martes, 31 de julio de 2012

EL HOMBRE ILUSTRADO (1951), DE RAY BRADBURY. LA ESCRITURA LUMINOSA.


La reciente muerte de Ray Bradbury me sorprendió por el mismo motivo por el que me han sorprendido otras muertes de escritores o actores famosos: no estaba seguro de que siguiera vivo.  De hecho, Bradbury nació en el año 1920, por lo que se acercaba al siglo de vida. Pero esto no tiene importancia, lo que importa son sus escritos, por los que va a seguir vivo eternamente, al menos si no se cumple la siniestra distopía que narraba en "Fahrenheit 451", en la que los bomberos se dedicaban a destruir depósitos de libros clandestinos.


Aparte de la obra ya mencionada, también había disfrutado sus magníficas "Crónicas marcianas" (es curioso como la telebasura se inspira en la mejor ciencia ficción para dar nombre a sus programas, si no que le pregunten a Orwell), una serie de cuentos que narraban una hipotética historia de la colonización humana en el planeta rojo. En los cuentos de Bradbury no importa tanto el rigor científico como la reflexión acerca de la relación del hombre con la tecnología del futuro, esa que le permitirá explorar otros planetas y, quizá, relacionarse con seres de otros mundos. A pesar del pesimismo latente en casi todos sus escritos, Bradbury posee lo que podría denominarse como "escritura luminosa". Para él el ser humano es la medida de todas las cosas: no importa cuanto cambie la tecnología su visión del mundo, su espíritu sigue estando ahí, así como su capacidad de asombro y su anhelo permanente de libertad.


Escritos en una fecha tan temprana como 1951, estos relatos han influido poderosamente en la ciencia ficción posterior. El relato que cierra el volumen, "El cohete", posee una magia especial: un hombre de condición humilde (como la mayoría) contempla fascinado todos los días los cohetes que surcan el cielo hacia otros mundos sabiendo que nunca va a realizar su sueño de ser pasajero en uno de ellos. Aún así, se las arregla para llevar a sus hijos a un viaje espacial, usando sus propios medios. Es muy posible que Peyo, el autor de "Los pitufos", leyera este relato para inspirarse en la realización del cómic "El cosmopitufo". Hay otros cuentos inolvidables en "El hombre ilustrado": en uno de ellos, los escritores y personajes de la literatura fantástica y de terror se han tenido que exiliar a otro planeta ante la prohibición de ser leídos en la Tierra. En otro "Marionetas S.A.", que a mí me gusta mucho y ha debido inspirar a más de un guionista de Hollywood, una empresa clandestina le ofrece a uno la posibilidad de ser sustituido por un robot a su imagen y semejanza. "Ninguna noche o mañana particular" es un relato metafísico. Hay algo muy particular en Bradbury, que recorre buena parte de este cuentos, una obsesión con la guerra nuclear como aniquiladora del género humano muy comprensible en la época en que fueron escritos. Pero lo mejor es dejar de leerme a mí y disfrutar con la escritura luminosa del gran autor estadounidense.

lunes, 30 de julio de 2012

LA DELICADEZA (2011), DE DAVID FOENKINOS. EL DARWINISMO AMOROSO.


No he leído el best seller de Foenkinos, ni pienso hacerlo. He tenido suficiente con la versión cinematográfica firmada por él mismo. Sólo espero que la novela sea algo más compleja. Creo que no es muy gruesa pero, aún así, debería serlo, al menos para darle al lector algo más de lo que ofrece al espectador.


"La delicadeza" cuenta la historia de Nathalie, una mujer que parece tenerlo todo: un buen trabajo, una posición acomodada y, sobre todo, un guapo marido del que está perdidamente enamorada y con el que pretende envejecer. Un mal día, su vida se derrumba, porque su pareja muere en un accidente. A partir de aquí, y tras un periodo de duelo, la vida de Nathalie entra en un punto muerto cuyo único alivio es abstraerse en el trabajo diario. Hasta este instante, la película ha transitado por unos cauces correctos, incluso elegantes: la Nathalie que se duerme (curiosamente con una novela de Goncharov entre manos) para despertar en un mundo totalmente distinto: un mundo en el que su marido ya no existe y en el que si siente totalmente perdida.


A partir de aquí la narración se vuelve absurda y el guión se convierte en algo tan simple que a veces uno no puede evitar reír. El jefe de Nathalie, con su aspecto de tiburón, la reivindica, ahora que es viuda, como algo que le pertenece e intenta ligársela invitándola a tomar unas copas. Pero éste es un tipo desagradable: está casado y no piensa divorciarse y la protagonista merece algo más. Es aquí cuando entra en escena Markus, un subordinado suyo en la oficina, atolondrado y muy inferior físicamente a ella, como no paran de recordarnos, pero al que Nathalie besa sin mediar palabra, sin comerlo ni beberlo. No piense el lector que estamos hablando de un caso de acoso sexual. Lo sería si fuera él el que se hubiera lanzado a besarla a ella. Pero como ella es mucho más guapa que él, se trata simplemente de un impulso que el pobre Markus debe agradecer: un pobre mortal como él ha llamado la atención de una diosa.


Y de esto trata el resto del filme: resulta que a estas alturas todavía tienen que venir a decirnos algo tan obvio como que es posible el amor entre personas físicamente discordantes, que lo que cuenta es el interior, a pesar de que el jefe, los compañeros de oficina y los amigos de ella no puedan entenderlo y pongan cara de asombro y desprecio cuando se enteren de que esta relación contra natura está en marcha. Ni a tomar un café puede ir Markus con su amada, porque hasta los parroquianos le miran mal e intentan arrebatarle tan preciada joya, peleando a guantazos por ella, si es necesario.


Al final (sí, voy a contar el final, por si alguien no quiere leerlo), alguien tan egocéntrico como Nathalie (que debe estar convencida que el mundo gira a su alrededor, viendo que todo el mundo la trata como una princesa y no para de repetirle lo hermosísima que es) toma una decisión radical: huirá al campo, a sus orígenes, lejos del mundanal ruido, para encontrarse con su abuela, que es la única que acepta su nueva relación (y para que quede claro al espectador, la abuela expresa su satisfacción con Markus mirando a la cámara). No importa que, en su huida, Nathalie haya dejado plantados a sus compañeros en una importante reunión que llevaban meses preparando: sus necesidades inmediatas están por encima de esas mamandurrias, como diría doña Espe. Así todo queda en felicidad para esta pareja, que se atrevió a desafiar el orden darwinista establecido desde siempre en las relaciones amorosas.

sábado, 28 de julio de 2012

EL BELLO VERANO (1949), DE CESARE PAVESE. EL FINAL DE LA PUBERTAD.


¿Es Cesare Pavese un escritor justamente admirado por sus virtudes literarias o fue su suicidio lo que le ha dado fama imperecedera? Del escritor turinés siempre me ha atraído ese dietario de título perfecto, "El oficio de vivir", pero antes de emprender su lectura quería conocer algo de su obra narrativa, donde también se puede vislumbrar la personalidad de un escritor.


"El bello verano" cuenta la historia de dos muchachas que abandonan la adolescencia y empiezan a relacionarse con hombres. Ginia, la protagonista, carece de figuras paternas a las que tener como referencia y empieza a explorar el mundo adulto, donde nada es lo que parece, con una mezcla de curiosidad y miedo. Aunque Pavese no era muy amigo de las descripciones, a través de las situaciones y los diálogos de los personajes, descubrimos un mundo bohemio y sórdido, como de neorrealismo italiano, un mundo de pintores fracasados y modelos que sirven a los artistas como pretexto sexual más que artístico. La amiga de Ginia, Amelia, sufre sífilis, una de las grandes pestes que ha tenido que sufrir la humanidad. Durante la invasión de Italia, los aliados tuvieron casi más bajas por esta enfermedad que por los combates.


Hay que imaginar a los personajes de esta novela, que transcurre en 1940, en los umbrales de la guerra mundial, que tanta desgracia traería a los italianos. ¿Cuál sería el destino de Guido, el novio-soldado de Ginia? Es probable que cayera cruelmente en los desiertos de Libia o bajo las nieves de Rusia.


Se aprecia en el estilo de Pavese una gran pureza narrativa: una escritura desvinculada de todo lo superfluo, en la que el verdadero protagonista es el narrador, que sólo dice de los personajes estrictamente lo que interesa para hacer avanzar la acción. En el caso de "El bello verano", no existe una gran trama, porque a Pavese lo que le interesa es reflexionar sobre el paso de Ginia de la inocencia a la realidad de un mundo que poco tiene que ver con los cuentos de doncellas y príncipes. A pesar de la pureza inicial de su mirada, de la idealización de su amante, al final Ginia no tiene más remedio que despertar en la realidad, efectuando el inevitable paso de las esperanzas del estío a la crudeza del invierno. 

miércoles, 25 de julio de 2012

LA TORRE ELEVADA (2006), DE LAWRENCE WRIGHT. AL QAEDA Y LOS ORÍGENES DEL 11-S.


Aunque lo leí hace un par de meses, lo comento ahora. Un ensayo absolutamente recomendable, de plena actualidad, para quien quiera informarse de donde surgió Al-Qaeda y acerca de la personalidad de su líder, ya fallecido, Osama Bin Laden. Uno a veces se pregunta cual es la verdadera razón de tanta locura. El libro no sabe responder a esta cuestión, pero sí a muchas otras y ofrece algunas reflexiones interesantes acerca de nuestro complejo mundo. 

Aquí el artículo:

Después de la conmoción de ver arder las torres gemelas en directo, todo el mundo se hacía las mismas preguntas:¿quién había organizado aquello? ¿cómo había sido posible? El nombre del culpable nos lo ofrecieron pronto: Osama Bin Laden, el creador de la red terrorista Al Qaeda. Su historia y los pormenores de la organización del mayor atentado de la historia tuvieron que esperar un poco más. En 2006, el escritor y redactor de la revista New Yorker, Lawrence Wright, publicó la que quizá es, hasta ahora, la mejor historia de Al Qaeda y sus promotores, después de una concienzuda investigación periodística. El libro fue digno merecedor del Premio Pulitzer.

El predecesor del yihadismo moderno es el egipcio Sayyid Qutb, cuyos escritos instaban a una ruptura del islam con occidente y la aplicación estricta de la sharia. Estas ideas fueron la base sobre la que Bin Laden constituiría décadas más tarde Al Qaeda, obviando la prohibición islámica de matar, sobre todo si la víctima es otro musulmán:

"El Corán afirma explícitamente que los musulmanes no deben matar a nadie, excepto como castigo por cometer un asesinato. El Corán advierte que al asesino de un inocente se le juzga "como si hubiera matado a toda la humanidad". El asesinato de musulmanes es un delito aún más grave. Quien cometa semejante acto, dice el Corán, descubrirá que "su retribución es el infierno y en él permanecerá para siempre". ¿Cómo podían, entonces, grupos como Al-Yihad y el Grupo Islámico justificar el uso de violencia contra otros musulmanes para llegar al poder? Syyib Qutb había mostrado el camino al declarar que un dirigente que no impone la sharia en su país es un apóstata. Hay un famoso dicho del profeta que afirma que sólo se puede derramar la sangre de un musulmán en tres casos: como castigo por cometer un asesinato, en caso de infidelidad matrimonial o por apartarse del islam." (Lawrence Wright, La Torre Elevada, Editorial Debolsillo, pag. 161).

Siguiendo estrictamente esta doctrina, cualquier musulmán que apoyara la democracia o abogara por establecer lazos con occidente era un enemigo potencial pues se apartaba de la doctrina pura del islam: podía ser asesinado.

Cabe mencionar que Bin Laden nació en el seno de una familia rica o más bien que fue el hijo de un padre rico, uno de los mayores constructores de Arabia Saudí, en la época en la que se acababan de hallar los pozos petrolíferos y el país adquiría tantas riquezas que, literalmente, no se sabía qué hacer con ellas. Muhammad Bin Laden era un musulmán estricto, pero muy caprichoso en cuestiones de sexo. A su muerte, había engendrado cincuenta y cuatro hijos de veintidós mujeres. A veces se casaba por la mañana y se divorciaba esa misma noche.

Las primeras acciones de carácter militar por parte de Bin Laden tuvieron lugar en Afganistan, en una época en la que muchos saudíes marchaban a aquel país, que estaba siendo invadido por el ejército soviético. Aunque su contribución a la causa muyahidín fue muy exagerada por él mismo, la experiencia le sirvió para crearse un pequeño ejército de fieles, aunque al principio, Al Qaeda no llamó la atención de casi nadie. Resulta paradójico que antes de convertirse en terrorista internacional y sanguinario, Bin Laden había aprendido a apreciar la vida en paz, después de pasar unos años de exilio en Sudán, quizá los más felices de su vida.

El auténtico bautismo de Al Qaeda se produjo con el pacto al que llegó su líder con otro personaje de gran carisma en el siniestro mundo del islamismo radical: Ayman al-Zawahiri. Para Bin Laden, la visión de Estados Unidos como el gran enemigo a batir, como representante de los males de occidente se acentuó con la intervención de este país como líder de la coalición internacional para liberar Kuwait en la Primera Guerra del Golfo. Para el líder de Al Qaeda, la visión de las tropas estadounidenses profanando los santos lugares le parecía una humillación pra el pueblo árabe, que, a sus ojos, debería haber peleado contra los iraquíes sin ayuda externa.

Pronto llegaría la internacionalización del terrorismo: atentados a la marina de los Estados Unidos, a sus embajadas y, por fin, el plan más ambicioso de todos, el que pretendía castigar al enemigo en su propio país. Aunque algunos no lo recuerden, ya en 1993 hubo un intento de destruir las torres gemelas: se pretendía, mediante un potente coche bomba colocado en el aparcamiento de una de las torres, destrozar sus cimientos y que un edificio cayera sobre el otro provocando un apocalipsis de decenas de miles de muertos. Afortunadamente, los cimientos resistieron en esta primera ocasión. En 2001, el plan sería mucho más imaginativo: secuestrar aviones para estrellarlos contra los emblemáticos edificios, el Pentágono y el Capitolio. Se estaba preparando un terrorismo de nuevo cuño, un terrorismo simbólico que produjera el mayor número de muertes posibles en directo ante los ojos aterrados del mundo.

Pero la parte más sorprendente de esta historia, que adquiere aires de tragedia griega, es la investigación efectuada por el agente del FBI John O´Neill, que durante años estuvo siguiendo la pista de Bin Laden y su organización terrorista. Si O´Neill hubiera contado con el apoyo de la CIA y de su propia organización, los atentados del 11 de septiembre podrían haberse evitado. Como la Casandra que predecía la guerra de Troya sin que nadie la creyera, O´Neill advirtió repetidamente que una conspiración terrorista se cernía sobre Estados Unidos y que debían investigarse los indicios que conducían hasta Bin Laden. Al final, acabó abandonando el FBI y aceptando un trabajo de jefe de seguridad a partir de septiembre de 2001. John O´Neill, el hombre que pudo atrapar a Bin Laden, comenzó a trabajar en su nuevo puesto en el World Trade Center. Su labor sólo duró once días.

La torre elevada, fruto de una exhaustiva investigación, es un libro que se lee casi como una novela de intriga, aun cuando el lector conoce ya su final. Quizá a esta aproximación a la génesis y desarrollo de Al Qaeda le falte una explicación de cómo es posible que personas inteligentes, con carreras universitarias, como sucedió con algunos de los terroristas suicidas del 11-S, acaben inmolándose y matando a cientos de personas en nombre de un Dios vengativo. Es posible que esta explicación sea tan difícil que esté más allá de las posibilidades de las mentes racionales. Hoy por hoy, Al Qaeda es una bestia herida, pero no acabada. Bin Laden, después de muerto, sigue siendo un icono para muchos musulmanes. Y las bestias heridas pueden hacer mucho daño.

domingo, 22 de julio de 2012

ELEFANTE BLANCO (2012), DE PABLO TRAPERO. LAS LLAVES DEL REINO.


Como muchos de ustedes, yo fui educado en la doctrina católica. Se me enseñó que el ejemplo supremo era Jesucristo, que había realizado el supremo sacrificio en bien de los hombres. Continuamente nos repetían que esta vida no era sino un simulacro, una prueba en la que éramos continuamente juzgados en pos de merecer una vida eterna después de la muerte. Luego uno se fijaba en la realidad del catolicismo y llegaba a la conclusión de que, para muchos, lo verdaderamente importaba en esta organización era lo mismo que en todas las demás: adquirir prestigio y llevar una vida buena (lo cual no quería decir exactamente lo mismo que santa). En realidad, lo que se da principalmente en la tierra donde vivo es una especie de costumbrismo teñido de superstición. La gente ama su semana santa, le encanta ver toda la pompa de las salidas procesionales, jamás dejaría a un hijo sin bautizar ni dejaría de exhibirlo en esa risible ceremonia que se llama comunión y que consiste en exhibir al hijo vestido de marinero, almirante o novia prematura, según los casos y luego ofrecer un suculento banquete para celebrar, no un sacramento, sino un acto social, puesto que, en la mayoría de los casos, ni el niño ni el resto de la familia volverán a pisar una iglesia, a no ser que tengan que cumplir con otro acto social de similares características.


Pero no todo es así, por supuesto. Existe gente que realmente son tan locos como para tomar el mensaje evangélico al pie de la letra y sacrifican sus vidas y haciendas en pos de ayudar a esos estratos de la sociedad que no son invisibles, pero casi, porque nadie quiere verlos ni tener trato con ellos, mientras sus jefes se dedican a hacer negocios y a tapar escándalos. "Elefante blanco" retrata la vida de unos pocos de estos locos, que dedican su existencia a intentar otorgar algo de dignidad a los habitantes de uno de los peores suburbios de Buenos Aires. Su tarea es como la de Sísifo, porque a cualquier logro le sucede alguna desgracia que deja las cosas aún peor. A la indiferencia de las autoridades se suma la de su obispo, que se ve que tolera, pero se siente incómodo en presencia de estos radicales que tan a pecho se toman el mensaje evangélico, pero su mayor dificultad reside en que el barrio es un foco de criminalidad del narcotráfico y hay mucha gente que prefiere los muy reales y esporádicos paraísos artificiales que ofrece el paco (como se le llama al crack en Argentina) antes que el abstracto paraíso que promete la iglesia católica. Aún así, jamás cejan en su empeño estos verdaderos santos, poseedores de la paciencia del santo Job, pero que también tienen debilidades humanas y se pueden ser arrastrados, en compensación por sus sacrificios, por alguno de los pecados capitales: la lujuria y la ira.


Pablo Trapero ha construido una película valiente, que concede poco espacio a la esperanza y se ha apoyado inteligentemente en el formidable trabajo del gran Ricardo Darín. Si hay que poner un pero a esta historia es que el guión se encuentra ciertamente deshilvanado: al espectador no se le ofrece información suficiente sobre ciertas tramas, que se abandonan sin ofrecer demasiadas explicaciones. Tampoco se sabe mucho de algunas acciones del pasado de los protagonistas, que pueden tener mucha importancia para aclarar su forma de actuar. En cualquier caso, una propuesta muy interesante la de Trapero y que cuenta con fuerza suficiente como para atrapar al espectador, a pesar de que éste va a salir del cine con muchas preguntas en la cabeza, aunque sí le va a quedar claro que vivimos en un mundo sin esperanza, a pesar del esfuerzo de unos pocos.

THE AMAZING SPIDERMAN (2012), DE MARC WEBB. LAS HISTORIAS YA CONTADAS DE SPIDERMAN.


Últimamente se han puesto muy de moda los llamados reboots cinematográficos, con los que se intentan revitalizar franquicias que se consideraban agotadas, algo muy común en el mundo del cómic de superhéroes, donde no es raro que se creen nuevos universos con los mismos personajes de siempre pero adaptados a gustos que se suponen más modernos. En el cine la operación fue muy rentable en el caso de Batman, porque las entregas que firmó Joel Schumacher eran meros delirios concebidos por una mente infantil. Batman era otra cosa y así lo entendió Christopher Nolan cuando narró el origen del personaje desde un punto de vista mucho más adulto, rizando el rizo en la magistral "El caballero oscuro", donde tomó elementos del mejor cine negro para contar una historia muy cruel filmada de un modo espectacular.


¿Era necesario un reinicio de Spiderman? A mi entender, la tercera parte de la saga de Sam Raimi pecó de excesiva, presentando demasiados personajes y situaciones en una historia que avanzaba a trompicones y cuyo principal handicap era precisamente el personaje de Peter Parker, una caricatura del de los cómics en buena parte del metraje.


Quizá la principal motivación de Webb al afrontar este nuevo origen del personaje ha sido la redención de Peter Parker: intentar darle un nuevo rostro y volver a presentarlo como un adolescente con un pasado problemático que trata de ser decente ante unas circunstancias que le sobrepasan. En este sentido la elección como intérprete de Parker de Andrew Garfield es adecuada: ya había dado muestras de su talento interpretativo en "La red social" y aquí se hace desde el principio con el protagonismo sin tener que ser tan mojigato como su antecesor, Tobey Maguire.


En cualquier caso, aunque agradable, la primera parte de la película no deja de ser una versión más de una historia que ya se contó bastante bien en la primera entrega de la saga de Raimi. La única novedad reseñable es la breve aparición de los padres de Peter, que sirve para acentuar el sentimiento de desarraigo del protagonista. Por lo demás, todo rutinario. Los efectos especiales, aunque mejorados, recuerdan mucho a lo que vimos hace diez años y el villano no tiene demasiada entidad. Además, a pesar de que se quiere narrar la historia en un tono oscuro, no faltan algunas ridiculeces, como el pasillo de grúas que ciertos operarios le organizan al héroe para que llegue con más comodidad al enfrentamiento con su enemigo. Poco justificado, en fin, este relanzamiento arácnido, cuando tantas décadas de cómics hubieran dado para contar una historia más original. A ver si en la secuela los responsables afinan más.

viernes, 13 de julio de 2012

MARÍA ANTONIETA EN EL CONGRESO.


A María Antonieta se le atribuye una famosa frase, cuando se enteró de que el pueblo carecía de pan para comer: "Si no tienen pan, que coman pasteles". Aunque probablemente nunca la pronunciara, el que se le atribuyera fue uno de los acicates que estimuló al pueblo francés a hacer estallar una revolución.


Ahora no sucede como en el siglo XVIII, que no había televisión. Ahora sí que hemos visto a los diputados del PP aplaudiendo con entusiasmo las medidas de recorte que van a condenar a la exclusión social a muchas personas. Una de las más entusiastas, precisamente la hija de Carlos Fabra, el tristemente famoso y afortunado (por haberle tocado la lotería en repetidas ocasiones) político valenciano, era la más entusiasta y, en el gesto más feo que se ha visto en el Congreso desde que Tejero entró pistola en mano, soltó un entusiasta "¡Qué se jodan!", cuando se anunciaban las estimulantes medidas en contra de los parados, que para su partido son meramente unos vagos a los que hay que aguijonear para que busquen empleo. Saquen ustedes sus conclusiones.

lunes, 9 de julio de 2012

LA SOLUCIÓN (2012), DE ARACELI MANJÓN-CABEZA. LA NORMALIZACIÓN DE LA DROGA.


Una imagen muy dura la que ilustra esta entrada, pero es una de las que mejor resumen el fracaso absoluto de la prohibición de las drogas a nivel mundial. Un combate costoso e inútil, que ha causado unos niveles de sufrimiento inimaginables, gran parte de ellos a personas inocentes, que ni tienen nada que ver con este mundo ni quieren tener que ver. La exhibición de cuerpos torturados es habitual en la ciudad de Monterrey (México), una urbe antaño próspera que está siendo martirizada por la guerra contra el narcotráfico, una guerra que no puede ganarse. La profesora Manjón-Cabeza ha escrito un ensayo valiente en el que aboga por la opción más inteligente: arrebatar a las mafias el más que lucrativo mercado de la droga y ponerlo bajo control del Estado. Aquí el artículo:


Quedan pocos supervivientes de aquellos años, pero, aunque parezca mentira, hubo un tiempo, a finales del siglo XIX y principios del XX en el que el tráfico y consumo de drogas no se consideraba una conducta penalmente ilícita. El problema de la droga podía ser un asunto de salud individual, pero jamás un problema que afectara a la seguridad ciudadana. La llamada "guerra contra las drogas" fue un invento surgido en Estados Unidos que se ha extendido al resto del mundo y que solo ha dado como resultado un caos de violencia, miseria y delincuencia.

Por su carrera profesional, Araceli Manjón-Cabeza ha vivido muy de cerca la problemática de la droga. Como profesora titular de Derecho Penal de la Universidad Complutense de Madrid, magistrado suplente en en la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y directora del Gabinete del Plan Nacional contra la Drogas, Manjón-Cabeza fue advirtiendo que la política actual de lucha contra la droga y tolerancia cero es una especie de tarea de Sísifo para los Estados implicados y acaba favoreciendo a los grandes narcotraficantes, que se hacen con las riendas de un negocio inmenso y seguro: la demanda de droga no ha hecho sino acrecentarse en los últimos años. La idea de escribir La solución le surgió como una necesidad absoluta, como un llamamiento al cambio de política por parte de los distintos gobiernos:

"Las afirmaciones recién hechas valen para un régimen de prohibición planetaria de drogas como el que todavía padecemos. En un régimen de permisión y estricto control estatal de la producción y distribución de drogas no hablaríamos de los "problemas de la droga", sino del "problema de la droga", e iría referido solamente a los casos de consumo abusivo generador de efectos negativos que además serían menores que los que hoy se detectan; y ello porque desaparecerían de la circulación las adulteraciones que hoy se detectan (...) Por otro lado, el consumidor de un mercado legal acudiría a la farmacia (...) a adquirir la droga y no a ciertos ambientes especialmente insalubres y peligrosos, a veces caldo de cultivo de la criminalidad, como ocurre en un mercado clandestino."

Una de las más fuertes acusaciones que se lanzan en el libro contra Estados Unidos la constituye el hecho de que su propio gobierno, a través de la CIA, fue quien introdujo el crack , la droga imperante durante los años ochenta en la calles de las ciudades estadounidenses. La introducción de este auténtico veneno, que en realidad está compuesto por los residuos que deja la fabricación de la cocaína, permitió a la CIA financiar a la Contra nicaraguense. Mientras tanto, en los barrios más pobres, el crack, como alternativa barata a la cocaína hacía furor. Las desdichadas víctimas de esta sustancia se vieron atrapadas en un auténtico infierno, pues necesitaban decenas de dosis al día, las cuales les procuraban un bienestar efímero. En un mundo con droga legalizada y controlada por el Estado, nunca hubieran sucedido hechos semejantes. Es como si, con el alcohol legalizado, alguien pudiera sacar beneficios de la venta de mero garrafón.

Este mismo Estados Unidos que concibe ante sus ciudadanos y ante el resto del mundo la lucha contra la droga como una auténtica cruzada, niega cualquier experimento de legalización o meramente de despenalización al consumo en los paises sudamericanos, negándoles ayuda económica si se atreven a abordar un cambio de de política semejante. Mientras tanto, en estos países las cruzadas contra las drogas se transforman paulatinamente en guerras de baja intensidad, donde cada vez mueren más inocentes y poblaciones enteras, prósperas en el pasado, caen en la decadencia y en el terror, sumidas en el fuego cruzado de una violencia sin sentido.

Es lo que sucede actualmente en México, el nuevo paraíso de los narcotraficantes. En 2006, el nuevo presidente Felipe Calderón lanzó lo que denominó "guerra total contra el narco", utilizando al ejército para intentar combatir a los cada vez más poderosos clanes de la droga. Esta desastrosa y poco inteligente polítca ha llevado el infierno a ciudades como Monterrey, antaño una urbe muy próspera. El ejército, poco entrenado para este tipo de operaciones, actua de un modo salvaje, poco policial. El narcotráfico no se adedra, el negocio es demasiado beneficioso como para abandonarlo. Es más, sus medios superan en muchas ocasiones a los del Estado y pueden plantarle cara con armas aún más sofisticadas.

El resultado es una guerra de todos contra todos: el ejército contra los narcotraficantes, estos entre ellos, por sus eternas querellas mafiosas y todos contra los civiles inocentes. En el proceso quedan muchos muertos y muchos políticos corrompidos. Los jóvenes, sin otras expectativas, se enrolan, ya sea de grado o por fuerza, en las filas de los narcotraficantes, que aumentan su poder día a día. Los telediarios de los últimos meses están salpicados de terribles imágenes llegadas de la ciudad de Monterrey: cadáveres colgados en puentes, asaltos armados a casinos... desafíos permanentes a una autoridad estatal que cada vez brilla más por su ausencia. "Monterrey está hasta la madre", gritan sus ciudadanos. Pero la guerra sigue, después de haberse cobrado más de sesenta mil víctimas.

Frente a todo esto, Araceli Manjón Cabeza propone una política nueva, mucho más valiente e inteligente, algo que acabe con esta dicotomía perversa en la que México nutre a Estados Unidos de droga y Estados Unidos a México de armas cada vez más sofisticadas, que acaban llegando a las manos menos adecuadas. En Europa, la percepción del problema se ha relajado, puesto que el espacio marginal de la droga se ha ido reduciendo y ahora es un asunto más privado y discreto, sin olvidar la problemática que supone su consumo por parte de jóvenes en las fiestas de fines de semana. Hay que empezar por legalizar las drogas blandas, como muy valientemente está haciendo en Uruguay. Intelectuales de la talla de Mario Vargas Llosa apoyan que este sea el camino y que se deje atrás un siglo de prohibicionismo que sólo ha dado como frutos una expansión planetaria del crimen, de la corrupción y de sustancias sin ningún control sanitario.

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN JULIO. LIBROS EN EL CONGELADOR.


La temporada estival ya ha llegado con toda su fuerza y las actividades culturales relacionadas con los clubes de lectura se relajan... Es tiempo de atreverse con esa novela clásica y tan voluminosa para la que nunca encontramos tiempo y relatar luego tamaña hazaña a los compañeros de club.


Por ahora solo tengo noticia de dos actos: el primero de ellos, el cine forum de la biblioteca Cristóbal Cuevas, donde hablaremos sobre una película maravillosa: "El último rey de Escocia". También sigue activo el club de lectura de la Fnac: se debatirá acerca de la novela "Intimidad", de Hanif Kureishi. 


Si me llegan noticias de otros eventos, tendrán cumplida noticia en la columna de la derecha. Nada mejor que una nevera llena de libros para gozar de la frescura de la literatura. ¡Feliz verano!

domingo, 8 de julio de 2012

AURA (1962), DE CARLOS FUENTES. LA MANSIÓN DE LAS TINIEBLAS.


Como a otros muchos grandes hombres, la muerte alcanzó a Carlos Fuentes mientras trabajaba en una nueva novela "Federico en su balcón", que seguramente aparecerá, inconclusa, a finales de este año. No soy un gran conocedor de la obra del escritor mexicano. Además de numerosos artículos de prensa, solo alcancé a leer, hace ya muchos años, "La muerte de Artemio Cruz", novela que me pareció tan compleja como magistral, una reflexión estupenda acerca de los últimos  años de historia mexicana.


Entre compromisos laborales y lecturas obligatorias, sólo he alcanzado a realizarle mi particular homenaje a través de la lectura de una novela corta, la afamada "Aura" se adentra en los terrenos de lo sobrenatural comenzando con la cita que abre el afamado estudio de Michelet "La bruja":


“El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación....Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer..."  


El afán de Fuentes es la implicación del lector en la novela, casi como si él fuera el protagonista, de ahí el uso de la segunda persona del singular. Que penetres en esa misteriosa mansión que casi siempre permanece a oscuras y subas a tientas los escalones para encontrarte con una decrépita anciana que vive más en el pasado que en el presente y con la misteriosa presencia de la joven Aura, resulta perturbador en una prosa cuyo punto más fuerte es la descripción de un ambiente decadente que se conecta perfectamente con el estado de ánimo de los personajes.


Otra de las perturbaciones que produce el libro es el desajuste entre tiempos verbales, que cambian constantemente entre presente y futuro, produciendo una impresión de atemporalidad, como si los hechos estuvieran sucediendo en una especie de eterno retorno. No importa que, como lector, haya sospechado ya a mitad de la narración cual iba a ser la resolución de la misma. Aún asi, esto no me ha evitado quedarme con la sensación incómoda que producen un determinado tipo de buenos relatos.

FREUD, PASIÓN SECRETA (1962), DE JOHN HUSTON. UN MÉTODO PELIGROSO.


Para que la ciencia avance, para que abra nuevos e insospechados caminos, tienen que darse ciertas circunstancias. La primera y más importante es que los gobernantes fomenten, o al menos no obstaculicen, el progreso científico. Cuando las supersticiones religiosas invaden la existencia, esto no es posible. Muchos innovadores que se atrevieron a pensar de manera independiente acabaron en la hoguera. Afortunadamente, este no fue el caso de Freud. Sus teorías podían provocar el escándalo o aún la risa de sus colegas, pero nunca se le impidió seguir con sus investigaciones. Como bien cuenta Stefan Zweig, la Viena anterior a la Primera Guerra Mundial fue un paraíso para las artes y la ciencia. Los tambores de guerra llevaron de nuevo la irracionalidad a centroeuropa. El periodo de entreguerras fue un espejismo, puesto que el antisemitismo y la conquista nazi acabaron con todo atisbo de la Viena esplendorosa de finales del XIX.


El comienzo de la película ya nos predispone hacia un determinado estado de ánimo: los descubrimientos científicos no siempre son complacientes con el orgullo del ser humano. Copérnico estableció que la Tierra no era el centro del universo, Darwin probó que el ser humano no era más que un animal evolucionado y Freud concluyó que el hombre ni siquiera era dueño de la totalidad de sus procesos mentales, un descubrimiento éste que, a pesar de haberse realizado en un clima cultural favorable. Aquí Freud es todavía un joven e inseguro médico que, fascinado por los métodos de hipnosis practicados en Francia por Charcot, comienza a investigar la neurosis, la enfermedad maldita que en la Edad Media se había asociado a la brujería y en aquellos años se estimaba propia de farsantes. Su investigación le va a ir ofreciendo resultados tan sorprendentes como inquientantes: la vida del ser humano no termina en sus pensamientos conscientes, sino que existen experiencias reprimidas, en muchos casos traumáticas, que hay que dejar aflorar para permitir la curación del paciente. El hecho de que casi todas ellas, según concluyó Freud, tengan que ver con la sexualidad, causó un gran escándalo en la comunidad científica, en una época en la que, pese a los avances sociales, el sexo seguía siendo un tema tabú.


Montgomery Clift da vida a un Sigmund Freud genial, curioso y atormentado , porque en el curso de sus investigaciones descubre que él mismo es víctima de experiencias reprimidas. Las imágenes de sus sueños aportan ese halo de misterio e incluso de terror que podemos atisbar cuando intentamos mirar con cierta profundidad al interior de nosotros mismos. A partir de aquí el ser humano tiene que enfrentar una nueva realidad: no somos lo que creemos ser, existen impulsos naturales que deben reprimirse para lograr una vida social razonable. Muchos de los descubrimientos de Freud se han visto superados posteriormente por otros investigadores, pero es indudable que la importancia del médico vienés como explorador de una demarcación del ser humano tan fascinante como perturbadora, le hace merecedor  de un puesto de honor en la historia de la ciencia, con el mérito añadido de que sus escritos constituyen una experiencia, tanto literaria como científica, de primer orden.