Facebook es un fenómeno social que en muy pocos años ha cautivado nada menos que a 500 millones de personas, lo que supone más o menos el ocho por ciento de la población mundial. Hoy día parece que quién no está en Facebook no existe para el resto del mundo, a pesar de las polémicas sobre privacidad que dicha empresa ha despertado. Facebook es un instrumento y, como cualquier otra herramienta, puede ser muy útil si se usa sabiamente. Puede servir para entablar amistades provechosas o rescatar alguna ya olvidada, para dar a conocer un blog, una empresa o publicitar un evento.

A veces llegan noticias acerca de gente que es despedida de su trabajo por colgar fotos de una fiesta celebrada mientras presuntamente se hallaba de baja por depresión o de divorcios que llegan por el mismo motivo. Los imprudentes pueden serlo en cualquier ámbito de la vida. Lo mismo sucede con los candidatos a un determinado puesto de trabajo. Unas fotografías comprometedoras pueden decir más acerca de una persona que un elaborado currículum. Como bien se advierte en la película de David Fincher en uno de sus magníficos diálogos: "Internet no está escrito con lápiz. Está escrito con tinta". Un aviso para navegantes, para que reflexionen antes de mostrar algo a un público potencial de millones de personas.

Hay que poner algo en claro antes de hablar sobre ella: "La red social" no es estrictamente una película sobre Facebook, sino sobre su creador. En realidad, el instinto primario que hace que el público vaya a verla no tiene mucho que ver con el nombre de su director, ni los elogios de los críticos de cine, sino más bien con el morbo de conocer la historia de, Mark Zuckerberg creador de la red social que visita puntualmente todos los días. Si se hubiese estrenado una película con similar argumento, pero dedicada a la vida del dueño de una empresa desconocida, el éxito no hubiera sido tal. Este mismo morbo, el deseo de conocer la vida de los demás con más detalle, fue una de las bases que cimentaron el nacimiento de Facebook.

Mark Zuckerberg nos es presentado como un ser tan contradictorio como su propia creación: se trata de un estudiante de Harvard, tan brillante en los estudios como negado para las relaciones sociales. Su carta de presentación la podrá contemplar el espectador en los primeros minutos de la cinta, a través de una conversación con su novia, en la que es capaz de hilvanar varias temáticas distintas en la misma frase, provocando el desconcierto de la chica, que termina rompiendo con él, por considerarle un insoportable gilipollas.

Varias dudas van a atenazar al espectador durante todo el metraje: ¿es Mark Zuckerberg un gilipollas o un genio? ¿Actúa éticamente con sus compañeros o se aprovecha de su confianza? En realidad, la verdadera personalidad de Mark es una auténtica incógnita. Él quiere dar la imagen de que está de vuelta de todo, incluso del dinero, de que trabaja por puro amor al arte, para facilitar la vida de las personas a través de su creación. Pero en realidad se nos hace ver que es un resentido, alguien que no es capaz de resolver las presuntas afrentas que cree recibir de su círculo a través del diálogo cara a cara, sino que las gestiona con absoluta frialdad y las arroja a la cara cuando el otro menos lo espera, siendo capaz de traicionar hasta al más íntimo de sus amigos, sin cuyo dinero hubiera sido imposible arrancar la empresa.

Muchos criticos han comparado esta obra de David Fincher con "Ciudadano Kane", de Orson Welles. En cuanto a calidad, sería exagerado hacerlo, aunque sí que se puede hablar de algunos puntos en común: ambas cuentan la historia de un joven ambicioso y emprendedor que va dejando su alma en la ruta que le lleva a su sueño: la construcción de un imperio económico, en un caso basado en la prensa amarilla y en el otro en las relaciones personales virtuales. Es curioso que ambos personajes hayan arrastrado polémica acerca de la compatibilidad de sus respectivos negocios con el derecho a la privacidad de las personas, debate que se mantiene hoy acaloradamente en ambos casos.

De todas maneras, en el retrato de Zuckerberg se puede apreciar que el ambiguo carácter del personaje no cambia al avanzar el relato, pues desde el principio es presentado como una especie de manipulador, que abusa de la confianza de quienes le rodean y los utiliza a su antojo hasta que ya no le sirven. Al final, al creador de Facebook también le atormenta su Rosebound particular, el recuerdo de su antigua novia, a la que envía una patética solicitud de amistad de la única manera que sabe hacerlo, a través de su propio invento.

¿Constituye "La red social" un retrato fiel del verdadero Mark Zuckerberg? La respuesta del personaje real es una contundente negativa. Según sus declaraciones, David Fincher solo ha acertado al reflejar su vestimenta. Lo cierto es que la demanda que le interpusieron sus primeros colaboradores e impulsores de la idea sí que fue real, episodio que se refleja ampliamente en el film, donde los antiguos amigos libran una lucha sin cuartel por los derechos del lucrativo negocio.

"La red social" puede visionarse como una gran metáfora de nuestro tiempo, lo que constituye el gran acierto de Fincher. Un tiempo en el que los "Amos del Universo" de los ochenta, tan acertadamente retratados por Tom Wolfe en "La hoguera de las vanidades" tienen que hacer sitio a estos nuevos ricos, jóvenes triunfadores que no usan corbata, que con su creatividad han sabido explotar las infinitas posibilidades de internet, ese invento que en su origen solo iba a ser usado por militares, al igual que Facebook estaba destinado en principio únicamente para los estudiantes de la Universidad de Harvard, y que tanto ha cambiado las vidas de la gente en tan poco tiempo.