lunes, 28 de marzo de 2011

ENCONTRARÁS DRAGONES (2011), DE ROLAND JOFFÉ. ERRANDO EL CAMINO.


Patética e indignante la última película de Roland Joffé. Fuí a verla esperando encontrar un producto de cierta calidad, ya que está realizado por el director de una de mis películas favoritas, "La Misión", pero la decepción fue mayúscula. Presentar a Escrivá de Balaguer como adalid de la reconciliación de las dos Españas de 1936 es cuanto menos risible, sobre todo conociendo lo bien que aprovechó el franquismo su creación, el Opus Dei. Y no es solo que la historia sea poco creíble, con un personaje ficticio, metido con calzador, coprotagonizando la cinta, ya que la vida de Escrivá carece de interés cinematográfico. Lo más grave es la falta de ritmo que imprime Joffé. Claro que, con un guión dictado por el Opus, sin el más mínimo asomo crítico con su fundador, tampoco podría haber hecho mucho más. Aquí el enlace:


Hablar de José María Escrivá de Balaguer es hablar de un personaje polémico. Para algunos su vida es ejemplo de santidad. Para otros es el fundador de una peligrosa secta, el Opus Dei. La noticia de que se iba a filmar una película sobre su vida y que ésta iba a venir avalada por el prestigio de Roland Joffé, el realizador de "La Misión", causó gran interés y curiosidad por conocer los resultados de tan extraño proyecto, que quizá estuvo motivado por la mala publicidad que se vierte sobre el Opus Dei en películas como "El código Da Vinci" (Ron Howard, 2006) o la española "Camino" (Javier Fesser, 2008).

"Encontrarás dragones" comienza con el relato de la infancia de Escrivá que transcurre junto a la de su amigo Manolo Torres, personaje obviamente inventado, procedente de una familia adinerada. Aunque entran juntos en el seminario, Manolo descubre pronto que su vocación no está en el servicio a la Iglesia, separándose sus vidas desde ese momento. Por una parte, Manolo guardará un gran rencor a los sindicalistas que se manifestaban a la puerta del hospital cuando su padre está agonizando. José María, mientras tanto, tiene una especie de iluminación divina que le hace querer fundar una nueva prelatura en la Iglesia, el Opus Dei. Estas escenas son frías y carentes de emoción.

Con la llegada de la Guerra Civil, las cosas se ponen feas para José María, que reside en Madrid y ha de ocultar su condición de sacerdote, pues, como es sabido, en los primeros meses del conflicto fueron asesinados cientos de ellos en la zona republicana. La parte central de la película la pasará huyendo junto a sus más fieles seguidores. Mientras tanto, Manolo, hace de espía para los nacionales, infiltrado en un grupo de anarquistas. Su forma de actuar es un tanto inverosímil, llevando en sus frecuentes desplazamientos una máquina de considerables dimensiones para transmitir en morse sin despertar sospechas. Las frecuentes escenas de batalla están rodadas sin fuerza y con gran teatralidad en sus protagonistas.

Uno de los aspectos más insólitos de la película es el cambio de protagonista que se efectúa hacia la mitad del metraje. Hasta entonces hemos seguido fundamentalmente los pasos de Escrivá de Balaguer. A partir de un determinado momento, y observando que su vida en realidad carece de grandes hitos que puedan despertar el interés en el espectador, más allá de las autoflagelaciones con las que pretende arreglar el mundo, la trama se centra en los avatares de Manolo, protagonista de un improbable triángulo amoroso en las trincheras. La escena más ridícula sucede en los Pirineos donde, por una inaudita casualidad, Manolo es destinado desde el frente de Madrid con la misión de cazar a fugitivos del bando nacional. Allí precisamente va a encontrar a Escrivá cuando está a punto de cruzar la frontera con Andorra.

"Encontrarás dragones" tiene la pretensión de ser una película acerca del perdón y la reconciliación necesarios entre los contendientes de nuestra Guerra Civil, pero naufraga en el intento. Quizá porque el personaje escogido para personificar ese perdón es nada menos que el fundador del Opus Dei, una organización que consiguió unas prebendas inauditas del franquismo, hasta el punto de colocar a algunos de sus miembros en importantes cargos ministeriales.

Querer situar a Escrivá de Balaguer como representante de esa "Tercera España" que no se identificó con ninguno de los dos bandos es querer llevar demasiado lejos la presunta santidad de este personaje. Realmente la lógica de las escenas en las que José María muestra cierta comprensión con los republicanos por haber estado oprimidos cae por su propio peso si examinamos su biografía posterior (de la que la película no da noticia alguna) y observamos que no solo no condenó a un régimen que no conoció en ningún momento el significado de las palabras "perdón" o "reconciliación", sino que mantuvo excelentes y fructíferas relaciones con el mismo.

Quizá la película hubiera sido más objetiva si hubiera mostrado el proceso por el cual el Opus Dei se convirtió en tan poderosa organización, que se expandió por muchísimos países. Y tampoco hubiera estado mal profundizar más en el pensamiento del Santo, más allá de esas preciosas palabras que hablan de encontrar a Dios hasta en las cosas más insignificantes.

El pensamiento que desprende su famosa obra "Camino" es, entre otras cosas, una exaltación de la mortificación del cuerpo y una despiadada defensa de la inferioridad de la mujer frente al hombre. La película de Roland Joffé, además de contar con un guión descompensado que hace aguas por demasiadas partes y una realización pobre, realiza un retrato muy parcial de un personaje histórico, obviando sus muchos puntos oscuros. Quizá porque la financiación llegó de destacados miembros del Opus Dei y no hay que contrariar al que paga.

viernes, 25 de marzo de 2011

UCRANIA (2006), DE PABLO ARANDA. MÁLAGA-LVOV-MÁLAGA


Málaga no es una ciudad con una gran tradición literaria. Ni siquiera en el siglo XIX, cuando se desarrollaba la industria y los conflictos laborales estaban a la orden del día no existió entre nosotros ningún sucedáneo de Galdós que recogiera tan interesantes acontencimientos. De ello hablaré un poco más extensamente en el artículo dedicado al último libro de Antonio Soler. Decía esto porque, al menos ahora, Málaga puede presumir de contar con algunos buenos escritores que son reconocidos a nivel nacional. Uno de ellos es Pablo Aranda, que el lunes pasado nos honró con su visita, para compartir con nosotros el club de lectura dedicado a su novela "Ucrania".

"Ucrania" es una novela de estructura complicada, como un gran puzzle que el lector debe ir armando mientras avanza en la lectura. No es un trabajo tan complicado como pudiera parecer, pues la escritura de Aranda, elegante y cristalina, facilita la tarea y bien pronto podemos seguir su sencilla trama entre saltos temporales e importantes lagunas, puestas ahí a conciencia para que el lector decida como se desarrollaron determinados acontecimientos, teniendo en cuenta el carácter de los personajes.

Aranda habla de un periodo que suele recordarse como la edad dorada, la adolescencia, pero que, si lo miramos con atención, no lo es tanto. Se trata de una etapa difícil, donde todo está por construir, donde la frustración es un enemigo constante. Como reflexiona Laura, uno de los personajes:

"La adolescencia (...) ¿acaso éramos felices? (...) La desolación de ir a la cama sin sueño, sin hambre, sin besos a los que regresar a oscuras. La adolescencia."

Jorge, el protagonista, (acerca de cuya inteligencia mantuvimos un pequeño debate en la reunión) es un muchacho desarraigado, sin muchas expectativas de futuro, un muchacho de barrio muy falto de cariño. El típico chico, según palabras de Aranda, que cuando falta algunos días a clase, nadie lo echa en falta. Un día conoce por internet a una chica ucraniana. Jorge, a pesar de las advertencias de sus amigos, la trae a España, para casarse con ella, pero sin aceptar el dinero que ella le ofrece, aún a sabiendas de que le está utilizando para conseguir asentarse en España. Aunque parece que Jorge da mucho a cambio de casi nada, él tiene otra visión, desde su punto de vista ha sido capaz de tomar una decisión, con todas sus consecuencias.

En esta historia, como sucede en la propia vida, se entrecruzan muchas otras, algunas directamente relacionadas, otras un poco más descolgadas del argumento principal, como la del hermano de Jorge. Son pequeñas miradas a momentos vitales que no siempre tienen que ser decisivos, pero siempre importantes. Una mirada serena al pasado a veces nos desvela detalles (como sucede continuamente en "Ucrania") cuya significación solo podemos apreciar con la experiencia que dan los años. Dejo aquí algunas interesantes declaraciones del autor, en una entrevista a El País de diciembre de 2006:

"La historia me interesa mucho, pero es una excusa para meterme en el interior de los personajes. En
Ucrania hay uno que me lo imaginaba yo como el típico compañero de clase que si un día falta a clase nadie se da cuenta. Me gusta indagar en la vida de una persona.

Me gusta jugar con las casualidades. Es divertido que una persona pueda coincidir con otra, que sus vidas se crucen, y que lleguen a saberlo con el tiempo o no saberlo nunca.

Intento que las historias no acaben con flecos sueltos, sino que se entrecrucen. Eso pasa con la historia de la ucraniana y con la vida de uno de los tres adolescentes a los que retrato."

miércoles, 23 de marzo de 2011

EL CRISANTEMO Y LA ESPADA (1946), DE RUTH BENEDICT. SOBRE EL NOMBRE Y EL QUIEN DE LOS JAPONESES.


El gran terromoto y la gran ola del tsunami han dejado imágenes impresionantes de devastación, que todos tenemos en estos momentos en la retina. Pero lo más sorprendente ha sido la disciplinada y contenida reacción de los japoneses, que parecen actuar como un solo hombre para paliar los efectos del desastre. Nada mejor que leer este ensayo de Ruth Benedict, un encargo de estudiar antropológicamente al enemigo, realizado por el Ejército de Estados Unidos en plena Guerra del Pacífico, para comprender de donde viene esa manera de actuar, esa psicología tan peculiar. Me entero también de que el libro va a tener su importancia en uno de los episodios de la cuarta temporada de Mad Men... Razón de más para verla cuanto antes.

Aquí el artículo:
Las recientes imágenes del devastador terremoto en Japón han conmocionado al mundo. Ante tal nivel de devastación, agravado por una grave alerta nuclear, en otros países sus ciudadanos se hubieran lanzado al pillaje y pelearían por conseguir las ayudas que el gobierno envía a la zona. Los japoneses no son así. Son un pueblo disciplinado, que da preferencia al bien de la comunidad antes que al individual. No es la única característica de los habitantes de este país. ¿De donde proceden las peculiaridades del carácter de los japoneses? El libro de Ruth Benedict intenta responder esta cuestión.

En 1944, en plena guerra del Pacífico, que enfrentaba a Estados Unidos y Japón, las autoridades militares estadounidenses realizaron a Ruth Benedict un curioso e importante encargo: necesitaban un informe acerca de la cultura y costumbres del pueblo japonés, desde un punto de vista antropológico, con el fin de descubrir las debilidades del enemigo, como podía ser derrotado, en que condiciones pedirían la paz y cual sería la mejor manera de administrar un Japón ocupado ya en el postguerra.

Las condiciones en las que Benedict iba a encarar su estudio eran muy particulares. Evidentemente, le era imposible visitar Japón, pero sí que podía entrevistarse con japoneses que vivían en Estados Unidos y consultar las obras literarias y cinematográficas generadas por aquel pueblo. El primer enigma que tendría que esclarecer era el extraño contraste del carácter del japonés, tal y como es expresado en el prólogo de Ezra F. Vogel:

""Benedict quería averiguar por qué los japoneses estaban dispuestos a seguir luchando aun cuando sabían que estaban perdiendo la guerra, por qué estaban dispuestos a morir antes de dejarse capturar. Le desconcertaban las paradojas que observaba: un pueblo que podía ser cortés e insolente a la vez, rígido y al mismo tiempo permeable a las innovaciones, sumiso y sin embargo difícil de controlar desde arriba, leal y a la vez capaz de traicionar, disciplinado y, en ocasiones, insubordinado, dispuesto a morir por la espada y a la vez tan afectado por la belleza del crisantemo."

Los japoneses tradicionalmente han tenido una idea muy rígida de lo que significa la palabra jerarquía, es decir, que cada cual debe saber a la escala social a la que pertenece y comportarse en consecuencia. Esta doctrina fue aplicada por los militaristas para justificar su guerra de agresión para ordenar el mundo según su idea de jerarquía donde, por supuesto, Japón ocuparía la cima y establecería un protectorado en el resto de naciones asiáticas que deberían estar agradecidas por el hecho de que una nación tan grande se ocupara de ellas y le mostrara su lugar en el mundo. Una aberración a ojos occidentales, pero perfectamente lógica según la filosofía japonesa.

Para los dirigentes japoneses, la guerra contra Estados Unidos no era simplemente un conflicto entre naciones, sino un enfrentamiento del espíritu contra la materia, donde lógicamente tendría que salir victorioso el primero. Si los soldados, o los trabajadores estaban fatigados el lema era "Cuanto más agotados estén nuestros cuerpos, más se levantarán nuestra voluntad y nuestro espíritu por encima de ellos." Los reveses militares eran presentados al pueblo como consecuencia lógica de la estrategia seguida, como acontecimientos ya previstos por el Alto Mando, por lo que la fe en la victoria final no era nunca quebrantada, por muy mal que fueran las cosas.

Para entender la psicología japonesa, hay que hablar de varios conceptos. El giri es una de las virtudes primordiales de todo japonés. Significa un comportamiento digno frente a la familia y frente a los demás, con los que se tiene una deuda contraída, algo más o menos equivalente a la idea de honor, a la reputación personal:

"El estoicismo, el dominio de sí mismo exigido a un japonés que se respete, es una parte del giri hacia su nombre. La mujer no debe gritar durante el parto y el hombre debe sobreponerse al dolor y al peligro. Cuando las aguas inundan torrencialmente una aldea japonesa, toda persona que se respete a sí misma recoge las pertenencias que piensa llevar consigo y busca tierras más altas. No hay gritos, ni carreras alocadas, ni pánico."

El on sería la devolución de una deuda concreta contraída con otra persona. No saldar la deuda (que no tiene por qué ser monetaria) es algo vergonzoso. Hasta el más mínimo favor puede ser acreedor de on. Algo tan sencillo como invitar a un japonés a tomar una copa puede desencadenar en éste un on hacia su benefactor, que deberá ser satisfecho para relajar la conciencia:

"Los japoneses consideran que la principal tarea de la vida es cumplir con las obligaciones de cada cual. Aceptan plenamente el hecho de que devolver el on implica sacrificar los deseos o placeres personales. La idea de la búsqueda de la felicidad como meta primordial en la vida les parece una doctrina asombrosa e inmoral. La felicidad es una relajación a la que uno se entrega cuando puede, pero dignificarla hasta el punto de ponerla por encima de la familia y el Estado es bastante inconcebible."

Finalmente, el chu, es una deuda contraída con el emperador y el Estado por el mero hecho de nacer. Una variante de ésta sería el deber hacia la propia familia (el ko). A veces (y la literatura japonesa es muy aficionada a estos conflictos) se producen situaciones en las que chocan varios deberes, por ejemplo cuando el honor personal (giri hacia su nombre) es mancillado por alguien que ha de ser respetado por el chu. En muchas ocasiones el héroe, para volver a equilibrar el mundo, debe matar al calumniador y seguidamente suicidarse, por haber mancillado el chu al que estaba obligado.

Precisamente, fue el venerado emperador, por cuya obediencia los soldados se sacrificaban, quien instó a Japón a rendirse en un mensaje radiado. A partir de entonces, se produce un rápido cambio psicológico en la población, que pasa de considerar a los americanos el enemigo a colaborar plenamente con el ejército de ocupación y reconstruir un país que sea modelo ante el mundo de desarrollo pacífico. Apenas se dieron casos de agresión o de sabotaje contra el ejército ocupante. Ya los americanos habían tenido un precedente de esto a través de la gran cantidad de prisioneros que colaboraban desinteresadamente con ellos cuando sentían que habían muerto espiritualmente al haber fallado a su país.

El resto de la historia es conocida. Japón experimentó un resurgimiento económico rápido y asombroso, conservando sus tradiciones, pero encauzándolas hacia la paz. El comportamiento ante la catástrofe, que ha causado la admiración del mundo, es fruto de una gran tradición en la que prima el espíritu colectivo frente al individual, donde el sacrificio individual en pos de la comunidad es uno de los grandes valores. Con todos sus virtudes y sus defectos (no hay más que leer "Estupor y temblores", de Amélie Nothomb para tener noticia de estos últimos), nadie duda de que el pueblo japonés saldrá adelante y superará esta profunda crisis.

SAW (2004), DE JAMES WAN. JUEGOS MACABROS.


El otro día me puse a visionar con especial curiosidad la primera parte de esta saga que creo que alcanza ya las siete películas. Aunque no estaba seguro, algunas de sus imágenes me recordaron que la había visto ya anteriormente, aunque no debió impresionarme demasiado, pues los recuerdos eran fragmentarios.

En todo caso, no me ha parecido una mala película. Al menos, cuando el director posa su cámara sobre la angustiante situación a la que están sometidos sus dos protagonistas, atados con cadenas en un asqueroso cuarto de baño, debiendo ser partícipes de un juego macabro. Cuando el film se centra en la investigación policial, pierde muchos enteros. Sí que resultan inquietantes (por la crueldad con la que están ideadas) los flashbacks que nos muestran las pruebas a las que el asesino Puzzle sometió a otras víctimas en el pasado. Pero ¿realmente esta idea ha dado para su continuación en tantas partes? Creo recordar que incluso una de ellas fue declarada algo así como pornográfica y fue prohibida su exhibición. No me extrañaría que la distribuidora hubiera pagado a la administración para que tal cosa sucediera. Es una publicidad inmejorable.

Por mi parte, en cuestión de pasar miedo, sigo prefiriendo las películas de cine mudo, que juegan mucho mejor con nuestro subconsciente, como si los sueños de la noche anterior aparecieran sorpresivamente en pantalla.

martes, 22 de marzo de 2011

CISNE NEGRO (2010), DE DARREN ARONOFSKY. LA DANZA DE LA MUERTE.


Muy inquietante la última película de Aronofsky, una de las más estimulantes de esta temporada, sin duda. A veces pienso que ir al cine se ha devaluado un poco, ya que los nuevos medios audiovisuales de andar por casa (televisión de alta definición, dvd con hdmi, blue ray) cada vez son más sofisticados. Pero uno ve películas como "Cisne negro" y se da cuenta de que solo puede ser disfrutada plenamente en la gran pantalla. Esas escenas de baile, tan bien rodadas y ese sonido portentoso no serían lo mismo vistos en un televisor.

Nina Sayers es una muchacha infeliz. Sus días están dedicados enteramente al ballet, una de las disciplinas más exigentes, mucho más que la mayoría de los deportes, pues exige horas y horas de prácticas de las más complicadas coreografías y un maltrato permanente del propio cuerpo en pos de la perfección exigida. Ante la retirada de la bailarina estrella de la compañía, el director la elige como nueva protagonista de "El lago de los cisnes". Nina es perfecta para el papel de cisne blanco, para representar la pureza y la inocencia, pero cuando se enfrenta a su opuesto, el cisne negro, no consigue transmitir ni un ápice de la iniquidad que requiere el papel, a pesar de la perfección de su danza.

La película muestra el proceso de caída en la enajenación de la bailarina, presionada por su director, por su posesiva madre, que apenas le deja espacios de intimidad y por otra bailarina, Lily, que parece ser su opuesto en todo, tanto es así que sería perfecta para el papel de cisne negro... A partir de ahí Aronofsky incide en uno de los temas más universales de la literatura: la persona y su doble, la manifestación de la mitad oscura de cada cual, acontecimiento que puede suceder en las más insospechadas circunstancias. La película recuerda al argumento de "El extraño caso del Doctor Jeckyll y Mr. Hyde", pero aplicado a un ser angélico que, antes que ser capaz de hacer daño a los demás, se lo hace a sí misma.

Las motivaciones del director las extraemos de una entrevista publicada en el "Dirigido por" de enero de este año:

"Siempre quise hacer una película sobre el ballet "El lago de los cisnes". Y en este sentido, creo que la película bien se podría haber titulado "Lago negro". Mi idea original siempre fue usar el ballet para crear una película. Por lo tanto, todos los personajes (...) son metáforas de algunos de los personajes que aparecen en el ballet. (...)Y de golpe se me ocurrió que ella era una mujer cisne, algo equivalente a un hombre lobo. Es decir, una criatura extraña. Por eso, en realidad, todo esto surgió como una forma de darle un giro inusual a las historias sobre hombres lobo. (...) Creo que esa idea se sintetiza en el plano en el que ella se convierte en el cisne negro y saca esas alas, que, dicho sea de paso, fue una escena muy complicada de realizar. Nos llevó todo un año de trabajo que finalmente quedara bien."

Una escena impresionante, ciertamente: la perfección del arte llevada hasta el extremo de la autodestrucción personal, que ha estado produciéndose poco a poco durante toda la película. No hay más que recordar los desagradables crujidos de los huesos de Nina cuando se prepara para ensayar: el arte implica sacrificio. La perfección en el arte implica la inmolación suprema ante un público entregado.

sábado, 19 de marzo de 2011

RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE (1916), DE JAMES JOYCE. CATOLICISMO, CULPA Y CASTIGO ETERNO.


Me ha interesado muchísimo esta novela de James Joyce no solo, como es evidente, desde el punto de vista literario, sino también desde el antropológico, pues pocas visiones más certeras pueden escribirse acerca de lo que significa padecer una educación por parte de unos jesuitas integristas que tratan de impresionar a sus alumnos con sádicas visiones de un castigo eterno tan insoportable como injusto. Todos sabemos en que ha derivado al final tantos años de educación estrictamente católica en Irlanda: cientos de casos de abusos o instituciones tan abominables como las hermanas de la Magdalena (veáse la película homónima). Tanto esta novela, como los cuentos de "Dublineses" constituyen una excelente plataforma de lanzamiento para enfrentarse a esa cumbre de la literatura llamada "Ulises". Yo todavía no me he atrevido, pero lo haré en un futuro próximo. Aquí el artículo:

A la hora de leer a James Joyce, es muy difícil entender su escritura sin conocer las costumbres irlandesas tradicionales, donde el catolicismo lo impregna todo. Aunque Joyce pasó gran parte de su vida adulta fuera de su país natal, su obra le hace volver constantemente a los escenarios de su juventud. Todos los días 16 de junio se celebra en Dublín el Bloomsday, en el que los aficionados realizan el mismo recorrido que Leopold Bloom, el protagonista de "Ulises", por las calles de la capital irlandesa. Joyce es un ejemplo de escritor (existen otros, como Marcel Proust en Francia) que suscitan auténtica devoción y cuyas obras se leen y se reinterpretan una y otra vez.

Usualmente se clasifica a James Joyce en el grupo de escritores difíciles, cuya escritura plena de experimentalismo e innovaciones estilisticas, requiere un esfuerzo extra en el lector. Esto puede ser cierto respecto al "Ulises" y sobre todo con "Finnegans Wake", un libro cuya dificultad de lectura es altísima, que ni siquiera cuenta con una traducción solvente en castellano. Pero esto no ocurre con las primeras obras de Joyce, como los cuentos recogidos bajo el título de "Dublineses" o en este "Retrato del artista adolescente", de escritura muy clásica, aunque no exenta de sus primeros intentos de creación de un lenguaje literario original.

"Retrato del artista adolescente" se publicó en 1916, en plena Guerra Mundial, el año en que se produjo el levantamiento de Pascua, en Dublín, que inicia la Guerra de la Independencia contra los ingleses. La novela tiene mucho de autobiográfico. Su lectura es casi como un viaje al alma del Joyce adolescente, a sus anhelos, a sus miedos y a sus primeras experiencias, aunque comienza con una hermosa y tierna escena protagonizada por Stephen Dedalus cuando todavía es "el nene de la casa" y vive sin preocupaciones recibiendo todas las atenciones familiares.

Al igual que el autor irlandés, Stephen Dedalus va a estudiar con los jesuitas, toda una institución en Irlanda. Se trata de una educación en la que los castigos físicos están a la orden del día. En protagonista es víctima de una injusticia por parte de uno de sus profesores, pues, aunque Dedalus está exento de hacer los deberes por haber roto sus lentes, el jesuita cree que se trata de un ardid. La descripción del dolor y la humillación ante un palmetazo en su mano, dan idea de la maestría de Joyce a la hora de plasmar toda clase de sentimientos:

"Un golpe ardiente, abrasador, punzante, como el chasquido de un bastón al quebrarse, obligó a la mano temblorosa a contraerse toda ella como una hoja en el fuego. Y al ruido, lágrimas ardientes de dolor se le agolparon en los ojos. Todo su cuerpo estaba estremecido de terror, el brazo le temblaba y la mano, agarrotada, ardiente, lívida, vacilaba como una hoja desgajada en el aire. Un grito que era una súplica de indulgencia le subió a los labios. Pero, aunque las lágrimas le escaldaban los ojos y las piernas le temblaban de miedo y de dolor, ahogó las lágrimas abrasadoras y el grito que hervía en la garganta."

Las páginas más impresionantes de "Retrato del artista adolescente" son las que describen la visión más integrista de la religión católica, ofrecida en un retiro espiritual al que han de asistir los alumnos de la Escuela Belvedere. En los meses precedentes, Stephen ha ganado un concurso literario, ha subido su ego y, lo que es más grave para un cristiano, se ha dejado llevar por sus deseos carnales y ha ido de prostitutas.

El panorama que se le ofrece ante la gravedad de sus pecados es desolador, pues el retiro está dedicado en gran parte a gráficas descripciones de los tormentos que habrán de sufrir los pecadores que se hayan apartado, aunque sea un ápice, de los preceptos dispuestos por la Santa Madre Iglesia. Una eternidad de sufrimientos, expuestos con particular sadismo por el orador, terribles palabras que hacen mella en un impresionable Stephen:

"Siempre sufrir, nunca gozar, siempre estar condenado, nunca obtener salvación, siempre, nunca; siempre, nunca. ¡Oh, cuan horrendo castigo! Una eternidad de inacabable agonía, de inacabable tormento espiritual y corporal, sin un rayo de esperanza, sin un momento de descanso. Una eternidad de agonía ilimitada en intensidad, de tormento infinitamente variado, de tortura, que alimenta eternamente aquello que eternamente devora, de angustia que perdurablemente oprime el espíritu mientras despedaza la carne, una eternidad, cada instante de la cual es ya de por sí una eternidad de dolor. Tal es el terrible tormento decretado, para que aquellos que mueren en pecado mortal, por un Dios justo y todopoderoso."

No obstante, la doctrina católica ofrece solución a los terribles remordimientos del protagonista: la confesión sincera de los pecados, el propósito de enmienda y por fin, el anhelado perdón, que es casi como conquistar una vida nueva e inmaculada, presidida por una mezcla de temor y amor a Dios. Stephen se toma en serio su nuevo papel y se somete a sí mismo a una disciplina despiadada, donde el sufrimiento y la penitencia son virtudes que le van haciendo ganar el cielo peldaño a peldaño:

"Cada momento del día, dedicado ahora los que miraba como deberes de su paso por la vida giraba en torno de su actividad espiritual. Su vida parecía haberse aproximado a la eternidad. Podía lograr que cada uno de los pensamientos, palabras y obras, revibrara radiantemente en el cielo; y a veces la sensación de ese repercutir inmediato era tan intensa, que le parecía que su alma devota obraba como los dedos sobre el teclado de una gran caja registradora y que podía ver la suma de su adquisición aparecer inmediatamente inscrita en el cielo, no como una cifra, sino como una débil columnilla de incienso o como una delicada flor."

La vida en la Tierra como una mera transición, una prueba de la que depende lo verdaderamente importante: una eternidad de cielo o infierno. He aquí la propuesta del catolicismo como modelo de vida, una apuesta personal en la que está en juego la vida futura, la auténtica. Aunque posteriormente Dedalus-Joyce se volverá un descreído y decide dedicarse plenamente a la literatura, una educación como esta marca para toda la vida. Es conocido el pavor de Joyce ante las tormentas, que interpretaba inconscientemente con manifestaciones de la ira divina. En realidad, lo que hacen los jesuitas es impregnar en el joven un sentimiento permanente de angustia, de prevención en las acciones, como si estuviera eternamente vigilado y juzgado.

Las palabras de Vargas Llosa, escritas para el prólogo de "Dublineses", pero perfectamente aplicables a esta novela resultan también iluminadoras en este aspecto:

"(...) unas historias que revelan toda la complejidad psicológica de un mundo, y, principalmente, las frustraciones sentimentales y sexuales de una sociedad que ha metabolizado en instituciones y costumbres las restricciones de índole religiosa y múltiples prejuicios."

James Joyce se convirtió en el mejor cronista de una sociedad dominada por la Iglesia Católica (cuyos casos de abusos a los más inocentes, encubiertos durante décadas, comienzan a salir a la luz), realizando un estudio casi antropológico, a la par que literario, de las consecuencias sobre la conciencia de tan estricta imposición y sobre la misma identidad nacional y política de Irlanda, que no puede despegarse de una influencia religiosa que le impide acercarse a la modernidad en muchos aspectos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

LOS FALSIFICADORES (2007), DE STEFAN RUZOWITZKY. LOS MONEDEROS FALSOS.


Muy interesante esta película, que recoge un episodio de la Segunda Guerra Mundial que estaba muy olvidado. Imagínense una oleada de bombarderos alemanes inundando Londres con oleadas de dinero falso...

La Segunda Guerra Mundial no se decidió solo en los campos de batalla. Existía otra guerra, mucho más soterrada y sutil, pero no menos importante. Era la guerra de los espías, la de las armas secretas y la de la propaganda. En medio de todo esto, a los nazis se les ocurrió un plan que podía arruinar la economía inglesa: la Operación Bernhard.

La realización de esta empresa le fue encomendada por Hitler a Reinhard Heydrich. La idea era muy sencilla: fabricar libras esterlinas falsas de una calidad tal que ni siquiera los mejores expertos pudieran distinguirlas de las originales, utilizarlas en el mercado internacional, dándole liquidez al Reich y, como colofón final, el bombardeo aéreo de libras esterlinas sobre Londres, que provocaría una inflación que hundiría la economía inglesa.

Heydrich a su vez encargó al capitán de las SS Bernhard Kruger, que tenía pasado como falsificador, el desarrollo de la operación. A Kruger no le costó convencer a Himmler de que había que usar a judíos, ya que cuando acabara su cometido podrían asesinarlos se mantendría el secreto de las libras falsas. Fueron reclutados los mejores falsificadores y grabadores entre los internos en campos de concentración y exterminio, hasta ciento cuarenta prisioneros. La operación era tan confidencial que se llegó a fusilar a dos SS a los que se les sorprendió conversando acerca de ésta.

Las palabras de Kruger cuando concentró a sus prisioneros en el campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Berlín, fueron claras. Debían trabajar bien y a cambio recibirían un trato correcto:

"Estáis todos condenados a muerte, pero si hacéis un buen trabajo os prometo que no os pasará nada. Entre tanto tendréis privilegios especiales: mejor comida, cigarrillos, periódicos y permiso para escuchar la radio."

La estrella de los falsificadores era Salomon Smolianoff (Sorowitsch en la película), interpretado por Karl Markovics y de sus manos salieron los primeros billetes de libras falsas. Ni siquiera los banqueros suizos, puestos a prueba, ni el mismísimo Banco de Inglaterra fueron capaces de detectar la falsificación.

"Los falsificadores" muestra el descenso a los infiernos a que eran sometidos los prisioneros que ingresaban en uno de los lager organizados por los nazis. Pronto advierten que no son tratados como seres humanos, que no hay salida y que morirán en breve. La oportunidad que se les ofrece a unos pocos de ellos de vivir con privilegios frente a la podredumbre en la que habitan es vista como una pequeña luz en la oscuridad.

Pero, evidentemente, aquí se plantea un dilema moral, personalizado en el prisionero Adolf Burger, en cuya obra, "El taller del demonio", está basada la película. Burger, muy concienciado políticamente, era partidario del sabotaje del proyecto. La idea de colaborar con los nazis y, aún más, de que gracias a su trabajo pudieran imponerse en la guerra le era intolerable. La mayoría de los compañeros prefería no pensar en el futuro, sino vivir y disfrutar el día a día, sin planteamientos éticos.

Evidentemente, el lanzamiento de libras esterlinas sobre Londres no pudo llegarse a efectuar, ya que para cuando estuvieron listas, la Luftwaffe era solo una sombra de lo que había sido y no era capaz de realizar un bombardeo de esa envergadura. Es más, el desastre en todos los frentes, sobre todo a partir de 1944, aconsejaba a los nazis manchados por crímenes contra la humanidad tener trazado un camino de huida. Al tener noticias del suicidio de Hitler y de la rendición de Berlín, Kruger fue detenido por los ingleses, pero liberado sin cargos a los dos años.

La película de Stefan Ruzowitzky, que fue la ganadora del Oscar a la mejor película extranjera en el año 2008, sin llegar a las cotas de excelencia de "La lista de Schindler", de Steven Spielberg, que sigue siendo la referencia en películas acerca del Holocausto, sí que acierta al recrear un episodio no muy conocido de la guerra, que pudo cambiar el curso de la historia. Y acierta también al retratar a sus protagonistas, unos seres que ven interrumpidas sus vidas y se enfrentan a la posibilidad de sobrevivir, pero echando un cable al enemigo que está exterminando al pueblo judío y a sus enemigos ideológicos.

domingo, 13 de marzo de 2011

UVAS DE OTOÑO (2011), DE JUAN SEDEÑO PÉREZ. MUJER EN GUERRA.


Durante muchos meses he asistido al taller de escritura creativa dirigido por Juan. Ha sido un espacio de libertad, creatividad y buen humor. Los participantes esperamos con ilusión la segunda edición, donde está previsto que editemos un libro con nuestros mejores relatos. Lo cierto es que en ningún momento Juan quiso enseñarnos ningún escrito suyo, aunque sabiamos que ya había publicado algo. Al fín, hace algunas semanas, nos anunció sorpresivamente que nos invitaba a la presentación de su nueva novela. En cuanto he tenido un hueco, con suma curiosidad, he emprendido su lectura.

"Uvas de otoño" cuenta, en primera persona, la historia de Victoria, una sencilla mujer de la Toscana italiana muy vinculada a la propiedad familiar, unos amplios viñedos que le terminarán correspondiendo por herencia. En los albores de la Segunda Guerra Mundial, en una visita a Roma conoce a Jean Paul, un diplomático francés que se terminará convirtiendo en su esposo. Pero Jean Paul no es exactamente quien dice ser. Sus actividades en la sombra, en contra del gobierno de Mussolini comprometen a su esposa hasta el punto de que debe enviarla a China, bajo la protección de un matrimonio amigo. El viaje no es plato de gusto de Victoria, una mujer que no entiende de política y no acierta a comprender las razones por las que las naciones se enemistan y entran en conflicto. La mejor definición de Victoria la encontramos casi al final de la novela:

"Como mujer me parece admirable, un orgullo. En el libro de la vida, (...) era una de esas lectoras que siempre miraba hacia delante , pasando página tras página rápidamente y, al parecer, no le gustaba mirar hacia atrás para releer capítulos antiguos. Para ella, lo importante no eran cuán fuertes eran los golpes que te daba la vida, sino la capacidad de encajarlos y ponerte de nuevo en pie."

Y son muchas las vicisitudes a las que ha de enfrentarse Victoria a lo largo de la novela: viajes interminables, amores impetuosos y humillaciones que la llevan al límite de la locura. Lo más conseguido de la novela es el logro personal de Juan al penetrar en la psicología de una mujer y en los avatares más íntimos de su existencia. Su descripción de un aborto que sufre al principio es dura y sin concesiones:

"Una fuerte punzada en el vientre me hizo encorvarme de dolor. No se trataba de los habituales vómitos matutinos, a los que ya me había acostumbrado con resignación; aquello era bien distinto. Al dolor precedió un calor intenso que procedía de mi vagina, que al principio se humedeció para después notarla empapada por completo. Me palpé y al retirar la mano, tenía los dedos manchados con un fluido de color rojo negruzco. Un débil hilo de sangre fluía por mi entrepierna hasta alcanzar los tobillos."

Lo cierto es que para la protagonista las desgracias se suceden una tras otra. A veces por su propia inconsciencia y cabezonería, por no ser plenamente consciente de la terrible situación de guerra y destrucción que se vive a su alrededor. En este sentido, como aficionado a la Segunda Guerra Mundial, me hubiera gustado que se profundizara un poco más en el conflicto y en el papel de Jean Paul en el mismo, pero el lector solo llega a conocer de estos asuntos las pocas informaciones que le llegan a Victoria, que pasa buena parte del conflicto en un lugar remoto y anhelando su hogar.

Una novela meritoria, muy intimista y cuya principal virtud es la de mantener en todo momento el interés del lector por un personaje luchador, que comete errores y se deja llevar por impulsos a veces irracionales, pero que, precisamente por ello, resulta profundamente humano.

viernes, 11 de marzo de 2011

EL DISCURSO DEL REY (2010), DE TOM HOOPER. LA IMPORTANCIA DE LAS PALABRAS.


La obligación de hablar en público siempre ha sido la pesadilla recurrente para mucha gente. Lo cierto es que la sensación de ser el centro de atención, de sentirte juzgado por el público asistente es algo difícil de superar. Hay trucos para ello.

En esta película el protagonista es nada menos que rey, por lo que leer discursos es una de sus obligaciones. No parece difícil, pero el rey es tartamudo y las circunstancias, con una guerra a la vuelta de la esquina, mandan.

"El discurso del rey" ha sido la gran triunfadora de esa ceremonia absurda que tanta expectación levanta todos los años. A mí me ha parecido una película bien hecha, con sólidas interpretaciones, pero no mucho más. Deja un sabor de boca agradable, pero da la sensación de que se han centrado demasiado en la intimidad del protagonista y han dejado de lado el desarrollo de otros temas interesantes que estaban sucediendo a su alrededor. La abdicación de su hermano, sin ir más lejos, que se trata muy de pasada. En todo caso, es recomendable ir a verla. Aquí el artículo:


El periodo de entreguerras en Gran Bretaña resultó ser políticamente muy ambiguo. Si bien finalmente, gracias a la influencia de Churchill, los ingleses se lanzaron a la guerra contra el expansionismo alemán, los años anteriores están dominados por una política dubitativa y de apaciguamiento a Hitler, permitiéndole anexionarse territorios a través de tratados diplomáticos. De las intrigas de ciertos aristócratas británicos, partidarios de la amistad con el dictador alemán habla magistralmente la novela "Los restos del día", de Kazuo Ishiguro.

En esta tesitura, la monarquía británica no pasaba por sus mejores momentos. A la muerte de Jorge V, en 1936, le sucedió su hijo mayor, que reinaría brevemente con el nombre de Eduardo VIII. A su llegada al trono, Eduardo mantenía relaciones con Wallis Simpson, una mujer estadounidense en trámites de divorcio. Cuando el rey pretendió contraer matrimonio con su amante, los impedimentos tradicionales y religiosos se impusieron. Para evitar el escándalo, Eduardo abdicó en su hermano Jorge, que llegó al trono con el nombre de Jorge VI.

La historia de Eduardo VIII no es exactamente la de un rey que abdicó por amor. Sus simpatías por los nazis eran evidentes y, de hecho, quizá hubiera vuelto a ocupar el trono de Inglaterra si los nazis hubieran ocupado este país. Su hermano Jorge no estaba preparado para ser rey. Era un ser tímido, al que no le gustaba estar bajo los focos. Su tartamudez le invalidaba para la que es una de las principales funciones de todo monarca: la lectura de discursos dirigidos a sus súbditos.

La película de Tom Hooper, gran triunfadora de los Óscar este año, se ocupa de la historia de superación personal del nuevo rey. Colin Firth interpreta a un monarca desconfiado y gruñón, que arrastra su problema como una fatalidad insuperable. Después de probar diversos métodos, va a parar a la consulta de Lionel Logue (Geoffrey Rush), un terapeuta sin título, pero que posee un método infalible para curar un defecto que tiene mucho más de psicológico que de físico.

En medio de todo esto, en Europa soplan vientos de guerra y los británicos esperan que su rey sepa inspirarlos con discursos de carácter épico. La presión sobre Jorge VI es considerable. Algo tan sencillo como leer unas palabras escritas en un papel se convierte para él en un abismo casi insalvable. Su discurso al comienzo de la guerra, es histórico. A pesar de distar mucho de la perfección, supo aprovechar su defecto para establecer pausas que conseguían un efecto dramático muy apropiado para tan grave momento. En realidad, como es sabido, la fama como orador se la llevó el primer ministro Winston Churchill, personaje que aparece brevemente en la película y que supo galvanizar la resistencia de los británicos en sus horas más desesperadas.

En "El discurso del rey" descubrimos que los miembros de la familia real también pueden tener infancias maltratadas. Jorge VI es un personaje casi siempre a la defensiva. La principal labor de su terapeuta va a ser bajarle los humos y hacerle sentir cómodo en las sesiones. Su batalla no es hacer de él el mejor orador del mundo, sino potenciar su autoestima y conseguir que sea competente para un trabajo al que no puede renunciar. El gritar tacos al aire y trivializar la solemnidad de su cargo pueden ser elementos de gran ayuda.

La película de Tobe Hooper es una típica producción histórica de las que acostumbra a producir con cierta frecuencia el cine británico. Películas con ambientación muy cuidada y bien interpretadas. No se trata de un film épico, sino de una historia íntima, de superación personal que, según parece, ha ayudado a la sociedad a comprender el estigma social que ha arrastrado desde siempre el colectivo que comparte el defecto del habla del protagonista.

EL SUEÑO DE CASANDRA (2007), DE WOODY ALLEN. DELITOS Y FALTAS.


Emprendí el visionado de esta película con bastante excepticismo, dado que los críticos suelen calificarla como una de las más flojas en la brillante carrera de Woody Allen. Personalmente, no estoy de acuerdo con estas valoraciones, pues a mí me atrapó desde el primer instante hasta el final.

Lo cierto es que normalmente, cuando estoy viendo alguna película de este cineasta, suelo reprocharme mentalmente el hecho de que sus personajes no suelen tener problemas económicos. Todos son intelectuales con buenos trabajos y amplios apartamentos que acuden a buenos restaurantes mientras resuelven sus cuitas sentimentales. Aquí no sucede lo mismo. Asistimos a la patética historia de dos hermanos londinenses de vida mediocre, que sueñan con una independencia económica que nunca llega. Uno de ellos tiene problemas con el juego, el otro es aficionado a imaginar todo tipo de inversiones financieras. Los dos actores que los interpretan, Colin Farrell y Ewan McGregor, cumplen con su cometido sin fisuras.

El dilema ético les va a llegar con una proposición que les hace un acaudalado familiar: necesita que maten a un hombre para que sus negocios sigan adelante. Si no lo hacen, se arruinará e irá a la cárcel. En una memorable escena, refugiados bajo un árbol de la furiosa lluvia, como un Mefistófeles moderno, les propone perder su alma a cambio de los bienes materiales que tanto anhelan.

Como ya sucedía en la magistral "Delitos y faltas", Allen aborda el tema de la culpa y sus consecuencias. Los protagonistas no son asesinos, son personas normales que han sido tentadas en un momento frágil. Además, como si fueran mafiosos, se dicen que actuan en interés de su familia. El crimen les resulta grotescamente fácil, pero luchar contra los remordimientos va a ser mucho más complicado. Woody Allen filma una historia equilabrada y muy interesante acerca de un tema eterno: que el crimen es un hecho que contraviene la ley natural, por lo que los culpables siempre pueden ser castigados, ya sea por la sociedad, ya sea por su propia conciencia corroída por la culpa.

martes, 8 de marzo de 2011

LA CASA DE LA ALEGRÍA (1905) DE EDITH WHARTON. BELLEZA SIN FORTUNA.

No había leído todavía nada de Edith Wharton y la experiencia ha sido positiva, aunque su escritura palidece ante los grandes novelistas del siglo XIX. En todo caso, es una digna heredera. Dejo aquí una reproducción del cuadro de Lloyd Reynolds (que me ha gustado mucho) cuya imitación en su propia persona origina para la pobre Lily un gran escándalo social.

Podríamos calificar a Edith Wharton como la Jane Austen estadounidense. La mayoría de sus historias son tratados acerca de las relaciones amorosas dentro de un determinado contexto social, de la necesidad de la mujer de conseguir un buen matrimonio para consolidar su posición económica y prestigiarse dentro de una comunidad cerrada, la llamada alta sociedad.

Nueva York a principios del siglo XX comenzaba a construir la posición que en pocos años la convertiría en la capital del mundo. Ya en 1835 se había convertido en la ciudad más poblada de Estados Unidos. Poco a poco iría dotándose de un singular poder económico dando lugar a dinastías familiares dueñas de inmensas fortunas, protagonistas de las novelas de Wharton. Personas que han hecho del dinero una forma de vida:

"(...) el único modo de no pensar en el aire es tener el suficiente para respirar. Es muy cierto en un sentido, pero los pulmones no dejan de pensar en el aire, aunque uno no lo haga. Y lo mismo ocurre con la gente rica: tal vez no piense en el dinero, pero lo respira. ¡Trasládeles a otro elemento y les verá retorcerse y jadear!"

"La casa de la alegría" cuenta la historia de Lily Bart, una muchacha nacida en el seno de una familia de la aristocracia económica venida a menos. El dilema de Lily es que no conoce otra vida que la continua asistencia a fiestas y veladas elegantes. Las grandes familias de Nueva York rivalizan entre sí para ofrecer las celebraciones más refinadas, que a veces pueden durar varios días. El principal problema al que se enfrentan estas damas de la alta sociedad es la elaboración de listas de invitados brillantes. Los nuevos ricos, como el judío Rosedale, sueñan con formar parte de ese mundo. Lily es una pieza más en este juego de intereses.

Y es que la protagonista brilla en las fiestas por su belleza. Su objetivo, no declarado abiertamente, pero sí asumido por la sociedad en la que se mueve, es seducir a un hombre rico y hacerlo su esposo. Pero Lily es una persona dubitativa y pierde sus mejores oportunidades. La presencia del abogado Selden, un hombre mucho más modesto económicamente, pero más sensato, del que está enamorada sin aceptarlo plenamente, le hace vivir en una perpetua indecisión. Sus antagónicas visiones del mundo quedan patentes en este diálogo:

"Selden se echó el sombrero hacia atrás y la miró de reojo.
- El éxito... ¿qué es el éxito? Me interesa conocer su definición.
- ¿Del éxito? - Lily titubeó - . Bueno, supongo que es obtener de la vida todo lo que se puede. Es una cualidad relativa, después de todo. ¿No coincide su idea con la mía?
- ¿Mi idea? ¡En absoluto! - Se incorporó con súbita energía (...) - Mi idea del éxito - dijo - es la libertad personal.
- ¿Libertad? ¿De las preocupaciones?
- De todo... del dinero, de la pobreza, de la comodidad y de la ansiedad, de todos los accidentes materiales. Mantener una especie de república del espíritu: a eso llamo yo éxito."

La señorita Bart se desliza por un mundo presuntamente refinado, pero que puede ser muy cruel con quien no sigue ciertas reglas no escritas. Una serie de malentendidos y fatalidades la van a hacer caer en desgracia ante sus antiguos valedores. Lily irá advirtiendo cómo poco a poco las puertas enormes de las mansiones se le van cerrando y a su angustiosa situación económica se une la humillación de las continuas murmuraciones. Y comprenderá amargamente el sentido de las palabras de Selden.

La novela de Wharton sigue la estela de una temática típicamente decimonónica, la de la muchacha de belleza deslumbrante procedente de buena familia, pero en decadencia económica. No hay más que recordar "La desheredada", de Benito Pérez Galdós, donde la protagonista, Isidora Rufete, se endeuda llevando la vida que cree corresponderle como presunta hija ilegítima de una marquesa. Algo parecido le ocurre a la señorita Bart, que no es consciente de que el nivel de vida al que está acostumbrada no corresponde al nivel de sus ingresos, una pesadilla recurrente para alguien acostumbrado al lujo.

Lo cierto es que la protagonista de la novela lo ha apostado todo a una carta: su propia belleza, que cree suficiente para salir triunfante en un mundo que cree conocer bien, pero cuyos resortes más íntimos se le escapan. Su momento culminante (y el más escandaloso) llegará cuando aparezca en una fiesta ataviada como una cortesana de un cuadro de Lloyd Reynolds. Al final el dinero acaba ganándole la partida. Lo más paradójico para Lily es que se le acaba considerando poco menos que una prostituta, cuando la narración nos da a entender que, habiendo cumplido la treintena, es todavía una mujer virgen.

Edith Wharton ofrece en "La casa de la alegría" un perfecto retrato de la alta sociedad neoyorkina de su tiempo, que conocía tan bien porque había formado parte de ella. Nos hace ver su mezquindad, su frivolidad y su continua preocupación por exhibir su poderío económico, sin asomo de iniciativa cultural o social alguna, más allá de la organización de fiestas en sus inmensas mansiones:
"En este ambiente de tórrido esplendor se movían seres tan ricamente tapizados como los muebles, seres sin metas definidas ni relaciones permanentes que vagaban en una lánguida marea de curiosidad, de restaurante a sala de concierto, de invernadero a sala de música y de "exposición de arte" a desfile de modelos de alta costura."

El estilo de la escritora es sencillo, pero hay una extraña precisión en sus palabras. A veces hay que pararse a leer dos veces alguna frase donde están contenidas las claves de las ideas que pretende transmitir. Hay que tener en cuenta que Wharton se mueve a caballo entre el siglo XIX y el XX, donde la novela tradicional y realista decimonónica va a ir progresivamente pasando de moda. El único defecto que se le puede reprochar a Wharton es alargar demasiado un argumento que podría haberse resuelto en menos páginas.

En todo caso, eso no va a empañar el disfrute del lector que busque literatura de calidad, pues la neoyorkina es una escritora dotada de una particular intuición, con lo cual establece desde el principio un diálogo fluido y fértil con el lector, ya que posee la rara facultad de saber describir el mundo.

DE PIRÓMANO A BOMBERO.


Lo tienen muy fácil para ganar, pero no precisamente por sus propios méritos, sino por el desastre que nos va a legar el gobierno actual. Aún así, les pido que miren fíjamente esta foto para que vayan haciéndose el cuerpo respecto a lo que nos espera. Se trata del presidente valenciano Francisco Camps (el presidente más votado y más querido de la historia, según el mismo), firmando un compromiso del PP en contra de la corrupción. Su sonrisa no deja lugar a dudas: es un hombre nuevo, arrepentido de su pasado, al que pueden perdonarse todos sus pecados gracias a este súbito propósito de enmienda. Bien es cierto que somos nosotros los que votamos a estos políticos. Y los políticos no son más que un reflejo del pueblo que manej... digo que gobiernan.

miércoles, 2 de marzo de 2011

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN MARZO: EL MES DE LOS AUTORES MALAGUEÑOS.


Después de la alegría que supuso la publicación de un reportaje en diario Sur, los clubes de lectura continúan su andadura poniendo su mirada este mes en dos de los mejores escritores del lugar.

En el club de lectura de la Biblioteca Provincial de Málaga, de nuevo un libro de Julio Cortázar, esta vez los cuentos recopilados en "Las armas secretas".

En el club de lectura de la Biblioteca Cristóbal Cuevas contaremos con casi toda seguridad, gracias a los buenos oficios de mi amigo Paco, con el autor malagueño Pablo Aranda para debatir acerca de su novela "Ucrania". La fecha del 21 de marzo es provisional. Si hay modificaciones, como siempre aparecerán puntualmente en la columna de la derecha.

En el club de lectura de Cincoechegaray una novela que yo, que nunca soy muy radical en mis juicios, calificaría de pésima: "La grieta", de Doris Lessing.

Hago referencia al club de lectura que organizan en Nerja algunos antiguos miembros de la Casa de las Palabras. En esta ocasión el libro elegido no puede ser más interesante: "Rebelión en la granja", de George Orwell.

En el club de lectura de la Casa del Libro, de nuevo buena literatura centroeuropea: "Claus y Lucas", de Agota Kristof.

El Centro Andaluz de las Letras tiene prevista para marzo la presentación, con presencia del autor, de un libro que tengo muchas ganas de leer, para explicarme muchas cosas: "Málaga, paraíso perdido", sobre la Málaga industrial que no pudo ser.

Y, por supuesto, continuan las sesiones de cine y literatura que organizo. Esta vez en torno a una obra del gran Woody Allen: "Hannah y sus hermanas".

martes, 1 de marzo de 2011

LLENOS DE VIDA (1952), DE JOHN FANTE. CRÓNICA DE LOS FELICES CINCUENTA.


Curiosa manera de comenzar a leer a John Fante, con una novela muy amable, y muy alejada de sus relatos de supervivencia durante la Gran Depresión. Es un interesante retrato del ambiente de los Estados Unidos de los años cincuenta (que tan bien refleja la magistral "Mad men" que estoy visionando estos días), de lectura agradable. He debatido alguna vez con los amigos acerca de si la mejor literatura es la que cuenta hechos dramáticos. Yo creo que sí, porque la vida es realmente una gran tragedia (y una gran comedia a la vez, lo cual viene a ser lo mismo) y los seres humanos se ven más profundamente retratados ante las dificultades. En todo caso, siempre es bueno descansar y leer algo más amable. Aquí el enlace:

Los años cincuenta y sesenta representaron para Estados Unidos la culminación del ideal del "American way of life". La sociedad de consumo se desarrolló enormemente, llegándose a cifras cercanas al pleno empleo. Fue la época dorada de la publicidad, tal y como se refleja en la serie "Mad men". Una sociedad que todavía conservaba la inocencia y que comenzaba a olvidar la Gran Depresión del 29 y los horrores de la Segunda Guerra Mundial, era una víctima propiciatoria de los reclamos publicitarios con los que continuamente era bombardeada.

La obra de John Fante ha sido dada a conocer en España gracias a la editorial Anagrama, que publica también a Charles Bukowski, que decía que su principal fuente de inspiración había sido Fante, como auténtico creador de la corriente del "realismo sucio", es decir, la escritura que se caracteriza por la sencillez y la precisión.

Lo más popular de Fante es el ciclo protagonizado por su alter ego Arturo Bandini, que sobrevive en los años de la Gran Depresión. "Llenos de vida" es una obra mucho más amable, pero aun así contiene una referencia a esos días oscuros:

"No hacía muchos años había vagabundeado por aquellas calles, solo y sin un centavo. Dormía en la Sushine Mission y fumaba las colillas que encontraba en los ceniceros de arena que hay en la puerta de los ascensores. Fue una época en la que no tenía ni calcetines. (...) Me alegraba de estar lejos de los hoteles baratos de Temple Street, del café de dos centavos, de asearme en lavabos públicos, con agua fría y hojas de afeitar viejas. Había habido días , mientras circulaba por aquellas calles, en que un solo dolar en el bolsillo significaba aflojar temporalmente el ansia de vivir, relajar el paso, tomárselo con calma durante veinticuatro horas.
(...)Al otro lado de Pershing Square estaba el cine abierto toda la noche donde, por los diez centavos de la entrada, dormía hasta las cinco. A esa hora nos echaban a puntapiés."

¿Son mejores las novelas trágicas que las de tono más ligero? Para un novelista, así como para cualquier cineasta, siempre resulta más sencillo hacer llorar o pasar miedo al espectador que lograr su sonrisa. "Llenos de vida" cuenta una historia familiar. Su asunto principal es la relación entre un padre y un hijo. El hijo ha dejado atrás los recuerdos de los malos tiempos. Está prosperando y quiere vivir sin complejos el sueño americano. El padre es un inmigrante de primera generación, un personaje a la vez tierno y severo, cuya mayor especialidad es hacerse continuamente la víctima. Recuerda su infancia en Italia, la lucha diaria por la supervivencia e intenta inculcar en su hijo la idea de que desperdiciar un solo centavo es un pecado.

En medio de todo esto, el embarazo de la esposa del protagonista cuyo caracter deriva en un raro misticismo que le hace querer convertirse al Cristianismo, lo cual deriva en algunas escenas propias del cine de Woody Allen: profundidad de temas, tono ligero y protagonista un tanto neurótico. En realidad John Fante parece enseñarse a veces con su alter ego, pero termina tomándole cariño. Quizá porque casualmente se llama igual que él. El lector que esté acostumbrado a leer episodios más dramáticos se sentirá reconfortado. Sabrá que no se encuentra ante una obra maestra, pero sí ante una novela bien escrita y sin excesivas pretensiones. La cara afable de la vida.