jueves, 20 de marzo de 2014

CARTA A UN NIÑO QUE NO LLEGÓ A NACER (1975), DE ORIANA FALLACI. LA RABIA Y EL ORGULLO DE LA MATERNIDAD.

"Anoche supe que existías: una gota de vida que se escapó de la nada". Una futura madre empieza un monólogo dirigido a su futuro hijo a través de una voz tan íntima que se establece solo en su pensamiento. Se trata de una madre soltera. Es más, es una mujer liberada, con sus propias responsabilidades profesionales, que ha iniciado una carrera muy prometedora. La maternidad podría trastocarlo todo. En su círculo íntimo, a nadie parece hacerle gracia que quiera tener una criatura en esas condiciones. Su amiga y su pareja (que pasa a ser ex-pareja de inmediato), quieren que aborte. Sus padres también, aunque no lo expresen abiertamente. Su jefe ve con malos ojos tener que seguir pagando a una empleada que pronto tendrá que darse de baja. ¿Qué hacer? ¿Es el ser que lleva en su seno un invitado inoportuno o un motivo para sentirse agradecido a la naturaleza? ¿Puede nombrarse ya como persona o es todavía un proyecto de persona?

"Tu gota de vida es tan solo un nudo de células apenas comenzadas. Tal vez ni siquiera es vida, sino posibilidad de vida."

A partir de esta premisa, Carta a un niño que no llegó a nacer es una reflexión muy valiente y absolutamente personal de la conocida periodista Oriana Fallaci. Estamos en los años setenta, una época todavía muy machista, en la que las madres solteras todavía eran un anatema social. El principal problema de la narradora es su soledad. Soledad física y soledad moral, que ella intenta transformar en un discurso de autoafirmación, de rebeldía, al aceptar a su hijo como un ser humano en proceso de formación, al que ya puede hablar íntimamente y describirle el mundo que pronto conocerá. Pero este mismo discurso también le suscita dudas. ¿Tiene siquiera derecho a traer a un ser tan indefenso a un mundo tan cruel? Ella ha vivido la violencia de la guerra y ha visto el sufrimiento y la frustración que producen el injusto reparto de la riqueza. Y llega a definir la existencia como "una larga cadena de esclavitudes".

Así pues este es un libro lleno de dudas, rabia y orgullo. Y es que el quid de la cuestión no es tanto la idea de maternidad, sino el papel de la mujer en la sociedad. Porque lo que se espera de su género - todavía no se ha superado esto del todo cuarenta años después de haberse escrito la obra - es que se dedique a su función tradicional de esposa y madre. Ya por aquella época había muchas mujeres que se habían liberado de esas servidumbres, pero la llegada de la maternidad les recordaba (como se ve en la reacción de los que le rodean) que si quería seguir siendo una persona liberada, la criatura sobraba. Y esta presión social lleva a estallidos de auténtica rabia en esta temperamental mujer:

"Lo único que nos une, querido mío, es un cordón umbilical. Y no constituimos una pareja, sino un perseguidor y un perseguido. Tú desempeñas el primer papel, y yo el segundo. Te insinuaste en mi interior como un ladrón y me robaste el vientre, la sangre, el aliento. Ahora quisieras robarme la existencia entera. No te lo permitiré. Y, puesto que he llegado a decirte estas sacrosantas verdades, ¿sabes a qué conclusión llego? Que no veo por qué habría de tener un niño. Nunca me he sentido del todo cómoda con los niños. (...) El oficio de mamá no me sienta. Me reclama otra clase de obligaciones para con la vida. Tengo un trabajo que me gusta y me propongo llevarlo a cabo. Un futuro que me espera y no pienso renunciar a él. Quien absuelve a una mujer pobre que no quiere más hijos o una muchacha violentada que no desea ser madre, tiene que absolverme también a mí."

No descubro nada, porque lo dice el título, si digo que la criatura al final no llega a nacer. La lectura de la obra de Fallaci es interesante en una época en el que nuestro país retrocede a pasos agigantados en materia de derechos de la mujer (y en tantos otros derechos). En su caso, no llega a resolver su dilema moral entre la tiranía de la responsabilidad de dar a luz una nueva vida y su anhelo de libertad. Qué extraña es nuestra naturaleza de seres racionales respecto a una función que para el resto de animales es puramente instintiva. Y qué grandeza, a la vez, que seamos capaces de plantearnos estos dilemas.

2 comentarios:

  1. No he leído el libro, pero resulta chocante que se diga que "hacer un trabajo que te gusta" justifica el aborto en igualdad con la situación traumática de "una muchacha violentada". Aunque no es la primera vez que leo una argumentación de ese tipo.

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  2. Totalmente de acuerdo. Nada tiene que ver una situación con la otra. En cualquier caso, yo creo que la legislación, tal y como está ahora, es lo ideal. Pero esto debe ir acompañado de una campaña de sensibilización, que haga ver a la gente que no hay que banalizar el aborto, que se trata de un asunto muy serio.

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