viernes, 22 de mayo de 2009

VIVIR EL CINE.


Mi nombre es Álvaro, pero eso poco importa para lo que he de contarles. Si digo que desde pequeño he sentido una especial fascinación por el cine les mentiría, pues recuerdo que me quedé dormido en las primeras sesiones a las que asistí, quizá porque eran mis padres quienes elegían las películas... Es en mi etapa adolescente cuando recuerdo mis primeras buenas experiencias frente a la pantalla grande. Me gustaban las películas de aventuras, quería ver acción en la pantalla que compensara lo grisáceo de mi devenir cotidiano. Acabé asistiendo a todas las sesiones dobles que podía, dándole más importancia a aquellas emocionantes historias de hora y media que al resto de mi anodina vida. Poco a poco fuí implicándome cada vez más en lo que veían mis ojos en la sala oscura. El resto del mundo desaparecía, solo estábamos yo y las imágenes que salían del proyector. Todo transcurría normalmente hasta que un día, sin aviso previo, me encontré dentro de la pantalla. No veía al público al otro lado ni nada parecido, sino que mi nueva realidad era la de la película que hasta hacía unos segundos estaba siguiendo como mero espectador. Esta primera experiencia transcurrió en una historia de guerra bastante aburrida. Estuve de patrulla durante un buen rato con un pelotón de soldados americanos en una isla del Pacífico, cuyo nombre no recuerdo, durante la Segunda Guerra Mundial. Al final intercambiamos algunos disparos con unos japoneses, nada del otro mundo, aunque resultó divertido. Con el The end de la pantalla volví a mi asiento, como si nada especial hubiera ocurrido y abandoné la sala en perfecto orden, no esperaba aplausos por aquello, ya que mi papel era bastante secundario.

En las siguientes sesiones a las que asistí descubrí que lo había sucedido no era un hecho aislado y, con toda normalidad, seguí participando en las historias desde un punto de vista privilegiado. Exceptuando los musicales, en los que me costaba mucho seguir el ritmo de las coreografías, me gustaba salir en todas. Ayudé a Espartaco en su lucha liberadora contra Roma, aún cuando durante la toda la película sospeché que sus ideas olían a comunismo. Seguí a Lawrence de Arabia por aquellos vastos desiertos, pasando mil penalidades para derrotar a los turcos, aún cuando al final sospeché que estaba ayudando a la causa del imperialismo británico, así que me desquité peleando junto a Braveheart contra los ingleses, para terminar sospechando que estaba ayudando a sembrar la semilla de un peligroso nacionalismo... En fín, participé en tantas historias que no sería capaz de recordarlas todas, aunque sí que debo contarles que desembarcar en Normandía junto al capitán Miller dejó en mí tal regusto amargo que estuve cerca de un mes sin pisar una sala de cine. Claro que no pude resistir la tentación de volver...

Mi regreso no fue especialmente glorioso. Fue en un matinal en el que emitían "Rey de Reyes". Fui tan descuidado y negligente que elegí el bando equivocado, convirtiéndome en uno de los romanos que contribuyeron al asesinato de Cristo. Ya antes había interpretado papeles poco heroicos, como cuando conocí la vida como gangster en "El padrino", pero esto era demasiado, sentía que había realizado un acto herético. Cuando terminó la película, este sacrilegio me había marcado tanto que no lo podía apartar de mis pensamientos. Los remordimientos me atormentaban y veía abriéndose a mis pies los abismos del infierno. Lo que me sucedió desde ese momento hasta el día de hoy está entre brumas, aunque supongo que anduve vagando como un alma en pena hasta terminar en la celda acolchada de un psiquiátrico. Evidentemente, no les he contado a los doctores mi historia, nunca me creerían y me dejarían encerrado de por vida. Hoy por fín me han dejado mezclarme con los demás internos, ya no estoy aislado. Me he enterado de que mañana toca sesión de cine después de la merienda. Debemos estar en semana Santa porque ponen "La historia más grande jamás contada". Esto debe ser una señal del Cielo. Mis plegarias van a ser atendidas. En cuanto tenga oportunidad protegeré a Cristo nuestro Señor, mataré a todo aquel que intente hacerle daño y daré mi vida si es necesario. Ya puedo ver como sacan mi cadáver de este horrible lugar tras haber vendido cara mi vida, con los honores de un mártir, mientras suena una emocionante banda sonora con los títulos de crédito finales...

2 comentarios:

  1. Hola Miguel, me llamo Catalina, andaba navegando en la red buscando blog de cine como el mio, yo soy cineasta, dime si te gusta el cine por pasion y podemos compartir conocimientos mi blog es http://cine-historia-arte.blogspot.com/

    saludos y que estes muy bien

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  2. Hola Catalina. Esta noche miro tu blog. ¿Qué películas has hecho? Sí que soy un apasionado del cine, pero, desgraciadamente, con demasiadas lagunas, que espero ir tapando poco a poco.

    Un cordial saludo.

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