lunes, 31 de diciembre de 2012

LOS MEJORES LIBROS QUE LEI EN 2012


Como todos los años, son muchas las lecturas que tenía proyectadas que no he podido llevar a cabo: La Guerra Civil Española, de Antony Beevor, Masa y poder, de Elias Canetti, Diarios, de Franz Kafka, El incendio, de Jörg Friedrich, El mar, de John Banville, algo del recientemente fallecido Eric Hobsbanwm... Sería mucho más complicado establecer una lista de lo pendiente que de lo ya leído. De todas maneras, estoy muy satisfecho de las horas dedicadas este año a los libros, siempre muy provechosas. Además, creo que he elegido bastante bien, por lo que elegir los primeros de la lista ha sido harto complicado. Madame Bovary se lleva el primer puesto. Es la tercera vez que lo he leído y siempre parece una novela inédita: nunca termina de decirme todo lo que tiene que decirme. Aquí la lista, no sin antes desearle un 2013 lleno de sueños, esperanzas y pequeños buenos momentos:

1.- Madame Bovary, de Gustave Flaubert.
2.- Martín Eden, de Jack London.
3.- Postguerra, de Tony Judt.
4.- La muerte de un viajante, de Arthur Miller.
5.- El diablo de la botella, de Robert Louis Stevenson.
6.- El espejismo de Dios, de Richard Dawkins.
7.- Gog, de Giovanni Papini.
8.- Poesías completas, de Antonio Machado.
9.- Ébano, de Ryszard Kapuscinski.
10.- Marianela, de Benito Pérez Galdós.
11.- La Virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo.
12.- Despachos de guerra, de Michael Herr.
13.- La patria de la electricidad y otros relatos, de Andrei Platonov.
14.- Electra, de Sófocles.
15.- Libertad, de Jonathan Franzen.
16.- Armas, gérmenes y acero, de Jared Diamond.
17.- El precio de la culpa, de Ian Buruma.
18.- Rebelión en la granja, de George Orwell.
19.- Napoleón, de Emil Ludwig.
20.- Mi último suspiro, de Luis Buñuel.
21.- Historia cultural del dolor, de Javier Moscoso.
22.- Mendel el de los libros, de Stefan Zweig.
23.- La tía Tula, de Miguel de Unamuno.
24.- Infancia, de J.M. Coetzee.
25.- Señas de identidad, de Juan Goytisolo.
26.- Vigilar y castigar, de Michel Foucault.
27.- Esperando a Godot, de Samuel Beckett.
28.- De vidas ajenas, de Emmanuel Carrère.
29.- Doña Berta, de Leopoldo Alas Clarín.
30.- El hombre ilustrado, de Ray Bradbury.
31.- Las aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Alan Poe.
32.- Mortal y rosa, de Francisco Umbral.
33.- El astillero, de Juan Carlos Onetti.
34.- Cosmópolis, de Don DeLillo.
35.- La torre elevada, de Lawrence Wright.
36.- Tirano Banderas, de Ramón del Valle Inclán.
37.- Afinidad, de Sarah Waters.
38.- El coronel Chabert, de Honoré de Balzac.
39.- Relato de un naúfrago, de Gabriel García Márquez.
40.- El problema de la culpa, de Karl Jaspers.
41.- Salvajes, de Don Winslow.
42.- Desobediencia civil y otros escritos, de Henry Thoreau.
43.- El velo alzado, de George Eliot.
44.- Yerma, de Federico García Lorca.
45.- La solución, de Araceli Manjón-Cabeza.
46.- Tren nocturno, de Martin Amis.
47.- Aura, de Carlos Fuentes.
48.- Antología poética, de Mario Benedetti.
49.- Herzog, de Saul Bellow.
50.- Patria, de Robert Harris.
51.- La piel de zapa, de Honoré de Balzac.
52.- Middlesex, de Jeffrey Eugenides.
53.- El club de la lucha, de Chuck Palahniuk.
54.- Se desataron todos los infiernos, de Max Hastings.
55.- Yo que he servido al rey de Inglaterra, de Bohumil Hrabal.
56.- El bello verano, de Cesare Pavese.
57.- Hace cuarenta años, de Maria Van Rysselberghe.
58.- El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon.
59.- El loro de Flaubert, de Julian Barnes. 
60.- La librería ambulante, de Christopher Morley.

LOS MEJORES VEINTICINCO ESTRENOS QUE VI EN 2012


Inauguro una pequeña sección que espero tenga continuidad en años venideros. Se trata de algo muy parecido a lo que hago con los libros, pero eligiendo únicamente las películas que he visto en el cine, porque si lo hiciera con todas sería una locura, ya que la media está más o menos en una cada dos días. Lo cierto es que no ha sido un gran año cinematográfico (aunque existan notables excepciones) y que algunas de las películas que quería ver ni siquiera se han estrenado en mi tierra o lo han hecho de forma restringida. En cualquier caso, ahí están el dvd y el blue ray para suplir esas carencias. Aquí está la lista:

1.- Argo, de Ben Affleck.
2.- La vida de Pi, de Ang Lee.
3.- Los descendientes, de Alexander Payne.  
4.- The artist, de Michel Hazanavicius.
5.- Chronicle, de Josh Trank.
6.- Mátalos suavemente, de Andrew Dominik.
7.- Skyfall, de Sam Mendes.
8.- En la casa, de François Ozon.
9.- ¡Rompe Ralph!, de Rich Moore
10.- Millennium, Los hombres que no amaban a las mujeres, de David Fincher.
11.- Drive, de Nicolas Winding Refn.
12.- Salvajes, de Oliver Stone.
13.- Elefante blanco, de Pablo Trapero.
14.- El caballero oscuro, la leyenda renace, de Christopher Nolan.
15.- Los idus de marzo, de George Clooney.
16.- Los Vengadores, de Joss Whedon.
17.- Cosmópolis, de David Cronenberg
18.- Profesor Lazhar, de Philippe Falardeau.
19.- Prometheus, de Ridley Scott.
20.- La dama de hierro, de Phyllida Lloyd.
21.- A Roma con amor, de Woody Allen.
22.- Todos tenemos un plan, de Ana Piterbarg.
23.- Lo imposible, de Juan Antonio Bayona.
24.- The amazing Spiderman, de Marc Webb.
25.- Caballo de batalla, de Steven Spielberg.

domingo, 30 de diciembre de 2012

REBELIÓN EN LA GRANJA (1945), DE GEORGE ORWELL. LA OPRESIÓN DE LOS OPRIMIDOS.


Hay libros que, por uno u otro motivo, le persiguen a uno gratamente toda la vida. He tenido la suerte de leer Rebelión en la granja a distintas edades y en cada una de ellas lo he disfrutado de manera diferente, casi como si hubiera estado leyendo una novela distinta. La primera vez fue a los doce o trece años. Para mí solo fue una hermosa fábula protagonizada por animales, sin especiales significaciones políticas, aunque sí intuía que en el libro eran muy significativos los conceptos del bien y el mal, de lo que es o no correcto. La segunda lectura sería con unos dieciocho años, cuando empezaba a adquirir conciencia política. Es evidente que todos mis odios fueron para la figura de Napoleón, que había pervertido la pureza de la ideología comunista transformándola en una opresión aún peor que la padecida anteriormente con el régimen humano. Para mí el héroe de la historia era sin lugar a dudas Snowball, el cerdo más talentoso, el que hubiera podido llevar a buen puerto la utopía animal. Recuerdo que realicé numerosas anotaciones en un volumen que hoy creo perdido, lo que es señal del entusiasmo que me provocó el texto (aunque 1984 sigue siendo mi obra preferida de este autor). La lectura actual, motivada por un club de lectura, es la lectura de un escéptico. Quizá las cosas hubieran sido diferentes con Snowball, pero la realidad hubiera distado mucho de ser utópica. Ahora el personaje con el que más me identifico es el burro Benjamín, el más lúcido de todos, el que sabe, parafraseando a Lampedusa, que todo cambia para que todo siga igual.

También me ha resultado enormemente interesante el prólogo de Orwell, La libertad de prensa, en el que denuncia la autocensura generalizada de los intelectuales británicos durante la Segunda Guerra Mundial cuando se trataba de criticar a la Unión Soviética en general o a Stalin en general. De hecho, Rebelión en la granja solo pudo ser publicado una vez terminado el conflicto. A nuestros ojos, que podemos mirar la historia con perspectiva, era razonable tratar de no enfadar al aliado que estaba derrotando a la mayoría de las fuerzas nazis, por muy totalitario que fuera su régimen. De todas maneras, la postura de Orwell tiene un fondo de autenticidad: cómo él bien expresó la verdad no es un concepto relativo y dependiente de las circunstancias. Él había vivido nuestra Guerra Civil y sabía de lo que era capaz Stalin, que representaba todo lo contrario al sistema de libertades británico:

"Si la libertad intelectual ha sido sin duda alguna uno de los principios básicos de la civilización occidental, o no significa nada o significa que cada uno debe tener pleno derecho a decir y a imprimir lo que él cree es la verdad, siempre que ello no impida que el resto de la comunidad tenga la posibilidad de expresarse por los mismos inequívocos caminos."

Durante todo el siglo XX, numerosos intelectuales de primer orden se vieron seducidos por el comunismo, hasta el punto de dejarlos ciegos a toda crítica, cuando era evidente la represión que ejercía sobre sus propios ciudadanos y sus ambiciones imperialistas que sólo fueron paradas en 1945 por el miedo al arma nuclear. Si bien Rebelión en la granja es un perfecto resumen de como una idea intachable es pervertida hasta dejarla irreconocible (del Todos los animales son iguales, al Todos los animales son iguales, pero unos más que otros), también posee un valor innegable como obra literaria de primer orden, pues la complejidad de su planteamiento es inherente a la sencillez de su narrativa, algo muy difícil de lograr para cualquier escritor. 

Rebelión en la granja es una obra que no ahorra momentos crueles al lector. Si bien al principio estas crueldades pueden parecer males necesarios en la construcción de una sociedad nueva, al final nos damos cuenta de que no son más que efectos del dominio de una clase nueva, burocrática e implacable que sustenta su poder en una incensante propaganda que, lentamente va haciendo mella en los ciudadanos hasta el punto de cambiar radicalmente la historia, aunque todos hayan sido testigos del episodio manipulado (un tema que Orwell desarrollará con mayor profundidad en 1984). Si alguien quiere profundizar en lo que significó el régimen comunista, aparte de las novelas ya conocidas de Grossman, Solzhenitsyn o Koestler, recomiendo la lectura de un ensayo: El pasado de una ilusión, de François Furet: de cómo la idea comunista embrujó mentes lúcidas, destrozó vidas de personas honestas y corrompió a los que detentaban el poder.

viernes, 28 de diciembre de 2012

LA VIDA DE PI (2012), DE ANG LEE. RELATO DE UN NAÚFRAGO.


Ang Lee es uno de esos directores que debería ser ejemplo para muchos otros. Se toma su tiempo en sus proyectos, los elabora concienzudamente y entrega películas impecables, que son capaces de mostrar vertientes poco exploradas del arte cinematográfico. Además, es un todoterreno capaz de moverse por los géneros más diversos: cine de acción, histórico, comedia, drama, de superhéroes... 

En esta ocasión su punto de partida es una exitosa novela de Yann Martel, elogiada por el mismísmo presidente Obama, que narra la original historia de un muchacho que naufraga en el oceáno junto a un grupo de animales, de los cuales irá dando cuenta la otra estrella de la narración: un enorme tigre con el que Pi tendrá que convivir si quiere dar un final feliz a su travesía... Hay que decir que Ang Lee no comete el mismo error que Juan Antonio Bayona en Lo imposible: antes de que comience la parte catastrófica, antes de poner a prueba al personaje, se ha tomado algún tiempo en presentarlo al espectador y que este empatice con sus sentimientos. Además, Pi tiene algo de todos nosotros: es un gran explorador de eso que llamanos alma y pretende encontrar a Dios haciéndose adepto de varias religiones a la vez.

Y esta decisión del protagonista, esta búsqueda, va a condicionar su comportamiento durante la terrible prueba a la que cree estar siendo sometido por el mismo Dios que debería amarle y cuidar de él. Para mí, que soy agnóstico, el mensaje de la película es que las religiones son una gran broma y que el hombre está tan solo y desamparado en el mundo como lo está Pi en medio del inmenso oceáno. Otros verán confirmadas sus creencias en las hermosas imágenes que ofrece Ang Lee, en la supervivencia del muchacho gracias a la inspiración divina y a su fe. Como todos los grandes relatos, La vida de Pi no toma claramente partido. Ni siquiera a la hora de decidir acerca de la verosimilitud del relato, por cuanto da a elegir al espectador si lo que ha visto es realidad o metáfora. No es otra cosa el cine que un engaño maravilloso que contiene grandes verdades. Y nosotros, como decía Buñuel, nos dejamos hipnotizar, la lógica interna del relato nos arrastra y, a veces, incluso nos transforma.

Ang Lee no se conforma con adaptar el maravilloso material de partida, sino que le ha otorgado un sello personalísimo. La cámara viaja junto a Pi y no sólo nos muestra lo que sucede en el interior del bote salvavidas, sino que en ocasiones baja al fondo del oceáno, para enseñarnos que la realidad que nos circunda no sólo se compone por lo que vemos con nuestros ojos, sino que es infinitamente más rica. Además, el director ha sabido adaptarse perfectamente a la nueva tecnología del 3D, poniéndola al servicio de su historia y no al contrario. Les dejo esta explicación, que nos muestra a un Ang Lee tan ilusionado como un principiante en la exploración de las nuevas posibilidades del cine:

 "Yo quería trabajar con el 3D, creo que es una nueva forma de arte absolutamente legítimo. Ahora bien, es importante tener en cuenta que el 3D actual es absolutamente torpe, casi rústico. El 2D tiene 100 años, y solo por eso es injusto comparar ambos formatos. Lo que me gusta del 3D es que tienes una nueva lista de reglas y eso me parece muy excitante; lo del 2D ya lo conozco, pero con el 3D es como empezar de nuevo. De repente, la cámara ya no es plana y puedes crear profundidad, no tienes que fingirla, pero al mismo tiempo esa profundidad es de algún modo elusiva… Me parece francamente emocionante. "Avatar" legitimó el formato en su momento, pero de eso ya hace tres años, necesitamos seguir avanzando. Hay que ver que las cámaras o los proyectores son aún muy primitivos, porque las tres dimensiones son como un niño dando sus primeros pasos: no le vas a exigir que corra de buenas a primeras, hay que dejarle cierto margen."

martes, 25 de diciembre de 2012

GOG (1931), DE GIOVANNI PAPINI. LA MIRADA DEL MALIGNO.


El de Papini es, en cierto sentido, un caso parecido al de Stefan Zweig: un autor injustamente olvidado durante muchos años al que se está recuperando en extraordinarias ediciones por las que el lector español puede conocer a estos genios en toda su medida. 

Habiendo leído hace unos años una colección de relatos de Papini, la lectura de Gog me muestra a un Papini de escritura mucho más madura y elaborada. Aunque Gog se define como una novela, en realidad es un conjunto de relatos que el protagonista cuenta al escritor, mientras ambos se encuentran recluidos en un manicomio (aunque el escritor confiese que sólo va allí de visita). Gog se presenta como un ser mefistotélico, como un hombre hecho a sí mismo que ha dedicado la mitad de su vida a hacerse millonario. Un emprendedor, que ya aburrido del mundo de los negocios, se propone conocer en profundidad el mundo real en busca de estímulos. Y quiere lograrlo con ayuda de sus inmensas posibilidades económicas:

"Su conversación resultaba muy singular: pasaba de un discurso paradójico al mismo tiempo que inteligente, a manifestaciones de una vulgaridad peor que plebeya, bestial. Parecía que estuviesen unidos en él Asmodeo, con su agudeza cínica, y Calibán, con su ciega torpeza de bruto."

Así pues Gog ha pasado años recorriendo el mundo y se ha entrevistado con los más diversos charlatanes, que le exponen las ideas y teorías más estrafalarias a cambio de dinero para llevarlas a cabo y con los hombres más famosos de su tiempo: Einstein, Henry Ford, H.G. Wells, Edison, Lenin o Gómez de la Serna, de cuyos discursos extrae las más diversas conclusiones, aunque nunca suelen ser demasiado positivas: la consideración de Gog por el resto de la humanidad es bastante pobre y hay momentos en los que fantasea acerca de planes de exterminio que parecen proféticos, si nos atenemos a lo que sucedió pocos años después en Europa. La realidad pareció darle la razón a Gog.

Es imposible resumir el contenido del libro en estas líneas: para ello habría que reescribirlo casi en su totalidad, tal es la riqueza de temas y reflexiones que incluye Papini en los diversos relatos. Como lector, he de confesar que Gog ha conseguido fascinarme durante los dos días que ha estado el libro entre mis manos, como si el autor fuera también un ser sobrenatural con un poder de imaginación que está mucho más allá de un ser humano corriente. Uno sólo de los cuentos de Gog tiene más contenido que algunas gruesas novelas vacías y pretenciosas que se venden mucho mejor que un Papini que llegó a ser muy popular en los hogares españoles en los años sesenta y setenta. Otra cosa es que se leyera...

sábado, 22 de diciembre de 2012

SEÑAS DE IDENTIDAD (1966), DE JUAN GOYTISOLO. EL EXILIADO VOLUNTARIO.


Señas de identidad no es una lectura fácil, pero sumirse en sus páginas es entrar en el mundo de un escritor extraordinario, una de las mejores voces narrativas de la España del siglo XX que es capaz de analizar nuestra historia más reciente con la lucidez que otorga una mirada intelectual y con cierto distanciamiento (la de un exilio autoimpuesto). Es lógico (en la lógica de un régimen dictatorial) que estuviera prohibida y sólo con la muerte de Franco se pudiera publicar en nuestro país. El país de los veinticinco años de paz no toleraba disidencias. Este era un oasis de paz y prosperidad al que llegaban turistas de todo el mundo y quien ejerciera la más mínima crítica era considerado poco menos que un traidor a la patria. Aquí el artículo:



En un artículo del diario El País fechado el 13 de junio de 1976 se informa de la publicación en nuestro país, diez años después, de Señas de identidad, novela de Juan Goytisolo que había sufrido hasta entonces un llamado castigo administrativo, es decir, que había sido censurada. La prohibición de circulación de un mero libro resulta, a la postre, mucho más elocuente que el contenido del libro mismo: un completo informe narrativo de la vida española bajo el régimen franquista desde el punto de vista de alguien que se exilió voluntariamente y vuelve de visita semiclandestina a su país diez años después, cuando ha arrancado plenamente la etapa del desarrollismo.

La España de los años sesenta: aperturismo y opresión

Los años sesenta son muy valorados por los nostálgicos como años de aperturismo, de bienestar material. Pero por debajo de todo eso seguía fluyendo la materia gris de una dictadura: la omnipresencia policial, la falta de libertades y la censura. Uno de los fragmentos más insólitos de este libro de estructura y estilo innovadores es el informe policial, escrito en lenguaje administrativo, en el que se efectúa el seguimiento de varios sospechosos de ser enemigos del régimen. Esa es la España de aquel tiempo, una España que no tenía los medios para ser orwelliana, pero que gobernaba a través de un miedo a la autoridad siempre presente. Lo expresa muy bien Juan Bonilla en el prólogo:

"La España dibujada en los libros de Goytisolo es así un territorio donde la mentira es la única moneda que da valor a las cosas, donde la mezquindad es la que rige las relaciones humanas, donde llegar a ser uno mismo es una empresa que puede conducir a la destrucción y no hay guarida mejor en la que sobrevivir que aceptar la hipocresía que rige el propio destino del territorio novelado." (Prólogo de Juan Bonilla a Juan Goytisolo, Señas de identidad. Biblioteca El Mundo. Pag. 8)

Un país condenado al conflicto y a la represión

Para Álvaro Mendiola, trasunto del propio autor, España no ha dejado nunca de ser un territorio bárbaro en el que a veces se han dado oasis de esperanza y de cultura. Pero el estado natural de nuestro país ha estado siempre marcado por el enfrentamiento y la represión. La Guerra Civil es la culminación de un conflicto soterrado que había durado siglos:

"Por espacio de tres años un vendaval de locura había soplado sobre la piel de toro - así llaman algunos al solar yermo y baldío, ámbito de nuestro conglomerado actual de Reinos Taifa - completando la obra destructora siglo a siglo, con tesón y paciencia, por tus antepasados ilustres. Poseídos de oscuros e inconfesables instintos, íncubos y súcubos a la vez de sus aborrecidos apetitos y sueños, habían procedidos con orden y minuciosidad a la poda cruel e inexorable de sí mismos, a la expulsión y exterminio de los demonios interiores, sin detenerse ante motivo o consideración de índole alguna, arruinando, por turno, en aras del imposible exorcismo, el comercio, la industria, la ciencia, las artes. Aplastado, barrido, conjurado mil veces, el fantasma renacía siempre con etiquetas aleatorias y, con él, el empeño tenaz de suprimirlo, de bajar un peldaño más en la escala de la barbarie, felices, los tuyos, de afirmar frente al mundo su torva concepción de la patria como duro y resistente cantil contra el que infructuosamente se estrella y muere el agitado mar de todas las historias." (Juan Goytisolo, Señas de identidad. Biblioteca El Mundo. Pag. 132)

Los sueños delirantes de los intelectuales exiliados en París

Los veinticinco años de paz cacareados por el régimen de Franco sólo pueden sostenerse a través del dominio absoluto de los mecanismos del Estado. La mayoría de la gente, simplemente vive y se adapta. Unos pocos se oponen y son duramente castigados. Estos son los llamados héroes, los que emprenden acciones sin esperanza contra un régimen omnipotente. Álvaro Mendiola, desde su cómodo exilio en París siente remordimientos, sabe que ha huido, por eso busca la compañía de otros exiliados, intelectuales como él que dedican las horas muertas a emprender delirantes planes y campañas políticas para derrotar al franquismo que nunca terminan de cuajar. En realidad, como sabemos, el franquismo sólo terminará en nuestro país con la muerte del dictador y no con el levantamiento de las masas que soñaban los partidos de izquierda.


Pese a los veiticinco años de paz, la barbarie permanece

La España que encuentra Mendiola a su regreso contiene tímidos brotes de aperturismo pero, en el fondo, es el mismo país de siempre, como se describe en las páginas dedicadas a su viaje a Yeste, una localidad que conoció un siniestro prólogo de nuestra Guerra Civil. En las fiestas del pueblo, asiste al maltrato de un animal, un novillo, sometido a la saña de unos mozos que parecen dar rienda suelta con su muerte a la sed de sangre reprimida durante veintincinco años.

Así, pues, lo narrado da coherencia a la decisión del protagonista de no pertenecer a ninguna patria. En Francia encontró al principio cierta comprensión entre la intelectualidad de izquierdas, pero la causa española es abandonada cuando Argelia se pone de actualidad. Los exiliados se van integrando poco a poco en la vida francesa y van dando la espalda a una España que, después de todo, empieza a abrir sus fronteras al turismo de masas y a convertirse en el económico paraíso de Sol, playa y alcohol que dura hasta hoy día.

La dignidad de los desheredados y la herencia del franquismo

Mendiola sólo encuentra autenticidad en la pobreza del Sur, en esos campesinos que viven en pueblos míseros, bajo un Sol inmisericorde, soñando con emigrar. Goytisolo los había retratado con más detalle anteriormente en su magistral Campos de Níjar. El franquismo arraigó tan fuertemente en España que aún no ha sido posible llegar a un consenso político para condenarlo. Hasta el legítimo interés de los familiares de los represaliados republicanos por buscar los cuerpos de sus familiares es visto con malos ojos y calificado por algunas voces como una intolerable acción de remover heridas del pasado. Voces como la de Goytisolo, cargadas de autenticidad, son necesarias para conocer nuestra verdadera historia y, a través de ella, nuestra verdadera identidad como pueblo.

MI ÚLTIMO SUSPIRO (1982), DE LUIS BUÑUEL. MEMORIAS DE UN CINEASTA.


Hasta hace poco tiempo tenía dudas acerca de la identidad de mi director de cine favorito de todos los tiempos. No me daba cuenta de que siempre ha sido Luis Buñuel, aquel a cuyas películas siempre vuelvo, cuyas imágenes entablan un permanente diálogo con el espectador, a veces delirante y otras mucho más lúcido de lo que parece en un primer visionado.

En realidad Mi último suspiro no es un libro de memorias al uso. Se trata de una conversación del cineasta, ya octogenario, con su amigo Jean-Claude Carrière que este último transcribe en forma de libro. Esta espontaneidad nos muestra al Buñuel más auténtico, el que no siente reparos en hablar de sí mismo aún de los asuntos más íntimos. Leyendo los episodios de la vida de Buñuel, siento un poco de envidia, ya que el genio de Calanda tuvo la suerte de estar casi siempre en el lugar adecuado en el momento justo, empezando por su afortunada llegada a la Residencia de Estudiantes, donde gozó del privilegio de tratar como amigos a dos genios como Dalí y García Lorca, a quien retrata con estas hermosas palabras: "Brillante, simpático, con evidente propensión a la elegancia, la mirada oscura y brillante, Federico tenía un atractivo, un magnetismo al que nadie podía resistirse." En una ocasión, en las fiestas de san Antonio en Madrid, Lorca le improvisó esta poesía que le escribió en el dorso de una foto:

"La primera verbena que Dios envía
Es la de San Antonio de la Florida
Luis: en el encanto de la madrugada
Canta mi amistad siempre florecida,
la luna grande luce y rueda
por las altas nubes tranquilas,
mi corazón luce y rueda
en la noche verde y amarilla,
Luis, mi amistad apasionada
hace una trenza con la brisa.
El niño toca el pianillo
triste, sin una sonrisa,
bajo los arcos de papel
estrecho tu mano amiga."

Buñuel, ayudado siempre que lo necesitaba por la fortuna familiar, nunca perdió su bien más preciado: su independencia. Los postulados surrealistas de los que se empapó durante su estancia en París nunca le abandonaron del todo, lo cual no quiere decir que no se muestre a veces como un hombre con ciertas costumbres burguesas derivadas del inmenso éxito cosechado en su oficio. Él mismo declara ser una persona de gustos fijos, a la que le gusta volver a los mismos lugares y conservar las rutinas, como el acostarse y levantarse temprano y acabar las películas en los plazos fijados. Su amor por el cine fue algo casi instantáneo, pues intuyó enseguida las posibilidades de un nuevo medio y comenzó su relación con él con la concepción de dos obras maestras del cine surrealista nunca superadas: Un perro andaluz y La edad de oro. Cierto es que ambas produjeron un gran escándalo en la época (algo muy valorado en el movimiento en el que militaba) y no le ayudaron demasiado en su carrera cinematográfica, ya que él era un heterodoxo, alguien que constatemente buscaba lenguajes nuevos para expresar un discurso tildado por muchos como revolucionario y escandaloso. Antes de poder triunfar plenamente como director, Buñuel fue productor en el Madrid de la Segunda República, donde también vivió el comienzo de la Guerra Civil. Honra a su persona que diera la cara para salvar la vida de José Luis Saenz de Heredia, que a la postre terminaría siendo uno de los cineastas más reconocidos por el franquismo.

En Mi último suspiro, podemos encontrar pistas diversas de la relación de amor de Buñuel con el medio cinematográfico:

"Creo que el cine ejerce cierto poder hipnótico en el espectador. No hay más que mirar a la gente cuando sale a la calle, después de ver una película: callados, cabizbajos, ausentes. El público de teatro, de toros o de deporte, muestra mucha más energía y animación. La hipnosis cinematográfica, ligera e imperceptible, se debe sin duda, en primer lugar, a la oscuridad de la sala, pero también al cambio de planos y de luz y a los movimientos de la cámara, que debilitan el sentido crítico del espectador y ejercen sobre él una especie de fascinación y hasta de violación."

"Se puede discutir el contenido de una pelicula, su estética (si la tiene), su estilo, su tendencia moral. Pero nunca debe aburrir."

Encuentro en el libro otras curiosidades que no conocía: posibilidades que estuvieron ahí y no se materializaron por las circunstancias o el azar. Buñuel pretendió dirigir películas basadas en dos de mis libros favoritos, en las que finalmente trabajaron otros realizadores: El señor de las moscas y Johnny cogió su fúsil. Además, el cineasta fue la primera opción barajada por Woody Allen para la famosa escena de la cola del cine (finalmente protagonizada por Marshall McLuhan) en Annie Hall

Un Luis Buñuel de ochenta años se nos muestra en estas páginas como un apasionado por la vida, como uno de los grandes protagonistas del siglo XX, un iconoclasta que fue amigo de otros genios, que trató a grandes personalidades de la cultura y que ha sido mucho más admirado que denostado. Especialmente emocionante es el abrazo que le dio Alfred Hitchcock, que admiraba profundamente su cine, en la cena a la que acudió en Hollywood junto a William Wyler, John Ford, Georges Stevens, Ruben Mamoulian, Robert Wise y Billy Wilder en casa de George Cukor.

Un libro repleto de anécdotas y reflexiones, imprescincible para los amantes del cine, del que me quedo con esta frase, enormemente lúcida:

"Para llegar a toda belleza, tres condiciones me parecen siempre necesarias: esperanza, lucha y conquista."

martes, 18 de diciembre de 2012

ÉL (1952), DE LUIS BUÑUEL. RETRATO DE UN PERFECTO CABALLERO CRISTIANO.


Cuando elegí esta película para el cine-forum de la biblioteca de mi barrio, temí que no gustara, que desconcertara a los compañeros por ser tan distinta a lo que programo habitualmente. Nada más lejos de la realidad. Él, entusiasmó unanimemente. Se trata de una de mis películas favoritas. Posee una trama y unos actores verdaderamente hipnóticos. No sé cuantas veces la he visto ya, pero siempre le encuentro algún matiz nuevo, una escena para reflexionar. No sé cuan profundo puede llegar a ser el cine de Buñuel, pero contiene mucho más de lo que parece a primera vista. Aquí el artículo:

http://asociacioncristobalcuevas.blogspot.com.es/2012/12/el-de-luis-bunuel.html

LA FIEL INFANTERÍA (1960) DE PEDRO LAZAGA. LA GUERRA INCIVIL.

El cine no es solo un arte, también es un instrumento para evaluar la realidad social del tiempo en el que fue realizada una determinada película. El tratamiento de la Guerra Civil en nuestra cinematografía es un buen instrumento de medición del ambiente político de un determinado momento y esta realización en concreto posee determinadas características un tanto insólitas si la comparamos con otras obras anteriores, que exaltaban sin fisuras las glorias del ejército nacional y demonizaban al contrincante, el enemigo ideológico, los rojos.

Todo esto no quiere decir que nos encontremos ante una gran película, porque La fiel infantería es, en conjunto, un film mediocre y tedioso, pero reviste cierto interés por el retrato, inédito hasta el momento de la guerra. Una batalla sigue siendo un lugar en el cubrirse de gloria, pero ahora se puede mostrar sin remilgos lo que significa conquistar una mera colina: las decenas de muertos que provoca, el derramamiento de sangre inútil que realizan unos jóvenes que parecen tener una ideología sana, es decir que, en la lógica franquista, saben por qué combaten. A pesar de todo, estos soldados están hastiados de luchar y, en el fondo, lo que más anhelan es volver a su vida cotidiana y abandonar un deber que encuentran demasiado gravoso.

Precisamente el núcleo de la película está dedicado a mostrar los días de descanso de los miembros de un batallón en un pueblo cercano al frente. De pronto, todo se transforma en una especie de comedia costumbrista en la que los soldados son héroes cotidianos y sus novias (permanentes u ocasionales) son jóvenes virginales y sacrificadas en pos de un esfuerzo bélico doloroso pero necesario. Pero, a diferencia de otros filmes anteriores, aquí apenas hay referencias al enemigo ni a su ideología. Es más, en la última secuencia, que es bastante dura para los canones de la época, es retratado casi en pie de igualdad a los miembros del bando nacional. Parece que la película quiere ser reconciliatoria, en la medida de lo posible, y reconocer los sacrificios de ambas partes. De hecho, al final hay un mensaje nada ambiguo, de homenaje a todos los españoles que hicieron la guerra. Claro que también es posible que los rojos no fueran reconocidos como españoles por los dirigentes de la época.

En cualquier caso, La fiel infantería contiene algo del espíritu de una época en la que España empezaba tímidamente a abrirse al exterior y no exalta la guerra como una actividad viril y heroica, sino que pone levemente los pies en la tierra y la retrata como algo duro y no deseable. Por una vez nuestra contienda civil, retratada por el bando franquista, tiene más de escabechina que de cruzada.

jueves, 13 de diciembre de 2012

CUARTO ANIVERSARIO DE "EL HOGAR DE LAS PALABRAS".


Cómo pasa el tiempo... cuatro años ya. Ciertamente, empecé esto como un mero divertimento y nunca pensé que fuera capaz de mantenerlo tanto tiempo. Da un poco de vértigo, porque las palabras quedan escritas y cualquiera tiene acceso a ellas. Algo maravilloso e impensable hace algunos años, que uno tiene ya una edad y ha conocido el mundo sin internet. Lo mejor de todo es la sensación de libertad: uno escribe sobre lo que quiere y cuando le apetece. Y si ayudo a alguien a encontrar buenas lecturas o películas, me doy por satisfecho. Muchas gracias a todos los lectores. 

EL VELO ALZADO (1859), DE GEORGE ELIOT. VISIONES FUNESTAS.


George Eliot es una de esas escritoras clásicas que uno siempre tiene en mente leer alguna vez, pero la oportunidad de acercamiento nunca llega, por un motivo u otro. Es interesante constatar que fue una mujer que nunca aceptó el papel pasivo que la sociedad tenía reservado para ella. De hecho, superó su estricta educación evangélica para derivar hacia un pensamiento racional. No puedo decir mucho de otras obras suyas pero El velo alzado constituye una magnífica primera toma de contacto con una escritora que domina ese tipo de literatura que hipnotiza al lector hasta el punto de que éste es capaz de leer sutilmente entre líneas y encontrar mensajes que transcienden la propia narración para, una vez terminada la novela, hacerse muchas preguntas en torno a la misma, acerca de sus personajes y de sus medias verdades: esto es sin lugar a dudas la literatura, un eterno diálogo que no se acaba cuando dejamos de leer.

En El velo alzado encontramos algunos elementos un tanto insólitos para la literatura de la época: un protagonista masculino muy sensible, tanto que cuenta con el poder (en realidad para él es una maldición) de atisbar escenas del futuro, por lo que puede conocer aspectos del alma de las personas que normalmente están ocultos a la visión ordinaria. Así pues, cuando Latimer contrae matrimonio con la deseada Bertha (heredando así a la prometida de su fallecido hermano) sabe que se encamina hacia su perdición pero, aún así la atracción que siente hacia la belleza y misterio de esta mujer son más fuertes que cualquier decisión racional. 

Latimer posee uno de esos caracteres hipersensibles que derivan en una vida interior tan rica como dolorosa. Es incapaz de relacionarse con su padre, un ser racional, con los pies en el suelo y la vida en sociedad le aterroriza. Todo lo contrario que su fallecido hermano, al que define perfectamente en unas pocas palabras:

""¡Deprimido!", pensé amargamente, mientras Alfred se marchaba a caballo; "esa es la típica frase con la que personas tan romas y miopes como tú creen que describen unas experiencias de las que saben tan poco como tu caballo. Son las personas como tú las que disfrutan de las cosas buenas de este mundo: estupidez a toda prueba, sano egoísmo, bondadoso engreimiento; tales son las llaves de la felicidad".

Si tales son las llaves de la felicidad, Latimer está lejos de alcanzarlas, al contrario que su mujer, con un carácter totalmente opuesto al suyo, por lo que apenas hacen vida en común más allá de las  apariencias: para el protagonista la relación con su mujer es absolutamente masoquista, en un sentido mucho más moral que físico. Contemplar a su oscuro objeto de deseo le produce sentimientos ambivalentes: no puede odiarla aunque quisiera: Latimer simplemente ha visto su destino y lo acepta melancólicamente.

Con El velo alzado George Eliot consigue una narración magnífica, muy medida, que aúna magistralmente varias tendencias literarias: la gótica, el realista y el romanticismo. Resulta curioso el detalle final, directamente inspirado en Frankenstein de Mary Shelley: un punto más de horror en una narración verdaderamente siniestra.

domingo, 9 de diciembre de 2012

EL CORTIJO ANDALUZ (2012), DE AGUSTÍN RIVERA. LA COMUNIDAD DE LOS PRODIGIOS.


Ayer estuve paseando por Sevilla. El ambiente navideño está ya plenamente instalado en las calles del centro. El río de gente en la avenida de la Constitución y alrededores es enorme y los comercios parecen aprovecharlo, aunque los que hacen caja verdaderamente son los numerosos bares de tapas, repletos ya desde las ocho de la tarde. Parecía que la crisis, de la que tanto se habla, es un mito, aunque observando un poco más atentamente, pueden verse rescoldos de miseria en estas calles-escaparate: pequeños vendedores, autóctonos e inmigrantes, que intentan hacer atractiva su pobre mercancía mientras vigilan ávidamente por si aparece la policía muncipal. Si quieres alejarte un poco del bullicio, puedes optar por pasear junto al río. Como hacía algunos meses que no iba a Sevilla me sorprendió encontrar el perfil de la construcción de la torre Pelli como un monstruo extraño en el urbanismo hispalense. Lo cierto es que su ubicación es un completo error, puesto que desvirtúa unas vistas tradicionales a las que ha dañado para siempre. Pensé que, ya que tan necesario era (en una ciudad donde la crisis ha dejado libres miles de metros cuadrados de oficinas) este rascacielos, podía haberse ubicado en la zona de Nervión, no tan próxima al centro histórico. Si uno quiere informarse acerca de las vicisitudes de la construcción de este mastodonte, lo mejor que puede hacer es leer a Agustín Rivera, que en El cortijo andaluz, desvela muchas de las claves que explican como funcionan las cosas en esta tierra.

Asistí la semana pasada a la presentación del libro en Málaga. Me gustó mucho la intervención de Teodoro León Gross, que explicó de manera muy convincente las diferencias entre un historiador y un periodista. El periodista, al igual que el historiador, debe ir en búsqueda de la verdad. Pero son dos verdades distintas. La del periodista es una verdad en bruto, que aún no ha sido pulida ni interpretada en su contexto, una verdad muchas veces hiriente para algunos, pero absolutamente necesaria. El papel social del periodista es muchas veces ingrato. A veces son como la Casandra de la Eneida, que atisban los dramas que van a provocar ciertas decisiones de los políticos, pero claman en el desierto hasta que es demasiado tarde. En realidad, ellos nada pueden hacer sino poner en conocimiento del público la realidad desnuda de los hechos, para que este público juzgue y actúe en consecuencia. Como bien dejó dicho Agustín, el periodista no debe tener amigos en los círculos del poder, si acaso conocidos que le faciliten la tarea, pero, a la hora de la verdad, no debe tener escrúpulos a la hora de escribir un artículo. Los mejores periodistas son los que más incomodan, los que coleccionan enemigos. 

El cortijo andaluz comienza de manera inmejorable, con el retrato del chófer de Francisco Javier Guerrero, el principal artífice del escándalo de los ERE falsos, contando la historia sórdida del hombre que acompañaba a quien repartía sin ningún control millones de euros de la Junta de Andalucía y al que en su pueblo apodaban el ministro. Juan Francisco Trujillo compartía con su jefe noches de juerga y cocaína a cargo de fondos públicos ante las mismas narices de un gobierno autonómico que es responsable por acción u omisión. Pero esta no es, ni mucho menos, la única historia que desgrana Agustín en su libro. Por sus páginas pasan la reestructuración de las Cajas de Ahorro, que vamos a pagar todos los ciudadanos de nuestro bolsillo, la creación de infinidad de empresas e instituciones públicas, cuyo principal fin parece consistir en enchufar a familiares y conocidos de los políticos en el poder, el mantenimiento de una televisión autonómica que cuesta muchísimos millones de euros al año y ofrece una programación de ínfima calidad, el despilfarro en obras inútiles, no sólo a nivel autonómico, sino también municipal...

Lo cierto es que a día de hoy Andalucía se ahoga, por mucho que la publicidad institucional asegure lo contrario. Con una de las tasas de paro más altas de la Unión Europea, durante estos treinta años de autonomía es obvio que no se ha hecho lo suficiente con los recursos que han generado los años de bonanza para desarrollar una auténtica economía productiva y diversificada, un mal que comparte, por cierto, con muchos otros territorios de nuestra agrietada España. Desde luego que se han producido avances, y yo soy el primero en darme cuenta de ello: las autovías, el tren de alta velocidad, el subsidio agrario, tan polémico y generador de prácticas irregulares como salvador de la Andalucía rural porque, de no existir, nuestros pueblos estarían despoblados y la tierra abandonada, como sucede en muchas zonas de Castilla-León. El mayor error ha sido intentar introducir a trompicones a Andalucía en la modernidad, sin planes coordinados y bien definidos, sino con medidas efectistas (expos, parques tecnológicos) que no siempre funcionan.

Andalucía es una tierra con historia y a veces ha ido a la cabeza de la civilización. Sólo hay que pasear por muchos de sus pueblos para encontrar vestigios del pasado de épocas muy diversas y sorprenderse de lo que hemos sido capaces en el pasado. Es un lugar estupendo para vivir en muchos aspectos, no tan en otros. Respecto a lo a que a mí más me interesa, si viajo en el metro de Madrid seguro que encuentro a muchas personas sumergidas en la lectura de un libro. Si viajo en un autobús malagueño (aunque hace tiempo que no lo hago, lo sé), será extraño que alguien vaya leyendo. Estas sutiles diferencias son las que marcan la marcha de una comunidad y son las que hay que esforzarse por superar. El principal déficit de esta región ha sido siempre la educación, a pesar de contar con magníficos profesionales consagrados a ella. El libro de Agustín, al que desde aquí felicito calurosamente por su arduo trabajo, puede servir perfectamente como crónica de una época de excesos que nunca debieron darse, para depurar responsabilidades y, sobre todo, como buen libro periodístico, para reflexionar acerca de lo que se ha hecho mal y no volver a cometer dichos errores. ¿Es demasiado tarde para eso? ¿Es demasiado tarde para convertir lo que muchos contemplan como un cortijo en una administración moderna al servicio de todos los ciudadanos? El tiempo y el trabajo de los andaluces tienen la respuesta.