miércoles, 23 de junio de 2010

EL RETRATO DE DORIAN GRAY (2009), DE OLIVER PARKER. EL METROSEXUAL DECIMONÓNICO.


Hace ya tiempo que el cine que produce la gran industria dejó de ser sinónimo de originalidad y emoción y pasó a convertirse en una máquina de hacer dinero a través de la reinterpretación moderna de cualquier éxito del pasado, ya sea utilizando el mismo nombre u otro. Dorian Gray (utilizado con poca fortuna recientemente en "La liga de los hombres extraordinarios", de Stephen Norrington), no podía ser la excepción.

En estos tiempos en los que tan de moda está el hombre metrosexual, aquel que cuida extremadamente de su apariencia, (es posible que esto haya quedado ya desfasado y hayamos vuelto al hombre macho de los setenta, pero lo cierto es que soy incapaz de estar al tanto de las modas) el Dorian Gray de nuestra época es un santo y seña de la moda, tan pulcro y refinado como el de la novela de Wilde, siendo capaz en algunos momentos de la película de dejar caer una letra de su apellido y convertirse en gay sin ningún reparo. Supongo que el autor de la novela hubiera llegado hasta ahí sin problemas, de no encontrarse inmerso en una sociedad intolerante con ciertas prácticas, algo que tuvo que vivir en sus propias carnes.

Habiendo leído recientemente la novela, me acerco con suma curiosidad a la película de Parker, no teniendo oportunidad, por ahora, de visionar la obra maestra que firmó en 1945 Albert Lewin. Seguramente si la comparamos con ésta, la versión actual resultará penosa, pero yo no he dejado de reconocer algunas virtudes en la misma, sobre todo comparándola con el resto de producciones que ofrecen nuestros queridos cines 3D de centro comercial, a los que por cierto hay que acudir actualmente con abrigo, debido al nivel del aire acondicionado. Deberían escuchar los sabios consejos de los componentes de La Roja...

Ante todo Parker se esfuerza por crear una atmósfera. Para algunos cineastas el Londres victoriano, por el que pululaban personajes reales como Jack el destripador o ficticios como Mr. Hyde, debía ser particularmente siniestro, por lo que lo dotan permanentemente de tonos azulados y fríos, como propicios para engendrar cualquier maldad. El actor protagonista, Ben Barnes, hace un esfuerzo bastante afortunado para contrastar el Dorian del principio, un muchacho inocente, con el corrupto criminal en que se convierte después. Aún así, lo cierto es que las escenas de sexo que protagoniza tienen más parecido a un anuncio de colonia que otra cosa.

La historia cambia mucho respecto a lo que el libro nos cuenta. Las agudezas sociales, aunque tienen cabida a través de la voz de Lord Henry (Colin Firth), no son lo más importante. Lo esencial es impactar al espectador a través de algunos trucos baratos y digitalizados que estropean el espíritu de la novela, que muestra la corrupción de Dorian de una manera mucho menos efectista y a la vez más tremenda. A pesar de ello, no se trata de una película desdeñable, pues es de agradecer el esfuerzo del director por mantener el interés del espectador adaptando las partes más cinematográficas de la novela y añadiendo muchas otras de su propia cosecha (a mi entender presentar de una manera tan forzada a la hija de Lord Henry es un error), pero al final el sabor de boca que queda no es malo, si obviamos la escena final, un abuso de la moda del 3D. El cuadro no necesita de efectos especiales para ser diabólico.

2 comentarios:

  1. Me encanto tu reseña.Es sin duda de las mejores que he leido referentes a esta pelicula.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Selphie y bienvenida. No creo que entre los cientos de críticas que habrá de esta película por ahí esta sea de las mejores, pero te lo agradezco igualmente.

    Saludos.

    ResponderEliminar