viernes, 29 de junio de 2012

GLENGARRY GLEN ROSS (1992), DE JAMES FOLEY. SOBRE LA PROFESIÓN DE COMERCIAL.


Las profesiones más cinematográficas son las de policía y abogado. También la de periodista da mucho juego a la hora de elaborar guiones interesantes. Los comerciales han tenido tradicionalmente mucha peor fortuna en el mundo del cine. Hace unos años vi una obra de teatro (de la que existe versión cinematográfica) titulada "El pez gordo", que abordaba el tema desde un punto de vista muy interesante, pero, sin duda, "Glengarry Glen Ross", que está basada en una obra teatral del gran David Mamet (yo creía erróneamente que la adaptación a la gran pantalla era también suya) es la más conocida aproximación al cruel mundo de los agentes comerciales.


El planteamiento de esta película puede parecer exagerado, pero no cabe duda de que en el mundo real se dan todos los días situaciones muy parecidas a las que refleja el guión del dramaturgo estadounidense. La oficina donde trabajan los vendedores es mostrada a los ojos del espectador como un acuario lleno de pirañas a la que acude un gran tiburón, un vendedor despiadado y triunfador para motivarles. El discurso de Alec Baldwin por sí solo ya merecería el visionado de una película que cuenta con un elenco de estrellas extraordinario: Jack Lemmon, Al Pacino,  Jonathan Pryce, Kevin Spacey y Ed Harris. De todos ellos destacaría al personaje de Jack Lemmon, que recibió varios premios por este papel. Se trata de un comercial ya veterano que se encuentra con el agua al cuello, por una serie de avatares familiares, y necesita vender uno de los infames productos inmobiliarios que su firma ofrece. Como espectador uno no puede sino sentir cierta simpatía por este perro viejo, que cree conocer todos los trucos del oficio, pero al que la vida se le ha ido escapando de las manos al ofrecerla íntegramente a la compañía como un producto más. Porque aquí los comerciales no son tratados como personas, sino como meros instrumentos que deben utilizar todas las armas a su alcance (la palabra ética está desterrada de su vocabulario) en pos de un único objetivo: la venta.


Para la compañía el éxito no es la satisfacción del cliente, sino la credibilidad del vendedor, que debe ser capaz de conseguir la máxima cantidad de dinero del inversor y saber darle largas en caso de que a éste se le ocurra querer recuperar su capital después de habérselo pensado mejor. Se trata de la venta más agresiva posible: aquella que necesita una decisión inmediata por parte del comprador. Partiendo desde este pequeño universo, la obra de David Mamet es toda una disección del sistema capitalista: aquel que busca el máximo beneficio al mínimo coste dejando abundantes cadáveres por el camino.


Bien es cierto que es de justicia romper una lanza por la profesión de comercial. Existen muchos profesionales estupendos en este oficio, que no están sometidos a grandes presiones y que verdaderamente se esfuerzan por ofrecer soluciones a necesidades reales. De todo hay en la viña del Señor.

martes, 26 de junio de 2012

EL LORO DE FLAUBERT (1986), DE JULIAN BARNES. SOBRE LA IMPOSIBILIDAD DE LA BIOGRAFÍA.


Lo primero que tengo que decir acerca de este libro de Julian Barnes es que sus primeras páginas me parecieron desconcertantes. Debido a una inicial falta de información, yo esperaba leer una novela y me encontré con un ensayo dedicado a uno de mis escritores favoritos. Pero según avanzaba en la lectura iba advirtiendo que tampoco se trataba exactamente de un ensayo. "El loro de Flaubert" puede más bien clasificarse como un libro de reflexiones muy personales de Barnes acerca del autor de "Madame Bovary". Por momentos, su estilo y su estructura, aparentemente caótica, me recordaban a Enrique Vila-Matas, otro autor que gusta de ofrecernos su particular visión de la literatura.


Y es que el escrito de Barnes puede tomarse como una broma extremadamente elaborada a costa del academicismo. Para el autor británico escribir una biografía de una persona célebre resulta un ejercicio tan complejo como peligroso. ¿Cómo sabe el biógrafo que las pistas acerca de la vida del personaje a estudiar no han sido deliberadamente dejadas por el mismo para despistar? ¿Cómo penetrar en los pensamientos, en la vida más íntima del otro?  Imposible. Al final el biógrafo tiene que fabular, suponer, hilar muy fino para penetrar en las lagunas biográficas del gran hombre y salir airoso del intento. Pero siempre queda la duda. ¿Es verdad todo lo que estoy leyendo?


En cualquier caso "El loro de Flaubert" tiene un gran valor y, quizá por no tomarse demasiado en serio a sí mismo, ofrece datos interesantísimos acerca del autor francés. Me entero, entre otras muchas curiosidades que Flaubert planeaba una novela acerca de los trescientos espartanos de Leónidas. ¿Hubiera sido una nueva obra maestra de haberse escrito? También se ocupa, como no podía ser de otra manera en la vida amorosa del escritor, mucho más rica de lo que pueda suponerse, pero que tuvo como centro de gravedad a la famosa Louise Colet.


Nunca he sido un gran lector de biografías y me arrepiento. Leer novelas es como leer biografías ficticias, pero indagar en la verdad de los hombres debe ser una actividad mucho más difícil. Las hay auténticamente apasionantes (desgraciadamente no puedo dar muchos ejemplos): la María Antonieta de Zweig, el Franco de Preston, el Hitler de Kershaw, el Napoleón de Ludwig, personajes con conciencia histórica, que sabían que sus actos más íntimos iban a ser alguna vez analizados y juzgados. ¿Sucede lo mismo con los escritores? ¿No nos basta con sus novelas? Les dejo una reflexión al respecto del propio Barnes, el lector como devorador de la vida del ser admirado:


"¿Por qué la escritura hace que sigamos la pista del escritor? ¿Por qué no podemos dejarle en paz? ¿Por qué no nos basta con los libros? Flaubert quería que bastasen: pocos escritores han creído con tanta firmeza en la objetividad del texto escrito y en la insignificancia de la personalidad del escritor; y aún así seguimos desobedientemente a nuestro aire."

sábado, 23 de junio de 2012

EL FÚTBOL Y EL PUEBLO.


¿Nos condicionan desde pequeños para que amemos el fútbol y lo pongamos por delante de cualquier otro asunto? Me ha interesado mucho este breve párrafo publicado en el Babelia de hoy por Manuel Rodríguez Rivero:


"El clima social y el desarme de la izquierda son muy propicios a ese programa intensivo depanem et circenses (y más bien lo segundo que lo primero) que políticos de toda laya y los medios escorados a la derecha (que son casi todos) parecen haberse puesto de acuerdo en bendecir como bálsamo para el desastre. Y pobre del que no siga la corriente: como explica Marc Perelman en Le sport barbare (Michalon), un libro valiente y comprometido que no parece haber interesado a los editores españoles, el deporte constituye el último tabú. A pesar de las explicaciones de ciertos intelectuales integrados, el deporte no canaliza la violencia, sino que a menudo la crea y disemina: con demasiada frecuencia vemos a la masa gregaria entregarse sin freno a las pulsiones chovinistas, xenófobas, racistas y homófobas despertadas por el nuevo opio del pueblo, mientras continúa narcotizándose la vieja capacidad de los individuos para rebelarse contra la injusticia o protestar contra la misma corrupción y opacidad de las estructuras deportivas globales. El deporte mundializado, convertido en la más respetada religión universal del siglo XXI, legitima el orden establecido, cualquiera que sea: por doquier, “la nación”, explica Perelman, “ya no es un pueblo, sino un equipo; no un territorio, sino un estadio; no una lengua, sino el bramido de la hinchada”. Pero, sobre todo, funciona como una especie de totalitarismo blando que invade y permeabiliza toda la actividad (y hasta el pensamiento) de sociedades en las que se diría que constituye el único proyecto colectivo capaz de galvanizar a los ciudadanos."

viernes, 22 de junio de 2012

EL HOMBRE ELEFANTE (1980), DE DAVID LYNCH. LA PUREZA INTERIOR.


Se trata de una de mis películas favoritas y fue una estupenda elección para el último cine forum: todos los espectadores terminaron conmovidos. Ahora he leído por ahí que quieren realizar una nueva versión. Podrán hacer lo que quieran, pero jamás podrán igualar esta joya que transciende el arte cinematográfico y se erige en una auténtica lección de humanidad:


http://asociacioncristobalcuevas.blogspot.com.es/2012/06/el-hombre-elefante-y-la-pureza-interior.html

miércoles, 13 de junio de 2012

EL ÚLTIMO REY DE ESCOCIA (2006), DE KEVIN MACDONALD. EL INGENUO Y EL TIRANO.


En el imprescindible ensayo periodístico "Ébano", Ryszard Kapuscinski, cuenta, entre otras muchas cosas, las razones de las permanentes guerras civiles en los países africanos: los europeos olvidaron que las fronteras trazadas por su expansión imperialista poco tenían que ver con los reinos y tribus originarios de aquellos territorios. Cuando se fueron, rivalidades de siglos que llevaban décadas aparcadas, pero latentes, volvieron a surgir con fuerza.

Nicholas Garrigan es un joven escocés recién licenciado en medicina. Pensando que seguir la tradición de su padre y heredar su consulta va a ser demasiado aburrido, decide viajar a África (concretamente a Uganda) con toda la buena conciencia de un occidental para echar una mano. Al principio comienza a trabajar con una misión humanitaria, pero pronto una serie de casualidades le harán conocer al nuevo gobernante del país: al dictador Idi Amin. La atracción entre ambos es mutua e instantánea. Nicholas es un joven idealista y, como todos los idealistas, bastante ingenuo. Cree en las palabras de Amin cuando le dice que su gobierno va a significar una liberación para un pueblo oprimido y le invita a formar parte del mismo con un extraño cargo en el que se va a dedicar a velar por la salud del gobernante, en sus vertientes corporal y espiritual: un auténtico consejero al que va Amin va a someter a sus extraños cambios de humor.

Y es que Idi Amin, (un personaje real) es un auténtico hijo de África. Orgulloso del legado de sus antepasados, ha conquistado el poder por la fuerza de las armas y opina de sí mismo que es un auténtico regalo para su pueblo. Su discurso produce en Nicholas una extraña fascinación y aunque a veces la conducta del líder le resulte errática, en ningún momento deja de creer en sus buenas intenciones, a pesar de los acontecimientos que se suceden a su alrededor, visibles para cualquiera que no padezca su ceguera moral: Nicholas Garrigan es el prototipo de occidental bienintencionado que se entusiasma con el proyecto de construcción de una nueva África, al que se adhiere sin indagar demasiado en los fundamentos del mismo. Cuando la realidad al fin se vuelve mucho más poderosa que el mundo de fantasía que se ha creado, quizá sea demasiado tarde para huir de ella y volver a un occidente que le ofrece una aburrida (y después de sus experiencias, más anhelada que nunca), seguridad.

La interpretación de Forest Whitaker es sencillamente asombrosa: su personaje llena la pantalla y está presente aún en las escenas en las que no aparece físicamente. Un auténtico dictador africano: un ser que basa su discurso en la reparación de las afrentas infringidas a su pueblo a través de los siglos, pero que no duda en cimentar su poder en la sangre de estos mismos seres a los que asegura defender. El sueño de África, la tragedia de África.

domingo, 3 de junio de 2012

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN JUNIO. MES DE FERIA.


El viernes pasé por casualidad por el Paseo del Parque y las autoridades pertinentes estaban inaugurando la feria del libro. Este acontecimiento no es santo de mi devoción (aunque me es muy simpático, no como la feria de agosto, lo que la gente identifica como la verdadera feria, esa la odio); todas las casetas me parecen idénticas, ofreciendo las mismas novedades. También hay algunas que intentan vender enciclopedias. Dudo mucho que este año les sean rentables (espero equivocarme) las dos semanas de feria. A la gente no le entusiasma comprar libros y en crisis aún menos. Por allí pululaban algunos políticos y altos cargos, capitaneados por el alcalde, que estaba dando un pequeño discurso ante los periodistas. No me quedé a oírlo, pero apostaría a que estaba diciendo que es bueno que los libros salgan a la calle una vez al año al encuentro de los lectores. Los políticos son una fábrica de tópicos. Eso sí, aunque no me la encontré, luego pude comprobar a través de un pequeño reportaje elaborado por diario Sur, que por allí andaba mi amiga Loli, fiel a su cita anual.


Lo cierto es que, aunque mucha gente lo ignore, los libros están a disposición de los ciudadanos todo el año, que solo tienen que atravesar el umbral de una librería o una biblioteca para acceder a ellos. Lo del parque es un mero escaparate que para un lector experimentado tiene poco sentido, a no ser que acuda alguno de sus escritores favoritos, como Luis García Montero. Existe mucha más variedad en cualquier librería aunque, eso sí, el 10% de descuento resulta muy tentador.


Un pequeño recordatorio de los clubes de este mes:


En la Biblioteca Provincial, leemos un libro muy popular de Julian Barnes, que tiene como protagonista en su título a uno de mis escritores favoritos: "El loro de Flaubert".


En la Biblioteca Cristóbal Cuevas, el viernes pasado celebramos la reunión en torno a "La hora estelar de los asesinos", una intriga en plena Segunda Guerra Mundial y también tendremos, a final de mes "Afinidad", de Sarah Waters, una autora que me han recomendado mucho.


En el club de lectura de la Casa del Libro, probamos con una novela publicada por editorial Nórdica: "La casa del mirador ciego", de Herbjorg Wassmo.


En el club de lectura de la librería La Cochera, todo un clásico, que John Huston transformó en una de las grandes películas de aventuras de todos los tiempos: "El tesoro de Sierra Madre", de Bruno Traven.


En la Fnac Málaga, un clásico actual que también gozó de versión cinematográfica: "Alta fidelidad", de Nick Horbny.


Y en mi humilde propuesta mensual de cine y literatura, una de las películas más conmovedoras de la historia del cine: "El hombre elefante", de David Lynch.


Como de costumbre, horarios y lugares en la columna de la derecha. Si me van llegando novedades, se actualizará puntualmente.


¡Felices lecturas con aire acondicionado!

CITA CON RAMA (1973), DE ARTHUR C. CLARKE. EL ALBA DE UN NUEVO MUNDO.


Arthur C. Clarke es un escritor que no necesita presentación. Venerado por todos los aficionados a la literatura de Ciencia Ficción, su momento de mayor fama llegó con el estreno de "2001, una odisea del espacio" (1968), de Stanley Kubrick, que se basó en un relato suyo titulado "El centinela". Posteriormente, lo transformaría en novela, con el mismo título que el film, el cenit del cine de especulación científica. 


De Clarke, además de algunos relatos y la novela mencionada, yo había leído hace unos años "El fin de la infancia", una obra que disfruté muchísimo y que pienso releer lo antes posible, para compartir mis reflexiones con todos ustedes. "Cita con Rama" es una de las novelas más galardonadas de la historia de la ciencia ficción y el comienzo de una saga que abarca otras tres obras.


La premisa de la historia es muy sencilla: dentro de algunas décadas (Clarke es un especulador social y científico bastante optimista) las fronteras entre países en la Tierra habrán desaparecido y las verdaderas diferencias entre los seres humanos serán debidas al planeta (o satélite) de nacimiento. A mediados de nuestro siglo se ha producido una gravísima colisión de un asteroide contra nuestro planeta, que ha arrasado varias ciudades italianas y los seres humanos deciden establecer una vigilancia permanente del cosmos para prevenir incidentes similares en el futuro. En un determinado momento se detecta uno de estos cuerpos acercándose al Sistema Solar. Sus movimientos parecen guiados por una inteligencia extraterrestre y se decide enviar una nave espacial a investigar.


A partir de aquí la narración de Clarke es meramente descriptiva y especulativa: los astronautas se adentran en el satélite artificial que han dado en llamar Rama e inician una exploración por un mundo muy extraño, que parece contradecir muchas de las leyes establecidas de la física. El escritor británico es un maestro en la creación de ambientes, a los que trata de dotar de todo el rigor científico que posee. Da la impresión durante todo el relato que la vida humana es tan insignificante para los cuasi-divinos constructores de Rama que los expedicionarios les pasan desapercibidos. El sentido de la maravilla propio de la mejor ciencia-ficción se mantiene, porque la   narración es tan fantástica como dotada de verosimilitud. El tono anticlimático que le otorga Clarke puede molestar a algunos lectores, pero a mí me parece el más apropiado, el más creíble cuando nos enfrentamos a un mundo incomprensible. ¿Aprenderán algo los humanos de su visita a Rama? Seguramente la humanidad de Clarke, cuyos responsables científicos mantienen pequeñas rencillas y choques de ego pero saben que viajan en el mismo barco, seguramente sí. Si la responsabilidad estuviera en manos de nuestros políticos actuales, la respuesta sería más complicada.

MELODÍA DE SEDUCCIÓN (1989), DE HAROLD BECKER. A LA CAZA.


Pocas veces como espectador he tropezado con una película tan repleta de tópicos: comienza con una vista aérea de Nueva York con las torres gemelas como telón de fondo, para seguidamente presentarnos la actuación de un asesino. Después conocemos al personaje principal (interpretado por Al Pacino, el alma de la cinta), un policía de vida personal desastrosa, que padece insomnio y está iniciando un camino sin retorno hacia el alcoholismo. El caso que le asignan apunta a una mujer que contacta con sus futuras víctimas a través de la sección de contactos de un periódico. Junto a un compañero (un magnífico John Goodman) emprende la búsqueda de la presunta asesina a través de un método laborioso: poniendo un anuncio en el periódico que siga las pautas de los que ella contestó en su día, para intentar darle caza a través de la identificación de las huellas dactilares que dejará en el vaso que utilice en el bar donde tengan la primera cita.


Tras unas cuantas citas frustrantes, el detective Keller da con una sospechosa muy prometedora: una mujer muy atractiva que, al parecer, conoció a las dos víctimas. Pero Keller inicia una relación con ella que le devuelve la ilusión por vivir. A partir de este momento deberá hacer frente a una difícil decisión: su corazón le dice que la mujer es inocente, pero su instinto de policía le dicta lo contrario. ¿Qué hacer? ¿Cómo llevar adelante una relación tan esquizofrénica? Este dilema es lo más atractivo de una película que, contra todo pronóstico, sabe mantener el interés del espectador, que abandona pronto sus sensaciones de dejà vu y se sumerge en una historia que sostiene la solvencia de su intérprete principal, un Al Pacino que vuelve a demostrar que es uno de los mejores actores de la historia del cine. Bienvenida es también la presencia de Ellen Barkin, una actriz que nunca llegó a triunfar del todo, pero que es un gran icono erótico de los años ochenta.