miércoles, 16 de diciembre de 2009

RASHOMON (1950), DE AKIRA KUROSAWA. EL NEBULOSO PASADO.


Descubrí a Akira Kurosawa hace ya muchos años, en uno de esos festivales de cine clásico de Málaga que constituían prácticamente la única posibilidad de ver películas antiguas en versión original hace veinte años (o eso, o programar el vídeo para pillar alguna de las que ponía la segunda cadena de madrugada). "Dersu Uzala", de la que no había oído hablar en la vida me enamoró de inmediato. Nunca se ha narrado mejor y con más sencillez la historia de una amistad.

El año pasado me organicé a mí mismo un pequeño ciclo de Kurosawa, aprovechando que había comprado muchas de sus realizaciones en una colección de kiosko y así pude visionar pequeñas joyas como "Los hombres que caminan sobre la cola del tigre", "Los siete samurais", "El ángel ebrio", "Duelo silencioso", "Vivir" (otra obra maestra acerca del sentido de la vida), "La fortaleza escondida", "Los canallas duermen en paz" o "Trono de sangre". Para el futuro me queda conocer al Kurosawa más moderno. Quedó pendiente esta "Rashomon", que no pude conseguir en su día. La biblioteca pública ha resuelto momentáneamente la papeleta.

"Rashomon" es una película absolutamente original y revolucionaria para su época. Narra el mismo hecho (la violación de una joven y el asesinato de su marido por un bandido) desde cuatro perspectivas diferentes, desde el punto de vista de los tres protagonistas y de un testigo oculto. Las historias son radicalmente distintas y se contradicen entre sí. ¿Cuál es la auténtica? El director no lo aclara en ningún momento. Quizá ninguna lo sea con exactitud. Quizá la verdad sea una mezcla de todas las narraciones, quizá lo que realmente sucedió se encuentre diluido en las distintas palabras de los que cuentan la historia. Porque... ¿qué es la verdad? ¿Puede establecerse la verdad absoluta y objetiva acerca de unos acontecimientos? Kurosawa parece decirnos que no, que la verdad se difumina en distintos puntos de vista para regresar convertida en historias divergentes y contradictorias, que, más que contar lo que ha sucedido realmente, retratan fielmente el caracter del narrador.

La condición humana es el otro gran tema de la película y de gran parte de la filmografía del director. Los personajes de Kurosawa suelen ser seres errantes, miserables vestidos con harapos que sobreviven lo mejor que pueden perdidos por los siglos remotos de la historia del Japón. De las conclusiones que puede extraer el espectador, sentado en su cómodo sillón, cabría destacar la mezquindad que muestran todos los personajes, en los que se distingue un comportamiento orientado exclusivamente a la satisfacción de sus propios intereses y deseos más primarios. Ya se nos recuerda en la película la leyenda del demonio que habitaba en la puerta de Rashomon, en Kioto y huyó aterrado por la maldad de los hombres.

Un clásico ineludible para cualquier cinéfilo, dotado de una cuidadosa fotografía, de una música perfectamente coordinada con la acción y con otra de las memorables actuaciones de uno de mis actores favoritos: Toshiro Mifune.

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