lunes, 16 de agosto de 2010

LOS ESPIGADORES Y LA ESPIGADORA (2000), DE AGNÈS VARDA. LOS RESTOS DE NUESTRA OPULENCIA.


Es una pena que el cine documental no esté bien distribuido en nuestras pantallas. Normalmente retrata nuestra realidad tal como es, sin recurrir a efectos especiales. Sus historias pueden escocer, no solo a los representantes del poder, sino a los representantes de la sociedad que somos nosotros mismos y que muchas veces vivimos inconscientes de la verdadera esencia de lo que nos rodea.

Un ejemplo de lo que digo lo constituye este hermoso documental que retrata a un tipo de personas que vemos todos los días, pero que son invisibles a nuestros ojos. Se trata de aquellos que remueven en la basura, los que buscan alimento entre los restos de un mercadillo o esperan en la puerta trasera del supermercado a que un empleado tire los productos caducados.

Los espigadores eran los pobres diablos a los que se les permitía recoger los granos sobrantes después de una cosecha. Su actividad estaba regulada por las leyes (y lo sigue estando en Francia, a través de su Código Civil), donde se detallaban los tiempos de espigueo y lo que era lícito tomar o no. Partiendo del cuadro "Las espigadoras", de Jean François Millet, Agnès Varda emprende una investigación acerca de la vigencia de estas prácticas hoy día en el país vecino y se encuentra con espigadores modernos de toda clase y condición.

Hay quien lo hace por necesidad, quien por distracción y quien por convicción. Lo cierto es que lo más grave resulta ser que los vastos excedentes de nuestra opulenta sociedad se acaban perdiendo, a no ser que tengan oportunidad de ser recogidos por gentes como éstas. Encontramos entre los entrevistados a personas ciertamente interesantes, contrarias al funcionamiento de un capitalismo que perpetua las desigualdades y que predican con el ejemplo, a pesar de trabajar y no tener necesidad de espigar. En particular, el último de ellos, un trabajador que dedica parte de sus noches a enseñar francés a inmigrantes extranjeros, impresiona por la lógica de su discurso: dice ser vegetariano y alimentarse fundamentalmente de manzanas, por lo que sus comidas las hace diariamente acercándose a los mercadillos a la hora del cierre. Una ética estricta, quizá demasiado estricta para la mayoría de nosotros, le impide actuar de otro modo.

¿Podría organizarse la sociedad para aprovechar sus excedentes? Al capitalismo no le interesa que se aproveche todo lo que sale al mercado, porque eso impediría la colocación de nuevos productos y la constante innovación. Sin ir más lejos, amable lector, piense en cuantos teléfonos móviles en perfecto funcionamiento ha tirado en los últimos años solo porque les han engatusado con uno con nuevas funciones que no usará en la vida. Piense en cuanta ropa compra por mero impulso y luego no se pone. Piense en cuanta comida tira a lo largo del año, ya sea por caducidad o por otras causas, en los televisores o lavadoras que desecha cuando tendrían fácil arreglo, en las consolas de videojuegos que se quedan anticuadas... No se preocupe, siempre habrá un ejército silencioso esperando a aprovechar lo que usted cree que es inútil.

1 comentario:

  1. Gracias a esta reseña ya me pongo en la tarea de buscar el documental sin embargo hace algunos meses por Youtube vi algo parecido el documental se llamaba "OBSOLECENCIA PROGRAMADA" recomendado.

    LJOP

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