domingo, 16 de agosto de 2009

ENEMIGOS PÚBLICOS (2009), DE MICHAEL MANN. QUIÉN ROBA A UN LADRÓN...


Hace setenta años Estados Unidos vivía una situación muy similar a la de ahora, solo que peor. La crisis del 29 fue auténticamente brutal y dejó a millones de personas en la calle y sin expectativas. Los grandes bancos aprovecharon para reforzarse y sentar las bases de nuevas ganancias. Es música conocida, que se repite cíclicamente. En este contexto, las "hazañas" de John Dilinger, un atracador de bancos ansioso de fama, llamaron pronto la atención. Dilinger, como un experto en marketing, se llevaba los fondos de la sucursal, pero respetaba el dinero de los ciudadanos humildes que allí se encontraran. Bien pronto fue declarado el "enemigo público número uno". Era más sencillo que perseguir a los banqueros.

La película de Mann intenta recrear con fidelidad la carrera de Dilinger y consigue su objetivo pero, eso sí, con frialdad extrema. La interpretación de Johny Deep es correcta y carismática, pero poco más. No consigue transmitirnos complejidad alguna en el personaje, más allá de su osadía personal y su falta de expectativas de futuro, siempre mostrando la misma expresión retadora y resabiada. En ningún momento consigue empatizar conmigo como espectador. Se que al final va a morir acribillado y no me preocupa. La relación que establece con "su chica", es francamente risible. Ella cae embelesada a sus pies desde el primer momento como una cabeza hueca, sin realizarse el más mínimo planteamiento de donde se está metiendo, sin la más mínima personalidad, solo obedeciendo los dictados de su gángster. Todo esto no nos produce ni la más mínima emoción. El personaje del perseguidor de Dilinger, Melvin Purvis, está interpretado con sobriedad por Christian Bale, pero está lastrado también por la falta de conocimiento de su presente y pasado. Solo le vemos en su trabajo, persiguiendo con saña a los criminales, pero nada sabemos de su vida cotidiana fuera de él o de como le afecta psicológicamente su labor diaria. Al final un letrero nos informa de que se suicidó muchos años después, como dándonos a entender que su profesión pudo con él. Pero cualquiera sabe... La escena en la que los dos personajes se encuentran, en la que Purvis observa a un encarcelado Dilinger como si de un trofeo se tratara sí que resulta interesante y remite a la magistral "Heat", donde sí que se les daba un tratamiento profundo y humanista a los personajes. La presencia de J. Edgar Hoover en sus comienzos, un personaje que tanto iba a dar que hablar en el futuro, podría haber dado mucho más juego, pero sus apariciones son meramente circunstanciales.

Si los personajes no están bien dibujados, quizá pudiéramos aferrarnos al retrato de época que nos ofrece el director. Tampoco aquí la película destaca demasiado. La fotografía digital tan marcada no ayuda a identificar la realización como de género negro y el retrato del Chicago de los años treinta desmerece mucho del que nos ofreció, por poner un ejemplo, Brian de Palma en "Los intocables". Las escenas de acción pretenden ser el punto fuerte, pero la planificación de las mismas resulta bastante confusa demasiadas veces. Muchos tiros, mucha espectacularidad, pero el espectador no llega a enterarse de quien dispara a quien y se marea a menudo con los continuos movimientos de cámara. Se usa y abusa durante todo el metraje de primeros planos y planos intermedios. El trabajo correcto, pero mediocre, de los actores no invita demasiado a ello.

Una película decepcionante, de un Michael Mann que nos está acostumbrando a una de cal y otra de arena. A priori, poseía todos los elementos para estar a la altura de "Heat" o "Colateral", pero se queda desgraciadamente muy atrás. Las expectativas eran altas, por lo cual he salido decepcionado. Todo ello no quiere decir que la trama carezca de puntos de interés o que su visión sea una absoluta pérdida de tiempo, sobre todo en estos meses veraniegos, cuando se concentra toda la morralla cinematográfica en nuestras salas, pero a Michael Mann cabe exigirle mucho más.


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