martes, 4 de agosto de 2009

CASINO (1995), DE MARTIN SCORSESE. EL REY DEL JUEGO.


Nada más comenzar la película, una de las mejores de este gran maestro, se nos muestra una vista aérea de Las Vegas, llena de luz. Pero la cámara se va alejando. Las Vegas se va haciendo cada vez más pequeña. El desierto la rodea, como queriendo engullirla. Los protagonistas han ascendido desde una criminalidad humilde, de barrio, a formar parte imprescindible de la gran maquinaria de hacer (y lavar) dinero que es Las Vegas. Sam Rothstein (Robert de Niro) es un apostador impecable. Ha estudiado todos los mecanismos del juego y sabe apostar siempre sobre seguro. El desierto acechante parece estar lejos mientras mantiene el control. Pero todo se le va a volver en contra cuando, contra su costumbre, realice una apuesta de riesgo.

La apuesta resulta ser una mala mujer, interpretada por Sharon Stone, de la que se enamora perdidamente. La historia que narra Scorsese es la del auge y caída de un imperio. El casino que regenta Sam es un lugar de apariencia legal, donde todo funciona tal como quieren los capos. Él es una pieza más del perfecto engranaje donde todos ganas asombrosas cantidades de dinero. El juego es una tapadera perfecta. Sam se encarga de que ningún cliente gane demasiado. Quién gana más de la cuenta es sospechoso. Y Sam conoce todos los trucos. Como de costumbre Scorsese retrata a personajes corruptos hasta la médula, para los que la corrupción es una forma de vida natural. Toda esta armonía va a ser interrumpida por la presencia ya mencionada de la mujer y por la llegada de un viejo amigo del protagonista, un violento Joe Pesci, extraordinario en su papel. Al final el mundo soñado de la brillante Las Vegas se va a transformar en una especie de parque temático para familias y jubilados, perdiendo así la esencia que la definía, como ha ocurrido con tantos otros lugares.

Me encanta la forma de narrar de Scorsese. La voz en off de los protagonistas hace que el paso del tiempo suceda de forma muy ágil y que las tres horas de duración de la película transcurran en un suspiro.

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