miércoles, 6 de octubre de 2010

INTOLERANCIA (1916), DE DAVID W. GRIFFITH. LA MANO QUE MECE LA CUNA.


No es "Intolerancia" un fim fácil de abordar, ni siquiera para los cinéfilos. Se trata de una película muda de casi tres horas y media de duración, que narra cuatro historias paralelas en cuatro épocas históricas distintas, cada una con distintos personajes y (especialmente la de Babilonia) con miles de extras en una época donde los efectos digitales no podían ni soñarse.

Es sabido que "Intolerancia" surgió como reacción de Griffith a las críticas vertidas contra "El nacimiento de una nación", precisamente por ensalzar al Ku Klux Klan como uno de los pilares en los que se asientan los Estados Unidos de América. El director puso toda la carne en el asador y, con un presupuesto desmesurado, que luce de una manera increible en los decorados, se dispuso a narrar la historia de la intolerancia a través del tiempo: la caída de Babilonia a causa de una traición en el siglo VI Antes de Cristo, la condena al propio Jesucristo (el episodio de menor metraje), la noche de San Bartolomé en la Francia del siglo XVI y un episodio relacionado con las condiciones de los obreros y un error judicial en la época de realización del film: principios del siglo XX. Separando los distintos capítulos, la tranquilizadora imagen de una mujer meciendo la cuna de su hijo, una mujer que podría pertenecer a cualquier época de la historia. Quizá representa la esperanza en el futuro, la continua renovación del ser humano inscrita en las nuevas generaciones que van llegando al mundo. La historia evoluciona, pero en ocasiones se repite. La convicción humana de que el mañana será mejor, es inquebrantable.

"Intolerancia" es una obra para visionar sosegadamente, máxime teniendo en cuenta que su ritmo no tiene nada que ver con el cine actual. Ante todo Griffith dota a la filmación de un gran sentido del espectáculo desconocido hasta ese momento, destacando, como he comentado antes, la fiel reproducción de Babilonia, tanto que el resultado fue un desastre económico, el primer fiasco financiero de la historia del cine.

En todo caso se trata de una película muy especial, que inaugura un nuevo lenguaje cinematográfico. Hasta ese momento el cine solo se había usado meramente para contar historias, casi siempre sencillas, para entrener. Con Griffith se transforma en un instrumento de pensamiento, de reflexión. Resulta curioso que los continuadores de este tipo de cine, concebido como obra de arte se dieran sobre todo en Alemania: Murnau, Lang o Pasbt. Termino con una anécdota muy conocida: los decorados de Babilonia se quemaron años más tarde, junto a los de "King Kong" para recrear el incendio de Atlanta en "Lo que el viento se llevó".

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