jueves, 6 de agosto de 2009

MI NOCHE CON MAUD (1969), DE ERIC ROHMER. LA APUESTA PASCALIANA.


Para mi vergüenza, he de decir que es la primera vez que veo una película de Eric Rohmer. Para mi vergüenza, seguramente tendré que seguir diciendo esto muchas veces en el futuro, ya que el cine europeo está lleno de lagunas para mí. Tengo voluntad de ir solventándolas.

Este es un tipo de cine no apto para todos los públicos. Se trata de "cine filosófico", perteneciente a la serie de los Cuentos morales de Rohmer. Por lo tanto, lo esencial de esta realización es seguir con atención los diálogos y las actitudes de los protagonistas. Y reflexionar. El protagonista es un católico convencido. Pero como casi todo católico, lo es de cara al exterior, porque es imposible cumplir con todos los preceptos, especialmente los relacionados con la abstinencia sexual, pues van contra la naturaleza humana. Además, la vida va a poner a prueba continuamente en ese sentido a un soltero de treinta y cuatro años. Jean-Louis encuentra a un antiguo amigo y juntos visitan a una amiga de este, una mujer divorciada y hedonista, que pondrá a prueba su resistencia a la tentación. Parece que acaba venciéndola, pero algo se rompe en su interior.

Su amigo le ha hablado de Pascal, de su famosa apuesta, que para mí es una trampa del pensamiento, un autoengaño. Apostar por lo menos probable, por si acaso, no creo que sea lo que más complaciera a Dios, en caso de existir. Pero esas son las contradicciones a las que se enfrenta la fe. ¿Se tiene por miedo, por costumbre...? Realmente al final resulta que la fe interior, la verdadera práctica de lo que se manifiesta creer, se deja a un lado cuando conviene y los demás no van a enterarse. Continuos autoengaños e hipocresías. Ya se dice en la película que es bien difícil aspirar a ser santo.

Mi conclusión es que hay que dejarse guiar por la naturaleza humana y no reprimir los deseos, siempre que no se trate de deseos criminales, se sobreentiende. La represión no nos hace más humanos, sino que nos amarga. Y el estado de amargura no casa con el ideal de humanidad. Al menos con el mío. Es mejor no desperdiciar la vida a base de continuos remordimientos. Elegir vivir conforme a ciertos estrictos dogmas de fe puede significar no conocer las mejores experiencias. O vivirlas con complejo de culpabilidad. Hermosa película.

2 comentarios:

  1. No hay que reprimir deseo alguno, ni los criminales. He dicho.

    Desde Alhaurín de la Torre.

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  2. Bueno, yo excepcionaría los criminales, por si las moscas.

    Un saludo, amigo alhaurino.

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