sábado, 22 de diciembre de 2012

SEÑAS DE IDENTIDAD (1966), DE JUAN GOYTISOLO. EL EXILIADO VOLUNTARIO.


Señas de identidad no es una lectura fácil, pero sumirse en sus páginas es entrar en el mundo de un escritor extraordinario, una de las mejores voces narrativas de la España del siglo XX que es capaz de analizar nuestra historia más reciente con la lucidez que otorga una mirada intelectual y con cierto distanciamiento (la de un exilio autoimpuesto). Es lógico (en la lógica de un régimen dictatorial) que estuviera prohibida y sólo con la muerte de Franco se pudiera publicar en nuestro país. El país de los veinticinco años de paz no toleraba disidencias. Este era un oasis de paz y prosperidad al que llegaban turistas de todo el mundo y quien ejerciera la más mínima crítica era considerado poco menos que un traidor a la patria. Aquí el artículo:



En un artículo del diario El País fechado el 13 de junio de 1976 se informa de la publicación en nuestro país, diez años después, de Señas de identidad, novela de Juan Goytisolo que había sufrido hasta entonces un llamado castigo administrativo, es decir, que había sido censurada. La prohibición de circulación de un mero libro resulta, a la postre, mucho más elocuente que el contenido del libro mismo: un completo informe narrativo de la vida española bajo el régimen franquista desde el punto de vista de alguien que se exilió voluntariamente y vuelve de visita semiclandestina a su país diez años después, cuando ha arrancado plenamente la etapa del desarrollismo.

La España de los años sesenta: aperturismo y opresión

Los años sesenta son muy valorados por los nostálgicos como años de aperturismo, de bienestar material. Pero por debajo de todo eso seguía fluyendo la materia gris de una dictadura: la omnipresencia policial, la falta de libertades y la censura. Uno de los fragmentos más insólitos de este libro de estructura y estilo innovadores es el informe policial, escrito en lenguaje administrativo, en el que se efectúa el seguimiento de varios sospechosos de ser enemigos del régimen. Esa es la España de aquel tiempo, una España que no tenía los medios para ser orwelliana, pero que gobernaba a través de un miedo a la autoridad siempre presente. Lo expresa muy bien Juan Bonilla en el prólogo:

"La España dibujada en los libros de Goytisolo es así un territorio donde la mentira es la única moneda que da valor a las cosas, donde la mezquindad es la que rige las relaciones humanas, donde llegar a ser uno mismo es una empresa que puede conducir a la destrucción y no hay guarida mejor en la que sobrevivir que aceptar la hipocresía que rige el propio destino del territorio novelado." (Prólogo de Juan Bonilla a Juan Goytisolo, Señas de identidad. Biblioteca El Mundo. Pag. 8)

Un país condenado al conflicto y a la represión

Para Álvaro Mendiola, trasunto del propio autor, España no ha dejado nunca de ser un territorio bárbaro en el que a veces se han dado oasis de esperanza y de cultura. Pero el estado natural de nuestro país ha estado siempre marcado por el enfrentamiento y la represión. La Guerra Civil es la culminación de un conflicto soterrado que había durado siglos:

"Por espacio de tres años un vendaval de locura había soplado sobre la piel de toro - así llaman algunos al solar yermo y baldío, ámbito de nuestro conglomerado actual de Reinos Taifa - completando la obra destructora siglo a siglo, con tesón y paciencia, por tus antepasados ilustres. Poseídos de oscuros e inconfesables instintos, íncubos y súcubos a la vez de sus aborrecidos apetitos y sueños, habían procedidos con orden y minuciosidad a la poda cruel e inexorable de sí mismos, a la expulsión y exterminio de los demonios interiores, sin detenerse ante motivo o consideración de índole alguna, arruinando, por turno, en aras del imposible exorcismo, el comercio, la industria, la ciencia, las artes. Aplastado, barrido, conjurado mil veces, el fantasma renacía siempre con etiquetas aleatorias y, con él, el empeño tenaz de suprimirlo, de bajar un peldaño más en la escala de la barbarie, felices, los tuyos, de afirmar frente al mundo su torva concepción de la patria como duro y resistente cantil contra el que infructuosamente se estrella y muere el agitado mar de todas las historias." (Juan Goytisolo, Señas de identidad. Biblioteca El Mundo. Pag. 132)

Los sueños delirantes de los intelectuales exiliados en París

Los veinticinco años de paz cacareados por el régimen de Franco sólo pueden sostenerse a través del dominio absoluto de los mecanismos del Estado. La mayoría de la gente, simplemente vive y se adapta. Unos pocos se oponen y son duramente castigados. Estos son los llamados héroes, los que emprenden acciones sin esperanza contra un régimen omnipotente. Álvaro Mendiola, desde su cómodo exilio en París siente remordimientos, sabe que ha huido, por eso busca la compañía de otros exiliados, intelectuales como él que dedican las horas muertas a emprender delirantes planes y campañas políticas para derrotar al franquismo que nunca terminan de cuajar. En realidad, como sabemos, el franquismo sólo terminará en nuestro país con la muerte del dictador y no con el levantamiento de las masas que soñaban los partidos de izquierda.


Pese a los veiticinco años de paz, la barbarie permanece

La España que encuentra Mendiola a su regreso contiene tímidos brotes de aperturismo pero, en el fondo, es el mismo país de siempre, como se describe en las páginas dedicadas a su viaje a Yeste, una localidad que conoció un siniestro prólogo de nuestra Guerra Civil. En las fiestas del pueblo, asiste al maltrato de un animal, un novillo, sometido a la saña de unos mozos que parecen dar rienda suelta con su muerte a la sed de sangre reprimida durante veintincinco años.

Así, pues, lo narrado da coherencia a la decisión del protagonista de no pertenecer a ninguna patria. En Francia encontró al principio cierta comprensión entre la intelectualidad de izquierdas, pero la causa española es abandonada cuando Argelia se pone de actualidad. Los exiliados se van integrando poco a poco en la vida francesa y van dando la espalda a una España que, después de todo, empieza a abrir sus fronteras al turismo de masas y a convertirse en el económico paraíso de Sol, playa y alcohol que dura hasta hoy día.

La dignidad de los desheredados y la herencia del franquismo

Mendiola sólo encuentra autenticidad en la pobreza del Sur, en esos campesinos que viven en pueblos míseros, bajo un Sol inmisericorde, soñando con emigrar. Goytisolo los había retratado con más detalle anteriormente en su magistral Campos de Níjar. El franquismo arraigó tan fuertemente en España que aún no ha sido posible llegar a un consenso político para condenarlo. Hasta el legítimo interés de los familiares de los represaliados republicanos por buscar los cuerpos de sus familiares es visto con malos ojos y calificado por algunas voces como una intolerable acción de remover heridas del pasado. Voces como la de Goytisolo, cargadas de autenticidad, son necesarias para conocer nuestra verdadera historia y, a través de ella, nuestra verdadera identidad como pueblo.

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