jueves, 24 de julio de 2014

ANTOLOGÍA (1968-2003), DE JUAN LUIS PANERO. DE LA VIDA DE LOS FANTASMAS.


El año pasado tuve oportunidad de ver El desencanto, de Jaime Chavarri, una de las películas más singulares que ha dado el cine español. Se trata del retrato descarnado de la familia Panero, una visión cruda y brutal de la decadencia de una familia bien del franquismo. Lo más terrible es que en esta obra no hay censuras ni hipocresías, no existen los velos que suelen tapar de cara al exterior las miserias familiares. Está claro que después de acercarme a esta obra maestra, el interés por la obra de los hermanos Panero, gente genial y a la vez autodestructiva, se tornó irresistible.

En los poemas de Juan Luis Panero encontramos una constante evocación del pasado como algo sin sustancia, una materia tan solo de recuerdos de lo que se perdió para siempre. Es absurdo evocarlos, porque no volverán, y sin embargo el poeta no puede evitarlo. Especialmente la rememoración de episodios amorosos, píldoras de fugaz e ilusoria felicidad en una existencia absurda:

Nuestros dos cuerpos juntos, los que ahora llegan,
actores sin trabajo, estandartes inútiles,
derrotada ficción en la guerra del tiempo. 

Quizá lo que se esté evocando no sean más que fantasmas que solo consiguen hacer más insoportable la realidad de quien ha sido alcanzado por el deterioro de la edad, por la más espantosa derrota que a todos nos espera. La muerte, la nada, siempre está acechante, escondida tras cualquier esquina. Como se describe en este poema magistral:

LA MUERTE Y SUS DISFRACES

Un viejo en camiseta, sudoroso y solitario,
espera, como todos los atardeceres,
que la noche o la muerte lleguen,
mientras se abanica incansable frente al televisor.
En su tejado - el viejo lo ignora - una paloma,
aplastada por el calor, la enfermedad o la vejez,
resbala y tropieza, intentando inútilmente levantar el vuelo,
hasta derrumbarse, montón de plumas polvorientas,
entre las rojas tejas de latón.
Enfrente, bebiendo en la terraza, contemplo el espectáculo
de su común miseria, de su desolación,
pero ¿que vio la paloma antes de caer?
y sobre todo, ¿qué es lo que ve el viejo
cuando a veces mira, disimuladamente, mi terraza?

El final como juego de espejos: la muerte, que llega bajo muchas formas, siempre devuelve la mirada:

Vivir es ver morir, nada nos protege,
nada tuvo su ayer, nada su mañana,
y de pronto anochece.

Noches de insomnio, de alcohol. Evocación de viajes, de momentos solitarios en silenciosas habitaciones de hotel, de amores profundos o apenas saboreados. Leer a Juan Luis Panero es intentar penetrar en el extraño oficio de vivir y encontrar de frente el muro del absurdo, que solo puede ser atravesado si asumimos nuestra condición fantasmal. La conclusión solo puede ser resumida con uno de sus últimos poemas, lúcido, amargo y oscuro a la vez:

LA MEMORIA Y LA MUERTE
 
Sólo son tuyas - de verdad - la memoria y la muerte
la memoria que borra y desfigura
y la sombra de la muerte que aguarda.
Sólo fantasmales recuerdos y la nada
se reparten tu herencia sin destino.
Después de sucios tratos y mentiras,
de gestos a destiempo y de palabras
- irreales palabras ilusorias -,
sólo un testamento de ceniza
que el viento mueve, esparce y desordena.

2 comentarios:

  1. Desde hace más de 20 años tengo "Poemas del manicomio de Mondragón", de su hermano el también poeta Leopoldo María. "Llega del cielo a los locos solo una luz que hace daño". Ciertamente una familia tan interesante como inquietante.

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  2. No tardaré en leer a Leopoldo María, por supuesto. El otro día encontré los dos tomos de sus obras completas, pero a un precio algo prohibitivo. En cualquier caso, creo que tengo algún poemario suyo suelto.

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