudad, cuando todavía no era un escritor conocido y buscaba inspiración para El invierno en Lisboa. Él mismo cuenta como se desarrolló este proceso en la entrevista que concedió al suplemento cultural de El País, Babelia:

"La novela surgió de esa contraposición repentina. Me dije: estuve aquí hace muchos años, en un viaje medio furtivo con este niño, que ahora tiene 26 años, recién nacido. Al principio eso iba a tener un sentido estrictamente literario: ver cómo cambia la idea que uno tiene sobre la ficción. Pero empiezo a escribir y me acuerdo del día en que nació mi hijo y del disco que estaba escuchando en ese momento. Eso desató algo que yo no tenía previsto y me puse a explorar por ahí, con mucho desconcierto. No quería hacer un juego metaliterario. Fue saliendo esa parte y muchas veces era difícil, pero si quieres ser honrado hay cosas que tienes que contar. Para que tenga sentido la construcción total."

Porque una novela con la estructura de Como la sombra que se va, funciona a varios niveles. En primer lugar el lector la siente como un diálogo intenso con un novelista que a ratos sigue los pasos del asesino y describe detalles de su vida lisboeta con una meticulosidad enfermiza: sus horarios, sus comidas, sus obsesiones, las personas con las que se cruzó brevemente, sus visitas a oficinas administrativas, los libros y periódicos que leía... e incluso penetra en su mente de animal acorralado, a ratos euférica, por haber conseguido llegar tan lejos a solas. Pero Lisboa también hace rememorar al escritor un episodio difícil y doloroso de su biografía personal:

"Pasan los años y se debilitan los recuerdos pero no la pesadumbre por el dolor que uno causó."

Así pues Muñoz Molina queda también convertido en un personaje de su propia novela, en un ejercicio de valentía literaria, pues no es frecuente que un escritor se desnude con esa casi total falta de pudor, que rememore episodios biográficos de hace veintiocho años como si estuviera narrando la vida de otro: un riesgo extremo del que ha salido airoso, un experimento de autoanálisis que puede haberle servido levemente para reconciliarse consigo mismo, con sus circunstancias, con la persona que era hace tres décadas, que no es el mismo Muñoz Molina de 2014. No es lo mismo matar a un hombre indefenso que sentirse lejos de los propios hijos, romper de forma casi inconsciente una familia. Tampoco los remordimientos son los mismos.  El asesino despiadado vivirá el resto de su vida en la cárcel, sin sombra de arrepentimiento, incluso recibiendo con placer la admiración de algunos. El hombre con conciencia seguirá lamentándose muchos años después:

"En los espacios en blanco permanece alojado el remordimiento casi con la misma intensidad que en el recuerdo cierto del daño que hice. El remordimiento tiene una resistencia extraordinaria al paso del tiempo. Dura nutriéndose de la memoria y cuando la memoria se extingue se adhiere a la amnesia como un organismo capaz de adaptarse a las condiciones más extremas."

Nadie como el escritor de Úbeda para evocar momentos decisivos, aquellos que cambian la existencia, a veces de manera totalmente consciente, a veces de forma inadvertida. El momento en el que Earl tiene en su punto de mira a Luther King y duda de la realidad del instante, entre el estupor de quien tiene delante la oportunidad tantas veces soñada, el instante en el que Muñoz Molina se atreve a pedirle a la periodista a la que apenas conoce que pase la noche con él, el conocimiento de la breve estancia de James Earl Ray en Lisboa, que desata un mecanismo inexorable, una obsesión que no puede sino culminar en una novela, escrita a ratos de forma febril, según confiesa el mismo escritor en algún capítulo de la misma. Porque la esencia de la obra literaria es su resultado final, pero también el proceso que ha llevado al mismo, que Muñoz Molina no duda en evocar, mezclándolo en un discurso metaliterario perfectamente elaborado, de escritor maduro que conoce perfectamente su oficio y no duda en experimentar con el mismo, quizá con la lógica inseguridad al principio, pero sabiendo en el fondo que lo que se está plasmando en el papel es doblemente valioso:

"Uno sigue queriendo imaginar. La literatura es querer habitar en la mente de otro, como un intruso en una casa cerrada, ver el mundo con sus ojos, desde el interior de esas ventanas en las que no parece que se asome nunca nadie. Es imposible pero uno no renuncia a esa fantasmagoría."