martes, 28 de febrero de 2012

EL CORONEL CHABERT (1835), DE HONORÉ DE BALZAC. DE ENTRE LOS MUERTOS.


Balzac nunca deja de sorprenderme, al igual que Galdós y Zola, que forman una trío de escritores decimonónicos por los que siento una especial debilidad. Balzac es un observador innato del mundo, un registrador de caracteres psicológicos y un cronista verídico de la realidad de su tiempo. Pero no se conformaba con eso, sino que era capaz de crear personajes casi tan complejos como los seres humanos que habitamos la realidad. Uno de los más recordados es este Coronel Chabert (novela de la que se ha realizado alguna versión cinematográfica), el soldado de Napoleón al que, creyendosele muerto en la batalla de Eylau de un mandoble en la cabeza, se entierra en una fosa común. El pobre Chabert logra salir dificultosamente de su muerte en vida, pero más provechoso le hubiera sido quedarse en su atestada tumba, puesto que el resto de su existencia va a ser un auténtico infierno.

El coronel Chabert, dado por muerto por los seres que le aprecian, vuelve después de algunos años de existencia errante a un mundo que ya no le pertenece, al París de la Restauración, donde el ejército de Napoleón no es más que un recuerdo, glorioso para unos, enojoso para otros y un oficial que reclama su antigua vida no es más que un estorbo, un insignificante obstáculo en la rueda de los acontecimientos. Además Chabert ha vuelto andrajoso y miserable. Su mujer (casada con otro) se niega a reconocer a su marido en ese cadáver andante. Toca recurrir a la justicia, a ese despacho en el que en el principal pasatiempo de los pasantes es hacer burla de los clientes.

La pregunta que se hace a sí mismo el protagonista tiene mucho de filosófica: "¿hacen mal los muertos en volver?". Los muertos como incordio para los vivos, como recordatorio de un pasado caduco al que no quieren regresar los que están bien instalados en el presente. Pobre Chabert, símbolo de una Francia que se veía a sí misma como heroica, y de la que, pocos años después, nadie quiere saber nada.

EL PROTEGIDO (2000), DE M. NIGHT SHYAMALAN. HÉROE POR ACCIDENTE.


Durante muchos años fui devoto del cómic de superhéroes. Se ha dicho repetidas veces que la historieta es la puerta de entrada para mucha gente al mundo de los libros, pero estos cómics aportaban también otra clase de valores: al principio muchos se consagraban simplemente a glosar la lucha del bien contra el mal, ambos plenamente reconocibles, pero con el paso del tiempo les llegó la mayoría de edad (no siempre) y los argumentos se hicieron un poco más adultos: el héroe quizá salvaba repetidamente a la ciudad de su destrucción, pero en el camino se dejaba algo tan importante como sus relaciones familiares o su vida conyugal. Además muchos de ellos se planteaban si su mera existencia no era un polo de atracción para sus opuestos, los supervillanos, que a veces distaban de los buenos meramente en su concepción del mundo (como sucede en la política). Recuerdo con mucho cariño diversas etapas de estas historias, realmente malas y repetitivas en muchas ocasiones, pero que a veces acertaban con historias que aún hoy puedo releer con sumo placer: los Cuatro Fantásticos de Lee y Kirby, el Thor de Simonson, los X-Men de Claremont y Byrne, el Batman de Miller, el Spiderman de Romita... No sé exactamente como van ahora las cosas en el mundo de los superhéroes, pero me imagino que habrán envejecido mal en las anticuadas páginas de los cómics books y sus responsables lo apuestan todo en la actualidad a sus espectaculares versiones cinematográficas.

Después del éxito conseguido con "El sexto sentido", a Shyamalan se le presentaba el reto de demostrar que la calidad de su primera película no había sido una casualidad y que podía construirse una carrera sólida como director. "El protegido" es un auténtico homenaje a la mitología contemporánea que representan los cómics-books. Un Bruce Willis muy contenido interpreta a un personaje afectado de tristeza patológica, el único superviviente de un accidente ferroviario con decenas de muertos, del que ha salido intacto. Samuel L. Jackson es la otra cara de la moneda: un hombre con los huesos tan débiles que son casi de cristal y que ha dedicado su vida a estudiar los cómics de superhéroes, estando convencido de que el superviviente es un hombre muy especial, alguien a quien lleva buscando toda su vida...

"El protegido" es puro Shyamalan: narración pausada y contenida, diálogos que van más allá de las palabras, reflexiones acerca del lugar de los personajes en el mundo, mucho suspense y, por supuesto, sorpresa final. Quizá sea esta la historia de superhéroes menos espectacular posible, pero eso posibilita un toque de realismo y humanidad que no es posible en el cine de efectos especiales. Y a destacar el personaje de Samuel L. Jackson. Su actuación puede tener fisuras, pero es fundamental para que la historia sea redonda.

sábado, 25 de febrero de 2012

EL DÍA DE TODAS LAS ALMAS (1998), DE CEES NOOTEBOOM. BERLÍN CONGELADO.



La lectura de esta novela me produce sensaciones contradictorias. Ante todo aprecio enormemente la calidad de la escritura de Nooteboom, un autor holandés que siempre ha tenido una especial vinculación con España. La obra por la que yo lo conocí (aunque no he podido leerla todavía) es un librito de viajes dedicado a nuestro país: "El desvío a Santiago". De hecho, cuando me dieron el libro que nos ocupa hace un mes en la biblioteca, para ser discutido dentro de una semana en el club de lectura, sentí una gran alegría, pues éste es uno de los nombres literarios que siempre suenan, pero al que raramente nos acercamos, ya sea por falta de oportunidad o por olvido.

"El día de todas las almas" nos transporta al Berlín de hace una década, una ciudad en plena transformación que intenta cerrar las enormes cicatrices del pasado, al igual que su protagonista, Arthur Draane, un cámara de documentales neerlandés que ha vivido su propia tragedia personal: su esposa y su hija murieron en un accidente aéreo. Durante gran parte de la narración Arthur pasea por un Berlín invernal, de calles semivacías: una ciudad y un tiempo idóneos para reflexionar: sobre la historia, sobre pasado y presente. Arthur es un nómada voluntario: no tiene domicilio fijo, pero sí que cuenta con buenos amigos en Berlín, con los que mantiene elevadas conversaciones, quizá un poco pedantes. Sus amigos parecen saberlo todo, estar por encima del bien y del mal y posar su mirada sobre los acontecimientos con la condescendencia del diagnosticador infalible. Algunas veces como lector quedo extenuado ante la densidad de palabras e ideas que lanza Nooteboom, que parece hacer avanzar su relato en círculos, más que linealmente. En realidad los acontecimientos de "El día de todas las almas" suceden a varios niveles: en lo material, en lo espiritual y en lo intangible. Por eso los pensamientos de los personajes son aquí casi más importantes que sus acciones.

Una de las muchas reflexiones filosóficas que nos ofrece la novela, casi en su vertiente metafísica, habla de la ciudad como de un ente vivo, de un conjunto de acontecimientos, seres y voces que quedan para siempre formando parte de la misma como una especie de ruido de fondo. Sobre todo en ciudades con una historia tan tormentosa como Berlín, donde los cambios durante el siglo XX han sido tan radicales como sorprendentes. De hecho, durante unos años (todavía cuando fue escrita esta novela) se discutió acerca del "fin de la historia", una teoría que se popularizó con la caída del muro del Berlín y murió con estrépito junto a las torres gemelas de Nueva York.

Mención especial merece la mirada que el autor posa sobre España, a la que retrata como un país caótico, el paraíso de la corrupción y del terrorismo. Precisamente les dejo con un pequeño texto de Nooteboom que se ha publicado en el Babelia de hoy:

"No soy experto en finanzas. He visto como gran parte de la costa española era destruida por el codicioso y sin sentido boom de la construcción. Si los políticos que iniciaron la UE hubieran optado por la unión fiscal, no estaríamos ahora inmersos en este contagioso desastre, pero era demasiado pronto para crear una federación que nadie deseaba realmente. El nacionalismo y el mantra de la soberanía todavía son muy poderosos. Se habla mucho acerca de los mercados, pero deberíamos darnos cuenta de que nosotros mismos, nuestros Estados, nuestros bancos y nuestro fondo de pensiones, son el mercado. Vivimos en democracias, votamos, somos los amos y las víctimas. Solamente el inocente absoluto está exento de culpa."

SEXY BEAST (2001), DE JONATHAN GLAZER. RETIRO DORADO.


Un hombre excesivamente bronceado está tumbado en su hamaca en su casa de la Costa del Sol. De pronto, un ruido le perturba: es una enorme roca que cae en la piscina, a pocos metros de él, provocando un gran estruendo. La vivienda está construida en uno de esos montes terrosos y pelados que tanto proliferan por estas tierras que tanto atraen a los extranjeros que provienen de climas mucho menos benéficos. Pero Gal Dove no es un extranjero cualquiera. Su dinero proviene del crimen y es un hombre con un pasado. El incidente de la roca es una mera anécdota comparado con lo que le espera: la visita sorpresiva de su antiguo compañero de fechorías Don Logan.

Don Logan es Ben Kingsley en un papel con el que se siente como pez en el agua. Es un hombre violento, cuya sola presencia impone un respeto basado en un miedo paralizante. Quiere que Gal le acompañe a Londres para un último trabajo. A Gal se le viene el mundo encima: ya se consideraba retirado definitivamente. No puede permitirse excesivos lujos, pero sí una vida cómoda y placentera, pero el pasado de un criminal siempre acaba llamando a la puerta...

"Sexy Beast" no es sólo un vehículo para el lucimiento de Ben Kingsley (que fue nominado al Oscar por este trabajo), aunque con su presencia, o su mera amenaza cuando se encuentra ausente, la película gane muchos enteros. Menudo actor: capaz de interpretar a Gandhi y a este personaje, los extremos opuestos y capaz de conmover al espectador con sentimientos opuestos con ambos. La trama, aunque tiene algunas deficiencias, está bien resuelta: el film deja la sensación de haber degustado una buena obra de cine negro que bebe de las fuentes más recientes: Tarantino o Scorsese, aunque sin llegar al nivel de éstos.

jueves, 23 de febrero de 2012

BECKET (1964), DE PETER GLENVILLE. IGLESIA Y ESTADO.


Creo recordar que en la serie que Victoria Prego dedicó a la transición española se contaba como anécdota que la televisión emitió esta película en plena polémica con el cardenal Tarancón, que intentaba desligar a la iglesia del moribundo Estado franquista. Como tantas otras cosas en este país, eso sólo se consiguió a medias, puesto que España sigue siendo confesional en muchos aspectos y nadie se atreve a revisar los ventajosos (para el Vaticano) Acuerdos de 1979. De hecho, el gobierno actual no tiene problemas en recortar de todas las partidas presupuestarias posibles, excepto la de dotación económica a la iglesia católica.

Con los grandes clásicos, como la película que nos ocupa, siempre sucede lo mismo: son intemporales y se mantienen tan frescos y vigentes como el año que fueron realizados. Como muchos sabrán, se cuenta la historia de Thomas Becket, que se convirtió en canciller de Inglaterra, a pesar de su origen sajón, por su inteligencia y su amistad con el rey Enrique II, que pretendía que la iglesia de su país se plegara a los intereses del estado. Para conseguirlo, se le ocurrió nombrar a su canciller arzobispo de Canterbury, es decir, jefe de la iglesia. Lo más sorprendente de esta historia verídica, es la transformación operada en Becket cuando se consumó el nombramiento: de repente, el juerguista Becket se transformó en un hombre pío, defensor de los derechos de la iglesia y se enemistó con su rey hasta el punto de poner en peligro la misma supervivencia del estado.

La película refleja de manera magistral estos hechos. Ante todo hay que destacar la perfecta elección de los dos actores principales, que sostienen todo el peso de la trama: un Peter O´Toole que acaba de interpretar a Lawrence de Arabia nos hace totalmente creible a un Enrique II apasionado por el poder y a la vez temeroso y lleno de furia por la traición de su amigo. Por otra parte, un contenido Richard Burton sale airoso en el difícil papel de Becket, un hombre dividido entre la lealtad a su rey y a Dios, en el que se opera un gran cambio al llegar a la mitad del metraje. Becket al final se convirtió en un santo todavía venerado. Seguramente es a él a quien recurren los responsables de la iglesia española para conseguir sus cuantiosas prebendas.

Muchas de las escenas del film parecen concebidas directamente para el teatro, pero están realizadas con un gran lujo de medios y una perfecta ambientación, logrando que el espectador se sienta atrapado durante dos horas y media por unos diálogos llenos de fuerza, acerca de problemas que en realidad son intemporales. Que "My fair lady" se impusiera ese año a esta película, es una de las grandes injusticias de la historia de los Oscars.

lunes, 20 de febrero de 2012

LA VIRGEN DE LOS SICARIOS (1994), DE FERNANDO VALLEJO. CIUDAD DE VIDA Y MUERTE.


Deslumbrado me he quedado con este primer acercamiento a la obra del colombiano (o mexicano mejor dicho) Fernando Vallejo, que retrata de forma implacable su ciudad natal en un momento particularmente triste de su historia. El Medellín de los noventa era quizá el lugar más peligroso del planeta, donde se producían numerosos asesinatos diarios con la más escandalosa impunidad. La rivalidad de los clanes de la droga popularizaron la práctica que inició Pablo Escobar: contratar a los llamados sicarios, adolescentes casi niños criados en los peores barrios de la ciudad para encargarse de los ajustes de cuentas. Vallejo cuenta todo esto con un lenguaje irónico, pero que destila autenticidad y que no puede evitar estremecer al lector que pasea junto a Vallejo por las calles de Medellín gracias a sus acertadas descripciones de lugares y gentes. También recomiendo fervientemente la adaptación cinematográfica llevada a cabo por Barbet Schroeder, modélica en todos sus aspectos. Aquí el artículo:

Fernando Vallejo ha sido siempre un escritor combativo, de los que no tienen ningún pudor en decir lo que piensan, aunque sea doloroso. Nacido en Colombia, renunció a la nacionalidad de un país que consideraba violento y bárbaro en favor de la mexicana. La gran inspiración de Vallejo es su propia vida y el mundo que le rodea, a través de una escritura impregnada de ironía con la que fustiga habitualmente a la sociedad colombiana y sus políticas, a la iglesia católica y, si se tercia, a la humanidad en su conjunto. Su literatura no admite tabues, por lo que habla abiertamente de su homosexualidad. En una entrevista concedida al diario Clarín, con motivo de la feria del libro de Buenos Aires, se expresaba en estos términos:

"Resolví escribir en primera persona sobre lo que había vivido. Ahí tenía las historias de la realidad, los personajes de un mundo con el que podía llenar libros. En primera persona porque el narrador en tercera persona es imposible. Nadie puede repetir con palabras lo que está pensando, todo pensamiento es muy confuso. Eso de repetir los pensamientos de otro, o el monólogo interior. (...) El "yo" que hice en los libros míos es un loco. Resolví hacerlo excesivo, exagerado. Habla con exabruptos, es contradictorio. Decidí darle un toque de locura y de una subjetividad rabiosa, contraria a la objetividad que pretende todo el mundo. Todo el mundo pretende ser bien objetivo. Y últimamente, políticamente correcto. Yo nunca he pretendido ser ni políticamente correcto ni objetivo. Siempre he dicho la realidad desde los ojos míos."

La virgen de los sicarios comienza con el regreso del escritor a su ciudad, Medellín, después de treinta años de ausencia y encuentra una ciudad sumida en el caos y la violencia impuesta por las luchas entre carteles de la droga después de la muerte del narcotraficante Pablo Escobar, el inventor del sicariato. De hecho, el protagonista pronto descubre que el muchacho, casi un niño, que le ha presentado un amigo y al que convertirá en su amante, es un sicario, un asesino a sueldo que ya cuenta con varias muertes a sus espaldas. Alexis, el muchacho, es un ser amoral que no siente remordimiento alguno, ya que se ha criado en un clima de violencia constante, donde la vida humana no vale nada. En consecuencia, él tiene asumido que morirá joven y no se plantea más futuro que el inmediato. En cierto modo es la pareja ideal para un escritor desencantado de la vida y que tiene mucho de misántropo.

Fernando y Alexis se dedican a pasear por Medellín y observar las miserias cotidianas de sus habitantes. El muchacho lleva siempre consigo la pistola, que utiliza sin reparos cuando estima que alguien se pone impertinente, entre tibias protestas del escritor, que sólo encuentra algo de paz visitando las abundantes iglesias de la ciudad. Entre todas ellas, una es especial: la del barrio de Sabaneta, que todos los martes recibe a una multitud de sicarios que van a rezar a la virgen, en una no tan insólita muestra de religiosidad por parte de unos asesinos que llevan prendidos en el pecho escapularios. La oración que dedican a la virgen no tiene desperdicio:

"Madre Santísima, María Auxiliadora, señora de bondad y de misericordia, posternado a vuestros pies y avergonzado de mis culpas, lleno de confianza en vos os suplico atendáis este ruego: que cuando llegue mi última hora, por fin, acudáis en mi socorro para que tenga la muerte del justo. Ahuyentad al espíritu maligno y su silbo traicionero, y libradme de la condenación eterna, que la pesadilla del infierno ya la he vivido en esta vida y con creces: con mi prójimo. Amén."

La oración tiene mucho de verdad: los sicarios han nacido en verdaderos antros de pobreza: las comunas, las barriadas construidas por sus propios habitantes en las laderas de las colinas que rodean Medellín. Casas y chabolas de materiales pobres, sin terminar, como las propias existencias de quienes las habitan. Ciudad prohibida para cualquier forastero, que se expone a perder la vida si se atreve a caminar por estas calles edificadas por el odio y la ignorancia, donde existe un clima hobbesiano, de guerra de todos contra todos, donde las fronteras entre la vida y la muerte están mucho más difuminadas que en cualquier otro lugar.

Siendo testigo de la barbarie cotidiana, al escritor se le acentúa su tendencia a odiar a la humanidad y a diagnosticar la reproducción continua de los pobres como una plaga, ya que la miseria engendra más miseria. Es una idea peligrosa, pero que transmite con cierta lógica al lector en el contexto que está describiendo:

"Ni en Sodoma ni en Gomorra ni en Medellín ni en Colombia hay inocentes; aquí todo el que existe es culpable, y si se reproduce más. Los pobres producen más pobres y la miseria más miseria, y mientras más miseria más asesinos, y mientras más asesinos más muertos. Ésta es la ley de Medellín, que regirá en adelante para el planeta tierra. Tomen nota."

En 1999 el cineasta Barbet Schroeder filmó una adaptación de esta novela con el mismo título. La película se mantiene muy fiel al espíritu de la obra de Vallejo y retrata de forma magistral el clima de violencia cotidiana de los peores años de Medellín y a sus habitantes. Germán Jaramillo interpreta de forma convincente a Fernando Vallejo y todo en la película transmite autenticidad y la misma desazón que produce la novela.

En los últimos años la violencia ha ido remitiendo en Medellín, con la ayuda de un urbanismo social e inversiones estatales. Aunque todavía las bandas controlan amplios territorios, poco a poco amplios sectores de la ciudad se han ido viendo libres de violencia, hasta el punto de que la ciudad empieza a ser atractiva como destino turístico. La Biblioteca Parque de España, una vistosa obra arquitectónia inaugurada en 2007 en una de las zonas más conflictivas de la urbe, queda como símbolo de una ciudad que quiere renacer desde las cenizas de la violencia y comenzar una nueva vida de paz y prosperidad.

AVENTURAS DE ARTHUR GORDON PYM (1838), DE EDGAR ALLAN POE. EL ESPEJO DEL MAR.


Leí esta novela por primera vez en la época en la que devoraba a Julio Verne, por lo que su temática me atrajo desde el primer momento. Sabía que Poe era escritor de relatos de terror, pero lo que encontré aquí me pareció un Verne pasado por el tamiz de lo siniestro. El protagonista narraba en primera persona sus aventuras, que a mis ojos eran un conjunto de desgracias a cual más despiadada. El muchacho era atraído por la promesa de aventuras que le ofrecía el mar y se embarcaba, con la complicidad de un amigo, en un barco como polizón, sin sospechar lo que le espera.

Ya desde el principio advertimos el gusto de Poe por los espacios cerrados y asfixiantes, por el terror de ser enterrado en vida. La bodega del barco, un peligroso laberinto de fletes y cajas va a ser el primer hábitat de Arthur, mientras en el exterior, sin que él lo sepa, se desarrolla un motín. Los mejores momentos del libro se dan con la descripción de los padecimientos de los supervivientes en un barco a la deriva sin agua, comida ni provisión alguna, unos capítulos que logran angustiar al lector casi tanto como a sus personajes, a los que se fustiga hasta el punto de hacerles creer que van a ser rescatados, cuando en realidad se cruzan con un auténtico barco fantasma...

La última parte de la novela abunda más en lo fantástico y en cierto modo podría estar firmada por el Joseph Conrad de "El corazón de las tinieblas", al que seguramente influyó esta novela. Los marineros se alejan cada vez más de la civilización y entran en contacto con un pueblo primitivo que no es lo que parece. Como curiosidad decir que en Nantucket, importante puerto ballenero, también comienza el viaje de la tripulación que intenta capturar a Moby Dick en la novela de Herman Melville. Además, esta novela influyó tanto en Julio Verne (sus descripciones de los estados del mar, de los aparejos de navegación, de latitudes y longitudes) que escribió una continuación, "La esfinge de los hielos", que algún día leeré y comentaré por aquí.

A mi parecer, la novela se mantiene tan perturbadora como la primera vez que la leí. Si acaso, está un poco descompensada en algunas partes, demasiado prolijas en descripciones, pero este es un defecto menor en un clásico incontestable.

EL SALARIO DEL MIEDO (1953), DE HENRI-GEORGES CLOUZOT. RUTA SUICIDA.


Hay ocasiones en las que uno se pone a visionar una película con buenas expectativas y estas se van acrecentando minuto a minuto hasta que se convierte en una de tus favoritas. Esto me ha sucedido con esta maravillosa producción franco-italiana, basada en una novela francesa del mismo nombre.

"El salario del miedo" nos presenta a un grupo de occidentales atrapados sin dinero en un país hispanoamericano (presumiblemente México) donde imperan el aburrimiento y la pobreza. La única esperanza de mejorar la vida es ser llamado por la compañía estadounidense que explota los cercanos pozos petrolíferos y que son los auténticos amos de la región, haciendo y deshaciendo a su antojo, hasta el punto de que no tienen que rendir cuentas a nadie por las muertes que se produzcan en su explotación. Un auténtico Estado dentro del Estado, objeto de deseo para las almas perdidas que deambulan por un pueblo polvoriento y dejado de la mano de Dios.

Tras un primer tercio que sirve para conocer a los personajes, se presenta la situación que deben afrontar: la empresa está dispuesta a pagarles dos mil dólares si son capaces de transportar dos camiones repletos de nitroglicerina a través de una carretera que se encuentra en un estado deplorable. Aceptar el encargo es enfrentarse a una muerte casi segura, pero aún así la desesperación, la oportunidad de empezar de nuevo en otro país pueden con el miedo. ¿O no? Una vez que comienza la ruta, cuando la muerte está sobrevolando a cada metro, es cuando surge el verdadero espíritu de estos hombres.

Realmente al espectador no se le da respiro, puesto que Clouzot sabe transmitir una tensión constante, como si de otro Hitchcock se tratara. Pocas películas habrá que con tan pocos medios consigan un resultado tan redondo. Es imposible terminar de verla y no sentir un inmenso desasosiego, porque lo que nos han contado es perfectamente verosímil: la desesperación, la falta de expectativas llevan al hombre a arriesgar la vida si es necesario para tratar de encontrar una salida. Estos hombres esforzados, sudorosos y llenos de miedo son la expresión más auténtica de la tragedia de los perdedores de este mundo.

jueves, 16 de febrero de 2012

MORTAL Y ROSA (1975), DE FRANCISCO UMBRAL. LA HABITACIÓN DEL HIJO.


Nunca le presté demasiada atención a la producción literaria de Umbral, quizá porque Umbral como personaje me caía bastante mal. Leía sus artículos allá por los años noventa, pero no era capaz de sacarles toda su sustancia. Ahora me doy cuenta de mi error, con la lectura de esta magistral obra, que me ha hecho mirar al autor con otros ojos. Seguiré recuperando el tiempo perdido y leyendo obras de Umbral. Aquí el artículo:

La muerte de Francisco Umbral en 2007 dejó a la literatura española huérfana de uno de los escritores más prolíficos y con estilo más personal de los últimos años. Llegado a Madrid, como a él le gustaba decir, desde provincias, desde el principio tuvo clara su irresistible vocación literaria que volcaría con maestría en los más diversos géneros: cuentos, novela, memoria, autobiografía, crítica literaria y, sobre todo, periodismo de opinión. Durante muchos años Umbral no faltó a su cita diaria con los lectores, manteniendo siempre la gran calidad de su escritura adaptada a la actualidad del momento. Se ha dicho siempre que el vallisoletano era un escritor de raza. Y es que Umbral vivía por y para la literatura, tal y como explicaba en una entrevista concedida a la revista Aquitrave en 1993:

"En el escritor de verdad todo lo que está ocurriendo es literario porque se le está planteando la vida continuamente como milagro, el hecho del tiempo, el misterio del tiempo, todo son apariciones continuas, es decir, no sé si decir el artista, el escritor, el poeta no se acostumbra a la vida, es como el niño y por eso se ha identificado tanto con el niño y por eso alguien habla de la infancia recuperada, etc… que el genio es la infancia recuperada, hasta que se muere, no se acostumbra a la vida; entonces eso es literatura, eso es una visión literaria del mundo."

Mortal y rosa fue una obra singular y rompedora en la literatura española de la transición. De hecho, no fue valorada en su justa medida hasta algún tiempo después de ser publicada en el año 1975. En realidad el proyecto primitivo de Umbral era publicar una especie de diario (aunque sin encabezar los párrafos con fechas) con sus impresiones personales sobre el mundo. De este primitivo proyecto quedaron el artículo Estoy oyendo crecer a mi hijo y el cuento La mecedora, ambos publicados en 1971, pero las circunstancias se impusieron cruelmente con la enfermedad y muerte de su hijo, derivando finalmente en este texto, hermoso y terrible a la vez, que es un canto al absurdo de la vida, al nihilismo de la existencia.

Más que de leer un diario íntimo, el lector tiene la impresión de asistir al flujo de pensamiento del escritor, que reflexiona acerca de todo lo que ve y siente. Su estilo es el de una especie de prosa poética, que en algunos capítulos se convierte formalmente en poesía. Para la crítica, una de las grandes influencias de este libro es el Diario íntimo, de Miguel de Unamuno (aunque paradójicamente Umbral lo llame pelma en el texto), en el que el filósofo vasco trata, entre otras cosas, de explicarse la enfermedad mental de su hijo. Donde Unamuno trata de de establecer, más allá de la razón, una angustiosa comunicación de índole religiosa, Umbral sólo ve la nada, hasta el punto de que él se siente tan muerto como su hijo:

"La vida es suicida y necia cuando se encarniza contra el niño, se niega a sí misma y el mal de los niños tiene todo el horror de una profanación. Un niño enfermo es una blasfemia que profiere la vida. (...) Casi todos los movimientos del universo son estúpidos, y el atentado contra la vida del niño es una destrucción de la única sacralidad de la existencia. La biología es blasfematoria. (...) Un niño enfermo es la visualización del suicidio incesante de la especie, es, más que un crimen, una profanación, y después de esto sólo queda la mera rutina vegetativa, abolida toda posibilidad de ascensión del hombre a sí mismo."

El escritor es un cadáver después de que un pedazo de su ser ha muerto, el ser inocente, al que observaba inventar el dibujo y el lenguaje. Con ello le han arrebatado la vida, aunque le queda la literatura para expresarlo, una literatura que, según el prólogo de Félix Grande para la edición publicada por el diario El Mundo, deriva en la descripción del infierno:

"«Todo está negro, hijo», escribiría Umbral en el año 1974, en medio del infierno. Porque Mortal y rosa es el poema del infierno y es el retrato del infierno. La lágrima a la vez imprecatoria y clandestina que se arrastra por las páginas de este libro como la baba colosal de un caracol irreparablemente huérfano, esa lágrima empujada por el pudor, es la noticia del infierno, y es a la vez una humedad verbal, una humedad poética a la que ni siquiera el infierno consiguió evaporar. Es difícil hallar en la literatura que no provenga de los poetas trágicos una lágrima tan testaruda, una denuncia tan augusta contra la exactitud de la desgracia"

En este sentido, a pesar de la estimulante experiencia estética que produce, Mortal y rosa es un libro duro y desasosegante para el lector. Umbral no es capaz de afrontar su desgracia, de encontrar consuelo. Únicamente la describe, aprovechando para denunciar la sordidez de un mundo en el que su hijo ha dejado de estar presente. Roto por el dolor, el escritor aprovecha las palabras para remitirse a tiempos mejores, cuando la felicidad era tan obvia que no se valoraba, tratando de explicar el sentido de su pérdida y no consiguiéndolo. De esta dura experiencia salió el que para muchos críticos es el más excelso ejemplo de la originalidad de la prosa de Umbral. Un libro terrible y a la vez conmovedor, el grito de un padre contra el absurdo de un universo inconmovible.

CABALLO DE BATALLA (2011), DE STEVEN SPIELBERG. SALVAR AL CABALLO JOEY.


No entré muy esperanzado cuando entré a la sala para ver esta nueva recreación bélica de Steven Spielberg. El hecho de que la película estuviera basada en un libro juvenil me hacía sospechar que en esta ocasión el gran director estadounidense edulcoraría en demasía su mensaje, pero no imaginaba hasta que punto. "Caballo de batalla" es un film que quiere ser tan emocionante y desgarrador que al final acaba naufragando.

La película nos lleva a los bellos paisajes de la Inglaterra rural, donde Albert, un muchacho, entabla una relación muy especial con un caballo que ha comprado su padre, un bebedor compulsivo que combatió en las guerras imperiales británicas. A la llegada de la Primera Guerra Mundial, el caballo será adquirido por el ejército. Todavía en 1914 existía una concepción casi napoleónica de la guerra. De hecho, se pensaba que la contienda duraría pocas semanas y el caballo se concebía como el mejor medio de ataque rápido y contundente. En este sentido, la escena de la carga de caballería contra un nido de ametralladoras alemán resulta muy ilustrativa de lo que iba a convertirse la guerra a partir de entonces: las armas defensivas serían las predominantes y el frente apenas se movería en los siguentes años.

Cuando Albert acude a la llamada de la patria en las postrimerías de la guerra, el frente se ha convertido desde hace mucho tiempo en un dédalo de trincheras y alambre de espino jalonado de ratas y cadáveres, donde las bajas diarias se cuentan por miles y los soldados se enfrentan a armas tan crueles como los gases asfixiantes. Es en estas escenas, en el último tercio de la película, donde sale a ratos a relucir el mejor Spielberg, porque la historia de este caballo que enamora a todo el que se le acerca es bastante infumable. De hecho, en la primera parte de la película, la relación entre el muchacho y el caballo es tan aburrida y previsible que se me cerraban los ojos, algo que muy raramente me ha sucedido en una sala de cine. Ni siquiera los toques preciosistas a lo John Ford daban brío a una historia que sólo se levanta (aunque tampoco del todo) con la llegada de la contienda. Una oportunidad perdida de retratar una de las guerras más crueles de la historia.

lunes, 13 de febrero de 2012

LAS TRAQUINIAS, DE SÓFOCLES. LA MUERTE DEL HÉROE.


Si bien su presencia en el escenario no se produce hasta el último tercio de la obra, Hércules el protagonista de la misma. Las referencias a él son constantes por parte de su esposa Deyanira, que espera anhelante su regreso. Un primer mensajero le lleva noticias positivas: Hércules está bien y llegará pronto. Pero el segundo mensajero le informa de que el héroe trae con él una nueva amante. Son los celos los que hacen actuar a Deyanira. No se puede considerar culpable a este personaje cuando vierte un filtro en un manto destinado a Hércules. Ella cree que es una poción de amor pero el centauro Neso, para vengarse de Hércules le había engañado y en realidad contiene un poderoso veneno. De nuevo la tragedia, el destino implacable que elige a un instrumento inocente para ejecutar sus planes.

Si algo destaca en esta obra son los lamentos del protagonista cuando está sufriendo la más cruel de las muertes. El héroe que logró las más famosas hazañas del mundo griego es derrotado por un simple manto, por una astucia contra la que nada puede su portentosa fuerza física. Los padecimientos de Hércules le humanizan, y más cuando mantiene una última conversación con su hijo Hilo, en la que le encarga que queme su cuerpo, además de cederle a su nueva amante, como si de una propiedad hereditaria se tratara. La muerte de Hércules es absurda, indigna de su fama. Quizá para compensar, a su muerte los dioses le concedieron quedarse sólo con su naturaleza divina y desechar la humana. Un nuevo dios en el Olimpo.

sábado, 11 de febrero de 2012

MARTÍN EDEN (1909), DE JACK LONDON. EL MUNDO COMO VOLUNTAD Y DECEPCIÓN.


He vuelto a leer esta novela, veinte años después, poseído de nuevo por el extraño influjo que ejerce en mí, sintiendo las mismas emociones que la primera vez. Y es que esta novela de London tiene una magia especial, quizá porque su autor sabía de lo que estaba hablando cuando contó la historia de un joven al que su sed de cultura acaba destruyendo. Pero lo importante no es tanto lo que cuenta, sino como lo cuenta. Para mí es una de las novelas más fascinantes que puedan leerse. Aquí el artículo:

Al igual que la del protagonista de esta novela, la vida de Jack London durante sus primeros años fue durísima: abandonado a muy temprana edad por sus progenitores, el futuro escritor pasó periodos como marinero, como vagabundo y ejerciendo los más duros trabajos para sobrevivir. También estuvo una temporada en Alaska, en plena fiebre del oro, experiencia que le inspiraría magníficas colecciones de relatos. Igual que Martín Eden, London fue un autodidacta que alimentaba su intelecto nutriéndose de las bibliotecas públicas, alimentado por su deseo de convertirse en un escritor de éxito, algo que logró gracias a la amplia difusión de las revistas literarias de la época, que publicaron sus cuentos. Pronto se convertiría en uno de los escritores más populares de Estados Unidos.

El comienzo de Martin Eden nos presenta al protagonista, un joven marinero rudo y sin estudios, a una casa de gente rica, a un ambiente que desconoce. Ha ayudado a un muchacho en una pelea y este, en agradecimiento, le ha invitado a comer con su familia. El ambiente hogareño, limpio, educado y lleno de buenos modales, deslumbra al protagonista hasta el punto de considerar a sus habitantes como seres superiores, alimentando su deseo de querer ser como ellos. Pero lo verdaderamente perturbador es descubrirse enamorado profundamente de la hermana del muchacho que salvó. Ruth es para él una especie de ser angelical, la verdadera inspiración de todos los sacrificios que realizará desde ese momento para mejorar.

A partir de este acontecimiento, el protagonista se entrega a una vida de trabajo. Alquila una habitación y pasa el día escribiendo y leyendo. Aunque con muchas dificultades al principio, Martín Eden es un personaje al que guía una indómita fuerza de voluntad a la que acompaña una profunda inteligencia, lo que le hace progresar de un modo extraordinario:

"Los muchos libros que leía no le servían sino para aumentar su desasosiego. Cada página era un agujerito por donde mirar el vasto campo del saber. Su hambre se excitaba con cada cosa que aprendía. Además, no sabía por donde empezar y continuamente sufría por falta de preparación. Las nociones más sencillas, que él comprendía que poseía cualquier lector, eran enigmas para él. (...) En cierto modo había experimentado una revolución moral. La limpieza y la pureza de Ruth le habían afectado, y sentía siempre la necesidad de ser puro y limpio también."

Su nueva visión del mundo, adquirida en los libros, le hace mirar con otros ojos el mundo del trabajo duro donde se ha desarrollado hasta entonces su vida y al que deberá recurrir todavía durante algunos meses para lograr medios con los que subsistir: es un mundo despiadado, que embrutece a los hombres asimilándolo a los animales, que únicamente obtienen su recompensa a través del olvido que les proporciona la bebida. Martín Eden va advirtiendo que la cultura es un medio para superar todo eso, para sentirse auténticamente humano.

Pero cuanta más sabiduría va adquiriendo, cuanto mejores son sus escritos, mayor es la soledad de Martín Eden. Su novia no logra comprender sus propósitos de triunfar como escritor. Con su arraigado pensamiento burgués, pretende que trabaje honradamente; en la abogacía o en la política, algo que desagrada profundamente al protagonista, que poco a poco va derivando su pensamiento hacia un marcado individualismo, el individualismo de quien se siente superior y es capaz de criticar sin miedo la hipocresía y la falta de horizontes de las llamadas clases superiores, lo que le hace aparecer como un insolente ante la familia de su novia.

A él le hace gracia que se le confunda con un socialista, cuando lo que es realmente es un darwinista social, ya que estima que un Estado socialista estaría formado por esclavos. Para él la sociedad es un campo de juego donde sólo deben sobrevivir los más aptos, cuyos hijos heredarán sus cualidades. "Sólo creo en el hombre fuerte, en el hombre a caballo que salvará al Estado de su necia y podrida futilidad", llegará a decir. Y es que en sus lecturas queda gratamente impresionado por la obra de Herbert Spencer, al que adoptará como su padre espiritual. Ni que decir tiene que estas ideas y otras, como la del superhombre de Nietzsche, llevadas a su extremo, han servido para justificar los más enormes crímenes en el siglo XX.

Uno de los aspectos más atractivos de la novela de London es la relación de su protagonista con los editores de revistas de la época. Si por algo se caracteriza Martín Eden es por su tenacidad: envia sus escritos una y otra vez a las revistas más populares de la época. Cuando al fin es publicado, los problemas se presentan a la hora de cobrar. También merece ser destacada su diatriba contra los críticos literarios:
"Los hombres que no pueden escribir escriben demasiado sobre los que pueden escribir. (...) Cogen a un escritor y le miden con la medida de su miseria."

Al final el éxito le llega a Martín Eden demasiado tarde, cuando ya no puede disfrutarlo. Para él, dotado de una mente excepcional, la sobredosis de cultura ha sido letal. En pocos años ha dado de sí todo lo que podía dar. Después, se siente sólo en el mundo, como un lobo estepario que ni siquiera cuenta con dientes para morder. Aquí la cultura aparece casi como un veneno que ha ingerido el protagonista, pero que no utiliza para vengarse de quienes se han opuesto a él hasta el momento de su triunfo.

Lo aprendido, lo asimilado en tan corto espacio de tiempo le corroe por dentro. Quienes antes le despreciaban ahora se acercan a él. Pero no porque entiendan su obra, sino porque se ha convertido en un hombre con dinero. Lo que menos importancia tiene es cómo lo haya conseguido. Su soledad absoluta le llevará inevitablemente a la autodestrucción. El mundo ya sólo puede ofrecerle una fama y una frivolidad que él odia profundamente.

LA PAVOROSA REVOLUCIÓN.


La auténtica revolución de hoy es la de los corruptos que consiguen salir libres y logran que se condene al juez que les imputó, la de los gobernantes que alardean ante sus colegas que su reforma laboral le va a costar una huelga general y la de los ministros, que exhiben la agresividad de la misma, rindiendo pleitesía a los mercados. Es la revolución de los aristócratas, que se sienten distintos ante la ley y se indignan cuando se indaga en sus negocios privados, la de los obispos, que condenan a los que quieren ser funcionarios como gentes que quieren parasitar de lo público, mientras se rasgan las vestiduras si el Estado muestra intención de renegociar los acuerdos con el Vaticano. Pero sobre todo es la revolución de los banqueros, que dictan las agendas de los gobiernos, mientras reciben préstamos de los Estados para comprar deuda que esos Estados han generado para prestarles dinero.

martes, 7 de febrero de 2012

POSTGUERRA, UNA HISTORIA DE EUROPA DESDE 1945 (2006), DE TONY JUDT. HISTORIA VIVA.


Una auténtica maravilla que recomiendo a todo aquel lector que quiera conocer un poco mejor el continente donde vive. Sus mil doscientas páginas pueden asustar a mucha gente, pero lo mejor es empezar a leer y dejarse embriagar por la prosa de Judt, tan precisa y amena y ser seducido por las nuevas perspectivas que presenta a acontecimientos que conocemos solamente de oídas en muchas ocasiones. Yo he aprendido muchísimo durante el mes que he estado compatibilizando este libro con otros. Su lectura ha sido una experiencia sumamente placentera y espero poder tener entre manos pronto otros libros de este historiador que murió de una cruel enfermedad hace un par de años.

Aquí les dejo un fragmento del capítulo titulado "El momento de la socialdemocracia". Ojalá ese momento volviera pronto a Europa:

"En los años de máximo apogeo del Estado de bienestar europeo, cuando el aparato administrativo seguía ejerciendo todavía una autoridad de amplio alcance y su credibilidad se mantenía incólume, se alcanzó un notable consenso. El Estado, según se creía mayoritariamente, siempre lo haría mejor que el mercado no restringido: no sólo en lo tocante a la administración de justicia y defensa del reino, o a la distribución de bienes y servicios, sino en cuanto al diseño y aplicación de estrategias para la cohesión social, el sustento moral y la vitalidad cultural. El concepto de que era mejor dejar dichos aspectos en manos de intereses propios e ilustrados y el funcionamiento de un mercado libre de artículos e ideas era considerado en la mayoría de círculos políticos y académicos europeos como una pintoresca reliquia de los tiempos pre-keynesianos; en el mejor de los casos, la consecuencia de no haber aprendido las lecciones de la Depresión y, en el peor, una invitación al conflicto y un velado llamamiento a los instintos humanos más bajos."

Aquí el artículo:

La muerte de Tony Judt, hace un par de años, dejó a la cultura europea huérfana de uno de sus mejores historiadores. Incluso en sus últimos meses, postrado en la cama con la mayoría del cuerpo paralizado por su cruel enfermedad, Judt siguió con su trabajo intelectual, dictando sus recuerdos, recuerdos de un Reino Unido que empezaba a cerrar las heridas de la Segunda Guerra Mundial y a construir el Estado del bienestar. Postguerra es quizá, su legado más duradero, un magistral y voluminoso estudio de la evolución de Europa desde 1945 hasta nuestros días, escrito como sólo saben hacerlo los historiadores británicos: con precisión y amenidad.

Ya en la introducción, Judt da pistas acerca de cómo fue posible la construcción de una unión pacífica de los pueblos europeos después de haber asistido a una auténtica guerra civil de treinta años:

"La Europa postnacional, del Estado del bienestar, cooperante y pacífica, no nació del proyecto optimista, ambicioso y progresista que los euroidealistas de hoy imaginaron desde la pura retrospectiva; fue el fruto de una insegura ansiedad. Acosados por el fantasma de la historia, sus líderes llevaron a cabo reformas sociales y fundaron nuevas instituciones como medida profiláctica para mantener a raya el pasado."

Terminada la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba en ruinas y dividida en dos zonas de ocupación entre los ejércitos occidentales y los soviéticos, todavía aliados. Alemania y gran parte de Europa central (por no hablar de la Unión Soviética) era un inmenso campo de refugiados cuyas ciudades estaban en ruinas. Por suerte, muchas infraestructuras e industrias no se encontraban demasiado dañadas, lo cual era una buena base para la reconstrucción. Mientras tanto, se intentaba llevar a cabo un primer proceso de desnazificación en el lado occidental, aunque la población se ocupaba más bien de la supervivencia diaria. En el lado soviético, a pesar de las promesas iniciales de democracia, las autoridades alentaron la llegada al poder de los partidos comunistas en los países de su zona de ocupación. En Alemania oriental, muchos antiguos nazis fueron los primeros agentes de la Stasi, la policía secreta encargada de reprimir a los enemigos del nuevo régimen.

La prioridad de los Aliados occidentales era que no volviera a repetirse la catástrofe de una guerra en Europa y se dieron cuenta que la única manera era dando confianza a la población. Las raices del milagro económico de la postguerra las puso el providencial Plan Marshall. Pero éste no fue el único factor que lo hizo posible. Los gobiernos, comenzando por el británico, tomaron las riendas de la situación y legislaron progresivamente importantes mejoras sociales: planes de pensiones, seguros de desempleo, estabilidad laboral y nacionalización de empresas, destinadas a la creación y reparto de riqueza entre sus ciudadanos. Además, algunos países europeos firmaron tratados multilaterales para facilitar el comercio: el germen de la Comunidad Económica Europea.

Aunque tuviera mucho predicamento entre numerosos intelectuales de Europa Occidental, el comunismo era una dura realidad para los países a los que se les había impuesto: checos, húngaros, alemanes del este... Los ciudadanos solían tener garantizado un puesto de trabajo y una vivienda, pero sus expectativas no iban más allá, por lo que el trabajo consistía en el monótono cumplimiento de unas cuotas de productos que a veces no eran los más necesarios. La planificación de la economía conllevaba una gran corrupción y tampoco tenía en cuenta las agresiones continuas al medio ambiente. Además, la falta de libertades subyacente al régimen provocó protestas (en Hungría en 1956 o en Checoslavaquia en 1968) que fueron reprimidas duramente por una vigilante Unión Soviética. El muro de Berlín pasó a ser el símbolo de la división profunda entre el Este y el Oeste, entre dos concepciones del mundo totalmente incompatibles.

Los años sesenta fueron dorados para occidente: al auge económico y el bienestar se le unió una expansión de las libertades que verdaderamente abrió una brecha generacional entre padres e hijos. Las revoluciones del sesenta y ocho fueron en realidad una expresión de descontento y hastío del estrato más mimado de la sociedad: los hijos universitarios de la burguesía. Esta contradicción fue expresada perfectamente por el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini:

"Ahora todos los periodistas del mundo os lamen el culo (...) pues yo no, queridos míos. Tenéis cara de mocosos malcriados y os odio, como odio a vuestros padres. (...) Cuando ayer en Valle Giulia golpeabais a la policía, yo simpatizaba con la policía, porque ellos son los hijos de los pobres."

La verdadera batalla del sesenta y ocho se libraba en Praga, donde los estudiantes y trabajadores se asombraban al escuchar las declaraciones de intelectuales occidentales de apoyo al comunismo. Esta efervescencia se apagó en los setenta en occidente: la crisis económica provocó un acentuado individualismo: la prioridad entre los jóvenes ya no era hacer la revolución, sino encontrar trabajo. El consenso keynesiano se resquebrajó y el Estado comenzó a dejar las riendas de la economía al mercado, cada vez más desregulado. Esta década fue también gris para los países de la órbita soviética, cuyo desastre económico solamente pudo ser contenido pidiendo préstamos a occidente. El resugirmiento de la guerra fría durante los ochenta fue la puntilla que acabó de rematar al comunismo: la Unión Soviética no fue capaz de soportar el desafío de la escalada armamentística.

En realidad, la caída del comunismo fue posible gracias a un hombre: Mijail Gorbachov, cuya intención no era el desmantelamiento, sino la reforma. Los países del bloque comunista fueron ganando su libertad gracias a la voluntad de no intervenir de Gorbachov. Los problemas económicos (y otros aún más dramáticos, como Chernobyl) se fueron acumulando en la mesa del líder soviético, que al final perdió el control de la situación y tuvo que plegarse ante el impulso de iniciativas ajenas a su voluntad. La transición del modelo comunista al capitalista fue un proceso largo y penoso, cuyo fin último se encontraba en la estabilidad que ofrecía la pertenencia al club de la Unión Europea.

Mientras tanto en Europa triunfaba el pensamiento neoliberal y, tal como apunta Judt "la prosperidad privada se vio acompañada, como ocurre con tanta frecuencia, de la miseria pública". Eran los tiempos de Thatcher y de Reagan, de la llamada globalización y de la expansión de la finanzas, que han acabado casi colapsando el sistema en una crisis económica brutal, que Judt analizará en algún libro posterior, aunque aquí da algunas causas de su desmantelamiento parcial, que se intenta completar en nuestros días:

"Desde los años treinta, las políticas públicas habían descansado en un consenso keynesiano que casi nadie cuestinaba y que partía de la base de que la planificación económica, la financiación del déficit y el pleno empleo eran tan intrínsecamente deseables como mutuamente sostenibles. Los críticos de este modelo ofrecían dos líneas argumentales. La primera, simplemente, era que la gama de servicios y disposiciones sociales a la que se habían acostumbrado los europeos occidentales no era sostenible. La segunda (...) que el Estado intervencionista era un impedimento para el crecimiento económico."

El historiador dedica su último capítulo a recordar el oscuro pasado de Europa: el Holocausto, que se repitió a mucho menor escala en el reciente conflicto de los Balcanes. Judt lanza su apuesta por una Unión Europea cada vez más integrada y que aborde los desafíos mundiales sin renunciar a la protección de sus ciudadanos, siendo un ejemplo de paz, estabilidad y prosperidad. Aunque vivimos tiempos oscuros en ese sentido, este libro puede servir para recordar que la voluntad de los pueblos puede vencer a las peores circunstancias, como sucedió después del infierno de la Segunda Guerra Mundial, al menos en la mitad occidental de Europa. En este sentido, la apuesta de Judt por la socialdemocracia ha sido siempre firme. Postguerra es un monumento de sabiduría y de coherencia, un libro que nos hace comprender un poco mejor nuestra identidad como europeos.

LOS DESCENDIENTES (2011), DE ALEXANDER PAYNE. ASUNTOS DE FAMILIA.


En los últimos años, asistir a una película en la que esté implicado George Clooney se ha convertido en una apuesta casi segura. Así "Buenas noches y buenas suerte", "Up in the air" o "El americano", son ejemplos de un cine exigente con el espectador, nada complaciente, pues pide una implicación emocional, una respuesta personal acerca de lo que sucede en la pantalla. Además, como sucede con el buen cine, lo visionado no se olvida fácilmente, sino que se sigue recordando durante los días siguientes, como una buena manera, por ejemplo, de compartir los últimos pensamientos del día con la almohada.

Lo mejor que puedo hacer, para quien tenga intención de verla, es desvelar lo mínimo posible del argumento, puesto que los giros en la trama y las revelaciones están bien dosificados y no conviene dar pistas sobre ellos. Digamos que Payne nos presenta a un padre de familia de esos que dan tanta importancia al trabajo que no son capaces de advertir lo que sucede a su alrededor y, un buen día, cuando sucede un acontecimiento excepcional, el mundo se les viene encima.

Nada más comenzar la película, temí que la voz en off de Clooney se convirtiera en omnipresente, pero mis temores no estaban justificados: se usa tan sólo para ponernos en antecedentes y presentarnos Hawai, no como el tópico paraíso que todos esperamos, sino como un lugar más donde la gente disfruta y sufre igual que en todas partes y las familias se aman y se pelean con la misma intensidad, a pesar de vivir a dos pasos de playas con cocoteros y arena blanca. "Los descendientes" es sobre todo eso, una intensa reflexión acerca de las responsabilidades que conlleva formar una familia y un discurso sobre las oportunidades perdidas, sobre el tiempo pasado que nunca vuelve. Un George Clooney magnífico, secundado por buenos actores, sostiene la película, que también es un vehículo para su lucimiento, en un papel que le viene como anillo al dedo. Parece que este año los Oscars van a estar reñidos.

domingo, 5 de febrero de 2012

EL ASESINO HIPOCONDRÍACO (2012), DE JUAN JACINTO MUÑOZ RENGEL. EL HOMBRE TERMINAL.


El autor de esta obra tuvo a bien invitarme personalmente a la presentación de la misma, lo cual acepté de muy buen grado pues, aunque no había leído todavía nada suyo, tenía buenas referencias de la calidad de su obra (cuentos sobre todo), aunque fueran secundarias.

"El asesino hipocondríaco" es su primera novela y lo primero que llama la atención al lector es la audacia y desparpajo que ha aplicado en la creación de su personaje principal, un inolvidable asesino a sueldo cuyos principales rasgos son la moral kantiana que intenta (aunque raramente lo consigue) imprimir a sus acciones y su desbordante hipocondría que le hace ser portador, real o imaginario de un sinfín de enfermedades, algunas de ellas exclusivas de su cuerpo.

M.Y. nos habla en primera persona, dando cuenta de las acciones destinadas a cumplir el que considera su último objetivo antes de morir irremediablemente aplastado por el peso de sus males: matar a un tal Blanstein, por lo que ha recibido la recompensa por adelantado. Mientras sus vanos intentos se producen, el protagonista se equipara a grandes pensadores de la historia que tuvieron (aunque lo suyo es infinitamente peor) vidas desgraciadas y marcadas por la enfermedad: Tolstoi, Voltaire, Poe, Proust, Descartes... y sobre todo al ser que considera como su hermano espiritual en el sufrimiento: Joseph Carey Merrick, el Hombre Elefante, que tan sensiblemente retrató David Lynch en una de sus primeras películas.

Siempre se ha dicho que hacer reír es mucho más complicado que hacer llorar, por eso es doblemente meritorio que en una primera novela el autor malagueño se haya decantado por hacer pasar un buen rato al lector mientras tiene entre manos una narración que no se olvida en ningún momento, a través de una escritura diáfana y sencilla, de la calidad literaria. Además, como aficionado a la literatura, es de agradecer el hecho de que, como sucede con las buenas novelas, este libro me vaya a llevar a otros, puesto que muchos de sus pasajes evocadores de escritores del pasado me han abierto la curiosidad por conocer más profundamente su vida y obra.

El acto de presentación en la librería Luces, en una tarde fría, tuvo muchísima asistencia, tanto que mucha gente tuvo que seguirlo de pie. A destacar el texto que leyó Fernando Iwasaki, una perfecta evocación de la novela, muy enriquecedora. Desde aquí, hay que felicitar al autor, por este estupendo debut en el campo de la novela.

ÁYAX, DE SÓFOCLES. EL HÉROE HUMANIZADO.


Áyax, uno de los grandes héroes griegos que acudieron a la guerra de Troya, se muestra en esta obra como un ser colérico, celoso de Ulises, a quien le han sido concedidas las armas del difunto Aquiles, de quien se estima legítimo poseedor. Su reacción puede parecer desmedida a nuestros ojos: vengarse cruelmente de quienes han sido hasta el momento sus compañeros de lucha. La escena en la que la diosa Atenea transforma unos ganados a los ojos de Áyax en sus nuevos enemigos podría ser perfectamente un precedente de nuestro don Quijote si su resultado no fuera tan dramático para el protagonista: nada hay peor para un guerrero que ser burlado por dos veces.

Les dejo dos fragmentos memorables de esta, la primera obra conocida de Sófocles. El primero es un diálogo entre Ulises y la diosa Atenea acerca de la desconcertante condición humana:

"ULISES: Yo no sé de nadie, pero, con todo ello, no obstante su animadversión, lo compadezco, desdichado, por cuanto que es víctima de un transtorno cruel, en el que no veo en absoluto su condición sino la mía propia. Pues compruebo que nosotros cuantos vivimos no somos otra cosa que apariencias o sombra vana.

ATENEA: Entonces, consciente de que es tan deleznable la condición humana, no digas jamás tú ninguna bravata arrogante a los dioses ni te enorgullezcas porque valgas más que otros por la fuerza de tus brazos o por la inmensidad de tus cuantiosas riquezas, porque un solo día derriba y vuelve a levantar todo asunto humano sin excepción. Los dioses aman a los sensatos y detestan a los malvados."

El segundo, una desesperada reflexión de Áyax acerca de si el conocimiento nos hace más felices:

"La verdad es que ahora tengo que envidiarte esto, el que no te enteras en absoluto de los males presentes, pues la vida más agradable radica en la falta de conocimiento, lo que te durará hasta que empieces a darte cuenta de la alegría y la tristeza."

¿ÁNGEL O DIABLO? (1945), DE OTTO PREMINGER. EN BRAZOS DE LA MUJER FATAL.


Estamos ante todo un clásico del cine negro que absorbe al espectador de principio a fin. Preminger es un director al que todavía no le he encontrado ninguna mala película (por ejemplo, la semiolvidada "El cardenal", me pareció excelente) y este es un ejemplo de guión bien rodado, con economía de medios.

La película retrata el microcosmos de una pequeña ciudad californiana, donde va a parar un buscavidas arruinado, pero que conserva cierto atractivo para las mujeres, recurso que intentará desesperadamente utilizar en su beneficio, no tanto para enriquecerse, sino para conquistar a una desdeñosa camarera que le desprecia (y de qué manera), pero de la que se ha enamorado de la forma más estúpida posible. Él sabe que esa mujer va a ser su perdición, pero aun así se ve capaz de hacer cualquier cosa, legal o ilegal, por ella.

El guión no es perfecto, tiene muchas fisuras si se analiza detenidamente, sobre todo por como se precipitan acontecimientos que normalmente deberían demorarse más en el tiempo (seducciones, enamoramientos, bodas...), pero la forma de rodar de Preminger nos hace olvidarnos de esos pequeños detalles y nos pone el foco enteramente en las acciones internas y externas de los personajes. Y es ahí donde el director nos da una lección de humanidad, como la redención y el perdón son posibles, aun para seres que saben que no los merecen.

miércoles, 1 de febrero de 2012

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN FEBRERO: AL CALOR DE LOS LIBROS.


A pesar del frío imperante (tanto en el clima como en la política) que nos espera este febrero, siempre es posible refugiarse en un lugar cómodo y cálido y aislarse con un libro de todos los males. Este mes sigue habiendo diversas oportunidades de compartir esos momentos con compañeros de viaje en este mar helado.

En la Biblioteca Provincial se sigue leyendo "Atlas de geografía humana", de Almudena Grandes.

En la Biblioteca Cristóbal Cuevas tendremos a un gran autor europeo y europeísta: Cees Nooteboom con "El día de todas las almas". Hacía tiempo que quería acercarme a este escritor y esta es una gran oportunidad.

Y en el ciclo "Literatura y cine", hablaremos sobre "The reader", de Stephen Daldry, basada en la novela de Bernhard Schlink.

En la librería Cincoechegaray, nada menos que "Martín Eden", de Jack London, uno de mis libros favoritos. Tendré que pasarme por allí este mes, puesto que lo elegí yo.

En la Casa del libro, otra propuesta interesante, que conozco por alguna referencia que he leído: "Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea", de Annabel Pitcher.

En la Biblioteca del Arroyo de la Miel, un nuevo clásico imprescindible: "El burlador de Sevilla", de Tirso de Molina.

Y otro acto importante este mes: el escritor Juan Jacinto Muñoz Rengel presenta su magnífica novela "El asesino hipocondríaco" el viernes en la librería Luces. Aprovecharemos, ya que nos ha invitado, para intentar organizar un club de lectura con él.

Cuando vayan surgiendo novedades, como siempre, en la columna de la derecha. Feliz febrero a todos.

TIRANO BANDERAS (1926), DE RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN. NOVELA DE TIERRA CALIENTE.


Hacía tiempo que iba buscando leer algo de Valle-Inclán. Me iba a decidir por sus Sonatas (cuyas dos primeras leí hace algunos años), pero al final me ha seducido más "Tirano Banderas", una novela con un lenguaje difícil y fascinante, colmado de términos hispanoamericanos, por lo que hay que hacer uso frecuente del glosario del final. Ha sido una lectura lenta y apacible en la que he disfrutado de la maestría del uso de la lengua de este maestro de nuestras letras. Aquí el artículo:

Aunque es mucho más popular su obra de teatro Luces de bohemia, quizá la cumbre del arte literario de Valle Inclán se encuentre en su novela Tirano Banderas. Su primera estancia en México data de 1892, en plena dictadura de Porfirio Díaz. Hispanoamérica le excitó tanto (existen varios episodios novelescos y de duelos durante su estancia) que le estimuló el deseo de convertirse en un escritor de éxito, más allá de tertulias y artículos periodísticos, aunque aún habrá de pasar algunos años de penalidades y vida bohemia en Madrid hasta que consiga su objetivo.

El segundo viaje a México, en 1921, lo realizó invitado, a propuesta del escritor Alfonso Reyes, por el presidente del país, Álvaro Obregón, que había combatido en la Revolución contra Porfirio Díaz. Valle es ya un escritor popular y es agasajado a su paso por diversas ciudades de México, país que termina de enamorarle. "México me abrió los ojos y me hizo poeta. Hasta entonces yo no sabía que rumbo tomar", le confesaría más tarde a Alfonso Reyes. Cinco años más tarde, bajo la influencia de lo que había visto y oído en esa tierra caliente, Valle Inclán publicaría Tirano Banderas, que se inscribe en la larga serie de novelas hispanoamericanas cuyo protagonista es un dictador, como El señor Presidente (1946), de Miguel Ángel Asturias, Yo, el supremo (1974), de Augusto Roa Bastos, El otoño del patriarca (1975), de Gabriel García Márquez o La fiesta del Chivo (2000), de Mario Vargas Llosa.

Respecto a los personajes e intenciones de la novela, el propio Valle Inclán los expuso muy bien en una entrevista publicada en el diario ABC el 7 de diciembre de 1928:

"En cuanto a la trama, pensé que América está constituida por el indio aborigen, por el criollo y por el extranjero. Al indio, que tanto es allí alguna vez presidente, como de ordinario paria, lo desenvolví en tres figuras: Generalito Banderas, el paria que sufre el duro castigo del chicote y el indio del plagio y la bola revolucionaria, Zacarías el Cruzado. El criollo es el tipo que, a su vez, desenvolví en tres: el elocuente doctor Sánchez Ocaña; el guerrillero Filomeno Cuevas y el criollo cargado de sentido religioso, de resonancia del de Asís, que es Don Roque Cepeda. El extranjero también lo desenvolví en tres tipos: el Ministro de España, el ricacho don Celes y el empeñista señor Peredita. Sobre estas normas, ya lo más sencillo era escribir la novela."

El autor gallego nos presenta desde el principio un cuadro asombroso y a la par que tristemente reconocible, en la imaginaria Santa Fe de Tierra Firme, de la situacion de muchos países iberoamericanos durante el siglo XX: Tirano Banderas ejerce su poder absoluto de manera absurda y despiadada, aunque declare que es por el bien del pueblo. Junto a él, una corte de aduladores y un ejército poco fiable, que se sublevará cuando el viento sople en otra dirección. En el otro bando, la tropa revolucionaria está formada por un puñado de idealistas más unidos por el odio común al tirano que por un programa político reconocible. Por otro lado están los gapuchines, o sea, los españoles que aún conservan una gran influencia política y económica. El cuerpo diplomático, con Inglaterra a la cabeza, defiende también sus intereses económicos en la región, en una constante que se va a dar hasta nuestros días. Tal y como puede leerse en la novela:

"Nuestra América sigue siendo, desgraciadamente, una Colonia Europea... Pero el gobierno de Santa Fe, en esta ocasión, posiblemente no se dejará coaccionar: Sabe que el ideario de los revolucionarios está en pugna con los monopolios de las Compañías. Tirano Banderas no morirá de cornada diplomática. Se unen para sostenerlo los egoísmos del criollaje, dueño de la tierra y las finanzas extranjeras. El Gobierno, llegado el caso, podría negar las indemnizaciones, seguro de que los radicalismos revolucionarios, en ningún momento, merecerán el apoyo de las Cancillerías. Cierto que la emancipación del indio debemos enfocarla como un hecho fatal. - No es cuerdo cerrar los ojos a esa realidad -. Pero reconocer la fatalidad de un hecho, no apareja su inminencia."

Según muchos especialistas, Valle, en la descripción de este dictador, hipócrita y avinagrado, no solo se basó en Porfirio Díaz, sino también en quien gobernaba la España de aquel tiempo, el general Primo de Rivera, a quien el escritor odiaba, lo que emparenta aún más en la desdicha la realidad hispanoamericana a ambos lados del Océano. La España de aquel tiempo también libraba sus propias batallas inútiles en Marruecos. Eduardo Haro-Tecglen, en el prólogo de la edición de El País, incorporaba la novela a la tradición esperpéntica de Valle-Inclán, a su mirada deformante y ácida de la realidad:

"(...) hay que decir, e incluso insistir, en que esta extraordinaria novela está escrita en su clave predilecta, el esperpento: pasados los personajes por los espejos ondulados, cóncavos o convexos: no tanto para deformarles, sino para representarles en su verdadera deformidad oculta. Podría o no ser el general dictador de aquí, o cualquier otro: modelos no faltaban y sus viajes a México le enseñaron muchos y muy estrafalarios y muy criminales."

Tirano Banderas, como obra maestra de uno de los mejores escritores españoles del siglo XX, llama la atención por muchas cosas, pero sobre todo por el soberbio uso del lenguaje, utilizando indiscriminadamente términos propios de varios paises latinoamericanos, realizando así una hermosa mezcla, una especie de hermanamiento de la lengua, ya que es imposible hacerlo de los hombres. Los hombres combaten entre sí, se emborrachan, matan indiscriminadamente y se enemistan por raza, ideología o religión. Tirano Banderas es, ante todo, un estudio del fatal destino humano que constituye una de las cimas de la ambiciosa originalidad del estilo de Valle, con un final abierto, pero pesimista: la muerte violenta del dictador no augura la llegada de un gobierno justo y democrático.

ATRAPADO EN EL TIEMPO (1993), DE HAROLD RAMIS. LA ETERNIDAD Y UN DÍA.


Hay películas que uno recuerda haber visto, seguramente hace ya bastante años, pero cuando vuelve a visionarlas se encuentra con la sorpresa de lo nuevo, del descubrimiento de elementos insospechados que enriquecen los retazos de recuerdos que quedaban de un tiempo indeterminado. Este es el caso de "Atrapado en el tiempo", una película que parece gustar a todo el mundo, incluidos quienes denostan a Bill Murray, que aquí consigue una actuación muy equilibrada, como merece la tormenta de emociones por las que pasa su personaje.

El guión parte de una premisa sencilla: un hombre cínico y malhumorado vuelve a vivir el mismo día (uno de los más espantosos de su amargada vida) una y otra vez. Phil pasa por todos los estados de ánimo posibles en su viaje hacia ninguna parte: miedo, frustración, enfado, euforia, depresión y aceptación. Con la aceptación, después de un infierno de no sabemos cuantos días similares, el personaje quiere darle un sentido a su existencia a través de la ayuda a los demás: evitando las mismas catástrofes todos los días y ayudando a las mismas personas. Es interesante el diálogo que mantiene con el personaje de Andie McDowell, cuando afirma ser un dios inmortal. En cierto sentido lo es, pero recordando más a aquellos inmortales de Borges, a los que pesaba su condición como una maldición. Lo de Phil es aún más grave, pues su tiempo no es lineal, sino circular. Sísifo también sería alguien adecuado para acompañarle.

Pero nos encontramos ante una comedia norteamericana y el final tiene que ser feliz por fuerza: Phil debe aprender la lección y hacerse más humano para redimirse y cancelar su castigo. Aunque el final sea endeble, el resto de la cinta es muy muy interesante, incluso desde un punto de vista filosófico y muy divertida. Es de agradecer que, a pesar de sus evidentes buenas intenciones, en muchas situaciones se otorgue la razón por completo al punto de vista nihilista de Phil, pero la lección esta clara: el mundo no se puede adaptar a tí, tú tienes que esforzarte en adaptarte al mundo.