En los tiempos actuales es frecuente tener una visión distorsionada de la postguerra española, la visión maniquea que han aportado algunas películas y libros, como un tiempo en que los buenos fueron vencidos y los malos salieron triunfadores de una sangrienta Guerra Civil.

La realidad siempre resulta mucho más compleja. El caos de los años de combate y destrucción dejó como herencia una sociedad en la que todavía imperaban el odio y el resentimiento pero en la que el miedo era el sentimiento dominante. La gente se dedicaba ante todo a sobrevivir en unos años de hambre atroz. Muchos de ellos, además, debían dedicar esfuerzos suplementarios a ocultar su pasado.

El éxito de Carmen Laforet fue muy precoz. En 1944, con poco más de veinte años ganó el primer Premio Nadal con su novela "Nada", a pesar de que el escritor más prestigioso para el Régimen, César González Ruano estuvo a punto de imponerse.

La pobre vida cultural de la época se revitalizó un poco gracias al éxito de la joven Laforet, autora de una novela asombrosa dotada de una escritura de gran madurez. Leyendo la novela el lector se pregunta cómo pudo pasar airosa la estricta censura del primer franquismo, pues en la voz inocente de la narradora se muestran terribles verdades. Una suerte para los lectores de la época.

"Nada", comienza con la llegada de la joven Andrea, a casa de sus tíos, para iniciar sus estudios universitarios. El panorama que va a encontrar en el domicilio de sus familiares va a ser muy sórdido. Los dos tíos varones lucharon en el Ejército republicano y se pasaron a los nacionales en el último momento, por lo que se trata de burgueses venidos a menos, que deben sobrevivir día a día. Laforet, en un alarde de originalidad, los describe a través del gato:

"Vi, sobre el sillón al que yo me había subido la noche antes, un gato despeluzado que lamía sus patas al sol. El bicho parecía ruinoso, como todo lo que le rodeaba. (...) No pude menos de pensar que tenía un singular aire de familia con los demás personajes de la casa; como ellos, presentaba un aspecto excéntrico y resultaba espiritualizado, como consumido por ayunos largos, por falta de luz y quizá por las cavilaciones."

Ninguna novela como esta ha descrito con tanta precisión el ambiente de la postguerra, las calles nocturnas tristes y solitarias, los barcos hundidos en el puerto como restos del combate. Barcelona llega a ser un personaje más de la narración, por la que pulula tristemente Andrea arrastrando su hambre y su miseria cotidiana. Sus paseos son en realidad sus descansos, pues no encuentra ni un remanso de paz en casa de sus tíos, donde las cuentas del pasado, la violencia y la locura van instalándose poco a poco.

Cierto es que Andrea es una estudiante universitaria, y como tal ha de aparentar cierta dignidad. Precisamente en la facultad va a conocer a uno de los personajes más importantes de la historia, su compañera Ena, que oculta oscuros intereses respecto a uno de los miembros de su familia.

Es bien sabido que "Nada" fue el punto más alto, literariamente hablando, alcanzado por Carmen Laforet. Escribió algunos libros más, pero sin la fortuna del primero. Para ella la escritura se convirtió en una obsesión a la vez que en un tormento. Según Rosa Montero, comentando una biografía de Carmen Laforet de reciente aparición, en el Babelia del pasado 29 de mayo:

"La enormidad del éxito de "Nada" descolocó a Laforet. Aunque, al parecer, ya estaba descolocada desde antes: era una persona extrañamente despistada, demasiado susceptible, timidísima. Una chica rara con algo informe y vagoroso, como si no estuviera del todo hecha, como si a su esqueleto le faltaran unos cuantos huesos. Tras el premio desconcertó a todo el mundo con sus respuestas chocantes, con su actitud huidiza y antiintelectual. Para alguien tan inseguro como ella, el peso escrutador de la fama debió de suponer una inmensa tortura. De modo que enseguida empezó a tener problemas para escribir y para ser, esto es, para adaptarse a la mirada de los otros."

Como en tantas otras ocasiones, un éxito temprano tan abrumador no pudo ser asimilado por una chica sencilla y tímida. Las preguntas acerca de la inspiración autobiográfica de su relato fueron constantes, pero ella siempre lo negó. Es difícil pensar que una muchacha tan joven escribiera de una manera tan lúcida acerca de temas tan adultos sin haberlos vivido en carne propia, por lo que seguramente la respuesta era una forma de proteger su privacidad.

Juan Ramón Jiménez: "A mí me parece que su libro no es una novela en el sentido más usual de la palabra, (...) sino una serie de cuentos tan hermoso alguno como los de Gorki, Eça de Queiroz, Unamuno o Hemingway".

Francisco Ayala: "Es ante todo un mensaje cuya sinceridad lo destaca con vigor enorme sobre la rala y rastrera producción libresca rendida por España en estos años, mensaje primero y, hasta hoy, testimonio único de esa generación española que, todavía en la infancia, hubo de sufrir la guerra sin el apoyo que, contra sus horrores, pudiera acaso prestar la pasión a los adultos combatientes."

Josefina Aldecoa: "El final de la década de los cuarenta y el principio de los cincuenta son ya definitivamente historia literaria. Y ella, Carmen, la adolescente sensible, la jovencísima triunfadora con un libro que expresaba lo que tantos sentíamos, ocupa el primer lugar en esa historia. El lugar privilegiado de los que rompen los esquemas falsos y aburridos de su tiempo."

En resumen, una novela fundamental para comprender la vida cotidiana en nuestra postguerra, apreciada por muchos de los grandes escritores españoles de la segunda mitad del siglo XX y que sigue siendo editada y vendida en sucesivas ediciones.