domingo, 7 de febrero de 2010

INVICTUS (2009), DE CLINT EASTWOOD. EL RUGBY COMO POLÍTICA.


Cuando se visiona una película inmediatamente después de haber leído el libro en el que se basa, los sentimientos pueden ser contradictorios. Por una parte, partimos con ventaja respecto a otros espectadores, pues sabemos más o menos lo que vamos a ver y podemos completar posibles lagunas del guión y comprender mejor que nadie las motivaciones de los personajes, ya que hemos profundizado previamente acerca de ellos.

Por otro lado, y en un alto porcentaje de las ocasiones, no solemos ver en pantalla lo que esperábamos ver, es decir, nuestra particular interpretación de la letra escrita. Esto es evidente y particularmente, como aficionado a leer cuando puedo los libros en los que se basan las películas que voy a ver, trato de no decepcionarme, pues es imposible que dos personas coincidan plenamente en este punto. Quienes asisten regularmente a clubes de lectura me darán la razón cuando, a veces, los demás participantes parecen haber leído un libro absolutamente diferente al nuestro.


Digo esto porque, después de haber leído un libro-reportaje magnífico como "El factor humano", de John Carlin, esperaba otro tipo de aprovechamiento de tan buen material. Pero Clint Eastwood (un poco improvisadamente a mi humilde parecer) ha rodado una visión simplicadora del trabajo de Carlin.

La película es, ante todo, un vehículo para el lucimiento de Morgan Freeman, interpretando un papel para el que parece haberse estado preparando toda la vida. Ningún otro hubiera podido interpretar con esa convinción a un santo laico como Nelson Mandela, y no solo por su parecido casi clónico con el dirigente sudafricano, sino por la admiración que le profesa, aunque mi sentimiento en ocasiones era el de estar viendo en pantalla, no a Nelson Mandela, sino a Morgan Freeman interpretando a Nelson Mandela, algo un poco difícil de explicar y que seguramente hubiera corregido la versión original.

Y es que pocos dirigentes han sido tan venerados a nivel mundial como Mandela. Salir de prisión tras veintisiete duros años y mostrar cierta comprensión y tolerancia con tus verdugos con el fín de construir una nueva nación no está al alcance de cualquiera. En este sentido puede sorprender al espectador encontrarse ante un personaje tan puro y de sentimientos tan nobles pero, en este caso la película se está ajustando estrictamente a la realidad.

El principal fallo del guión, a mi entender, es presentar unos hechos históricos tan trascendentes desde una perspectiva minimalista y simplificadora, en la que se nos escapan muchos elementos importantes de los mismos. Hubiera sido necesario introducir algunos episodios del pasado de Mandela, narrarnos la desesperación de un hombre que es arrojado vergonzosamente a una diminuta celda mientras el resto del mundo clama por su libertad, lo que nos haría comprender mejor la grandeza del comportamiento del protagonista. La escena de la visita del equipo de rugby a la isla donde estuvo tantos años cautivo no es suficiente en este sentido. La visión por parte de Pienaar de un fantasmal Mandela picando piedra carece de la fuerza necesaria. Por cierto, la interpretación de Damon es plana y sin apenas matices. El capitán de la selección parece un desconcertado Bourne que pasaba por allí.

Dicho todo esto, hay que reconocer que también el film no está exento de aciertos: la escena primera que resume la división creada por el apartheid o las secuencias de rugby, bien rodadas y comprensibles incluso para los legos de este deporte, aunque hay que decir que resulta mucho más impresionante la danza maorí de los rivales de los Springboks visionándola en you tube que en su versión cinematográfica, lo cual nos dice mucho del peligro de rodar acerca de hechos perfectamente documentados previamente por las cámaras televisivas. A veces parece más una reiteración que otra cosa.

El acercamiento progresivo entre negros y blancos intenta resumirse en el microcosmos que forma la escolta de Mandela. No es mala idea, aunque un tanto elemental. Hubiera hecho falta mostrar un poco de la verdadera cara del apartheid, un régimen que trataba como al ganado a la mayoría de la población sudafricana, lo que haría más comprensibles los aspavientos iniciales de los colaboradores de Mandela ante las intenciones de éste, absolutamente delirantes a primera vista, aunque absolutamente acertadas en suma si se quería salvar al país de una tremenda guerra civil.

En resumen, una película interesante, aunque carente de pulso en ocasiones, pensada sobre todo para Morgan Freeman, que desaprovecha el estupendo material en el que se basa, por simplificarlo en exceso y que ciertamente es mejor ver en su versión original. Quizá mi decepción haya venido porque tenía muchas expectativas puestas en esta película, que no ha sabido hacer buena mezcla de sus magníficos ingredientes.

2 comentarios:

  1. Miguel Ángel, haces un análisis profundo y coincidente en muchos aspectos con mi opinión. Yo no había leído el libro pero igualmente noté que a la película le falta fuerza para justificarse en cuanto al acontecer de los hechos trascendentales que relata y que pasan a veces con más pena que gloria. Pienso que Eastwood ha desaprovechado la oportunidad de reivindicar justa y verdaderamente a Nelson Mandela.
    Lástima ya que es un gran director y contaba con buenos mimbres.
    Un abrazo.

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  2. Sí, ciertamente la fórmula prometía, sobre todo repasando las últimas obras de Eastwood. Me reafirmo en que ha abordado el proyecto con precipitación y no ha profudizado como el tema requería.

    Otro abrazo para tí.

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