Guy de Maupassant no es tan buen novelista como maestro del cuento. Esto puede comprobarse con la lectura de su estupenda antología de relatos de horror liderados por "El horla", una auténtica obra maestra del terror psicológico. Él mismo propone una preciosa definición de la utilidad de la escritura en esta misma novela:

"(...)la escritura es siempre la mejor forma de calar en las personas. La palabra deslumbra y engaña, porque el rostro la interpreta, porque la vemos salir de los labios; y los labios agradan y los ojos seducen. Pero las palabras negras sobre el papel blanco son el alma al desnudo".

"Nuestro corazón" cuenta la historia de un enamoramiento, el que padece el protagonista cuando conoce a una de las mujeres de moda parisinas, una bella, acaudalada y joven viuda que organiza constantemente veladas en su casa donde acuden los personajes del momento. André Mariolle es también un hombre tocado por la fortuna, sin dificultades económicas, que hasta el momento ha llevado una vida gris y monótona, sin destacar en nada especial. Al enamorarse de la señora Burne parece sentirse más vivo que nunca, pero a la vez se convierte en un ser desdichado, en busca de una quimera.

En realidad la señora Burne corresponde a su amado, hasta de una manera demasiado decidida para su gusto, pero su manera de querer no es suficiente para él, que busca algo más tradicional y profundo. Ella utiliza su poder sobre él para manejarlo a su antojo, no con mala intención, pero sin querer nunca romper la promesa que se hizo a sí misma de no volver a casarse, después de haber tenido una mala experiencia con su primer marido.

La señora Burne no sigue la tradición de personajes decimonónicos como Madame Bovary o la Regenta, personajes pasivos que esperan la iniciativa de su correspondiente galán y que acaban entregándose por completo y de manera inconsciente a la pasión. Ella es una mujer mucho más racional y mundana, que pone límites a su capacidad de amar. Y no es que deje de informar de ello a Mariolle, pero éste sigue sufriendo e intentando llegar más lejos.

La principal novedad de esta novela frente a la tradición de años anteriores no es tanto su estilo, donde sigue imperando la descripción realista y la penetración psicológica, sino las circunstancias y comportamientos de su protagonista femenina, una mujer liberada. Liberada no por convicciones feministas ni nada parecido, sino por su desmesurada egolatría, lo que le hace desear constantemente ser el centro de atención del París más galante y frívolo. No es esta una novela que se ocupe de temas sociales, sino de una determinada sociedad, la que gozaba de un mejor nivel de vida en la Francia de la época.

Poco tienen que ver las reuniones que organiza la señora Burne con los famosos salones de los ilustrados del siglo XVIII. De las discusiones científicas y literarias, aquí pasamos más bien a los pequeños duelos de ingenio y, sobre todo, a los chismes de sociedad, algo que Mariolle odia con toda su alma:

"Se le despertó de pronto a Mariolle en el corazón un arrebato de ira, algo así como un sentimiento de odio, y también una repentina irritación contra toda aquella gente, contra la vida de todas aquellas personas, su forma de pensar, sus aficiones, sus fútiles gustos, sus diversiones de muñecos."

La novela, última que publicó Maupassant antes de morir de locura, está sujeta a diversas interpretaciones. La mujer protagonista, dotada de un espíritu que pocas lectoras reconocen como femenino, puede ser un trasunto del propio autor, pues Maupassant fue un seductor en los salones parisinos.

Para otros lectores puede tratarse de una venganza del propio Maupassant contra alguna mujer que no cayó en sus redes o incluso de un caso de misoginia patológica por parte del autor reflejada en la caracterización de su personaje.