lunes, 1 de octubre de 2012

LA PIEL DE ZAPA (1831), DE HONORÉ DE BALZAC. LA MUERTE Y EL DESEO.


La escena tiene lugar en una tienda de antigüedades cerca de la orilla del Sena. El joven pretendía suicidarse, pero se ha dado un poco de tiempo esa noche para despedirse del mundo. El dueño de la tienda le ofrece una última oportunidad de aferrarse a la vida: una piel de zapa que concede los deseos de quien la posee, pero esas concesiones llevan implícitas acortamientos de la vida, a la vez que la misma piel se va tornando más pequeña. El joven acepta: nada tiene que perder y la apuesta le parece justa para un desesperado. Esta es la base de La piel de zapa, una especie de contrato que, como sucederá más tarde en el cuento de Stevenson, El diablo de la botella, tiene una base sobrenatural y maléfica: poder saciar el deseo a costa de bordear la perdición.

Y en esta contradicción vive Raphaël al que la posesión de toda clase de bienes terrenales le dota de una impenetrable capa de amargura, la amargura del ser frágil condenado a una temprana destrucción, al que ni siquiera va a poder redimir el amor más puro, ya que fracasó en sus intentos de seducir a un ser vanidoso y egoísta: Fedora, la mujer protagonista de la parte central de la novela y un personaje mucho más complejo de lo que parece a primera vista. Lo paradójico es que el amor puro de Paulina, la antítesis de Fedora, va a ser aún más fatal para Raphaël.

En La piel de zapa empiezan a vislumbrarse las cualidades literarias de Balzac, aunque aún no están pulidas del todo: a pesar de que sabe dotar de verosimilitud a una historia de corte fantástico, ya que la encaja perfectamente en la sociedad de su tiempo, su escritura no acaba de encontrar el tono justo, ese discurso naturalista de sus grandes obras posteriores, pues aquí impera más lo metafísico. Sin embargo, La piel de zapa ha quedado como una obra importante, la que abrió camino al joven Balzac para terminar siendo uno de los grandes del siglo XIX. En cualquier caso, no recomiendo comenzar a leer al genio francés por esta novela, pues el lector puede llevarse una idea muy equivocada de las características de la literatura de Balzac.

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